hacia abajo.

Kossil la seguia, jadeante, arrastrando y frotando las vestiduras contra la roca y la tierra.

De repente el techo se elevo. Arha pudo erguirse y las manos extendidas no alcanzaban a tocar los muros de los lados. El aire, que hasta entonces olia a cerrado y a tierra, le rozo la cara con una humedad mas fresca; y habia leves corrientes de aire alrededor como si estuvieran en un gran espacio. Arha avanzo unos pasos cautelosos en la negra oscuridad. Un guijarro que ella empujo con la sandalia choco con otro guijarro, y el minusculo chasquido desperto una multitud de ecos, sutiles, distantes y otros todavia mas distantes. La caverna tenia que ser inmensa, alta y ancha, pero no estaba vacia: algo habia en la oscuridad, superficies de objetos o tabiques invisibles, que quebraba el eco en mil fragmentos.

—Ahora estamos sin duda bajo las Piedras —susurro Arha, y el susurro se extendio por la negrura retumbante y hueca y se deshizo en hebras de sonido, tenues como telaranas, que vibraron largo rato.

—Si. Es la Cripta de las Tumbas, Adelante. Yo no puedo quedarme aqui. Hay que seguir bordeando el muro hacia la izquierda; y dejar atras tres aberturas.

El susurro de Kossil era un silbido (y tras el silbaban los ecos diminutos). Kossil tenia miedo, era indudable que tenia miedo. No le gustaba estar aqui entre los Sin Nombre, en las tumbas o cuevas de la oscuridad. Ella no pertenecia a este lugar; no era de aqui.

—Volvere con una antorcha —dijo Arha guiandose a tientas por la pared de la caverna y tratando de descifrar las formas extranas de la roca, con huecos y protuberancias, curvas y bordes delicados, ya aspera como un encaje, ya pulida como el bronce: relieves esculpidos sin duda. ?Estaria toda la caverna trabajada por escultores de los dias antiguos?

—Aqui la luz esta prohibida. —El cuchicheo de Kossil fue tajante. Antes que terminara de decirlo, Arha comprendio que asi tenia que ser. Aquel era el reino de las tinieblas, el corazon mismo de la noche.

Tres veces paso los dedos por una brecha en la complicada negrura de la roca. La cuarta vez palpo la altura y el ancho de la abertura y se metio dentro. Kossil la siguio.

En ese tunel, que volvia a ascender en una suave pendiente, pasaron junto a otra abertura a la izquierda, y en una bifurcacion tomaron el camino de la derecha: siempre a tientas en la ceguera y el silencio del mundo subterraneo. En aquel pasadizo habia que tocar casi constantemente las dos paredes del tunel, para no dejar de contar o pasar por alto alguna abertura o bifurcacion de la galeria. Solo el tacto las guiaba; el camino era invisible, pero lo llevaban en las manos.

—?Esto es el Laberinto?

—No. Es el mas pequeno, que esta debajo del Trono.

—?Donde esta la entrada del Laberinto? Arha disfrutaba con aquel juego a oscuras y ansiaba enfrentarse a un enigma mas complicado.

—Era la segunda abertura cuando atravesamos la Cripta. Ahora tenemos que buscar una puerta a la derecha, una puerta de madera; tal vez la hayamos dejado atras…

Arha oia las manos de Kossil moviendose nerviosas a lo largo de la pared, aranando la roca viva. Ella toco la piedra con las yemas de los dedos y al cabo de un rato encontro las vetas suaves de la madera. Empujo y la puerta cedio docilmente, chirriando. Se quedo un momento inmovil, deslumbrada por la luz.

Entraron en una camara grande y de techo bajo, con paredes.de piedra tallada, iluminada por una antorcha humeante que colgaba de una cadena. El aire estaba viciado por el humo de la antorcha, que no tenia salida. A Arha le escocian y le lloraban los ojos.

—?Donde estan los prisioneros?

—Alli.

Arha comprendio al fin que los tres bultos informes del fondo de la nave eran hombres.

—La puerta no tiene cerrojo. ?No hay nadie que vigile?

—No es necesario.

Arha se adelanto unos pasos, vacilando, escudrinando la espesa humareda. Los prisioneros estaban encadenados por los tobillos y una muneca a unas grandes argollas incrustadas en la pared de la roca. Si uno de ellos queria tumbarse, el brazo encadenado seguia en alto, coleado del grillete. Los cabellos y barbas enmaranados, junto con las sombras, les ocultaba el rostro. Uno yacia medio recostado; los otros dos, sentados o en cuclillas. Estaban desnudos. El olor que despedian era aun mas fuerte que el tufo del humo.

A Arha le parecio que uno de ellos la miraba y creyo ver unos ojos brillantes, pero no estaba segura. Los otros no se movieron ni levantaron la cabeza.

Arha se volvio, dandoles la espalda. —Ya no son hombres —dijo.

—Jamas lo fueron. ?Eran demonios, espiritus bestiales que conspiraban contra la sagrada vida del Dios-Rey! —Los ojos de Kossil relampagueaban a la luz rojiza de la antorcha.

Arha miro de nuevo a los prisioneros, aterrorizada y curiosa.

—?Como un hombre pudo atacar a un dios? ?Como fue? Tu: ?como te atreviste a atacar a un dios viviente?

El hombre se quedo mirandola entre la negra marana de pelos, pero no dijo nada.

—Les cortaron la lengua antes de traerlos a Awabath —dijo Kossil—. No hableis con ellos, senora. Son gente corrupta. Os pertenecen, pero no para hablarles, ni para mirarlos, ni para pensar en ellos. Son vuestros para que los ofrezcais a los Sin Nombre.

—?Como hay que sacrificarlos?

Arha ya no miraba a los prisioneros, sino a Kossil, tratando de sacar fuerzas de aquel cuerpo fornido, de la voz fria. Se sentia mareada, y con nauseas a causa del hedor del humo y la mugre, y sin embargo Kossil parecia pensar y hablar con una calma perfecta. ?Acaso no habia hecho esto mismo otras veces, antes?

—La Sacerdotisa de las Tumbas sabe mejor que nadie que clase de muerte complacera a los Senores, y ella misma ha de elegirla. Hay muchas maneras.

—Que Gobar, el capitan de los guardias, les corte la cabeza. Y que la sangre sea vertida delante del Trono.

—?Como si se tratara de un sacrificio de cabras? —Kossil parecia burlarse de la falta de imaginacion de Arha. La joven enmudecio. Kossil dijo entonces:— Ademas, Gobar es un hombre. Ningun hombre puede entrar en los Lugares Oscuros de las Tumbas, como sin duda recuerda mi senora. Si entra, no sale…

—?Quien los trajo? ?Quien les da de comer?

—Los guardianes que cuidan el Templo, Duby y Uahto; son eunucos y pueden entrar aqui y atender a los Sin Nombre, lo mismo que yo. Los soldados del Dios-Rey dejaron a los prisioneros bien atados al otro lado del muro, y yo y los guardianes los trajimos por la Puerta de los Prisioneros, la de las piedras rojas. Asi se hizo siempre. La comida y el agua se les baja por una puerta-trampa desde una habitacion detras del Trono.

Arha alzo los ojos y vio, junto a la cadena de que pendia la antorcha, un recuadro de madera empotrado en el techo de piedra. Era demasiado pequeno para que cupiera un hombre, pero una cuerda que bajase desde alli tocaria el suelo justo al alcance del prisionero del medio. Una vez mas, desvio rapidamente la mirada.

—Entonces, que no les traigan mas agua ni comida. Que dejen que la antorcha se apague.

Kossil hizo una reverencia. —?Y los cuerpos, cuando mueran?

—Que Duby y Uahto los entierren entonces en la gran caverna que hemos atravesado, en la Cripta de las Tumbas —dijo la joven en un tono repentinamente agitado y agudo—. Y tendran que hacerlo en la oscuridad. Los Senores devoraran los cadaveres.

—Asi se hara.

— ?Esta bien asi, Kossil?

—Esta bien, senora.

—Entonces, vayamonos —dijo Arha con una voz estridente. Dio una media vuelta y volvio de prisa a la puerta de madera y salio de la Camara de las Cadenas a la negrura del tunel. Le parecio dulce y serena como una noche sin estrellas, callada, impenetrable, sin luz ni vida. Se precipito a la limpia oscuridad, adelantandose de prisa como un nadador a traves del agua. Kossil la seguia, apretando el paso y cada vez mas atras, entre jadeos y trompicones. Sin titubeos, Arha entro en los mismos tuneles y dejo atras las mismas aberturas que en el camino de ida, cruzo la enorme Cripta resonante, y trepo encorvada por el ultimo y largo tunel hasta dar con la puerta de piedra. Entonces se puso en cuclillas y busco la gran llave en la argolla que llevaba a la cintura. Encontro la llave pero no la cerradura. En aquel muro invisible no habia el menor resquicio de luz. Lo toco con las puntas de los dedos buscando en vano un cerrojo, un pestillo o una palanca. ?Donde se meteria la llave? ?Como iba a salir?

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