serio. ?El Pasajero estaba disfrutando de una exposicion de arte?

Pasee la vista a mi alrededor con un tipo diferente de atencion. Los susurros de la gente apelotonada ante los monitores ya no me parecieron el silencio respetuoso dedicado al arte. Ahora distingui un tono de incredulidad, e incluso de escandalo, en su silencio casi absoluto.

Mire a Rita. Tenia el ceno fruncido mientras leia y sacudia la cabeza.

—He oido hablar de Chris Burden, era norteamericano. Pero este otro, ?Schwarzkogler? —El apellido se le resistia. Al fin y al cabo, habia estado estudiando frances, no aleman— Oh —balbucio, y empezo a ruborizarse—. Dice que… se corto el…, —Paseo la vista alrededor de la gente que llenaba la sala y contemplaba en silencio las pantallas—. ?Oh, Dios mio! —exclamo.

—Tal vez deberiamos irnos —sugeri, mientras el buen humor de mi amigo interior aumentaba de intensidad.

Pero Rita ya se habia parado delante de la primera pantalla, y cuando la miro se quedo boquiabierta y sus labios empezaron a temblar, como si no consiguiera pronunciar una palabra de una gran complejidad.

—Eso es… Eso es… Eso es…

Y una veloz mirada al monitor revelo que Rita volvia a tener razon: vaya que si.

En el monitor, un videoclip mostraba a una joven vestida con un atavio arcaico de stripper, con brazaletes y plumas. Pero en lugar de la pose provocativa que la indumentaria habria exigido, estaba de pie con una pierna apoyada sobre una mesa y, en un bucle breve y mudo de unos quince segundos, apoyaba una sierra de banco zumbante sobre su pierna y echaba la cabeza hacia atras, con la boca abierta en una mueca de angustia. Entonces, el clip saltaba al principio y ella volvia a repetir el numerito.

—?Santo Dios! —exclamo Rita. Despues, sacudio la cabeza—. Eso es… Es una especie de truco fotografico. Tiene que serlo.

Yo no estaba tan seguro. En primer lugar, El Pasajero ya me habia chivado que algo muy interesante estaba pasando aqui. Y en segundo lugar, gracias a mis proezas artisticas conocia muy bien la expresion de la mujer. Era dolor autentico, de eso estaba muy seguro, una agonia real y extrema, y, no obstante, a lo largo de mis exhaustivas investigaciones, jamas habia conocido a alguien que deseara autoinfligirse semejante tormento. No me extranaba que al Pasajero le hubiera dado un ataque de risa. No era que yo lo encontrara divertido. Si este rollo se ponia de moda, tendria que buscarme un nuevo pasatiempo.

De todos modos, se trataba de un giro interesante, y habria estado mas que dispuesto a ver los demas videoclips en circunstancias normales. Pero se me antojaba que era un poco responsable de Rita, y estaba claro que no era el tipo de espectaculo que podia ver y continuar con la cara risuena.

—Larguemonos —sugeri—. Vamos a buscar un postre.

Pero ella se limito a sacudir la cabeza y repitio «Tiene que ser un truco», mientras pasaba a la pantalla siguiente.

La segui y fui recompensado con otro bucle de quince segundos de la misma mujer con el mismo atavio. En este, aparecia extirpandose un pedazo de carne de la pierna. Su expresion era de una agonia aturdida e interminable, como si el dolor se hubiera prolongado tanto que ya se hubiera acostumbrado, pero aun lo siguiera notando. Aunque pareciera extrano, esa expresion me recordo la cara de la mujer que salia al final de una pelicula que Vince Masuoka habia proyectado en mi fiesta de despedida de soltero. Creo que se titulaba Frat House Gang Bang. Habia un brillo de satisfaccion exhibicionista pese a la fatiga y el dolor, mientras contemplaba el fragmento de quince centimetros entre la rodilla y la espinilla, del que habian arrancado la carne hasta dejar el hueso al descubierto.

—Oh, Dios mio —murmuro Rita. Por algun motivo ignoto, avanzo hacia el siguiente monitor.

No finjo comprender a los seres humanos. Casi siempre intento mantener un punto de vista logico sobre la vida, lo cual constituye una desventaja cuando intentas discernir que se cree la gente que esta haciendo en realidad. O sea, por lo que yo se, Rita era tan dulce, agradable y optimista como Rebecca de Sunnybrook Farm.[1] La vision de un gato muerto en la cuneta de la carretera podia conmoverla hasta el punto de llorar. Pero aqui la tenia yo, examinando metodicamente una exposicion mucho peor de lo que ella jamas hubiera imaginado. Sabia que el siguiente clip contendria mas de lo mismo, grafico y atroz hasta extremos inconcebibles. Y no obstante, en lugar de correr hacia la salida, estaba avanzando con calma hacia la siguiente pantalla.

Entro mas gente, y la vimos pasar por el mismo proceso de reconocimiento y escandalo. No cabia duda de que el Pasajero estaba disfrutando de lo lindo, pero para ser sincero, yo empezaba a pensar que todo el asunto se estaba pasando de rosca. No conseguia imbuirme del espiritu del acontecimiento ni divertirme con el sufrimiento del publico. Al fin y al cabo, ?cual era el objetivo? Vale, Jennifer se corta cachos de pierna. ?Y que? ?De que sirve autoinfligirse un enorme dolor, cuando tarde o temprano la vida lo hara por ti? ?Que demostraba? ?Que sucederia a continuacion?

De todos modos, Rita parecia decidida a sufrir lo maximo posible, y pasaba sin descanso de un bucle a otro. Y a mi no se me ocurria otra cosa que seguirla, padeciendo con entereza mientras ella repetia «Oh, Dios mio, oh, Dios mio» al contemplar cada nuevo horror.

Al final de la sala, el grupo mas numeroso de gente estaba mirando algo en la pared, colocado en angulo de tal modo que nosotros solo veiamos el borde metalico del marco. A juzgar por sus expresiones, no cabia duda de que se trataba de algo muy chungo, el plato fuerte del espectaculo, y yo me sentia un poco impaciente por verlo y acabar de una vez, pero Rita insistio en mirar todos los clips que faltaban todavia. Cada uno plasmaba a la mujer haciendo cosas mas horribles a su pierna, hasta que al final, en el ultimo, un clip algo mas largo que la mostraba sentada inmovil mientras contemplaba su pierna, ya no quedaba otra cosa que hueso blanco entre la rodilla y el tobillo. La carne del pie habia quedado intacta, y presentaba un aspecto muy raro al final de la palida longitud de hueso.

Aun mas rara era la expresion de Jennifer, una expresion de dolor agotado y triunfal, sin duda el anuncio de que habia demostrado algo. Eche un vistazo al programa, pero no encontre nada revelador de que era ese algo.

Por lo visto, Rita tampoco lo habia pillado. Se habia sumido en un silencio aturdido y se limitaba a contemplar el ultimo clip. Lo vio tres veces antes de sacudir la cabeza por ultima vez y desplazarse como hipnotizada hasta el grupo de gente congregada alrededor del Algo enmarcado en metal al fondo de la sala.

Era la pieza mas interesante de la exposicion, el punto clave en lo que a mi respectaba, y oi que el Pasajero lanzaba una risita para mostrar su aprobacion. Rita, por primera vez, ni siquiera fue capaz de repetir «Oh, Dios mio».

Montado sobre un cuadrado de madera contrachapada y colocado en un marco de acero estaba la tibia de Jennifer. Esta vez todo el lote, de rodilla para abajo.

—Bien —dije—, al menos ahora sabemos que no era un truco fotografico.

—Es una falsificacion —solto Rita, pero no me parecio que se lo creyera.

Fuera, a la luz brillante de la ciudad mas glamurosa del mundo, las campanas de una iglesia estaban dando la hora. Pero dentro de la pequena galeria habia muy poco glamur, y las campanas sonaban muy altas, casi lo bastante para ahogar otro sonido, una vocecilla familiar, la cual me informaba de que la cosa iba a ponerse todavia mas interesante, y como yo habia descubierto que esa voz casi siempre tiene razon, me volvi a mirar.

La cosa, en efecto, se estaba complicando, porque cuando me volvi la puerta se abrio, y con un frufru de lentejuelas entro Jennifer en persona.

Habia creido que antes reinaba el silencio en la sala, pero habia sido Martes de Carnaval comparado con el silencio que la siguio cuando cruzo la sala con la ayuda de unas muletas. Estaba palida y demacrada. Su vestido de stripper colgaba suelto sobre su cuerpo, y caminaba con lentitud y cuidado, como si todavia no se hubiera acostumbrado a las muletas. Un vendaje blanco limpio cubria el munon de su pierna desaparecida.

Cuando Jennifer se acerco a nosotros, parados delante del montaje de la tibia, note que Rita se encogia y procuraba rehuir cualquier contacto con la mujer de una sola pierna. La mire. Estaba casi tan palida como Jennifer, y por lo visto se habia olvidado de respirar.

Levante la vista. Tal como habia hecho Rita, el resto de los presentes, con los ojos clavados en Jennifer, se alejaron de su camino, hasta que ella se detuvo a escasos centimetros de su pierna. La contemplo un largo

Вы читаете Dexter por decision propia
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×