momento, al parecer sin darse cuenta de que estaba dejando sin oxigeno a toda una sala llena de gente. Despues, levanto una mano de la muleta, se inclino hacia adelante y toco la tibia.

—Sexy —dijo.

Me volvi hacia Rita, con la idea de que tal vez deberia susurrar «ars longa»,[2] o palabras a tal efecto. Pero no hizo falta.

Se habia desmayado.

3

Llegamos a Miami el viernes por la noche, dos dias despues, y el desenfreno salvaje de la multitud en el aeropuerto, mientras los viajeros se empujaban y maldecian mutuamente alrededor de la cinta de equipajes, casi consiguio que llorara de emocion. Alguien intento apoderarse de la maleta de Rita, me grito cuando se la quite, y esa fue toda la bienvenida que yo necesitaba. Era estupendo volver a casa.

Y si era necesario algun saludo sentimental mas, lo recibi el lunes por la manana temprano, mi primer dia de vuelta al curro. Sali del ascensor y me tropece con Vince Masuoka.

—Dexter —dijo, en lo que estoy seguro era un tono de voz emotivo—, ?has traido donuts?

Era conmovedor caer en la cuenta de que me habian echado de menos, y de haber tenido corazon, estoy seguro de que este se habria sentido reconfortado.

—Ya no como donuts —conteste—. Solo como croissants.

Vince parpadeo.

—?Y eso?

Je suis parisien.

Meneo la cabeza.

—Bien, tendrias que haber traido donuts. Esta manana nos ha caido un caso tope raro en South Beach, y alli no hay sitios donde vendan donuts.

Quelle tragedie.

—?Vas a seguir asi todo el dia? —pregunto—. Porque puede que sea muy largo.

De hecho, lo fue, y todavia lo alargo mas la avalancha demencial de reporteros y demas curiosos que ya se apelotonaban de tres en tres al fondo, ante la cinta amarilla de la escena del crimen, la cual rodeaba un pedazo de playa no muy alejado del extremo sur de South Beach, Yo ya estaba sudando cuando me abri paso entre la multitud y pise la arena, en direccion al punto en que Angel Batista nada-que-ver se encontraba a cuatro patas a unos seis metros de los cadaveres, examinando algo que nadie mas podia ver.

—?Que hay de raro? —le pregunte.

Ni siquiera levanto la vista.

—Una rana con tetas —contesto.

—Estoy seguro de que tienes razon, pero Vince dijo que habia algo raro en estos cadaveres.

Miro algo con el ceno fruncido y se inclino mas sobre la arena.

—?No te dan miedo los acaros de la arena? —le dije.

Angel asintio.

—Los mataron en otro sitio —senalo—, pero uno de ellos sangro un poco. —Fruncio el ceno—. Pero no hay sangre.

—Hoy es mi dia de suerte.

—Ademas —continuo, mientras utilizaba unas pinzas para introducir algo invisible en una bolsa de plastico —, los han…

Y se callo, no por algun motivo relacionado con objetos invisibles, sino como si quisiera encontrar una palabra que no me asustara, y en el silencio oi el zumbido cada vez mas alto de unas alas desde el asiento trasero del Dextermovil.

—?Que? —pregunte cuando ya no pude mas.

Angel apenas meneo la cabeza.

—Los han… arreglado —dijo, y se puso en movimiento como si el encantamiento se hubiera roto. Cerro la bolsa de plastico, la dejo con cuidado a un lado y doblo una rodilla.

Si eso era todo cuanto tenia que decir sobre el tema, tendria que ir a ver con mis propios ojos aquello a lo que se referia el silencio sibilante. Recorri los seis metros que me separaban de los cadaveres.

Eran dos, un hombre y una mujer, de unos treinta y pico anos, y no los habian elegido por su belleza. Ambos eran palidos, obesos y peludos. Los habian dispuesto con sumo cuidado sobre toallas de playa chillonas, de esas tan populares entre los turistas del Medio Oeste. Sobre el regazo de la mujer habia abierta una novela de bolsillo de un rosa rabioso, con el tipo de portada chillona que a la gente de Michigan le encanta llevar en vacaciones: Temporada turistica. Una pareja casada perfectamente vulgar que disfrutaba de un dia en la playa.

Para subrayar la felicidad que, en teoria, estaban experimentando, cada uno llevaba una mascara de plastico semitransparente sobre la cara, al parecer sujeta con pegamento, el tipo de mascara que dota al rostro de su portador de una sonrisa artificial, al tiempo que permite aflorar el rostro real. Miami, sede de las sonrisas permanentes.

Salvo que este par tenia unos motivos muy poco comunes para sonreir, razones que motivaban a mi Oscuro Pasajero a experimentar lo que semejaba un ataque de risa. Habian abierto estos dos cuerpos desde la parte inferior de la caja toracica hasta la cintura, y despues apartado la carne para revelar lo que habia dentro. Y no necesite la oleada de sibilante hilaridad que se alzo de mi sombrio amigo para darme cuenta de que lo que habia dentro se salia un poco de lo normal.

Habian eliminado las porquerias habituales, lo cual me parecio un principio excelente. No estaba el espantoso amasijo de intestinos viscosos, ni demas horribles tripas relucientes. Habian retirado toda esa repugnante masa sanguinolenta. La cavidad corporal de la mujer habia sido transformada, con pulcritud y buen gusto, en una cesta de frutas tropicales, de esas que un buen hotel ofrece a sus clientes especiales. Vi un par de mangos, papayas, naranjas y pomelos, una pina y, por supuesto, algunos platanos. Habia incluso una cinta roja sujeta a la caja toracica, y de en medio de la fruta asomaba una botella de champagne barato.

Habian adornado al hombre de manera diferente. En lugar de la alegre y atractiva seleccion de frutas, su tripa vacia acogia unas gafas de sol enormes y chillonas, una mascara de buceo con su tubo de respiracion, una botella de protector solar, una lata de repelente antiinsectos y un platito de pasteles, unos dulces cubanos. Parecia un terrible desperdicio en aquella desolacion arenosa carente de donuts. Apoyado en un costado de la cavidad habia una especie de folleto grande. No pude ver la cubierta, de modo que me agache para mirarlo mas de cerca. Era el Calendario de Banadores de South Beach. La cabeza de un mero asomaba por detras del calendario, y su boca abierta estaba congelada en una sonrisa siniestramente similar a la dibujada en la mascara de plastico pegada a la cara del hombre.

Oi unos pasos en la arena detras de mi y me volvi.

—?Amigo tuyo? —pregunto Deborah, mi hermana, mientras se acercaba e indicaba los cuerpos con un cabeceo. Tal vez deberia decir sargento Deborah, puesto que mi trabajo exige que sea educado con alguien que ha ascendido en el cuerpo de policia. Y suelo ser educado, hasta el punto de hacer caso omiso de su grosero comentario. No obstante, lo que vi en su mano se llevo por delante toda mi consideracion filial. Habia conseguido hacerse con un donut (de crema bavara, mi favorito), y le dio un enorme bocado. Me parecio terriblemente injusto—. ?Que opinas, hermanito? —volvio a preguntar con la boca llena.

—Opino que habrias debido traerme un donut —dije.

Descubrio los dientes en una amplia sonrisa, que no sirvio de nada, porque tenia las encias recubiertas de la capa de chocolate del donut en cuestion.

—Lo hice —contesto—, pero me entro hambre y me lo comi.

Era estupendo ver sonreir a mi hermana, puesto que era algo que no se habia repetido con frecuencia en los ultimos anos. Por lo visto, no encajaba con la imagen de poli que se habia forjado de si misma. Sin embargo, no me embargo una tierna sensacion de amor fraternal hacia ella, puesto que me habia dejado sin donut. Aun asi, sabia por mis investigaciones que la felicidad de la familia era algo maravilloso.

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