– ?Condiciones economicas, dottore?

– Desde luego. Era lo unico que le interesaba. No me gusta tener que reconocerlo, comisario, pero ella no queria mas que el dinero. No creo que el nino le importara.

– Es lamentable.

– Bien. Consiguio el dinero, diez mil euros, y deseo que le sirvan de ayuda.

– Una actitud generosa, dottore.

– ?Que mal habia hecho ella en realidad? ?Nacer en un pais pobre, venir a un pais rico, quedarse embarazada de una criatura no deseada y entregarla a alguien que la deseaba? Podria haber sido peor, porque tomo el dinero pero no volvio a por mas.

– Creo que aun no comprendo por que fue usted a hablar de esto con el dottor Franchi.

– Por favor, comisario, no se haga el tonto. Desde que he entrado en esta habitacion, no se trata mas que de por que fui a ver al dottor Franchi. En realidad, el hecho mas trascendental de mi vida, y sin duda de mi futuro, sera por que fui a ver al dottor Franchi.

– Dice usted, dottore, que no se trata mas que de por que fue usted a verlo. ?Podria explicarmelo?

– Por algo que usted me dijo.

– Perdone, no entiendo.

– Usted me dijo que el tenia mi ficha medica.

– No, dottore; yo le pregunte si en su ficha medica estaria registrada alguna receta que le hubiera despachado la farmacia.

– Y tambien menciono el uso indebido de informacion.

– Es cierto, pero fue porque, en aquel momento, como le he dicho antes, teniamos razones para creer que el dottor Franchi podia estar haciendo chantaje.

– Eso ni pensarlo.

– No sabia que lo conociera usted tanto.

– Lo suficiente para descartar esa posibilidad.

– Asi pues, ?fue usted a la farmacia a hablar de su hijo?

– Si, comisario. ?Ha visto mi ficha medica?

– Si.

– ?Puede decirme donde?

– Estaba en el ordenador del dottor Franchi.

– Me lo figuraba. Entonces, ?por que me dijo que el no la tenia?

– Yo nunca he dicho tal cosa, dottore. La primera vez que hablamos, es decir, la primera vez que pudo usted hablarme, le pregunte si en su ficha podia constar cierta informacion. No le dije que el la tuviera.

– Pero la tenia.

– Si. Pero, si excluimos la posibilidad del chantaje, tenemos que deducir que no la utilizo.

– ?Que no la utilizo? Desde luego, comisario, no creo que sea usted tan ingenuo. Pues claro que la utilizo. Alli esta escrito, con toda claridad, para que hasta el mas idiota pueda enterarse: «esterilidad total». Esta es una ciudad pequena, comisario. Ademas, el dottor Franchi y yo, en cierta medida, trabajamos en el mismo ramo.

– No le sigo, dottore.

– Quiero decir que el podia estar al corriente de los chismorreos del hospital. Hasta aqui podra seguirme, comisario. El debio de enterarse de mi supuesta aventura durante el congreso y de su ilicito fruto, como diria el. No debian de faltar los que se rieron cuando lleve a Alfredo a mi casa, pero el no haria eso, que va: el dottor Franchi se contentaria con sentir compasion por el pobre pecador. Pero imagine cual debio de ser su estupor cuando, al leer mi historial medico, descubrio que yo no era culpable de adulterio sino de enganar al Estado. Sin duda, un hombre tan virtuoso y de tan estricta moral como el dottor Franchi lo consideraria un pecado no menos abominable.

– Me parece que se equivoca, dottore.

– ?Como que me equivoco? Alfredo no era hijo mio: yo quebrante la ley al mentir en un documento oficial declarando que era su padre, y menti al afirmar que habia roto mi promesa matrimonial. Solo Dios sabe que es lo que mas ofendio su retorcido concepto de la moral.

– Me parece que se equivoca, dottore.

– No me equivoco. El es una de esas personas. Le gusta imponer sus ideas a los demas y goza al ver que los pecadores son castigados. No hay mas que ver como esta Romina por su culpa: una zombie que todos los dias entra y sale del frenopatico del palazzo Boldu, atontada por los medicamentos. Y todo por querer casarse y tener hijos cuando el dottor Franchi piensa que los maniaco-depresivos no deben casarse ni tener hijos. Y supongo que tambien decidio que los que mienten, tampoco. Cerdo degenerado.

– Dottore, por favor. Eso no sirve de nada.

– No, ya lo se. Pero es un cerdo y ha recibido su…

– ?Usted lo ha visto, dottore?

– No, por supuesto. He estado aqui desde que ocurrio.

– Desde luego. Yo si lo he visto.

– ?Donde?

– En el hospital.

– ?Y?

– No saben lo que podran hacer. Tienen que esperar a que se cicatrice. Hablan de injertos. Pero…

– ?Pero que?

– Eso no es el mayor problema.

– ?Pues cual es?

– Los ojos.

– ?Los dos?

– Uno lo ha perdido. El otro, quiza puedan salvarlo, con un trasplante. Y luego esta la mano.

– Si, trato de protegerse la cara.

– Debio de ser un movimiento instintivo. Podria haber sido mucho peor.

– ?Quiere decir, si yo no le hubiera metido la cara en la pila al chorro del agua?

– Si.

– Fue lo primero que se me ocurrio, algo tan instintivo como su gesto para protegerse la cara. Quiza por ser medico. Cosas que haces sin pensar: es tu primera reaccion al ver a un herido. Entonces te sale lo que te inculcan en la facultad. Al verle, recorde que lo unico que se puede hacer es echar agua y dejarla correr.

– Los medicos dicen que eso facilitara el injerto.

– Ya.

– Dottore, creo que debo decirle una cosa. Usted no me va a creer. Pero es la verdad, por mas que se resista a aceptarla.

– ?Sobre Franchi?

– Hasta cierto punto.

– ?Que punto?

– El no lo denuncio a los carabinieri.

– ?Como puede decir tal cosa? ?Como lo sabe?

– Fue una llamada anonima, eso es cierto. Pero no del dottor Franchi.

– No le creo. La madre no queria al nino; ademas, si queria mas dinero, sabia donde encontrarme. A mi no me llamo, ni tenia por que haber llamado a los carabinieri. Ademas, eso le habria traido problemas, y ella lo sabia. No pudo ser ella.

– No llamo ella.

– ?Lo ve? Es lo que yo digo.

– Si.

– ?Y quien fue entonces? ?Quien se lo dijo?

– Dottore, lo siento, pero fue su suegro. Si, me hago cargo de que es un trauma, pero me consta, porque el me lo dijo. Hable con el hace unos dias. Me lo dijo y yo le creo.

– ?Giuliano? Oddio, ?por que? ?Por que iba el a quitarnos a nuestro hijo?

– Quiza porque no le parecia que fuera su hijo.

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