region porque decidio dirigir su plantacion. Acumulo una inmensa dote para su hermana menor y, a los pocos anos, ella misma se caso. Y Lestat y yo casi ni intercambiabamos palabra.

—?Continuo viviendo en Pointe du Lac?

—Asi es. Yo no podia estar seguro de que Lestat ya me hubiera dicho todo lo que yo necesitaba saber. Y yo necesitaba disimular. Mi hermana se caso en mi ausencia, por ejemplo, mientras yo sufria el «paludismo». Y algo similar me sucedio el dia del funeral de mi madre. Mientras tanto, Lestat y yo nos sentabamos cada noche a cenar con el anciano y haciamos ruido con nuestros cuchillos y tenedores, y el nos decia que comieramos todo lo que teniamos en nuestros platos y que no bebieramos demasiado vino. Con cientos de miserables dolores de cabeza, yo recibia a mi hermana en el dormitorio a oscuras, con las mantas hasta la barbilla. Les pedia a ella y a su marido que disculpasen la falta de luz, puesto que me hacia dano en los ojos, y les entregaba grandes sumas de dinero para que las invirtieran en nombre de todos. Por suerte, su marido era un idiota; inofensivo, pero un imbecil: el producto de cuatro generaciones de matrimonios entre primos hermanos.

»Pero aunque estas cosas iban bien, empezamos a tener problemas con los esclavos. Ellos si eran suspicaces. Y como ya he indicado, Lestat mataba a quien se le ocurria. En consecuencia, siempre habia rumores de extranas muertes en esa parte de la costa. Pero lo que motivo esas murmuraciones fue lo que ellos veian de nosotros. Y yo lo oi un atardecer cuando estaba entre las sombras cerca de las cabanas de los esclavos.

»Ahora, permiteme que te explique el caracter de esos esclavos. Corria el ano 1797; hacia cuatro anos que Lestat y yo viviamos en una paz relativa; yo invertia el dinero que el adquiria, aumentando las tierras, comprando pisos y casas en Nueva Orleans, que el alquilaba. Y el trabajo de la plantacion producia poco mas que una excusa para nuestras inversiones. Dije “nuestras”. Eso es incorrecto. Jamas firme nada con Lestat y, como te daras cuenta, yo todavia estaba legalmente vivo. Pero, en 1797, esos esclavos no tenian el caracter que has visto en las peliculas y las novelas del Sur. No era gente de piel oscura y palabras obedientes, mal vestidas, que hablaban un dialecto ingles. Eran africanos. Y eran insulares; es decir, algunos de ellos provenian de Santo Domingo. Eran muy negros y absolutamente extranos; hablaban sus lenguas africanas y hablaban el patois frances; y, cuando cantaban, cantaban canciones africanas que convertian los campos en algo exotico que siempre me habia dado miedo en mi vida mortal. En suma, ellos aun no habian sido destruidos por completo como africanos. La esclavitud era la maldicion de sus vidas, pero aun no habian sido robados de lo que era caracteristicamente suyo. Toleraban el bautismo y las modestas vestimentas que les imponian las leyes catolicas francesas, pero, por las tardes, transformaban sus ropas baratas en disfraces delirantes, hacian joyas con huesos de animales y pedazos descartados de metal que pulian como si fuera oro; y las cabanas de los esclavos de Pointe du Lac eran un pais extranjero, una costa africana despues del anochecer, en el cual ni el mas intrepido superintendente se animaba a deambular. Pero los vampiros no se asustaban.

»No hasta una noche de estio, cuando paseando entre las sombras, escuche por las puertas abiertas de la cabana del capataz negro una conversacion que me convencio de que Lestat y yo dormiamos con grave peligro. Los esclavos sabian que no eramos seres normales. En tonos susurrantes, las criadas, que vislumbre a traves de una grieta, contaron como nos vieron cenar con los platos vacios, llevandonos copas vacias a los labios, riendonos, con nuestros rostros blancos y fantasmales a la luz de los candelabros, y el pobre ciego era un tonto indefenso en nuestro poder. A traves de las cerraduras, habian visto el ataud de Lestat, y, una vez, el habia castigado sin misericordia a una de ellas por espiar por las ventanas de su dormitorio que daban a la galeria.

»—Alli no hay ninguna cama —se confiaron una a la otra—. Duerme en el ataud, lo se.

»Estaban todos convencidos de lo que eramos. En cuanto a mi, una tarde me habian visto salir del oratorio, que ahora era poco mas que una masa de ladrillos y enredaderas, llena de visterias en flor en la primavera, rosas silvestres en el verano y el musgo brillante sobre las viejas persianas despintadas, que jamas se habian abierto, y con las aranas tejiendo en los petreos arcos. Por supuesto, yo simulaba visitarlo en memoria de mi hermano, pero, por sus palabras, estaba claro que ya no creian mas en esa mentira. Y ahora no solo nos atribuian las muertes de los esclavos encontrados en el campo y en los pantanos, y tambien las muertes de reses y caballos, sino todos los demas acontecimientos misteriosos y extranos; incluso las inundaciones y tormentas, que eran las armas de Dios en su batalla personal contra Louis y Lestat. Lo que es peor: no pensaban escaparse. Nosotros eramos demonios, y nuestro poder, ineludible. No, nosotros debiamos ser destruidos. Y en esa reunion, de la que me converti en un participante invisible, habia un grupo de esclavos de Freniere.

»Eso significaba que los rumores se extenderian por toda la costa. Y aunque yo creia firmemente que toda la costa no podia caer presa de una histeria colectiva, no senti la menor gana de correr ese riesgo. Me apresure a volver a la plantacion a decirle a Lestat que nuestro papel de plantadores surenos habia terminado. Tendria que ceder su latigo de esclavista y su servilletera de oro y regresar a la ciudad.

»Naturalmente, se resistio. Su padre estaba gravemente enfermo y quiza no sobreviviese mucho mas. No tenia la menor intencion de escapar de unos estupidos esclavos.

»—Los matare a todos —dijo serenamente—, de a tres y de a cuatro. Algunos se escaparan y eso estara bien.

»—Estas diciendo disparates. El hecho es que quiero que te vayas de aqui.

»—?Tu quieres que me vaya! ?Tu! —se mofo; estaba construyendo un castillo de naipes en la mesa de la sala con un mazo de cartas francesas muy finas—. Tu, un vampiro lloron y cobarde que se arrastra por la noche matando gatos y ratas y mirando velas durante horas como si se tratara de gente, y que se queda bajo la lluvia como un zombie hasta que se te empapan las ropas y hiedes a viejos baules escondidos en el desvan, y tienes el aspecto de un idiota estupefacto en el zoologico.

»—No tienes nada mas que decirme —conteste—, y tu insistencia en el desorden nos ha puesto a los dos en peligro. Yo podria vivir en ese oratorio y ver como la casa se cae a pedazos. ?Porque no me importa nada! —le dije, y era la verdad—. Pero tu debes poseer todas las cosas que no tuviste en la vida y hacer de la inmortalidad una tienda de basuras en la cual los dos nos convirtamos en algo grotesco. ?Ahora, vete a ver a tu padre y dime cuanto le falta de vida, porque ese es el tiempo que aqui te quedaras, y unicamente si los esclavos no se rebelan antes contra nosotros!

»Me dijo que fuera yo a ver a su padre, ya que era quien siempre estaba “mirando”. Y lo hice. El anciano realmente se moria. Yo no habia sufrido la muerte de mi madre, porque se habia muerto de repente una tarde. Se la habia encontrado con su canasta de coser, sentada en el patio; se habia muerto como quien se duerme. Pero ahora yo contemplaba una muerte natural que era demasiado lenta, con dolores, y la cabeza clara. Y siempre me habia gustado el anciano; era bueno y simple, y tenia muy pocas exigencias. De dia, se sentaba en la galeria dormitando y oyendo los pajaros; por las noches, cualquier charla nuestra le hacia compania. Podia jugar al ajedrez, sintiendo meticulosamente cada pieza y recordando toda la situacion en el tablero con una precision admirable; y aunque Lestat nunca jugaba con el, yo lo hacia a menudo. Ahora estaba echado, tratando de respirar, con la frente ardiendo y la almohada humeda de sudor. Y, mientras gemia y pedia que le llegara la muerte, Lestat, en el otro cuarto, empezo a tocar el clavicordio. Le cerre la tapa de golpe y casi le atrapo los dedos.

»—?No tocaras mientras se muere tu padre!

»—?Al diablo que no! —me replico—. ?Tocare el tambor, si quiero!

»Y cogiendo una gran bandeja de plata de una mesa, la empezo a golpear con una cuchara.

»Le dije que se detuviera y que lo obligaria a dejar de hacerlo. Y entonces los dos dejamos de hacer ruido, porque el anciano lo llamaba por su nombre. Decia que debia hablar con Lestat antes de morir. Le dije a Lestat que lo fuera a ver. El sonido de su llanto era terrible.

»—?Por que debo ir? Me he ocupado de el todos estos anos. ?No es eso suficiente?

»Y saco del bolsillo un cortaplumas y se empezo a limpiar las largas unas.

»Mientras tanto, te debo decir que yo era consciente de la presencia de los esclavos en la casa. Estaban vigilando y escuchando. Yo esperaba que el viejo muriera a los pocos minutos. En una o dos oportunidades anteriores, varios esclavos habian tenido sospechas o dudas, pero nunca de esa manera. De inmediato llame a Daniel, el esclavo a quien le habia dado el cargo y la posicion de superintendente. Pero mientras lo esperaba, pude oir al anciano hablandole a Lestat; este estaba sentado con las piernas cruzadas, limpiandose las unas, con las cejas arqueadas y concentrado en lo que estaba haciendo.

»—Fue la escuela —decia el anciano—. Oh, yo se que tu te acuerdas… ?Que te puedo decir…? —gimio.

»—Mejor sera que lo digas —dijo Lestat—, porque estas al borde de la muerte.

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