jardineria y todas las artes posibles e imaginables. Una mansion de ensueno que no dejaba de suscitar la envidia de algunas personas, empezando por la del otro hombre de confianza de Mazarino, un tal Colbert, procedente de una familia de mercaderes y banqueros de Reims, que tanto en lo fisico como en lo moral era lo opuesto al superintendente: tan rigido, aspero, severo, pesado y sombrio como Fouquet era agil, diplomatico, elegante, refinado y seductor. No eran comparables mas que en dos aspectos: la inteligencia y el hecho de que ambos eran adictos al trabajo. Entre los dos se habia establecido un verdadero duelo, un combate con armas aun embotonadas que el cardenal atizaba discreta pero malignamente con el objeto de dominarlos mejor. El lema «Divide y venceras» habria ido como anillo al dedo al astuto ministro, que despues de amasar el mismo una fortuna excesiva, veia con malos ojos brillar en su cenit el astro del superintendente.

Perceval de Raguenel, muy amigo, como la propia Sylvie, de la familia de Fouquet, observaba con inquietud el lujo creciente desplegado por su joven amigo, pero se cuidaba de no hacer explicitos sus temores ante su ahijada. Aunque despues de la muerte de su amigo Theophraste Renaudot, ocurrida siete anos antes, estaba menos al tanto de los sucesos cotidianos de la capital y de la corte, habia podido observar el comportamiento de Mazarino a traves de la tormenta de la Fronda. Por lo demas, conservaba un circulo de amigos juiciosamente elegidos para poder satisfacer una curiosidad siempre despierta. Incluso habia descubierto en si mismo la pasion por la botanica y la medicina. Proximo ya a la sesentena, habia adquirido una sabiduria y un conocimiento de las cosas humanas bastante excepcional, y estaba convencido de que llegaria un dia en que Mazarino traicionaria a Fouquet.

El ministro era astuto, habil, agudo diplomatico y gran politico, pero tambien avido, codicioso, presumido y tanto mas celoso por el hecho de advertir que la edad y sobre todo la enfermedad arruinaban poco a poco una capacidad de seduccion que estaba a punto de convertirse en un mero recuerdo y le hacian ver que no le quedaba ya apenas tiempo para disfrutar la inmensa fortuna acumulada. Fouquet, joven, guapo, adorado por las mujeres, apreciado por los hombres y ademas muy rico, empezaba a hacer sombra a un hombre detestado por todos pero que seguia conservando en sus manos la llave del poder. La manera en que Mazarino impulsaba la carrera de aquel Colbert que habia quitado a los Le Tellier era significativa…, pero Fouquet, seguro de si mismo, no queria advertirlo. Sus armas, con una ardilla rampante y la ambiciosa divisa Quo non ascendet, brillaban al sol del exito. Y Perceval habia acabado por callar, consciente de que es en vano pretender luchar contra el destino.

Desde la muerte de Jean, habia tomado a Sylvie a su cuidado y pasaba la mayor parte del tiempo a su lado, de modo que solo durante cortos periodos volvia a su casa de la Rue des Tournelles, celosamente guardada por Nicole con la ayuda de Pierrot, que se habia convertido en un mozo alto y fuerte. La rica biblioteca de los duques de Fontsomme le consolaba del hecho de pasar tanto tiempo lejos de la suya. Su ahijada y los ninos, por los que sentia el carino de un abuelo y que le trataban como a tal, tenian un valor muy superior a sus ojos. Ademas, al instalarse junto a Sylvie habia posibilitado por fin la boda de Jeannette con Corentin, nombrado ahora intendente de las propiedades de la familia. El matrimonio no habia tenido hijos, y el disgusto por ello se habia convertido en una dedicacion mayor a la joven Marie y al pequeno Philippe. Todos ellos -incluidos Marie de Schomberg y los Fouquet- formaban en torno a Sylvie un circulo de afecto vigilante que la preservaba de nuevos sinsabores de la vida. En ese refugio vino a abrir una brecha la orden real. Quedaba por ver que clase de vientos penetrarian por ella.

Al dia siguiente por la manana, los invitados de Fontsomme se dispersaron. El mosquetero real, que se llamaba Benigne Dauvergne, Monsieur de Saint-Mars, volvio a tomar el camino de Aix; la mariscala de Schomberg, en lugar de volver a Nanteuil, marcho a La Flotte a visitar a su abuela enferma, en tanto que Sylvie y Perceval, dejando a un Philippe malhumorado al cuidado del abate de Resigny y Corentin Bellec, regresaron, la una a su casa de Conflans, junto al bosque de Vincennes, y el otro a su hotel de la Rue des Tournelles, para preparar el viaje. Jeannette acompanaba a la duquesa.

— No estoy dispuesta -confio a su marido- a dejarla volver sin proteccion a una corte que no debe de valer mucho mas que la de antes.

— No busques excusas. Estas encantada de poder ver de cerca las fiestas de la boda, y es muy natural - replico el con una sonrisa.

— Es verdad… y ademas no me gusta que este lejos de mi. Eramos ya hermanas de leche, pero desde el dia en que el abominable Laffemas, ?asi arda en el infierno toda la eternidad!, asesino a nuestras madres, estamos unidas por algo mas.

— El afecto, supongo. Se muy bien -suspiro Corentin- que no hay que hablar mal de los muertos, pero respiro con mas gusto desde que desaparecio ese.

— Sobre todo porque ha tenido la suerte que se merecia, despues de todos los tormentos que disfrutaba haciendo pasar a la gente.

En efecto, un atardecer de invierno, cuando la Fronda vivia sus ultimos meses, los servidores del que fue llamado en otra epoca Verdugo del Cardenal de Richelieu, se refugiaron espantados en la iglesia de Saint-Julien- le-Pauvre, diciendo que el diablo habia venido a buscar a su amo y le hacia sufrir los tormentos de una horrible agonia despues de encerrarse con el en su habitacion. Algunos vecinos se unieron a ellos y todos pasaron la noche rezando sin que nadie se aventurase a ver que pasaba exactamente. Por la manana, cuando, formando ya un grupo nutrido, se arriesgaron a volver al lugar, el espectaculo que descubrieron era abominable: sobre la cama, manchada de sangre y flema, el cadaver desnudo y casi negro aparecia retorcido por los ultimos espasmos de una agonia espantosa. El rostro deformado y los ojos desorbitados reflejaban un terror sin nombre. Ademas, un gran sello de lacre rojo con la letra omega impresa en medio de la frente, y el goteo de cera ardiendo por todo el cuerpo daban al cadaver un aspecto particularmente macabro. Nadie quiso tocarlo y fueron a buscar a los frailes de la Misericordia con cubos de agua bendita para proceder al entierro del antiguo teniente civil que habia aterrorizado Paris y las provincias durante anos. Todo el pueblo coincidio en que estaba ya Condenado envida. El mismo dia, en el Pont-Neuf, a la hora de mayor afluencia de gente, un hombre vestido de negro con el rostro oculto por una mascara grotesca salto a lo alto del pedestal de la estatua de Enrique IV y proclamo que el, el capitan Courage, habia hecho justicia con el infame torturador de mujeres, y luego salto el parapeto, se disparo un pistoletazo en la cabeza y cayo al Sena. Perceval de Raguenel y su amigo Theophraste Renaudot, el gacetista, se habian esforzado la noche siguiente en recuperar el cuerpo de aquel extrano personaje que habia sido un amigo fiel, pero no lo consiguieron y se contentaron con dedicarle algunas misas.

Antes de dejar Paris, Sylvie hizo dos visitas: la primera al convento de la Rue Saint-Antoine, donde su hija acogio con mas entusiasmo aun que Philippe el nombramiento de su madre en la corte de la nueva reina. Proxima ya a cumplir los catorce anos, Marie sonaba con ver mundo, la corte y sobre todo al rey, del que buena parte de sus companeras pensionistas estaban enamoradas. Desde hacia mas de un ano, aquellas senoritas seguian apasionadamente el romance surgido entre el joven rey y Maria Mancini, una de las sobrinas de Mazarino, que habia vivido con una de sus hermanas en la Visitation, donde habian dejado un recuerdo imborrable por sus travesuras y su costumbre de vaciar los tinteros en las pilas de agua bendita de la capilla. La joven italiana se habia convertido de golpe en la heroina del convento, y todas se disputaban las informaciones sobre la marcha de su aventura. Se sabia que el cardenal habia exiliado a sus sobrinas en Brouage. Cada cual anadia nuevos detalles a la escena de la despedida, en la que Maria, furiosa y desesperada, habia dicho a Luis XIV: «?Vos sois rey y os limitais a llorar cuando me voy?» Incluso se cruzaban apuestas sobre si el rey conseguiria recorrer todo el calvario que le aguardaba hasta la boda con la infanta, o bien, incapaz de resistir a su pasion, acabaria por imponer su voluntad de casarse con la que amaba.

El hecho de que su madre fuera invitada a Saint-Jean-de-Luz lleno de alegria a la adolescente:

— ?Oh, mama, prometeme que me escribiras todos los dias! ?Quiero saber absolutamente todo lo que va a pasar!

— ?Que quieres que pase de extraordinario? -sonrio Sylvie-. ?Nuestro rey va a dar una reina a Francia, y eso es todo!

— Si, ?pero cual? ?La infanta o Maria Mancini? Muchas companeras dicen que esta demasiado enamorado para dejarse casar y que esta harto de hacer la voluntad del viejo Mazarino. Adora a Maria.

— ?Estais locas y sonais demasiado! El viejo Mazarino, como tu le llamas, ha jurado que se llevara el mismo a su sobrina a Roma si se obstina en querer casarse. Hay que comprender que ha empenado las pocas fuerzas que le quedan en el tratado que pone fin a mas de treinta anos de guerra. Y la infanta es el remate de ese tratado. Si Luis XIV quiere seguir siendo rey, tiene que casarse con Maria Teresa. Y si no, ha de renunciar al trono en favor de su hermano.

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