lo heredamos, esa es la maldicion.

Esta delirada, penso Renzi, ella es la que esta borracha, de que habla.

– Nos pasamos la vida peleando por la herencia, primero mi abuelo, despues mi padre y ahora nosotras. Recuerdo siempre los velorios, los parientes disputando en la funeraria del pueblo, las voces ahogadas, furiosas, que vienen del fondo, mientras se llora al muerto. Paso con mi abuelo y con mi hermano Lucio, y va a pasar con mi padre y tambien con nosotras. El unico que se mantuvo ajeno y no acepto ningun legado y se hizo solo fue mi hermano Luca… Porque no hay nada que heredar, salvo la muerte y la tierra. Porque la tierra no debe cambiar de mano, la tierra es lo unico que vale, dice siempre mi padre, y cuando mi hermano se nego a aceptar lo que era de el, empezaron los conflictos que llevaron a la muerte de Tony.

5

Yoshio estaba en el cubiculo donde vivia, una suerte de desvan que daba al patio interior del hotel, cerca del hueco de los ascensores. Palido, los ojos llorosos, con un panuelito bordado, de mujer, entre los dedos, menudo y flaco, parecido a un muneco de porcelana. Cuando Croce y Saldias entraron se mantuvo en calma, como si la pena por la muerte de Duran fuera mayor que su desgracia personal. En una de las paredes de su cuarto habia una foto de Tony medio desnudo en el balneario sobre la laguna. La habia enmarcado y le habia escrito una frase en japones. Decia, le dijo a Croce, Somos como nuestros amigos nos ven. En otra pared habia una foto del emperador Hirohito a caballo pasando revista a las tropas imperiales.

La idea de no caerle bien a alguien, de ser criticado o mal mirado, le resultaba insoportable. Ahi residia la cualidad de su trabajo. Los sirvientes solo tienen, para sobrevivir, la aceptacion de los demas. Yoshio estaba abrumado: iba a tener que irse del pueblo, no podia imaginar las consecuencias de lo que habia pasado. ?Que quiere decir ser acusado de un crimen? ?Como soportar que todos aseguren que uno es un criminal? Los testigos condenaban a Yoshio. Muchos de ellos eran sus amigos y actuaban de buena fe: lo habian visto, decian, a la hora del crimen, en el lugar del hecho. No habia modo de justificarse, y justificarse era reconocerse culpable. Su dignidad habia consistido en la discrecion. Conocia el secreto de todos los pasajeros del hotel. Era el sereno nocturno. Pero esa discrecion no servia para nada, porque no hay nada que salve a un sirviente de la sospecha cuando cae en desgracia. Debe ser invisible y la visibilidad es la mayor condena.

Yoshio hablaba castellano con lentitud y muchos giros populares porque su mundo era la radio. Exhibia con orgullo una radio portatil Spika, del tamano de una mano, con una cubierta de cuero enrejado y un auricular que se podia colocar en la oreja para escuchar sin molestar a nadie. Era un nikkei: un argentino de origen japones. Se sentia muy orgulloso, porque no queria que se pensara que sus compatriotas eran solo floristas o tintoreros o duenos de bar con billares. La produccion industrial japonesa estaba ganando terreno y sus maquinas pequenas y perfectas (la camara Yashica, el grabador Hitachi, las minimotos Yamaha estaban en la revista de la embajada que le enviaban al hotel y que mostraba con orgullo). Escuchaba siempre X8 Radio Sarandi, una emisora uruguaya donde pasaban todo el tiempo tangos de Gardel. Le gustaban los tangos como a todos los japoneses y a veces se lo escuchaba cantar Amores de estudiante mientras cruzaba los corredores vacios del hotel imitando a Gardel pero con la l duplicada al cantar flores de un dia son.

En el fondo del ropero encontraron dos bolitas de opio.

– No soy inocente -dijo- porque nadie es inocente. Tengo mis tropelias pero no las que se me atribuyen.

– Nadie te acusa… todavia -lo tuteo Croce, y Yoshio se dio cuenta de que desconfiaba, como todos, de el-. No te defiendas antes de tiempo. Decime que hiciste hoy.

Se habia levantado a las dos de la tarde, como siempre, habia tomado el desayuno en su cuarto, como siempre, habia hecho gimnasia, como siempre, habia rezado.

– Como siempre -dijo Croce-. ?Alguien te vio? ?Alguien puede testificar por vos?

Nadie lo habia visto, todos sabian que a esa hora el descansaba de su trabajo nocturno, pero nadie podia atestiguarlo; entonces Croce le pregunto cuando habia visto a Duran por ultima vez.

– Hoy no lo vide -se agaucho Yoshio al contestar-. En todo el santo dia no lo habia visto -rectifico-. Soy el sereno nocturno, soy sereno y vivo de noche y conozco los secretos de la vida de hotel y los que saben que se me temen. Todos aqui saben que a la hora en la que mataron a Tony yo siempre duermo.

– ?Y que temen, los que temen? -pregunto Croce.

– Los hijos pagan la culpa de los padres y la mia es tener ojos rasgados y piel amarilla -contesto-. Usted me va a condenar por eso, por ser el mas extranjero de todos los extranjeros en este pueblo de extranjeros.

Croce le pego un reves, imprevisto y muy violento, con la mano derecha, en la cara. Yoshio cerro los ojos y empezo a sangrar por la nariz, agraviado, sin quejarse.

– No te retobes. No me enganes -dijo Croce-. Anote que el sospechoso se golpeo con el batiente de la ventana.

Saldias, impresionado y nervioso, escribio unas lineas en su libreta. Yoshio, a punto de llorar, se seco la sangre con el panuelito bordado.

– No he sido yo, comisario. No he sido ni nunca lo seria… -Yoshio estaba rigido, livido-. Yo… lo queria a el.

– No va a ser la primera vez que se mata por eso -dijo Croce.

– No, comisario. Muy amigo. Me distinguio con su confianza. El era un caballero…

– Y por que lo mataron entonces…

Croce se movia inquieto por el cuarto. Le dolia la mano. Habia hecho lo que tenia que hacer, no estaba para tener lastima sino para interrogar a un criminal. A veces le daban accesos de furia que no podia controlar. La humildad de ese mucamo japones lo exasperaba; despues del cachetazo habia reaccionado y ahora empezaba a dar su version de los hechos.

Conto que Duran no estaba contento, el dia antes habia insinuado que pensaba irse, pero antes tenia asuntos que resolver. Estaba esperando algo. Yoshio no sabia que era. Eso fue todo lo que declaro el japones, que a su manera explico lo que sabia, sin decir nada.

– Vas a necesitar un abogado, che -le dijo el comisario. Se quedo pensativo-. Mostrame las manos. -Yoshio lo miro sorprendido-. Ponelas asi -dijo, y le puso las palmas hacia arriba-. Apretame el brazo. Fuerte. ?Eso es fuerte para vos? -Yoshio lo miro confundido. El comisario le solto las manos, que quedaron en el aire como flores muertas-. Vamos a trasladarlo a la comisaria -dijo Croce-. Va a haber lio, seguro, al sacarlo.

Y asi fue, los vecinos se amontonaban en la entrada del hotel y en cuanto vieron a Yoshio empezaron a insultarlo y a gritarle «asesino» y a querer golpearlo.

El viejo Unzue le tiro una piedra que hirio a Yoshio en la frente y el loco Calesita empezo a dar vueltas y a gritar porquerias y la hermana de Souto se le vino encima y, apoyada en los brazos de Saldias, que intentaba cubrirlo, estiro la cara gris de odio y escupio al criminal en la cara.

– ?Asesino! -grito la mujer con expresion impasible, como si recitara o estuviera dormida.

Croce y Saldias retrocedieron, resguardando a Yoshio, y entraron otra vez en el hotel y se refugiaron en la oficina del gerente.

En medio del lio aparecio el fiscal Cueto, que calmo a los vecinos y dijo que iba a ocuparse de que se hiciera justicia. Era un hombre de unos cuarenta anos, flaco y alto, aunque de lejos daba la sensacion de ser contrahecho. Hubo un instante de calma y el fiscal entro en el hotel y fue a parlamentar con el comisario Croce.

– Que dice la policia -dijo al entrar, y se acerco a Yoshio, que se puso de cara a la pared al verlo venir.

Tenia un modo sigiloso de moverse, a la vez violento y solapado, y denigraba por principio a todo el mundo. Sonrio con una mirada helada y junto los dedos de la mano izquierda como si estuviera por preguntar algo.

– Y que cuenta el manfloron del Ponja.

– No hay nada resuelto por ahora. Yoshio esta detenido, vamos a trasladarlo a la comisaria con caracter de principal sospechoso. Eso no quiere decir que sea el culpable -explico Croce.

Cueto lo miro con una falsa expresion de sorpresa y volvio a sonreir.

– Primero le da un poco de maquina y despues hablamos… Una simple sugerencia procesal…

– Nuestra opinion esta formada -dijo el comisario.

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