en Canuelas, el mes que viene, si gusta.

– Se agradece -dijo Ledesma.

Pero no acepto el desafio y nunca la volvieron a correr; dicen que las hermanas quisieron convencer al viejo Belladona de que comprara el caballo de Lujan con el jockey incluido, porque querian hacer de nuevo la carrera, y que el viejo se nego, pero esas son simples versiones y conjeturas.

Y entonces llego marzo y las hermanas dejaron de ir a nadar a la pileta del Nautico y ahora Duran las esperaba en el bar del hotel o las dejaba en la salida del pueblo y despues bordeaba la laguna y hacia una parada en el almacen de Madariaga para tomarse una ginebra. En ese tiempo ya se habia desentendido de los caballos, como si hubiera sufrido una decepcion o ya no necesitara el pretexto. Se hacia ver casi todas las noches en el bar del hotel, mantenia ese tono de confianza inmediata, de simpatia natural, pero, de a poco, se fue aislando. Ahi empezaron a cambiar las versiones sobre los motivos de su llegada al pueblo, dijeron que habia visto o lo habian visto, que el habia dicho o que alguien habia dicho y bajaban la voz. Se lo veia erratico, distraido y parecia sentirse mas comodo cuando estaba en compania de Yoshio, que era a la vez su ayudante personal, su cicerone y su guia. El japones lo conducia en una direccion inesperada que a nadie le gustaba del todo. Se banaban desnudos en la laguna a la hora de la siesta. Y varias veces vieron a Yoshio que lo esperaba en la orilla con una toalla y le frotaba el cuerpo con energia antes de servirle la merienda en un mantel tendido bajo los sauces.

A veces salian a la madrugada y se iban a pescar a la laguna. Alquilaban un bote y veian salir el sol mientras tiraban la linea. Tony habia nacido en una isla del Caribe y las lagunas que se encadenaban en el sur de la provincia, con sus cauces tranquilos y sus islotes donde pastaban las vacas, le daban risa. Pero le gustaba el paisaje vacio de la llanura que se veia desde el bote, mas alla de la corriente mansa del agua que se desplazaba entre los juncos. Campos tendidos, pastos quemados por el sol y a veces algun ojo de agua entre las arboledas y los caminos.

Para ese entonces la leyenda hacia rato que habia cambiado, el ya no era un donjuan, ya no era un cazador de fortunas que habia venido atras de unas herederas sudamericanas, era un viajante de nuevo tipo, un aventurero que traficaba plata sucia, un contrabandista neutro que pasaba dolares por las aduanas ayudado por su pasaporte norteamericano y su elegancia. Tenia doble personalidad, dos caras, doble fondo. Y no parecia posible estabilizar las versiones porque su posible vida secreta era siempre nueva y sorprendente. Un forastero seductor, extrovertido, que decia todo, y tambien un hombre misterioso, con su lado oscuro, que habia sido capturado por los Belladona y en ese torbellino se habia perdido.

Todo el pueblo colaboraba en ajustar y mejorar las versiones. Habian cambiado los motivos y el punto de vista, pero no el personaje; tampoco habian cambiado los acontecimientos, solo el modo de mirarlos. No habia hechos nuevos, solo otras interpretaciones.

– Pero no fue por eso que lo mataron -dijo Madariaga, y volvio a observar por el espejo al comisario, que seguia paseando nervioso, con el rebenque en la mano, de un lado a otro del salon.

La ultima luz de la tarde de marzo entraba cortada por las rejas de la ventana y afuera el campo tendido se disolvia, como si fuera de agua, en el atardecer.

Desde el fin de la tarde hasta la medianoche estuvieron conversando, sentados en los sillones de mimbre de la galeria que daba al jardin del fondo, y cada tanto Sofia Belladona se levantaba y entraba en la casa para renovar el hielo o traer otra botella de vino blanco, sin dejar de hablar desde la cocina, o al cruzar la puerta de vidrio, o cuando se apoyaba en el enrejado de la galeria antes de volver a sentarse mostrando sus muslos tostados por el sol, sus pies calzados con sandalias blancas que dejaban ver las unas pintadas de rojo -las piernas largas, los tobillos finos, los rodillas perfectas- a las que Emilio Renzi miraba encandilado, mientras seguia la voz grave e ironica de la muchacha que iba y venia en la tarde -igual que una musica- hasta que el la interrumpia con sus comentarios o la detenia para anotar algunas palabras o alguna frase en su libreta negra, como alguien que en medio de la noche se despierta y prende la luz para registrar en cualquier papel un detalle del sueno que acaba de tener con la esperanza de recordarlo entero al dia siguiente.

Muchas veces Sofia habia comprobado que la historia de su familia era un patrimonio de todos en la zona -un cuento de misterio que el pueblo entero conocia y volvia a contar pero nunca lograba descifrar completamente- y no se preocupaba por las versiones y las alteraciones porque esas versiones formaban parte del mito que ella y su hermana, las Antigonas -?o las Ifigenias?- de esa leyenda, no necesitaban aclarar -«rebajarse a aclarar», como decia-, pero ahora, en medio de la confusion, luego del crimen, era preciso, tal vez, intentar reconstruir -«o entender»- lo que habia sucedido. Las historias familiares son parecidas, habia dicho ella, los personajes se reproducen y se superponen -siempre hay un tio que es un tarambana, una enamorada que se queda soltera, hay siempre un loco, un ex alcoholico, un primo al que le gusta vestirse de mujer en las fiestas, un fracasado, un ganador, un suicida-, pero en este caso lo que complicaba las cosas era que la historia de la familia se superponia con la historia del pueblo.

– Lo fundo mi abuelo -dijo con desprecio-. No habia nada aqui cuando el llego, solo la tierra pelada, los ingleses levantaron la estacion de ferrocarril y lo pusieron a cargo.

Su abuelo habia nacido en Italia y habia estudiado ingenieria y era tecnico en ferrocarriles, y cuando llego a la Argentina lo trajeron al desierto y lo dejaron al frente de un ramal, una parada - un cruce de vias en realidad- en medio del campo.

– Y ahora a veces pienso -dijo despues- que si mi abuelo se hubiera quedado en Turin, Tony no habria muerto. Incluso si nosotros no lo hubieramos cruzado en Atlantic City o si el hubiera seguido viviendo con sus abuelos en Rio Piedras, no lo habrian matado. ?Como se llama eso?

– Se llama la vida -dijo Renzi.

-?Plash! [8] -dijo ella-. No seas cursi… ?que te pasa? Lo eligieron a el, lo mataron a el, el dia justo, a la hora justa, no tenian muchas chances, ?te das cuenta? No hay tantas oportunidades de matar a un hombre como ese.

4

Encontraron a Duran muerto en el piso de su cuarto en el hotel, con una cuchillada en el pecho. Lo descubrio la chica de la limpieza porque se oia sonar el telefono del otro lado de la puerta cerrada, sin que nadie lo atendiera, y ella penso que la pieza estaba vacia. Eran las dos de la tarde.

Croce estaba tomando un vermut con Saldias en el bar del hotel, asi que no tuvo que moverse para empezar a investigar.

– Nadie debe salir de aqui -dijo Croce-. Vamos a tomarles declaracion y despues se pueden ir.

Los huespedes ocasionales, los pasajeros y los pensionistas hablaban en voz baja, sentados en los sillones de cuero del salon o parados en grupos de tres o cuatro contra la pared. Saldias se habia instalado ante una mesa en la oficina del gerente y los iba llamando por turno. Hizo una lista, anoto los datos personales, las direcciones, les pregunto en que sitio preciso del hotel habian estado a las dos de la tarde; luego les informo que quedaban a disposicion de la policia y podian ser convocados como testigos. Al final separo a los que habian estado cerca del lugar del hecho o tenian informacion directa y les pidio que esperaran en el comedor. El resto podia seguir con sus actividades hasta que pudieran necesitarlos.

– Hay cuatro que estaban en el momento del crimen cerca del cuarto de Duran y dicen haber visto a un sospechoso. Habra que interrogarlos.

– Empezamos con ellos…

Saldias se dio cuenta de que Croce no queria subir a ver el cadaver. No le gustaba el aspecto de los muertos, esa extrana expresion de sorpresa y de horror. Habia visto muchos, demasiados, en todas las posiciones y con las formas mas raras de morir pero siempre con cara de espanto. Su ilusion era resolver el crimen sin tener que revisar el cuerpo del delito. Cadaveres sobran, hay muertos por todos lados, decia.

– Hay que subir -dijo Saldias, y repitio un argumento que Croce siempre usaba en esos casos-: Mejor ver todo antes de escuchar a los testigos.

Вы читаете Blanco Nocturno
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×