seguridad. Lledo fue esposado. El subinspector y yo regresamos al interior.

Nos quedamos un buen rato en silencio, frente a la momia. Lo que al principio nos habian parecido sabanas viejas eran sacos de plastico blanco, en los que se leia: «Patatas de Galicia».

– ?Joder! -exclamo mi companero por todo comentario. Luego siguio callado. Fray Asercio habia sufrido un deterioro sustancial. Aparte de los miembros cercenados, tenia aranazos en el acartonado rostro y el habito rasgado en varios lugares. De repente le dije a Garzon:

– ?Ha visto, subinspector? Este guinapo asqueroso parece un simbolo de la Espana de otros tiempos: rota, pobre, ridicula…

– No se me ponga retorica, Petra. ?Usted entiende un carajo de todo esto?

– Creo que si.

– Pues haga un esfuerzo y cuentemelo.

– Primero tengo que cumplir con el deber.

Saque mi telefono movil y llame a Coronas.

– Comisario: ya tenemos a Lledo y a la hermana Pilar, que se encuentra bien.

– Perfecto, Petra, algo he oido por aqui. ?Y la momia?

– Esta en nuestro poder. Cuando venga traigase a alguien que la pueda manipular y una camilla para cargarla.

– De acuerdo, enseguida llegare. Por cierto, Petra, ?esta en condiciones de explicarlo todo?

– Aun no, senor. De hecho, cuando usted venga Garzon y yo ya no estaremos aqui. Hay interrogatorios que ultimar.

– Muy bien. Entonces aun es pronto para convocar a Villamagna.

Colgue. Me volvi hacia mi subalterno y le dije:

– ?Sabe lo que parece interesarle mas al jefe? Cuando se organiza la proxima rueda de prensa con el portavoz.

– Por lo que llevo visto, los periodistas se van a hinchar, ?no?

– Tendran para una novela por entregas.

– ?Tanto?

– Espere un poco y vera.

17

La hermana Pilar hizo muchas preguntas antes de contestar las nuestras. Queria saber que le ocurriria a Lledo, de que seria acusado, cuantos anos podian caerle, que abogado le adjudicarian y hasta que punto el testimonio que ella proporcionara podia obrar a su favor o en su contra. Por lo que le concernia mas directamente no parecia sentir interes. Para que fuera consciente de la situacion le adverti:

– Tambien hay acusaciones en contra de usted, hermana Pilar; me gustaria que tuviera eso presente.

– Deje de llamarme hermana Pilar. Mi nombre es Pilar Tolosa.

Cuando la habiamos encontrado en el almacen de la Zona Franca aun llevaba el habito, pero se habia quitado la toca. Me llamo la atencion su pelo corto, que le daba un aspecto a lo Juana de Arco. Ahora, Yolanda se habia brindado a traerle un vestido de su talla y parecia una chica corriente. Tambien su caracter me daba la impresion de haber cambiado. Se comportaba de modo energico y decidido, como si no quedara en ella ni un rasgo de la monjita timida y callada que habiamos conocido. Estaba deseosa de hablar, y lo hacia a borbotones, como si todas las palabras retenidas durante tanto tiempo quisieran fluir a la vez. El primer nombre propio que pronuncio fue el que yo esperaba.

– Domitila, la hermana Domitila me obligo a abortar. Eso fue el principio de todo.

– No, hermana… -la ataje-. El principio de todo fue que usted estaba embarazada. Quiero saber de quien y como sucedio.

– Yo… -Parecio acometida por su antigua inseguridad, pero como alentada por una profunda determinacion, continuo-: Juanito y yo nos vimos alguna vez en los pasillos del convento cuando el venia a traer el pedido. Un dia el me siguio hasta la universidad y hablamos. Eso sucedio otras veces. Hasta que un dia me dijo que estaba enamorado de mi. Yo nunca habia estado con un chico, y este era muy sensible, bueno, carinoso y nada feliz en su vida. Seguimos viendonos, tuvimos relaciones y me di cuenta de que estaba embarazada un tiempo despues. Entonces me asuste y cometi el gran error de no decirselo a Juanito, sino a la hermana Domitila. Siempre me habia cuidado y me decia que queria lo mejor para mi.

– ?Como reacciono?

– Mal, muy mal. Se puso como una fiera, nunca la habia visto asi. Me metio el miedo en el cuerpo. Me dijo que Juanito no debia saber nada porque lo divulgaria y tampoco las corazonianas, porque me echarian a la calle. Llego a convencerme de que lo mejor era abortar y que ella sabia como hacerlo sin que nadie se enterara.

– ?De cuantos meses era su embarazo?

– De cinco.

– ?De cinco? ?Paso todo ese tiempo sin comentarle a nadie su estado?

– Sufri mucho, pero aguante todo lo que pude, demasiado. Cuando me practicaron el aborto lo pase muy mal. Estuve una semana en la cama. La hermana Domitila no quiso llamar al medico, dijo a toda la comunidad que era una gripe muy fuerte. Y… bueno, antes de eso tuvo la idea.

– ?Que idea?

– No podiamos desembarazarnos del feto. Tirarlo a la basura le parecia muy peligroso aunque fuera partiendolo, porque podian localizarlo y saber de donde procedia la bolsa en que estuviera. Que yo me lo llevara a la facultad y lo tirara por ahi tambien le parecia arriesgado, cualquiera podia verme. Ademas, la hermana portera siempre estaba revisandome de arriba abajo cuando salia. Quedaba descartado decirselo a Juanito, que continuaba sin saber nada. Entonces… entonces se le ocurrio abrir la hornacina del beato y meterle el feto dentro del cuerpo.

Un gran ventanal se abrio en mi mente con un ruido descomunal. Voila le mistere!, pense. Garzon debio de pensar lo mismo, pero en su boca la exclamacion tomo otra forma:

– ?La rehostia! -solto abriendo los ojos de par en par.

– Continue, por favor -musite, aun bajo conmocion.

– Entre las dos no era posible que levantaramos la tapa, porque pesa muchisimo. Hubo que decirselo a la hermana Barbara, que ya era una complice; pero tampoco podiamos entre las tres. Entonces tuvimos que meter en el asunto a la hermana Anunciacion.

– ?La contable?

– Si, y no fue dificil, porque la hermana Domitila es una gran manipuladora de personas. Entre las cuatro lo conseguimos sin problemas. Con un bisturi la hermana Barbara hizo una incision en el cuerpo momificado y alli metio a mi hijo, envuelto en un trapo de cocina. Luego le arreglo los ropajes al beato y quedo igual que estaba. Si habia putrefaccion no se notaria desde el exterior y con la gran tapa de cristal de la urna, casi hermetica, ningun olor podria percibirse.

Mire al subinspector, comunicandole mi asombro sin palabras. ?Ni en un millon de anos hubieramos sido capaces de llegar a esa deduccion! ?Jamas! Me encontraba alterada, casi febril. Hubiera necesitado que la hermana se callara un rato y procesar lo que acababa de oir; pero era imprudente interrumpirla en aquellos momentos. Su estado de animo podia variar y dejar pendiente aquella espontanea confesion.

– A partir de ese momento le dije a Juanito que tenia problemas de conciencia y que no nos veriamos mas. Lo acepto porque me respetaba mucho. Hasta que dos anos mas tarde vino la complicacion con la que no habiamos contado. Llamo la superiora provincial pidiendo que la momia del beato se pusiera en regla como habia oido que se hacia en otros conventos de Espana. Enseguida nos enteramos porque la madre Guillermina pidio ayuda profesional a la hermana Domitila, que intento convencerla de que ella sola era capaz de hacer ese trabajo. Naturalmente no colo, y la priora se puso en contacto con los monjes de Poblet, que llevan a cabo ese tipo de misiones. La hermana Domitila tuvo que conformarse con ayudar; algo era algo, porque con esa ayuda pudo estar todo el tiempo al tanto de lo que sucedia.

Tenia ganas de preguntarle por que ella se habia avenido a realizar aquel plan, que sentia, por que nunca

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