– Vengo para hacerle unas cuantas preguntas, si usted dispone de tiempo. Es probable que todavia no se haya enterado; pero la noche pasada asesinaron a uno de sus colegas filatelicos: Dexter Jones, en el campus universitario.

– ?Jones! ?Dice que ha sido asesinado?

Retrocedio unos pasos y se hundio en una silla. Leopold entro detras de el y cerro la puerta.

– ?Era usted su amigo, Mr. Bailey?

– En realidad no, pero a mi edad la muerte de cualquiera es una conmocion, un aviso de nuestra propia mortalidad. ?Quien le mato?

– No lo sabemos. Crei que usted quiza podria darnos alguna idea.

Bailey agito su nudosa mano.

– Casi no le conocia. Hace algunos anos coincidimos en exposiciones de sellos, y luego me llamo una o dos veces para discutir ciertos aspectos de unos valores en particular; pero a decir verdad, nos hemos visto muy pocas veces. Hasta cierto punto eramos rivales, y por lo general en este negocio es conveniente que los rivales se mantengan alejados unos de otros.

– ?Entonces no sabria decirme si tenia enemigos?

– No.

– ?Por casualidad no le telefoneo estos ultimos dias?

– No me… -Oscar Bailey parecio titubear, entre la incertidumbre y la mentira-. Si, ahora que lo dice, recuerdo que llamo para preguntarme sobre el robo, queria saber que habia desaparecido.

– ?No fue algo inusual, teniendo en cuenta que no eran amigos intimos?

– Oh, solo tenia curiosidad, eso era todo. Supongo que deseaba regocijarse con mi perdida.

– ?No existe ninguna posibilidad de que los ladrones hayan querido venderle sus sellos? Tengo entendido que la chica se escapo con uno hawaiano de mucho valor.

– Todo es posible; pero no creo que trataran de venderlo tan cerca de mi casa. Lo mas logico es que lo vendiesen en Nueva York.

Leopold asintio. Aquello confirmaba sus propias conclusiones.

– Luego, tenemos el asunto de El Diablo de Jersey. Estoy enterado de todo acerca de ello, Mr. Bailey, asi que no hay necesidad de que se muestre evasivo.

– No se nada sobre El Diablo de Jersey -repuso Bailey.

– Es curioso, ya que antes de que lo hubieran asesinado, Jones me dijo que se trataba de un servicio postal privado, utilizado para actividades ilegales.

El rostro de Oscar Bailey se enrojecio un poco.

– Quiza sea asi. Pero yo solo me intereso por los sellos, matasellos y sobres. El sello del cual usted me habla cayo por casualidad en mi poder, y yo lo inclui en mi coleccion.

– ?Conoce a un hombre llamado Corflu, un camionero de Nueva Jersey?

– Me parece que lo he oido nombrar. No lo recuerdo.

Leopold se dio cuenta de que no iba a llegar a ninguna parte. Bailey no estaba dispuesto a hablar sobre El Diablo de Jersey con un detective.

– Muy bien -dijo-. Gracias por su ayuda.

– ?Hara algo para recuperar mi sello hawaiano de dos centavos?

Leopold apenas le dirigio la mirada.

– En primer lugar, voy a descubrir quien asesino a Dexter Jones.

Jimmy Duke, el ladron de sellos, estaba en libertad bajo fianza, y hasta el dia siguiente Leopold no pudo localizarle en su apartamento, situado en una parte ruinosa de la ciudad. El capitan se sentia animado, ya que a diferencia de otros dias, este era soleado y se podian percibir en el aire los primeros indicios de la primavera. Hasta la pesada escayola de su brazo izquierdo le resultaba soportable.

Duke, un hombre joven, cargado de espaldas, cabello negro y fino bigote, no le reconocio.

– ?Usted es otro de la Policia que viene a controlarme? No me he escapado de la ciudad. Lo puede comprobar con sus propios ojos, agente.

– Vengo a hacerle unas cuantas preguntas.

Cuando vio su escayola, Duke arrugo la frente.

– ?No es usted el tipo que se rompio el brazo al tratar de capturarme?

– Si, ese soy yo.

Duke se quedo pensativo, deformando otra vez su rostro con una mueca distinta. A Leopold le hacia recordar el enorme hocico de una rata.

– ?Y que quiere ahora?

– La chica que estaba contigo. ?Donde la puedo encontrar?

– ?Joder, tio, me tuvieron despierto toda la noche preguntandome sobre la chica! ?Yo no se nada de ninguna chica!

Leopold se acerco a Duke.

– Mira, calandrajo, yo estaba alli, ?recuerdas? Escuche la voz de una chica que te llamaba por tu nombre. En caso de que no leas los periodicos, te dire que se escapo con unos sellos muy valiosos.

Jimmy Duke bajo la cabeza y dijo de mal humor:

– Yo no la conozco. Me la encontre en un bar, y ella se vino conmigo.

– ?Como se llama?

– No se lo pregunte.

– ?Quien pago tu fianza?

– Mi hermano de St. Louis.

Leopold lanzo un suspiro.

– Escucha, Jimmy, estoy tratando de conseguir alguna informacion.

El rostro de Duke se transformo en algo que se asemejaba a una sonrisa.

– Asi que ahora quiere los nombres de pila, ?eh? ?El cordial agente! ?Lo suyo es pura palabreria, nada mas!

– Duke, estoy investigando un asesinato. Hace dos noches un coleccionista de sellos fue asesinado, y quizas este vinculado con tu robo. Entonces tu ya estabas fuera bajo fianza. ?Te gustaria tener que enfrentarte con una acusacion por asesinato?

– ?Usted sabe que yo no mate a nadie! -Las palabras le salieron espontaneas. Estaba asustado.

– Si tu no lo has hecho, quizas haya sido la chica. ?Quien es ella, Duke?

– No lo se.

– Si es tan buena amiga, ?por que no ha compartido contigo el resto del botin? -Fue un palo de ciego; pero Leopold tuvo la impresion de que era verdad.

Jimmy Duke medito sobre aquello. Busco atolondrado un cigarrillo y finalmente dijo:

– Muy bien, agente. Se llama Bonnie Irish. Por lo menos, ese es el nombre que usa. Trabaja de chica go-go en algunos cabarets de la ciudad.

– ?Donde vive?

– Comparte un piso con otras amigas; pero no pierda el tiempo, aquella misma noche abandono la ciudad. Lo mas probable es que este en Nueva York, tratando de vender el sello por treinta o cuarenta de los grandes; eso es lo que valia, segun los periodicos.

Leopold asintio con la cabeza. Algo le decia que aquel hombre con cara de rata estaba diciendo la verdad.

– No desaparezcas. Quiza te necesitemos otra vez.

– No se preocupe, agente. Estare aqui hasta el dia del juicio.

Durante los siguientes tres dias, detectives y policias buscaron en la zona a una bailarina llamada Bonnie Irish. Parecia que se la habia tragado la tierra. El sello hawaiano de dos centavos no aparecio en ninguno de los circuitos conocidos de Nueva York, y Oscar Bailey se mostraba cada vez mas intranquilo.

– Llama dos veces al dia -le comento Fletcher a Leopold el martes por la manana-. Aunque supongo que no podemos reprocharselo.

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