En el galpon, junto a las brasas, restos de capon colgados del asador de hierro dejaban caer goterones de grasa, cuyo acre sabor impregnaba el aire. Los hombres hacian correr el mate amargo, mirando ausentes el fuego que moria. Las mujeres se habian retirado. Una mata de neneo arrastrada por el viento golpeo contra las chapas del galpon, sobresaltando a los perros que dormitaban, satisfechos, al calor de las brasas. En la quietud solitaria del patio las varas del carro estaban como despidiendose del camino.

Aunque nadie la mencionara, una idea inquietaba los pensamientos de todos. Mateo Sandoval habia dejado en el ambiente un hondo malestar inexpresable, no una amenaza cierta de presumibles peligros, sino esa indefinible desazon que produce en los viajeros la cercania de un mallin, con su vacio mortal bajo un manto de cesped encantador, o la sofocante atraccion del menuco de aguas limpidas que esconde las arenas traicioneras.

Aquella innominada amenaza turbaba a hombres hechos a poner el pecho al viento, sin vericuetos, llanos campesinos de una tierra nueva que se entregaba ante el mas fuerte y tesonero. Llegados de opuestos lugares, simples unos, cultos otros, pero todos sin distincion entregados al pleno goce de una libertad viril, en puja constante con la naturaleza… Dominandolos a todos don Guillermo Lunder, Wilhem, para sus familiares, concentraba su atencion en un punto entre las cenizas. Rostro cuadrado y abundante barba rubia cubriendole la quijada, agresivo mostacho y carcajada sonora. Alto y fuerte, su generosa estampa resultaba incongruente, cuando montado en el gaucho recado de superpuestos cojinillos, sobre un peludo y resistente caballejo, puro musculos y nervios, recorria las leguas de su tierra. Nadie como el amaba y comprendia el inexpresable embrujo que esconden las mesetas, las altas montanas, el viento ululante… Su alma tempestuosa y aventurera se identificaba con la naturaleza bravia. Su sed de libertad paradojicamente mezclada a una instintiva facultad de dominio sobre los demas, hallaba en aquellos parajes, apenas hollados por el hombre, vasto campo para sus arriesgadas empresas. Dominaba a los hombres, tanto como a los obstinados elementos, con su ferrea y terca voluntad, que no reconocia mas fuerza que la suya ni mas ley que la de su arbitrio. Para una raza endurecida en la tragica lucha por la libertad, perdida al fin tras jornadas de sangre y heroismo, era en verdad una novisima y embriagadora experiencia aquella ilimitada libertad, tanto de accion como de pensamiento. El campo sureno tenia al comienzo del siglo muchas leguas sin mas vallas ni barreras que los rios y las montanas; se podia galopar durante dias sin tropezar con una presencia humana en las distancias de inalcanzables limites, en las mesetas sobre las que erraban libres las grandes manadas de avestruces y guanacos. En aquel ambiente fatalmente predispuesto a la dominacion del mas fuerte, Wilhem tenia que ser, sin oposicion, un dominador. Su atavismo del clan lo impulsaba a agrupar en torno suyo una familia, hombres y mujeres dependientes de su voluntad, de su poder; y como la fatalidad lo privo de su hijo, contemplaba con orgullo desarrollarse en Blanca sus mismos caracteristicos sentimientos, bien que afinados por una deliciosa femineidad innata y un carino a la tierra que, a diferencia de los suyos, no consistian en necesidad de dominio, sino precisamente en una imponderable consustanciacion que la hacia sentirse retono de las mesetas, arbol nutrido y enraizado profunda y enteramente.

Pero Ruda, en cambio, era alto, sentencioso y noble de espiritu y, por anadidura, espanol como el Quijote. Con veinte floridos anos, muy pocos pesos y muchas ideas socialistas, se vino un dia de Espana, recalo en Buenos Aires el tiempo justo para enamorarse, sufrir un desengano y gastar su modestisima fortuna. Cuando sereno su alma de tantos imprevistos contratiempos, se encontro de sobrestante o algo parecido en una destartalada goleta que hacia el heroico trayecto hasta Tierra del Fuego. Asi, en 1878 Pedro se vio aguas al sur de su homonima, la San Pedro, llevando un lote de ovejas. Pero la pobre goleta de divino no tenia mas que el nombre y el viaje fue espantoso. Amargado, nuestro heroe desembarco en el naciente Puerto Madryn e hizo de todo por el diario sustento. Fue sucesiva o conjuntamente tendero, boticario, tenedor de libros y por ultimo seducido por la leyenda del oro en Tierra del Fuego, se lanzo otra vez a la aventura; pero harto de oleajes y peces, fuese por tierra. Sin embargo el destino no quiso tampoco permitirle su arribo al Estrecho. Como iba con una tropa de vacunos para un fuerte estanciero de Punta Arenas, el viaje era lento por demas y las tormentas y sinsabores del camino deshicieron a la tropa; a el, por menos util, lo licenciaron en la colonia galesa de Trelew. Un espanol en Trelew, galante y de corazon voluble, era una terrible carga de dinamita pronta a estallar y provocar una catastrofe; fue para su bien que lo invitaron gentilmente a liar sus bartulos, so pena de ablandarle los huesos con una tremenda paliza.

– ?Que se ha de hacer! -se dijo Pedro y se marcho otra vez, convertido ahora en arriero vagabundo. Asi se le fueron muchos anos de su vida, y aunque no aumento sus pesos, se quedo para siempre en la Patagonia, prisionero como tantos de una inexpresable atraccion que los ataba a las mesetas olvidandose de las ciudades muelles y lejanas. Pasados los cuarenta, mas flaco que nunca, se afinco con unos pobres indios chubutenses y fue su maestro, curandero y oficioso abogado en sus eternos pleitos con sus vecinos y con el gobierno. Le pagaron comiendose cuantas ovejas traia y criaba con inauditos esfuerzos.

Juan, el capataz, era un chileno con alguna proporcion de sangre india en las venas. Lo llamaban Juan a secas, pues sus varios apellidos de honda raiz hispana, como un sello de fieros conquistadores, resonaban anacronicos en tal sociedad. Por su parte a el le resultaba indiferente. Su arbol genealogico empezaba en el mismo y presumiblemente en el acabaria, como una planta nacida en el desierto y barrida por el viento sur. Despues quedaban los otros; seres anonimos y silenciosos, esperando una oportunidad donde la habia para todos, agrupados por la comun necesidad, pobres de dinero pero ricos de esperanzas.

Lunder dijo de improviso encarandose con Ruda que, pensativo, miraba el rio a traves de la puerta abierta del galpon:

– ?Que piensa de todo esto?

Ruda se volvio lentamente, se echo atras los cabellos revueltos y pregunto a su vez, soslayandose: -?De que?

– ? De que ha de ser, hombre…! De lo que hablo recien Sandoval ?o no le interesa, pues?… -rezongo Lunder.

– ?Ah, si…! Que quiere que le diga, no me gusta nada. Tendremos disgustos, como siempre que la Compania se hincha. Lios con los indios que no van a querer largar la poca tierra que les va dejando y, no se por que, tambien con ustedes. En cuanto entre a alambrar, sus leguas se van a achicar bastante… ?No le parece?…

– ? Ahi esta la cosa!… esos siempre con la misma treta; ya tendran sus arreglos para tomar diez donde les dan dos ?y que revienten los zonzos! Pero no ha de ser ?que diablos! Ya tienen bastante y es hora de hacer algo… -dijo Lunder de un tiron, paseandose encolerizado-. Si es necesario me ire a Buenos Aires a reclamar por sus abusos y…

– …Y cuando vuelva, no tendra nada mas que reclamar… ?Le habran quitado todo! -lo interrumpio Ruda-. Ellos, amigo, tienen la cabeza alla y las manos, bien largas y rapaces, aqui… Y el Sandoval ese con sus moditos corteses y sus zarpas… llevando y llevando…

– Que se cuide de meterse conmigo. Esa es mi tierra. Todo mi trabajo y mi esfuerzo lo he puesto en ella, junto con mi esperanza en el futuro ?y la voy a defender contra el y contra todos! -dijo Lunder, casi a gritos. Excitado, no vio a su hija que lo llamaba desde la entrada del galpon. Ruda lo toco en el hombro, senalandola.

– Ahi esta su muchacha -dijo.

– ?Que pasa? -interrogo Lunder.

“Ya estan discutiendo otra vez”, penso Blanca contrariada.

– ? Papa, es necesario que vengas! Mama esta enferma…

– ?No te inquietes; sera lo de siempre ?vamos! – la tranquilizo Lunder. Se volvio todavia a Juan, diciendole:

– Si vienen los hombres que Sandoval mando a la cordillera deles de comer. Si tienen ganas digales tambien que su patron los apura… Bueno, ?vamos, hija!

3

Llegaron al dormitorio donde Frida Lunder se hallaba tendida en el amplio lecho, cubierto con un hermoso quillango de chulengos aristocraticamente trabajados. Frida, flor exotica arrancada de su centro fisico y espiritual, era la eterna inadaptada, enferma de nervios y anoranzas. Prototipo de esposa y madre insensible a todo lo que

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