Gabriela se encogio de hombros y se sirvio el licor que acababa de rechazar, mas por llenar la falta de argumentos con algun gesto que por las ganas de beber.

– Decime, Diana. ?Vos sos feliz? Quiero decir si alguna vez sentiste la felicidad.

– Y…, si -contesto con un aire de duda que exigio una explicacion-. Cuando me case, cuando nacieron mis hijos, por ejemplo.

– A eso voy. Son chispazos, con suerte algunas horas. Pero la felicidad, la fe-li-ci-dad es una quimera. Es una maldita quimera que conspira contra si misma. El asunto es creer que hay un estado de felicidad que uno puede prolongar en el tiempo, como si yo te dijera que entre los cinco y los diez anos fui feliz. ?Mentira! -las palabras salian de corrido, limpias, precisas-. Con suerte, habre tenido algun momento de felicidad, pero tambien hubo de los otros. Y uno se emperra en convencerse de que fue algo duradero y quiere recuperarlo. Pero es un engano, Diana, te juro que es un engano. Lo que quiero decir es que mientras vamos tras ella, la perdemos.

– ?Como una insatisfaccion permanente?

– Como una insatisfaccion permanente que no te permite disfrutar porque siempre estas incompleta. Incluso cuando las cosas van saliendo bien, no te alcanza, queres mas. Terminas volviendote una egoista. Eso soy, una egoista. Y tuvo que pasarme algo terrible para que entendiera.

Ahora fue Diana quien necesito otro trago.

– El hombre del que te hable fue, es, un argentino que conoci en Lima. Me enamore hasta las pestanas -se detuvo un instante para controlar el aire que parecia galoparle en el pecho-. Fue una relacion perfecta, tocaba el cielo con las manos. Hasta el embarazo. Me dijo que no estaba en sus planes y que no queria saber nada con el asunto. Que me queria y todas esas cosas, pero del bebe, nada. O sea, que de golpe y porrazo me encontre sola, con un hijo en la panza, a miles de kilometros de mi pais y con una decision que tomar. Te digo que fue una situacion tan vulgar que hasta me avergonce de haber caido como una idiota.

– Perdoname, no te enojes, pero no entiendo como…

– Ya se, ni me lo digas. Estas cosas pasan, incluso con pastillas. Supongo que me habre olvidado de tomar alguna, quien sabe. No me mires asi y ni se te ocurra empezar con el verso de que por algo me habre olvidado porque no es cierto. Paso y chau.

– ?Y por que no me lo contaste?

– Ya me conoces. El orgullo, la omnipotencia, Gabriela, la fuerte, la poderosa, bld, bld, bld… Una imbecil. La cuestion es que lo mande a la mierda, se me partio el corazon, pero lo mande a la mierda y segui adelante con el embarazo. Ahora entendes por que no sabia si aceptar o no lo de Estados Unidos.

– Y al final, ?en que quedo?

– Tengo que decidirlo en poco tiempo. No van a esperarme forever. Es una de las razones por las que estoy aqui, a ver si se me aclara un poco esta cabeza loca.

– Dale, segui.

– No tengo que contarte lo que es estar embarazada, ?no? Me dio vuelta todo, cambiaron las perspectivas; la profesion ya no me parecio una cosa de vida o muerte, incluso la idea de criarlo sin padre me resultaba manejable.

– ?Y el?

– Ya te dije. Fui yo la que decidio terminar. Imaginate, ?que relacion podia tener con un tipo que habia despreciado a su hijo? No, aquello no tenia futuro. Al principio, llore hasta secarme, pero despues me dio mucha rabia y ya no lo lamente tanto. Ademas, el bebe empezo a moverse. ?Ves? Estaba a anos luz de ser feliz, pero esos instantes chiquititos eran la felicidad.

– Ni me lo digas. Me acuerdo perfectamente de la primera vez que senti a Marcos. Como un pececito nadando en gelatina, asi fue -se distrajo apenas, pero volvio a su hermana-. Era distinto, Gaby. Yo tenia a Nando, vos… Esas cosas se disfrutan juntos, pero asi, sola… Yo no se si me hubiera animado a seguir.

– ?Y vos pensas que para mi fue facil? Le di mil vueltas, no dormia, no queria comer. Morirme, eso queria. Creo que al final me decidio verlo a el tan frio. Me dolia por el bebe, pero mas me dolia por mi. Me acordaba de cuanto nos habiamos querido, como escenas de una pelicula, y no entendia adonde habia ido a parar todo eso. O peor, si alguna vez habia existido. Yo acepto que se haya asustado, pero no le perdono la falta de huevos. Y no se, de verdad, no se si elegi seguir con el embarazo para joderlo tambien a el.

Diana la escuchaba con suprema concentracion sin animarse a hacer la pregunta que, desde hacia rato, flotaba en el aire.

– Un dia me senti mal, el medico me dejo internada. Empezaron las contracciones y nacio. No te dije, era nena -apenas encontraba el aliento para continuar-. Creo que aguanto unas horas, no se. Yo estaba fundida. La vi de lejos. Sabia que no tenia muchas probabilidades, pero, viste como es la esperanza, no te suelta hasta el final. Tuve un ataque, una cosa medio histerica. Me sedaron. Cuando desperte, me dijeron que habia sido una cuestion de la maduracion de los pulmones, algo asi.

– Gaby…

– Eso fue hace menos de un mes -dudo antes de seguir.

– Por eso volviste.

– Volvi a enterrarla aqui.

– ??Que decis?!

– La traje conmigo. No iba a dejarla para que terminara en un horno o en un frasco con formol, ?no? -miro a su hermana y la serenidad se transformo en una expresion desesperada-. Necesito que me ayudes.

Diana queria creer que no habia escuchado. Convencerse de que no era cierto. Que alguien, por favor, le dijera que era una pesadilla y que en aquella cajita sobre la comoda del cuarto de servicio, aquella cajita que Gabriela traia apretada con celo en su bolso de mano, habia cualquier cosa, cualquier otra cosa menos aquello en lo que no se atrevia siquiera a pensar.

De: Diana

Para: Granuja

Enviado: domingo 20 de julio de 2003, 14:25

Asunto: Los domingos deberian…

…estar prohibidos por ley, como casarse antes de los treinta. Fijese que recien va a empezar la tarde y ya quisiera que fuera manana. Nunca me han gustado los domingos. ?Y a usted? ? Que hace un domingo por la tarde? ?O es de los pocos que disfrutan? Yo he analizado esta tristeza grande que me viene y le juro que nada tiene que ver con la cercania del lunes. A mi el lunes no me molesta. Tampoco me gusta. Me da igual. Todos los dias de la semana me dan igual. Salvo el domingo. Hoy quisiera desaparecer, esfumarme, olvidar que alguna vez tuve nombre y algun sueno.

Pero, mire las cosas que le digo. Va a pensar que estoy loca y ni siquiera eso. Ojala lo estuviera. Como usted, payaso, que se hace llamar Granuja. ? Que clase de nombre es ese? ?El alias de un asesino? ?El disfraz de un espia? ? Quien es Granuja, por Dios?

Ya empieza a preocuparme esta obstinacion por ocultarme su nombre. A pesar de eso, lo unico que me ilumina el dia es saber que voy a encontrarlo en mi pantalla. Y espero su mensaje como si lo esperara a usted, recien banada. ?Sera esto todo a lo que puedo aspirar?

Diana

De: Granuja

Para: Diana

Enviado: domingo 20 de julio de 2003, 20:20

Asunto: la mejor uva del racimo

A mi tampoco me gustan los domingos, pero los peleo saliendo de casa. Si me quedo, termino hundido en un sillon duermo toda la tarde y cuando llega la noche, muerdo las paredes. Ves? Hoy podria haberte invitado a tomar algo. No digo al sol porque viste que frio hace, pero el frio tambien es lindo para estar mas cerca. Pensa que tarde hubieramos pasado juntos. Pensa y decime con sinceridad si tu domingo hubiera sido tan gris a mi lado. Seguro que no. Yo tambien te tengo fe.

Te intriga lo de Granuja, verdad? Asi me decian de chico. La historia es esta: mi familia tiene una bodega

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