que haberlo hecho, ?no? Todo el mundo recibe un poema al menos una vez en la vida. O deberia.

?Que puedo decirle? Tengo miedo de escribir una pavada. ?Cursi, dice usted? Es lo mas lindo que he recibido en anos. El ultimo regalo que me hicieron fue una lavadora. ?Como va a parecerme cursi este poema?

Me gustaria saber escribir para devolverle la ternura, pero soy un poco torpe redactando, aunque en la escuela me iba bien. Pero era mas facil porque siempre habia cosas lindas para escribir. Y si no tenia nada para contar, inventaba, pero, ahora, no tengo ganas de inventarme ninguna felicidad.

Tiene razon: siempre he ido tras el amor de rodillas.

Diana

VII

Diana prefirio volver caminando. Hubiera podido contarle a Mercedes la larga historia que Gabriela le relato la tarde de su llegada, pero hay ciertas miserias que deben quedar dentro de las murallas de la familia, un espacio en el que casi todo encuentra justificacion. Y lo que no se perdona, se barre por debajo de la alfombra.

* * *

En Lima rara vez llueve, tanto que Gabriela salio a empaparse con el primer aguacero que cayo pocas horas despues de su regreso. Abria los brazos, miraba al cielo y no le importaba malograr su querida ropa mientras giraba como un espantapajaros desquiciado.

– Es una ciudad preciosa. En su epoca debe de haber sido una maravilla, imaginate. Te da una sensacion rara, ?sabes? Como de princesa pobre, algo que conocio epocas de esplendor y que no termina de acomodarse del todo a la realidad. No se como explicartelo, pero a mi me gusta. Pintan las casitas de colores y los hombres usan camisas llamativas, aunque no creas que es por alegres, no. Es para contrarrestar el gris del cielo. Y los parques estan florecidos y verdes como si lloviera todos los dias, pero es a puro riego -conto mientras se secaba-. Donde yo vivo, en San Isidro, hay un olivar antiquisimo. Cientos y cientos de olivos, una belleza.

Se iluminaba al hablar de Lima. Entonces, desaparecia la nube de tristeza y volvia a ser la Gabriela extravertida, duena de una gracia para cautivar con sus ademanes amplios y alguna palabra inventada con tanta inteligencia que terminaba siendo adoptada por la familia. Ahora, mezclaba el uso del tu con el vos en un lenguaje nuevo que era como un hibrido nacido de su alma partida en dos.

– Y el asunto es que ya no se cual es mi lugar. Peor, siento que no tengo lugar. Alla, mi trabajo, la posibilidad de seguir formandome, mi casa. Pero, aqui esta la familia -volvio a opacarse el brillo de los ojos-. Y los recuerdos… Creo que ese es el lastre mas pesado. En fin -suspiro-, los recuerdos siempre tironean desde algun lado de la cordillera.

– Y los de alla, ?tironean fuerte?

– No vas a parar hasta que te cuente, ?verdad?

– ?Y que te parece? Volves hecha un trapo, decis que estuviste embarazada y yo tengo que hacer como que no me entere. Contame lo que quieras, y si queres.

– Entonces tomemos algo.

– ?A esta hora?

– Si no tomo un poco, no creo que me salga todo.

Diana trajo lo primero que encontro en el barcito y que resulto un licor de naranja. Lo sirvio en unas copitas redondas y se sento en el piso apoyada contra la biblioteca, mientras Gabriela estiraba las piernas y ponia la punta de los pies sobre las rodillas flexionadas de su hermana. La tibieza del liquido parecio templar la garganta y aprestar el animo.

– Te hable de un hombre en mis mensajes, ?verdad?

– ?El de las flores amarillas?

– No, pobre, ese es un buen amigo. Me acompano cuando lo necesite y le estoy agradecida, pero nada mas que eso. Es profesor, ?sabias?, de sangre india por los cuatro costados. Yo se lo que le paso. Es que se encandilo con mis ojos claros y el pelo colorado. Es asi. Con pinta de gringa, hay medio camino recorrido. Te juro que no se por que ese deslumbramiento si, despues de todo, ellos tienen mujeres con rasgos aindiados que son preciosas. Pero, no. Parece un complejo de inferioridad, como si estuvieran todo el tiempo diciendo: “Vengan, vengan, terminen de conquistarnos de una buena vez”.

En este punto se detuvo porque el discurso empezaba a sonarle a panfleto, otra buena forma de evitar las verdades dolorosas. Vacio la copita en un trago prolongado.

– Pero vuelvo al hombre. Es que no se como decirtelo.

– ?Y por que es tan dificil?

– Porque siempre me pareciste… -se detuvo para buscar el adjetivo adecuado, pero todos sonaban ofensivos.

– Una tarada -ayudo Diana.

– Un poco pacata -sonrio Gabriela-, pero no es eso. Es que tu vida ha sido tan perfecta que yo me siento un desastre. Y no es de ahora. Siempre ha sido igual. Diana, la llena de luz, la divina, como te decia papa.

– El viejo, siempre con aquella mania del significado de los nombres.

– Nunca le prestamos atencion, pero… -de pronto, paso al vos como si tambien en esa forma particular de hablar estuviera guardada su esencia-, ?sabes? Tiene que ver. Nomen est ornen. Hay nombres que son presagios.

– Vos, por ejemplo. Gabriela, la fuerza, el poder.

– Creo que papa esperaba un varon.

– No se equivoco. Sos una mujer fuerte, ?no?

– Pura pinta. Y, si no, mirame ahora.

– No creo que volver sea una debilidad, Gaby ?Otra copita?

Gabriela nego con un breve parpadeo.

– Me parece natural que busques ayuda en los que te quieren.

– Puede ser; el asunto es que se hace despues con todo el tiempo que resta. Vuelvo al dedal, me contienen, estoy segura, protegida, pero, ?eso es vida?

Diana no supo que contestar. La metafora del dedal era la forma que Gabriela usaba para referirse al estilo de vida de su hermana, una de las tantas convenciones que solo tienen sentido entre los que han compartido vida y que nada significan para los demas. Cuando ninas, habia un enorme costurero de madera en la casa, una antiguedad de alguna bisabuela remota que atesoraba un dedal de plata. A Diana le gustaba ponerselo cada tanto, a escondidas, y lo disfrutaba con el mismo goce prohibido con que Gabriela se probaba las joyas de su madre frente a la medialuna del espejo. Aquel dedal tenia el encanto de lo viejo y tambien la calidez domestica de las cosas que solamente pueden usarse dentro de casa. Cualquiera que hubiera estado alli para observar a las hermanas eligiendo los disfraces de sus fantasias habria podido predecir sin esfuerzo hacia donde torcerian sus destinos.

– Eso es morir de a poco, Diana. No se puede estar siempre escapandole al dolor. Y ahora, te confieso, no encuentro las fuerzas para seguir. Todo me parece sin sentido. Incluso la profesion.

– ?Te acordas del dia en que te recibiste? Te felicitaban y vos, como si nada, apenas agradecias.

– ?Y la pelea que tuvimos?

– Pero, ?como no! Los viejos radiantes, la familia y los amigos bailaban a tu alrededor y la senorita con cara de “no es para tanto”. Llego un momento en que te hubiera dado una cachetada. Despues vino el trabajo en el colegio y tampoco estabas bien. Parecia que siempre buscabas otra cosa.

– Es que estaba buscando otra cosa. Mi meta no era ser una licenciada en Letras. Yo queria ser la mejor.

– ?Querias?

– Supongo que todavia quiero. Sabes lo importante que fue conseguir la beca, y esta la posibilidad de Estados Unidos, el doctorado.

– ?Entonces?

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