elegir, a ella le habria gustado algo de madera, quiza roble oscuro. Abrio una de las puertas lisas y relucientes de los armarios. Mas frio, buen gusto sin sentimientos. Para aquella encimera de roble oscuro ella habria elegido puertas blancas de estilo rustico, pintadas a mano, para que se notasen las pinceladas y diesen cuerpo a la superficie.

Rodeo con la mano una de las grandes copas de vino. Regalo de boda de los padres de Erik. De vidrio soplado, naturalmente. El dia de su boda su suegra le solto un discurso sobre la fabrica danesa, pequena pero exclusiva, en la que habian encargado tan costosa cristaleria.

Algo se estremecio en su interior, se le abrio la mano como por voluntad propia. El vidrio estallo en mil pedazos contra el suelo de guijarro. Un suelo que, naturalmente, tambien era italiano. Era una de las muchas cosas que Erik parecia tener en comun con sus padres: lo sueco nunca era lo bastante bueno. Cuanto mas remoto era el origen, tanto mejor. Bueno, siempre y cuando no fuese de Taiwan, naturalmente. Louise solto una risita. Cogio otra copa y, pisando los cristales con las zapatillas, se encamino decidida hacia la caja de vino que habia en la encimera. Erik se burlaba de aquella caja. El solo se conformaba con vino embotellado de varios cientos de coronas la botella. No se le pasaria por la cabeza mancillarse las papilas gustativas con un vino de doscientas coronas la caja. A veces, solo por chincharle, le llenaba la copa con su vino, en lugar de aquellas botellas francesas o sudafricanas tan finolis cuya especial naturaleza el alababa en largas peroratas. Curiosamente, la misma especial naturaleza de su vino barato, puesto que Erik jamas noto la diferencia.

Y solo gracias a aquellas pequenas venganzas podia soportar su existencia y que volviera a las ninas contra ella, que la tratase como a un trapo y que se acostase con una vulgar peluquera.

Louise puso la copa debajo de la espita y lo lleno hasta el borde. Luego, brindo con el reflejo de su imagen en la puerta de acero inoxidable del frigorifico.

Erica no lograba dejar de pensar en las cartas. Andaba en casa de un lado para otro, hasta que se vio obligada a sentarse a la mesa de la cocina al cabo de un rato, cuando empezo a notar el dolor en los rinones. Cogio un bloc y un boligrafo que habia en la mesa y empezo a escribir rapidamente lo que recordaba de las cartas que habia visto en casa de Christian. Tenia buena memoria para retener textos y estaba casi segura de haber reproducido la mayor parte.

Leia lo que habia escrito una y otra vez y, cuanto mas lo leia, mas amenazador se le antojaba el contenido. ?Quien tendria motivos para sentir tanta rabia contra Christian? Erica meneo la cabeza, como hablando consigo misma. En realidad, resultaba imposible decir si el autor de las cartas era hombre o mujer. Pero habia algo en el tono, en la construccion de las frases y las expresiones, que la hacian pensar en un odio de mujer. No de hombre.

Hecha un mar de dudas, cogio el telefono inalambrico. Pero lo dejo otra vez. Seria una tonteria. Pero, tras haber leido las palabras del bloc una vez mas, cogio el aparato y marco un numero de movil que sabia de memoria.

– Gaby -respondio la editora jefe despues de un solo tono de llamada.

– Hola, soy Erica.

– ?Erica! -La voz chillona de Gaby se elevo una octava y Erica aparto el auricular de la oreja-. ?Como va todo, querida? ?No vienen todavia esos bebes? Ya sabes que los gemelos suelen adelantarse. -Parecia que Gaby estuviese andando por la calle.

– No, todavia no -contesto Erica esforzandose por ocultar la irritacion que sentia. No comprendia por que la gente tenia que recordarle a todas horas que los gemelos solian nacer antes de tiempo. En todo caso, ya lo descubriria ella misma llegado el momento-. Te llamo por Christian.

– Ah, si, ?como esta? -pregunto Gaby-. Lo he llamado varias veces, pero su mujercita se limita a decirme que no esta en casa, lo cual no me creo ni por un momento. Fue horripilante verlo desplomarse asi. Manana tiene la primera sesion de firmas y deberiamos avisar cuanto antes si hubiera que cancelarlo, lo cual seria una verdadera lastima.

– Yo lo he visto hoy y diria que esta en forma para firmar manana. Por eso no tienes que preocuparte -dijo Erica tomando impulso para poder hablar de lo que realmente le interesaba. Respiro tan hondo como le permitian las actuales limitaciones de su cavidad pulmonar y continuo-: Queria hacerte una pregunta.

– Claro, adelante, pregunta.

– ?Habeis recibido en la editorial algo relacionado con Christian?

– ?A que te refieres?

– Si, veras, me preguntaba si ha llegado alguna carta o algun mensaje para Christian. Alguna amenaza.

– ?Una carta de amenaza?

Erica empezaba a sentirse como un nino delatando a un companero de clase, pero ya era demasiado tarde para dar marcha atras.

– Pues si, veras, resulta que Christian lleva ano y medio recibiendo cartas de amenaza, mas o menos desde que empezo con el libro. Y lo he visto preocupado, aunque no quiere admitirlo. Pensaba que quiza tambien hubiese llegado alguna a la editorial.

– ?Pero, que me dices! Que va, aqui no hemos recibido nada de eso. ?Se sabe de quien son? ?Lo sabe Christian? -Gaby hablaba atropelladamente y ya no se oia el ruido de los tacones sobre el asfalto, asi que debia de haberse parado.

– Son anonimas y no creo que Christian sepa quien se las envia. Pero ya lo conoces, tampoco es seguro que dijera nada aunque lo supiera. De no haber sido por Sanna yo no lo habria averiguado. Y el desmayo que sufrio el miercoles pasado fue a causa de la tarjeta que llevaba el ramo de flores, porque parecia escrita por la misma persona.

– Me parece una verdadera locura. ?Guarda alguna relacion con el libro?

– Eso mismo le pregunte yo a Christian, pero el insiste en que nadie puede sentirse aludido en lo que narra.

– Bueno, pues es terrible. Ya me avisaras si averiguas algo mas.

– Lo intentare -respondio Erica-. Y no le digas a Christian que te lo he contado, por favor.

– Por supuesto que no. Esto queda entre nosotras. Estare atenta al correo que nos llegue a nombre de Christian. Seguro que empieza a llegar ahora que la novela esta en las librerias.

– Las resenas, estupendas -dijo Erica para cambiar de tema.

– ?Si, es maravilloso! -exclamo Gaby con tanto entusiasmo que Erica tuvo que apartar de nuevo el auricular de la oreja-. Ya he oido el nombre de Christian en la misma frase que el premio Augustpriset. Por no hablar de los diez mil ejemplares que ya van camino de las librerias.

– Increible -respondio Erica con el corazon henchido de orgullo. Ella, mejor que nadie, sabia cuanto habia trabajado Christian con aquel manuscrito, y se alegraba muchisimo de que tanto esfuerzo diera su fruto.

– Desde luego -gorjeo Gaby-. Querida, no puedo seguir hablando, tengo que hacer una llamada.

Hubo algo en la ultima frase de Gaby que sembro en Erica cierto malestar. Deberia haberselo pensado un poco antes de llamar a la editora. Deberia haberse calmado. Y como para confirmar que tenia razon, uno de los gemelos le atizo una patada tremenda en las costillas.

Era una sensacion tan extrana. Felicidad. Anna habia ido aceptandola gradualmente y habia aprendido a vivir con ella. Pero hacia tanto tiempo, si es que alguna vez la habia experimentado.

– ?Damelo! -Belinda corria detras de Lisen, la hija menor de Dan, que, entre gritos, busco refugio detras de Anna. La pequena agarraba fuertemente el cepillo de Belinda.

– ?Que no me cojas el cepillo! ?Trae!

– Anna… -dijo Lisen suplicante, pero Anna la hizo salir del refugio tirando de ella con suavidad.

– Si has cogido el cepillo de Belinda sin permiso, ya puedes estar devolviendoselo.

– ?Para que veas! -grito Belinda.

Anna la reconvino con la mirada.

– Y tu, Belinda, no tienes por que perseguir a tu hermana por toda la casa.

Belinda se encogio de hombros.

– Si coge mis cosas, que se prepare.

– Espera a que nazca el pequeno -dijo Lisen-. ?Te lo rompera todo!

– Yo no tardare en independizarme, asi que lo que rompera seran tus cosas -contesto Belinda antes de

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