– Son las cuatro menos veinte. Escribo en la segunda edicion. ?A las siete y media?

– Si, si, esta bien. Llama a las siete y media.

– Okey, entonces hablamos luego.

Ahora que tenia una promesa, le seria dificil dar marcha atras. La policia aborrecia a los periodistas que llamaban en cuanto ocurria algo y querian saberlo todo. Aun cuando la policia tuviera alguna informacion les era dificil evaluar que podian decir. A las siete y media ella tendria una serie de observaciones propias, preguntas y teorias y los de la criminal sabrian que decir. Funcionaria.

– Ya se ve el humo -anuncio el taxista.

Ella se inclino hacia el asiento delantero, miro arriba a su derecha.

– Si, ?ha visto?

Delgado y negro, se extendia hacia la palida media luna. El taxi salio de Varmdoleden y entro en el cinturon Sur.

La autopista estaba cortada cien metros antes de la entrada al tunel y al propio estadio. Otra docena de coches ya estaban parados frente a las barreras. El taxi se detuvo tras ellos, Annika entrego su vale de taxi.

– ?Cuando vuelve? ?La espero? -pregunto el taxista.

Annika, palida, sonrio.

– No, gracias, esto llevara tiempo.

Recogio el bloc, el lapiz y el movil.

– ?Feliz Navidad! -voceo el taxista antes de que ella cerrara la puerta.

«Dios mio -penso-, todavia queda una semana. ?Ya hay que empezar a felicitar las Navidades?»

– Igualmente -dijo a la ventanilla trasera del coche.

Sorteo los coches y la gente hasta alcanzar las barreras. No era ningun bloqueo policial. Por estos sentia respeto. No redujo la marcha cuando salto las barreras y comenzo a correr por el otro lado. No escucho los gritos airados a su espalda sino que miro de frente a la gran construccion. Habia conducido por aqui muchisimas veces y siempre le fascinaba el enorme trabajo arquitectonico. El estadio Victoria estaba construido en la misma montana, un vaciado de la pista de esqui de Hammarby. Por supuesto los ecologistas habian puesto el grito en el cielo; lo hacian siempre que habia que cortar un arbol. El cinturon Sur continuaba directo a la montana y bajo el mismo estadio, pero ahora la entrada estaba taponada por grandes bloques de hormigon y unos cuantos coches de bomberos. Las luces giratorias rojas y amarillas del techo de los coches relucian en el resbaladizo asfalto. El graderio norte caia sobre la entrada del tunel como una gran seta, pero ahora estaba desgarrado. La bomba debio estallar justo ahi. La forma circular se abria, destrozada y erizada, bajo el cielo nocturno. Continuo corriendo, pero se dio cuenta de que quiza no llegaria mucho mas lejos.

– Oye tu, ?adonde vas? -grito un bombero.

– Arriba -contesto ella.

– ?Esta acordonado! -voceo el hombre.

– No me digas -replico ella-. ?Cogeme si puedes!

Continuo de frente y luego giro hacia la izquierda. El canal de Sickla estaba congelado a sus pies. Mas adelante, al otro lado del hielo, habia una especie de soporte de hormigon. Ahi se encaramo a la barandilla y salto, una caida de un metro. El bolso se desplomo contra su espalda cuando aterrizo.

Se detuvo un momento y miro a su alrededor. Habia estado en el estadio dos veces antes, en una presentacion a la prensa el verano pasado y un domingo por la tarde, en otono, con Anne Snapphane. A su derecha estaba lo que seria la villa olimpica, los apartamentos a medio construir de Hammarby, ciudad lago, donde los atletas vivirian durante las olimpiadas. Las ventanas se abrian negras; todos los cristales del barrio entero parecian haber volado. Enfrente se divisaba una zona de entrenamiento en la oscuridad. A su izquierda se alzaba una pared de hormigon de diez metros de altura. Sobre ella estaba la explanada con la entrada principal al estadio.

Comenzo a correr por el camino, intentando reconocer los sonidos que oia: una sirena a lo lejos, voces lejanas, el silbido de una manguera de agua o quiza un gran ventilador. Las luces rojas de los coches de los bomberos bailaban sobre la pared. Doblo al final y comenzo a subir las escaleras corriendo hacia la entrada al mismo tiempo que un policia empezaba a desenrollar su cinta blanca y azul.

– ?Vamos a acordonar esto! -grito.

– Mi fotografo esta ahi arriba -grito Annika-. Solo voy a buscarlo.

El policia la dejo pasar.

«?Diablos, espero no haber mentido!», penso ella.

La escalera tenia tres rellanos igual de largos. Cuando llego arriba jadeo sin querer. Toda la explanada estaba llena de destellantes coches de bomberos y gente corriendo. Dos de los pilares que sostenian la graderia norte se habian desplomado y yacian destrozados sobre el suelo. Habia sillas verdes retorcidas por todas partes. Un equipo de television acababa de llegar; Annika vio a un reportero del periodico de la competencia y a tres fotografos freelance. Miro hacia arriba y vio el agujero de la bomba. Cinco helicopteros sobrevolaban la escena; por lo menos dos eran de los medios.

– ?Annika!

Era Johan Henriksson el fotografo del Kvallspressen, un fotografo en practicas de veintitres anos que antes trabajaba en un periodico local de Ostersund. Tenia talento y ambicion, dos cualidades de las cuales la ultima era la mas importante. Venia corriendo con dos camaras bailandole sobre el pecho y la bolsa de las camaras oscilando sobre el hombro.

– ?Que has conseguido? -pregunto Annika y saco el bloc y el lapiz.

– Llegue medio minuto despues que los bomberos. Consegui fotografiar una ambulancia que se llevaba a un taxista que tenia un corte. Los bomberos tuvieron problemas para llevar agua a la graderia, acabaron metiendo una escalera de bomberos en el mismo estadio. He sacado fotos de los coches de bomberos desde afuera, pero no he conseguido entrar en el estadio. Hace un par de minutos sucedio algo, los polis comenzaron a correr como locos, creo que ha pasado algo.

– O han encontrado algo -dijo Annika y se guardo el bloc. Con el lapiz como una especie de testigo comenzo a andar deprisa hacia la lejana entrada. Si no recordaba mal, se encontraba un poco mas arriba a la derecha, bajo la graderia derruida. Nadie la detuvo en su marcha a traves de la explanada, el caos era demasiado grande. Sorteo los pedazos de hormigon, los hierros retorcidos del armazon y las sillas verdes de plastico. Una escalera de tres rellanos conducia a la entrada; subio y llego sin aliento. La policia habia tenido tiempo de poner un cordon justo delante de la puerta, pero no importaba. No necesitaba ver mas. La puerta parecia estar cerrada y sin danos. El estadio olimpico no era una excepcion a la costumbre de las empresas de seguridad suecas; sobre sus puertas exteriores estaban colocadas las pegatinas que ponian en los edificios que tenian que vigilar. Annika saco de nuevo su bloc y garabateo el nombre y el numero de telefono.

– Por favor abandonen la zona. ?Peligro de derrumbamiento! Repito…

Un coche de policia se deslizaba lentamente por la explanada con el equipo de megafonia encendido. La gente se retiraba con rapidez mas abajo, hacia la zona de entrenamiento y la villa olimpica. Annika se movio lentamente a lo largo de la valla exterior del estadio y de esa manera evito tener que bajar de nuevo a la explanada. Siguio la rampa que acababa en una curva a la izquierda y que continuaba a lo largo de toda la construccion. Habia mas entradas, queria echarles una ojeada a todas. Ninguna estaba danada o abierta.

– Disculpe senora, tiene que irse.

Un joven policia le puso la mano en el hombro.

– ?Quien esta al mando? -pregunto y enseno el carnet de prensa.

– Esta ocupado. Ahora tiene que irse. Tenemos que evacuar la zona.

El policia intento sacarla de alli, estaba visiblemente agotado. Annika se solto y se detuvo justo delante de el. Se arriesgo:

– ?Que han encontrado en el estadio?

El policia se paso la lengua por los labios.

– No lo se con seguridad, y tampoco lo puedo contar -dijo.

«?Bingo!»

– ?Quien me lo puede contar y cuando?

– No lo se, llame al inspector de guardia. ?Pero ahora tiene que irse!

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