informaticos, pero no me cabia duda alguna de que aquellos restos pertenecian a una mujer.

Cuando envolvia la zona pubica con un pano mojado me sobresalto el sonido del telefono. Hasta entonces no habia reparado en el silencio que me rodeaba ni en lo tensa que estaba. Me dirigi al escritorio esquivando a los gusanos como un nino que jugase a las tabas.

– Aqui la doctora Brennan -respondi.

Me subi las gafas a la cabeza y me deje caer en la silla al tiempo que apartaba un gusano de la mesa con el boligrafo.

– Aqui Claudel -contesto una voz.

Se trataba de uno de los dos detectives del CUM asignados al caso. Segun el reloj de pared eran las once menos veinte: mas tarde de lo que pensaba. El hombre no prosiguio. Sin duda suponia que bastaba con darse a conocer.

– En estos momentos estoy trabajando con ella -dije.

Distingui un chirriante sonido metalico.

– ?Elle? -me interrumpio-. ?Una mujer?

– Si.

Observe otro gusano que se encogia como una media luna, se desdoblaba y repetia la maniobra en direccion opuesta. No estaba mal.

– ?Blanca?

– Si.

– ?Edad?

– Dentro de una hora tendre una idea aproximada.

Imagine que el hombre consultaba su reloj.

– De acuerdo. Estare ahi despues de comer.

Era una afirmacion, no una solicitud. Al parecer no le importaba que yo estuviera conforme.

Colgue el aparato y retorne junto a la dama que estaba sobre la mesa. Cogi de nuevo la carpeta y pase a la pagina siguiente del informe: edad. Era una persona adulta. Con anterioridad habia comprobado su boca y tenia todas las muelas del juicio.

Examine los brazos en el punto en que habian sido separados de los hombros. El extremo de cada humero estaba totalmente formado. No se advertia ninguna linea de demarcacion ni casquete separado en ningun lado. Observe las piernas. Las cabezas del femur tambien estaban completamente formadas, tanto la derecha como la izquierda.

Habia algo que me inquietaba en aquellas articulaciones cercenadas. Era una sensacion distinta de la reaccion normal que se experimenta ante la depravacion, pero vaga e informe. Cuando de nuevo deposite la pierna izquierda en la mesa senti un frio helado en mi interior. Una vez mas me envolvia la nube de temor percibida por vez primera en el bosque. Trate de superarla y me esforce por centrarme en la incognita que se me planteaba. La edad: establecer la edad. Un calculo correcto podia conducir a un nombre. Lo mas importante era asignar un nombre a la victima.

Utilice el escalpelo para retirar la carne que rodeaba las articulaciones de las rodillas y de los codos, que no ofrecio resistencia. Tambien los huesos largos estaban por completo formados. Posteriormente lo comprobaria por rayos equis, pero aquello significaba que el crecimiento oseo ya se habia alcanzado y no se advertian cambios ni rebordes artriticos en las articulaciones. Era adulta pero joven, lo cual resultaba coherente con la falta de desgaste observada en la dentadura.

Pero me autoexigia mas precision: Claudel asi lo esperaria. Examine la clavicula en su punto de union con el esternon, en la base de la garganta. Aunque la parte derecha estaba separada, la superficie de union seguia encajada en un nudo consistente de cartilagos y ligamentos secos. Recorte con unas tijeras todo el tejido correoso posible y a continuacion envolvi el hueso con otro pano humedo y centre mi atencion en la pelvis.

Retire el pano y de nuevo comence a aserrar suavemente con el escalpelo el cartilago que unia las dos mitades frontales. Al humedecerlo se habia vuelto mas flexible, mas facil de cortar, pero aun asi el proceso era lento y tedioso. No queria arriesgarme a lesionar las superficies subyacentes. Cuando por fin se separaron los huesos pubicos seccione los escasos restos de musculo seco que unian la pelvis al extremo inferior de la columna vertebral por la parte posterior, la desprendi y la sumergi en el agua de la pila.

Seguidamente regrese junto al cuerpo y destape la clavicula dispuesta a desprender todo el tejido posible. Acto seguido llene de agua un recipiente de plastico para muestras, lo coloque contra la caja toracica y meti en el el extremo del hueso.

El reloj de pared senalaba las doce y veinticinco minutos del mediodia. Me aparte de la mesa, me quite los guantes y me ergui lentamente. Tenia la espalda como si un equipo de rugby se hubiera ejercitado en ella. Apoye las manos en las caderas y me estire, arqueandome hacia atras y haciendo girar la parte superior de mi cuerpo, lo que en realidad no me alivio el dolor, aunque tampoco lo empeoro. Mi columna parecia resentirse mucho ultimamente, y permanecer tres horas inclinada sobre una mesa de autopsias solia agravarla. Me negaba a creer o a admitir que ello tuviera que ver con la edad. Mi recien descubierta necesidad de gafas para lectura y el aumento -al parecer, permanente- de peso, de cincuenta y dos a cincuenta y cinco quilos, no era probable que se debieran a envejecimiento. Nada tenia que ver con ello.

Al volverme descubri que Daniel, uno de los tecnicos de autopsias, me observaba desde el despacho contiguo. Tenia un tic en el labio superior. Cerro un instante los ojos y se movio bruscamente, desplazando todo su peso a una pierna y ladeando la otra, como una gaviota que esquivase una ola.

– ?Cuando querra que haga las radiografias? -pregunto.

Las gafas le resbalaban por la nariz y parecia mirar por encima mas que a traves de ellas.

– Calculo que concluire hacia las tres -respondi.

Tire los guantes en el recipiente destinado a desechos biologicos. De pronto repare en que estaba muy hambrienta. El cafe de la manana seguia sobre el mostrador, frio e intacto. Lo habia olvidado por completo.

– De acuerdo.

Salto hacia atras, giro en redondo y desaparecio por el pasillo.

Tire las gafas en el mostrador, saque una hoja de papel blanco de un cajon del armario y, tras desplegarlo, cubri el cadaver. Me lave las manos y regrese a mi despacho de la quinta planta, donde vesti mis ropas de calle para salir a comer. Aquel dia necesitaba ver la luz del sol, algo insolito en mi.

A la una y media, cuando regrese, Claudel estaba ya en mi despacho como habia prometido. Se hallaba sentado ante mi escritorio, fija su atencion en el craneo reconstruido que tenia sobre mi mesa de trabajo. Al oirme, volvio la cabeza, pero sin pronunciar palabra. Yo colgue mi abrigo detras de la puerta, pase por su lado y me instale en mi silla.

– Bonjour, monsieur Claudel. Comment ca va? -lo salude sonriente.

– Bonjour.

Al parecer no le interesaba saber como me iban las cosas. Bien. Aguarde: no pensaba sucumbir a sus encantos.

Tenia una carpeta en la mesa, frente a el. Puso la mano sobre ella y me miro. Su rostro me recordaba el de un loro. Los rasgos formaban angulos agudos desde las orejas a la linea central y se proyectaban hacia adelante en la nariz parecida a un pico. A lo largo de ese vertice, su barbilla, su boca y la punta de la nariz apuntaban hacia abajo formando una serie de uves. Cuando sonreia -algo poco frecuente- la uve de la boca se acentuaba y los labios se encogian en lugar de ir hacia atras.

Suspiro. Se mostraba muy paciente conmigo. Era la primera vez que trabajaba con el, pero conocia su reputacion. Se creia dotado de excepcional inteligencia.

– Tengo varios nombres posibles -dijo-. Todos de personas desaparecidas durante los ultimos seis meses.

Ya habiamos discutido la cuestion del tiempo transcurrido desde la muerte, y el trabajo realizado aquella manana no me habia hecho cambiar de idea. Estaba segura de que hacia menos de tres meses que la victima habia fallecido, de modo que el crimen debia de haberse producido en marzo o algo despues. Los inviernos son frios en Quebec, duros para los vivos, pero considerados con los difuntos. Los cadaveres helados no se descomponen ni atraen bichos. Si la hubiesen tirado alli el pasado otono, antes de comenzar el invierno, hubiera habido huellas de plagas de insectos. La presencia de huevos o larvas indicaria una invasion otonal abortada y no

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