– ?Que mas? -dijo Quinn. Era lo ultimo que necesitaba, un chico asustado y un padre beligerante-. ?Donde esta el cementerio indio que andabais buscando?

– No lo sabemos. Por eso lo buscabamos. Gray, ?sabe?, el que trabaja alla en la hosteria -dijo, y senalo vagamente hacia el sur-, dice que esta alla en el lado norte, por encima de Mossy Creek. Ni siquiera el sabe donde esta, solo que esta ahi, y no sabemos si lo hemos visto. Lo buscamos el verano pasado y no lo encontramos. Y como llovio toda la semana, este era el primer dia bueno para salir a buscar.

Quinn se acordaba de Gray. ?Como olvidar el tiempo pasado en la Hosteria Gallatin cuando investigaba el asesinato de Sharon Lewis? ?O los fines de semana que venia a ver a Miranda?

Sacudio la cabeza y aparto a Miranda de su pensamiento. Era mas dificil ahora que se habia colado sin previo aviso, pero el tenia que concentrarse en su trabajo.

Y su trabajo era detener al Carnicero.

– ?No llegasteis a Mossy Creek? -inquirio Nick.

– Los caballos empezaron a ponerse un poco raros -dijo Ryan, negando con la cabeza-, y luego oimos un animal grande. Fuimos hasta un claro y vimos un oso pardo que estaba oliendo algo. Yo dispare mi rifle para asustarlo. Y entonces la vimos.

Ryan y Timmy se quedaron donde estaban mientras Sean, el mayor de los tres, volvia al camino principal por el viejo sendero del aserradero y recorria cinco kilometros a caballo antes de llegar a un telefono.

– ?Tocasteis el cuerpo?

Todos negaron sacudiendo energicamente la cabeza.

– Yo me acerque -dijo Ryan-. A unos metros. No parecia de verdad, ?sabe? El oso podia volver y, bueno, yo no queria irme. -Se miro las manos que mantenia entrelazadas con fuerza.

Quinn se acerco y le dio a Ryan un apreton en el hombro hasta que el chico lo miro.

– Hicisteis lo correcto.

Se incorporo y le sonaron las articulaciones por la posicion que habia mantenido tanto rato, un recordatorio de que aquel otono cumpliria cuarenta anos.

– Gracias, juez -dijo Quinn, girandose para mirar a Richard Parker.

Una mujer rubia vestida impecablemente, de grandes ojos verdes, estaba junto a Parker y miraba con expresion vacia. ?La mujer de Parker? Quinn estaba sorprendido porque no la habia oido llegar.

– ?Senora Parker? -saludo, tendiendole la mano.

Ella se la estrecho, con una fuerza sorprendente para una mujer de aspecto tan fragil. Tenia los dedos helados, aunque las temperaturas habian subido bastante desde que, por la manana, el viera a la victima.

– Delilah Parker -dijo, con una voz suave y serena.

– Senora. Agente Especial Peterson.

– He preparado limonada y una tarta de platano en la cocina, si quieren pasar un momento.

Quinn estaba a punto de rechazar la invitacion cuando intervino Nick.

– Gracias, senora Parker, le agradecemos mucho su hospitalidad.

Ella le sonrio a Nick.

– Disculpen. Voy a preparar una bandeja -aviso, y se alejo deprisa.

Quinn arrastraba los pies mientras caminaban de vuelta a la casa siguiendo al juez Parker.

– Tenemos que volver al monte -dijo.

– Hay cosas a las que no se puede decir que no. Y una invitacion de la senora Parker a comer es una de ellas.

– Jugando a la politica -murmuro Quinn, con tono sarcastico.

– Diez minutos me ahorran muchos meses de dolores de cabeza. Creeme. Yo tambien decline la primera vez -dijo Nick, y entorno los ojos.

Quinn no sabia demasiado bien que pensar de la familia Parker. Aunque el juez se reunio con ellos en el comedor, Quinn observo que el y su mujer practicamente no se dirigian la palabra.

La improvisacion de la senora Parker era un arreglo muy elaborado. Sirvio la limonada en copas de cristal y la tarta de platano con nata fresca batida en platos de porcelana china. Quinn se sentia incomodo con tanta formalidad, pero daba la impresion de que Nick se lo tomaba con calma. Cuando Quinn la felicito por su hermosa casa, ella sonrio, feliz.

La Mujer Perfecta de Montana, penso el, ocultando una sonrisa.

Nick cumplio con su palabra. Diez minutos mas tarde, ya volvian al establo para hacer moldes de las huellas de los caballos antes de irse.

– ?Que pasa con la mujer de Parker? -pregunto Quinn mientras cerraba la puerta de la camioneta de Nick-. Un poco demasiado formal para un tentempie a mediodia, ?no crees?

Nick se encogio de hombros mientras ponia el motor en marcha. Acelero por el largo y sinuoso camino que iba de casa de los Parker hasta la carretera principal.

– Le gusta hacer de anfitriona. Decline su invitacion la primera vez que vine hace anos porque les habian robado un par de cabezas de ganado. Despues de que me eligieron sheriff, el juez Parker me explico que su mujer se toma la hospitalidad muy en serio y dijo que me lo agradeceria si en futuras ocasiones aceptaba sus invitaciones.

– Tendrias que haberme dicho que Parker es juez. No recordaba que fuera abogado.

– Por aquella epoca no ejercia. Estaba en la Junta de Supervisores del condado. Ahora es miembro del Tribunal Superior de Justicia del estado. Se dice que es uno de los candidatos al Tribunal de Apelaciones.

– Es un gran salto.

– Tiene amigos en lugares muy importantes -dijo Nick, encogiendose de hombros.

– Genial -dijo Quinn, con un dejo sardonico.

– No estaras pensando que el juez Parker tiene algo que ver con lo sucedido con estas chicas.

Quinn no dijo palabra durante un largo minuto.

– No lo se -dijo, sinceramente-. No tenemos testigos, y Miranda solo tiene impresiones vagas sobre la altura y los rasgos del asesino.

El Carnicero no solo mantenia a sus victimas encadenadas al suelo sino tambien les vendaba los ojos. Y Miranda juraba que lo reconoceria por el olor, si bien el olor de un hombre distaria mucho de ser prueba suficiente para condenarlo. Necesitaban pruebas mas solidas.

Quinn no se habia percatado de lo mucho que anoraba a Miranda hasta despues de haberla visto aquella manana. Habria querido tocarla, asegurarse de que todavia estaba ahi, en carne y hueso, que no era un sueno mas.

– Nos llevo hasta la barraca donde estuvo secuestrada -siguio Nick-. Nos llevo hasta donde estuvieron las hermanas Croft. Miranda nos ha conducido hasta mas pruebas de lo que tu o yo podriamos hacer solos.

Quinn lo sabia, y sabia por que. Miranda habria sido una excelente agente del FBI, por las mismas razones que, muy probablemente, la habrian matado.

Algo impulsaba a Miranda, incansable, sin vacilaciones, en la busqueda de un asesino. Pero estaba obsesionada con el Carnicero. Aquel caso la habia corroido hasta consumir su existencia. Quinn no se lo reprochaba. Jo, ?quien se atreveria a reprocharselo? Aquel cabron le habia destruido la vida. Miranda tenia que reconstruirla, pieza a pieza. Y, por asombroso que pareciera, aquel proceso la habia convertido en una mujer sumamente fuerte. Ya no era una victima sino alguien a quien Quinn admiraba por su capacidad para recuperarse.

A pesar de haber lidiado con la violacion y las torturas mejor que cualquier victima que el hubiera conocido, Miranda no habia sabido sobreponerse a la culpa del superviviente. Se culpaba a si misma por el asesinato de Sharon, y su decision de ingresar en el FBI respondia mas a una necesidad de vengar a Sharon que de convertirse en agente. Y, al final, su necesidad de venganza acabo por aparecer en las pruebas psicologicas. Quinn habia dado la cara por ella una y otra vez, pero ante los resultados de varias sesiones con el psiquiatra, tuvo que reconocer que Miranda no estaba preparada.

Se paso una mano por la cara y cerro los ojos. Habia insistido en ser el quien le diera la noticia. Porque el la habia amado y porque, de entrada, gracias a sus recomendaciones, ademas de sus cualificaciones, ella se habia ganado la admision en la Academia.

No habia ido nada bien.

Nunca olvidaria su mirada al sentirse traicionada, en sus ojos azules, cuando el le comunico que estaba fuera

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