Trago saliva, vacilo un momento y luego retiro la lona para ver a la chica en cuya busqueda habia invertido veinte horas al dia durante la ultima semana.

Al principio, Miranda no vio la cara hinchada, el cuello rebanado o las multiples heridas lavadas por la lluvia. La imagen de la chica de veinte anos en el recuerdo de Miranda era bella, como lo habia sido cuando estaba viva.

Candi, su mejor amiga, decia que Rebecca tenia una risa contagiosa. Se preocupaba por las personas que no tenian nada y, una noche a la semana, acudia como voluntaria para leer a los enfermos en el hospital de Deaconess, segun habia informado su tutor en la universidad, Ron Owens. Segun Greg Marsh, su profesor de biologia, Rebecca era una estudiante con excelentes notas en todas las asignaturas.

Rebecca no era una persona perfecta. Pero durante el tiempo que duro su desaparicion nadie habia hablado de las historias menos agradables.

Y nadie las repetiria ahora que habia muerto.

Mientras la miraba, la imagen de Rebecca que habia guardado tan cerca de su corazon durante las horas de busqueda se fue transformando ante sus ojos hasta quedar convertida en un cuerpo descoyuntado.

– Eres libre -dijo -. Por fin libre.

Sharon, lo siento tanto.

– Ya nadie puede hacerte dano.

Se inclino y le toco el pelo, aparto un mechon a un lado y le cogio la mejilla en el cuenco de la mano.

Conserva la calma.

Repitio su mantra. ?Cuantas veces tendria que pasar por lo mismo? ?A cuantas chicas tendrian que enterrar? Habia creido que con el tiempo seria mas facil. Pero si no lograba contener sus emociones en un reducto cerrado y protegido, temia que los interminables exitos del Carnicero y su incapacidad para detenerlo acabarian pesandole hasta hundirla.

Muy a su pesar, Miranda volvio a cubrirle la cara con la lona. El gesto de cubrir el cuerpo le recordo a las otras chicas que habian encontrado. Le recordo a Sharon.

La manana en que Miranda los condujo hasta el cuerpo de Sharon era tan fria que ella no dejaba de tiritar bajo la media docena de capas que llevaba puestas. Quiso volver el dia despues de ser rescatada, pero no le permitieron salir del hospital. Al intentar caminar sin ayuda, sus pies heridos le fallaron.

Estaba demasiado atontada para llorar, demasiado cansada para discutir. Hizo un mapa del lugar recordando todo lo que pudo, pero el equipo de rescate no logro encontrar a Sharon.

Miranda no soportaba la idea de que el cuerpo de su amiga quedara expuesto a la intemperie una noche mas. A merced de osos pardos, pumas y buitres. Por eso, a la manana siguiente, a pesar del dolor de los pies, condujo al equipo de rescate y a la policia al lugar donde yacia Sharon. Tenia que verla por ultima vez.

Puede que todavia estuviera sumida en un estado de shock. Fue lo que dijo el medico. Pero caminaba con ayuda. Sabia donde habia caido Sharon, jamas lo olvidaria. Los condujo hasta el sitio, y ahi la encontraron. Tal como habia caido abatida por el disparo del asesino.

El silencio llenaba el aire, como si las aves y otros animales lloraran la perdida junto a los seres humanos. Ni siquiera soplaba el viento de la primavera. Ni una sola hoja del bosque se movio mientras los demas comprendian por fin lo que habian vivido Miranda y Sharon.

El repentino graznido de un aguila rasgo el silencio y se levanto una suave rafaga de viento.

El paramedico cubrio el cuerpo de Sharon con una lona de color verde chillon mientras el equipo del sheriff comenzaba la busqueda de pistas. Miranda no podia apartar la vista de la lona que cubria a Sharon, muerta, reducida a un bulto bajo un plastico. ?Era aberrante e inhumano!

Solo entonces Miranda se habia derrumbado y llorado amargamente.

Un agente del FBI la acompano los cinco kilometros de vuelta al camino. Se llamaba Quincy Peterson.

Capitulo 2

Cuando vio a Miranda, Quinn se paro en seco. Sintio que le faltaba el aliento y dio un paso al lado para ocultarse tras un tupido grupo de arboles.

Habian pasado diez anos desde la ultima vez que la viera, pero el impacto era el mismo. Primero, una mezcla de asombro y respeto. Todavia no habia conocido a ninguna mujer que fuera mas osada y decidida que Miranda. Tambien experimentaba un sentimiento de amor y orgullo, seguido rapidamente de rabia y frustracion, fenomenos muy entrelazados. No podia cerrar el flujo de sus emociones como si manejara un grifo. ?Como habia podido Miranda desprenderse de el tan facilmente? ?Como habia abandonado la relacion con el sin siquiera darle una oportunidad de explicarse?

Quinn todavia albergaba la esperanza de que ella dejaria de lado su ciega obsesion por el Carnicero y que volveria. Sin embargo, esa esperanza iba menguando con el paso del tiempo. Ahora temia que Miranda acabara matandose por no haberse ocupado de sus propias necesidades.

Miranda estaba de espaldas a Nick. Solo Quinn veia el dolor reflejado en sus facciones.

Mientras la miraba, ella cerro los ojos y sacudio la cabeza, como queriendo alejar una pesadilla. O un recuerdo. Se incorporo, se seco los ojos con el antebrazo y se acerco a los pies de la chica muerta. Se quedo mirando el cuerpo cubierto de Rebecca un largo rato antes de agacharse y levantar el borde de la lona.

No hacia falta que Quinn estuviera a su lado para saber que miraba. Los pies y las piernas de Rebecca salpicados de barro a causa de la carrera. La pierna rota. Las senales de su huida.

– ?Hace cuanto?

Incluso desde su punto de observacion a quince metros, Quinn percibio la rabia y el dolor en su voz. Miranda se giro y miro a Nick con rabia. Se le acentuo la rigidez de la mandibula mientras hacia lo posible por controlar su dolor.

Como siempre, tenia que controlarse. Era un milagro que no hubiese sufrido un ataque de nervios, tal era el peso que llevaba sobre los hombros.

– ?Unas ocho o diez horas?

Quinn no oyo la respuesta de Nick, pero el calculo de Miranda le parecio correcto.

– ?Joder, Nick! La tuvo ocho dias en su poder. Casi logro escapar. Estamos a unos pocos kilometros de la carretera. A seis kilometros, y se rompio la pierna. Y el, el… -balbuceo, y volvio a girarse.

Viendo el esfuerzo que hacia por controlarse, Quinn se sintio incomodo, como un miron. Ansiaba acercarse a ella, cogerla en sus brazos como habia hecho en el pasado, solo estrecharla. El no le habia dicho que todo iria bien. Nunca le dijo que el dolor seria soportable. Quinn simplemente estuvo a su lado. Y, durante dos anos, el solo hecho de estar a su lado le ayudo a Miranda a recuperar su vitalidad y su fuerza. El lo sabia como una certeza.

Pero no habia sido suficiente.

– El doctor Abrams viene en camino -dijo Nick-. El podra decirnos algo mas.

– Me lo habias prometido, Nick. -Miranda se quito los guantes de latex y se los metio en un bolsillo. Se apreto la punta de la nariz y se acerco al sheriff.

Quinn no podia no saludar a Miranda, pero el encuentro le provocaba cierto desasosiego.

– No intentes protegerme, Nick -dijo Miranda, mientras Quinn se acercaba por detras.

– No culpes a Nick, Miranda. Fui yo quien le dije que no te llamara.

Miranda oyo aquella voz familiar: grave, calida y suave como la mantequilla derretida.

El ritmo del corazon se le acelero el doble, y el triple. Por un momento, un momento que fue demasiado largo, fue incapaz de decir palabra. Habia sonado con esa voz y con su dueno. Se giro bruscamente.

Quinn Peterson.

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