El locutor portaba un paraguas abierto. En Milan el cielo era gris. Elisa tenia la angustiosa sensacion de estar contemplando el fin del mundo.

Las ventanas del Istituto di Medizina Legale de la Universita degli Studi de Milan permanecian iluminadas, pese a que hacia tiempo que casi todos sus empleados se habian marchado. Llovia tenue pero constantemente en la noche milanesa, y la bandera italiana que colgaba de un asta a la entrada del sobrio edificio dejaba caer desde su apelmazado extremo un hilo incesante de agua. Bajo esa bandera se detuvo el automovil oscuro que habia llegado a la Via Mangiagalli. Floto la sombra de un paraguas. Un individuo que aguardaba en el umbral recibio a las dos siluetas que salieron de los asientos traseros del vehiculo. No hubo palabras por parte de nadie: todos parecian saber quienes eran los otros y que querian. El paraguas se cerro. Las siluetas desaparecieron.

Los pasillos del instituto resonaron con las pisadas de los tres hombres. Vestian trajes de colores oscuros, aunque los recien llegados llevaban tambien abrigos. Quien encabezaba la marcha era el sujeto que habia aguardado en la puerta: joven, muy palido, tan nervioso que casi andaba a saltitos. Hablaba moviendo mucho las manos. Su ingles tenia un ostensible acento italiano.

– Estan haciendo un estudio detallado… Todavia no hay conclusiones definitivas. El hallazgo se produjo ayer por la manana… Solo hoy hemos podido reunir a los especialistas.

Se detuvo para abrir la puerta que daba paso al Laboratorio de Antropologia e Odontologia Forense. Inaugurado en 1995 y remozado en 2012, contaba con tecnologia punta y en el trabajaban algunos de los mejores forenses europeos.

Los recien llegados apenas repararon en las esculturas y fotos que adornaban aquel pasillo. Cruzaron junto a un grupo de tres cabezas humanas elaboradas en yeso.

– ?Cuantos testigos lo vieron? -pregunto uno de los hombres, el de mas edad, de pelo completamente blanco y escaso en la coronilla, aunque compensado con una discreta melena. Hablaba un ingles neutro, una mezcla de varios acentos.

– Solo la mujer que iba a limpiar su piso todas las mananas. Ella fue quien lo descubrio. Los vecinos apenas vieron nada.

– ?Que significa «apenas»?

– Oyeron los gritos de la mujer y la interrogaron, pero nadie entro en el apartamento. Llamaron a la policia enseguida.

Se habian detenido junto a un concienzudo dibujo anatomico que mostraba el cuerpo de una mujer desollada con un feto en el interior del vientre abierto. El joven abrio una puerta metalica.

– ?Y la mujer? -indago el de pelo blanco.

– Sedada en el hospital, bajo custodia.

– No debe salir de alli hasta que la examinemos.

– Ya me he encargado de todo.

El hombre de pelo blanco hablaba con aparente indiferencia, sin modificar su semblante ni sacar las manos de los bolsillos del abrigo. El joven respondia en el tono apresurado del lacayo. El otro hombre parecia absorto en sus propios pensamientos. Era de fuerte complexion: el traje, y aun el abrigo, semejaban ser dos tallas inferiores a la suya. No aparentaba tanta edad como el del pelo blanco, ni tan escasa como el joven. Tenia el pelo cortado a cepillo, los ojos muy verdes y claros y un circulo de barbita grisacea sobre un cuello enorme como una columna gotica. Viendole resultaba indudable que era el unico de los tres que no estaba acostumbrado a la ropa de ejecutivo. Se movia con decision balanceando los brazos. Tenia un caracteristico aire militar.

Atravesaron otro pasillo y llegaron a una nueva sala. El joven cerro la puerta tras ellos.

Hacia frio alli dentro. Las paredes y el suelo tenian un color suave y reflectante, verde manzana, como el interior de un cristal tallado. Varios individuos con trajes quirurgicos permanecian de pie en hilera rodeados de mesas con instrumentos cientificos. Miraban hacia la puerta por la que habian entrado los tres hombres, como si su mision no fuese otra que formar una especie de comite de bienvenida. Uno de ellos, de pelo plateado con raya a un lado y la curiosa presencia de camisa y corbata bajo la ropa verde de cirujano, se adelanto separandose del grupo. El joven hizo las presentaciones.

– Los senores Harrison y Carter. El doctor Fontana. -El doctor movio la cabeza a modo de saludo y lo mismo hicieron el hombre de pelo blanco y el corpulento-. A ellos puede brindarle toda la informacion sin ninguna reserva, doctor.

Se hizo el silencio. Una ligera sonrisa, casi una mueca, tensaba el rostro blanco y brillante del medico, como hecho de cera. Un tic contraia su parpado derecho. Al hablar, semejo un muneco de ventrilocuo manejado desde algun lugar remoto.

– Esto no lo he visto nunca… en toda mi vida como forense.

Los demas medicos se apartaron, como invitando a los visitantes a acercarse. Tras ellos habia una mesa de exploracion. Las luces cenitales se desplomaban sobre un area central, un monticulo cubierto por una sabana. Uno de los medicos la aparto.

Salvo el hombre de pelo blanco y el corpulento, nadie mas miro lo que habia bajo la sabana. Todos observaban las facciones de los dos visitantes, como si fueran ellas lo unico que precisara ser examinado con detenimiento.

El hombre de pelo blanco abrio la boca, pero enseguida la cerro y desvio la vista.

Durante un instante, solo el hombre corpulento siguio mirando hacia la mesa.

Permanecio asi, con el ceno fruncido y el cuerpo rigido, como si obligara a sus ojos a contemplar lo que nadie mas en aquella sala queria seguir contemplando.

Se habia hecho de noche alrededor de Elisa. Su piso era una isla de luz, pero en los demas empezaba a reinar la oscuridad. Seguia sentada en la misma posicion frente al televisor apagado, con el enorme cuchillo en el regazo. No habia comido en todo el dia, ni descansado. Deseaba mas que nada entregarse a sus ejercicios fisicos y al placer de una ducha larga y adormecedora, pero no se atrevia a moverse.

Esperaba.

Esperaria lo que fuese necesario, aunque no sabia bien cuanto tiempo abarcaba esa ambigua expresion.

Te han abandonado. Te mintieron. Estas sola. Y eso no es lo peor. ?Sabes que es lo peor?

El oso de peluche abria los brazos y sonreia con su boca de corazon. Los botones negros de sus ojos reflejaban una diminuta y palida Elisa.

Lo peor no es lo que ha ocurrido. Lo peor esta por venir. Lo peor va a sucederte a ti.

De repente su movil repico. Como tantas cosas que ansiamos (o tememos), la llegada del suceso esperado (o temido) represento para ella el paso a otra situacion, a otro nivel de pensamientos. Incluso antes de contestar, su cerebro ya habia empezado a emitir y descartar hipotesis, a dar por hecho aquello que aun no habia ocurrido.

Contesto al segundo timbre, confiando en que no fuese Victor.

No lo era. Era la llamada que esperaba.

La comunicacion no duro mas de dos segundos. Pero aquellos dos segundos la hicieron estallar en llanto cuando colgo.

Ya lo sabes. Ya lo sabes, por fin.

Lloro largo rato, encorvada, con el telefono en la mano. Tras desahogarse, se levanto y miro su reloj: disponia de algun tiempo antes de la reunion. Haria un poco de ejercicio, se ducharia, comeria algo… Y entonces afrontaria la dificil decision de seguir sola o buscar ayuda. Habia pensado en recurrir a alguien, alguien de fuera, una persona que lo ignorara todo y a quien ella pudiera contarle las cosas ordenadamente, una opinion mas neutral. Pero ?quien?

Victor. Si, el quiza.

Sin embargo, resultaba arriesgado. Y debia resolver un grave problema anadido: ?como iba a decirle que necesitaba su ayuda urgentemente? ?De que manera lograria hacerselo saber?

Ante todo, tenia que tranquilizarse y reflexionar. La inteligencia habia sido siempre su mejor arma. De sobra sabia que la inteligencia humana era mas peligrosa que el cuchillo que sostenia.

Penso que, al menos, ya habia recibido la llamada que habia estado aguardando desde aquella manana, la

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