que decidiria su destino a partir de entonces.

Casi no habia reconocido la voz, debido a lo temblorosa y vacilante que habia sonado, como si su interlocutor se hallara tan aterrorizado como ella misma. Pero no le cabia duda alguna de que se trataba de la llamada, porque la unica palabra que el hombre habia pronunciado habia sido la que ella ya esperaba:

– Zigzag.

3

La pregunta trascendental que Victor Lopera se hacia en aquel momento era si sus aralias aeroponicas formaban o no parte de la naturaleza. A primera vista asi era, ya que se trataba de criaturas vivas, verdaderas dizygotheca elegantissima que respiraban y absorbian luz y nutrientes. Pero, por otro lado, la naturaleza nunca habria podido reproducirlas con exactitud. Llevaban la firma de la mano del hombre, y eran hijas de la tecnologia. Victor las mantenia enterradas en plastico transparente para observar los asombrosos fractales de las raices, y controlaba su temperatura, pH y crecimiento con instrumentos electronicos. Para impedir que se desarrollaran hasta cerca del metro y medio que solian alcanzar, usaba fertilizantes especificos. Por todo ello, aquellas cuatro aralias de hojas en color bronce casi plateado y altura no superior a los quince centimetros eran, en gran medida, creaciones suyas. Sin el, y sin la ciencia moderna, jamas hubiesen existido. De modo que la pregunta sobre si formaban parte de la naturaleza parecia pertinente.

Concluyo que si. Con todas las reservas que se quiera, pero, categoricamente, si. Para Victor, la cuestion abarcaba limites mas amplios que el mundo vegetal. Responder a aquella pregunta implicaba declarar nuestra fe o escepticismo en la tecnologia y el progreso. El era de los que apostaban por la ciencia. Creia firmemente que la ciencia era otra forma de naturaleza, e incluso una manera nueva de ver la religion, al estilo Teilhard de Chardin. Su optimismo vital habia comenzado en su infancia, al comprobar que su padre, que era cirujano, podia modificar la vida y corregir sus errores.

Con todo, aunque admiraba aquella cualidad paterna, no habia optado por una carrera «biologica», a diferencia de su hermano, tambien cirujano, o su hermana, que era veterinaria, sino por la fisica teorica. Consideraba los trabajos de sus hermanos como demasiado agitados, mientras que el amaba la paz. Al principio incluso habia querido dedicarse al ajedrez profesional, porque sus capacidades para las matematicas y la logica eran notables, pero pronto habia descubierto que competir tambien era agitado. No es que le gustara no hacer nada: ansiaba la paz exterior para poder declarar la guerra mental a los enigmas, hacerse preguntas como aquella o entregarse a la resolucion de complicados acertijos.

Relleno uno de los aspersores con la nueva mezcla fertilizante que iba a probar exclusivamente en Aralia A. Las habia dividido mediante compartimientos estancos para experimentar con cada una de modo individual. Al principio habia jugado con la idea de llamarlas de alguna forma mas poetica, pero termino optando por las primeras cuatro letras del alfabeto,-.

– ?Por que pones esa cara? -le susurro carinosamente a la planta mientras cerraba la tapa del aspersor-. ?No te fias de lo que hago? Deberias aprender de C, que se toma tan bien todos los cambios… Hay que aprender a cambiar, chiquita. Ojala tu y yo aprendieramos de la companera C.

Se quedo un instante pensando por que acababa de decir aquella tonteria. Ultimamente le daba por manifestar mas melancolia que de costumbre, como si necesitara, el tambien, un nuevo fertilizante. Pero, que caramba, eso era psicologia barata. Se consideraba un hombre feliz. Le gustaba dar clases, y disponia de mucho tiempo libre para leer, cuidar sus plantas y resolver jeroglificos. Tenia la mejor familia del mundo, y sus padres, aunque mayores y jubilados, gozaban de buena salud. Ejercia de tio ejemplar con sus dos sobrinos, los hijos de su hermano, que lo adoraban. ?Quien podia presumir de disfrutar de tranquilidad y carino a partes iguales?

Estaba solo, cierto. Pero tal circunstancia se debia, ni mas ni menos, a su propia voluntad. Era dueno de su destino. ?Por que amargarse la vida apresurandose a vivir con una mujer que no pudiera hacerle feliz? A sus treinta y cuatro anos aun era joven y no habia perdido el optimismo. La vida era cuestion de esperar: una aralia no se desarrollaba en dos minutos, y un amor tampoco. El azar era quien mejor disponia esas cosas. Un buen dia conoceria a alguien, o alguien conocido le llamaria…

– Y, chas, crecere como C -dijo en voz alta, y se rio.

En ese instante sono el telefono.

Mientras se dirigia a la estanteria de su pequeno comedor para contestar, hacia cabalas sobre la llamada. A esas horas de la noche lo mas probable era que fuese su hermano, que desde hacia unos meses le daba la lata para que revisara las cuentas de la clinica quirurgica privada que dirigia. «Tu que eres el genio familiar de las matematicas, ?que trabajo te cuesta echarme una mano?…» Luis «Lo-opera» (la vieja broma familiar de pronunciar el apellido de los cirujanos Lopera) no se fiaba de los ordenadores y queria que Victor diese el visto bueno. Victor estaba harto de decirle que las matematicas tenian sus especialidades, como la cirugia: alguien que extirpaba glandulas no podia ponerse a trasplantar corazones. Del mismo modo, el solo practicaba las matematicas de las particulas elementales, no el calculo de la lista de la compra. Pero si algo necesitaba su hermano que le extirpasen era la glandula de la testarudez.

Pesco el auricular entre un mar de retratos enmarcados: de sus sobrinos, de su hermana, de sus padres, de Teilhard de Chardin, del abad y cientifico Georges Lemaitre, de Einstein. Dijo: «?Si?» tras reprimir un bostezo.

– ?Victor? Soy Elisa.

Todo el aburrimiento que sentia se hizo trizas como si hubiese sido de cristal. O como si se tratase de un sueno al despertar.

– Hola… -La mente de Victor iba a todo gas-. ?Como te encuentras?

– Mejor, gracias… Al principio pense que era una alergia, pero ahora creo que se trata de un simple resfriado…

– Caramba… me alegro. ?Lograste ver la noticia?

– ?Que noticia?

– Lo de la muerte de Marini.

– Ah, si, pobre hombre -se lamento ella.

– Creo que coincidiste con el en Zurich, ?verdad? -comenzo a decir Victor, pero las palabras de Elisa pasaron por encima de las suyas, como si tuviese prisa por llegar al meollo de la cuestion.

– Si. Oye, Victor, te llamaba… -Se oyo una risita-. Seguro que vas a pensar que es una chorrada… Pero para mi es muy importante. Muy importante. ?Comprendes?

– Si.

Fruncio el ceno y se puso tenso. La voz de Elisa denotaba total alegria y despreocupacion. Y eso era justo lo que alarmaba a Victor, porque el creia conocerla, y jamas la voz de Elisa le habia sonado asi.

– Veras, se trata de mi vecina… Tiene un hijo adolescente, un chaval muy majo… De repente ha descubierto que le encantan los jeroglificos y se ha comprado libros, revistas… Yo le he dicho que conozco al experto numero uno en ese campo. El caso es que ahora esta intentando resolver uno en concreto y no lo logra. Se ha puesto muy nervioso y la madre teme que abandone esta sana aficion y se dedique a cosas menos saludables. Cuando me lo comento, cai en la cuenta de que yo ya conocia ese jeroglifico, porque un dia me hablaste de el, pero he olvidado la solucion. Y me he dicho: «Necesito ayuda. Y solo Victor es capaz de ayudarme». ?Comprendes?

– Claro, ?de cual se trata? -Victor no habia dejado de percibir el especial acento que Elisa habia puesto en sus ultimas palabras. Sintio que los escalofrios lo visitaban como misteriosos e inesperados seres de otro mundo. ?Era solo su imaginacion o ella estaba intentando decirle algo diferente, algo que solo podia comprender leyendo entre lineas?

– Ese de la pierna humana y la hembra del mono… -Ella solto una carcajada-. Lo recuerdas, ?verdad?

– Si, es…

– Escucha -lo corto ella-. No es preciso que me digas la solucion. Tan solo haz lo que dice esta misma noche. Es urgente. Haz lo que dice en cuanto puedas. Confio en ti. -Y de repente, volvio a sonar su risa-. Tambien confia en ti la madre de ese chaval… Gracias, Victor. Adios.

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