Al principio no vio nada extrano, pero luego alzo la vista. De un viejo roble sobresalia una rama como una lanza y de su extremo, atada con su propia cabellera, colgaba una cabeza cortada. Piers dio un paso al frente: los ojos estaban entornados; los grises carrillos, hundidos; la boca, muy abierta, llena de sangre como la de un animal degollado. El cuello tenia un corte desigual, todavia cubierto de sangre. Piers sintio que la boca se le secaba. Empezaron a temblarle las piernas. Edigha le tiro de la mano, dieron media vuelta y huyeron despavoridos del terror de los bosques.

* * *

En Sparrow Hall, cerca de Turl Street, en Oxford, la muerte tambien habia caido como una trampa. Ascham, el archivero, sabia que iba a morir. Yacia en el suelo, con las piernas retorcidas por el dolor y la boca abierta, incapaz de pronunciar sonido alguno. Intento forzar un grito, pero sabia que seria inutil. Nadie podia oirle; las puertas y las ventanas estaban cerradas. La muerte le habia llegado cortando el aire: la ballesta le habia alcanzado de lleno en el pecho.

Ascham sabia que se estaba muriendo. Pudo saborear el gusto salado mezclado con el hierro de la sangre que salia a borbotones del fondo de su garganta. Punzadas de dolor recorrieron su cuerpo. Cerro los ojos, susurrando las palabras del confiteor, buscando la absolucion del Senor: «Oh, Dios mio, me arrepiento sinceramente de estos y todos los pecados que cometi en mi juventud…». Su mente empezo a divagar a pesar de que su cuerpo se estremecia de dolor. Le vinieron imagenes del pasado: su madre inclinandose sobre el, el griterio de su hermano, sus primeros dias en Oxford, llenos de jubilo y vitalidad…, la joven a la que conocio y con la que se habria casado, sus ojos llenos de tristeza y la boca humeda cuando dio media vuelta y se marcho; Henry Braose, su gran amigo, estudiante, soldado y fundador del propio Sparrow Hall, donde en ese momento yacia moribundo. ?Cuanta maldad habia ahora! Resentimiento, rabia y odio. El campanero de la muerte, al igual que proclamaba a los reos del patibulo que les habia llegado su hora, estaba anunciando la maldad del Diablo, intentando destrozar todo lo que Henry habia construido.

Ascham abrio los ojos. La biblioteca estaba a oscuras. Intento de nuevo gritar, pero el sonido murio en sus labios. La vela, parpadeando bajo su capucha de metal sobre la mesa, irradiaba un poco de luz, y Ascham pudo entrever el trozo de pergamino que el asesino habia lanzado sobre la mesa. Ascham se dio cuenta de la causa de su muerte: habia descubierto la verdad, pero habia sido un estupido al comentar sus hallazgos. ?Si por lo menos tuviera algo con que escribir! Se llevo la mano al pecho apretandose la herida, que no dejaba de sangrar. Las lagrimas inundaron sus ojos y, conteniendo el dolor, se arrastro por el suelo en direccion a la mesa. Cogio el pergamino casi sin fuerzas y se levanto con cuidado para grabar unas letras, pero empezo a sentir que la luz se iba apagando. Dejo de notarse las piernas, que se endurecieron como barras de hierro.

– Se acabo -susurro-. Ay, Jesus…

Ascham cerro los ojos, tosio y murio mientras la sangre salia a borbotones de sus labios.

Capitulo I

El proscrito, de pie en la carreta que hacia de cadalso, movio la cabeza mientras la cuerda que le apretaba el cuello le abrasaba la piel. Carraspeo, escupio y lanzo una mirada desafiadora a sir Hugo Corbett, antiguo escribano y guardian del Sello Secreto, asi como dueno del poderoso feudo de Leighton, en Essex. A su lado se encontraba el hombre que habia dado caza al criminal, le habia atrapado y traido al tribunal de la corte de sir Hugo Corbett: Ranulfo-atte-Newgate, tambien antiguo escribano de la cancilleria del Sello Verde, guardaespaldas, administrador y secretario de confianza de Corbett. El proscrito se humedecio los labios agrietados y miro con odio a Ranulfo.

– ?Vamos, venga, bastardo pelirrojo! -grito-. ?Colgadme o dejadme ir!

Corbett adelanto su caballo.

– Boso Deverell, sois un proscrito, un forajido, un ladron y un asesino. Habeis sido juzgado culpable, y sentenciado a la horca.

– ?Al diablo! -contesto Boso.

Corbett se paso los dedos por el cabello: miro al padre Luke, el capellan del pueblo, que permanecia de pie al lado de la carreta.

– ?Le habeis bendecido, padre?

– No ha querido -replico con la cara cubierta de polvo y una mirada dura, llena de rabia.

El padre Luke alzo la vista hacia el senor del feudo, estudio el rostro cetrino y recien afeitado de Corbett, su cabello negro surcado por algunas canas, la nariz afilada encima de los labios, y sostuvo su mirada: conocia a aquel escribano, sabia que era duro por fuera pero blando por dentro.

– ?Vais a perdonarle, sir Hugo? -le susurro-, ?o a rebajar su castigo? -El cura habia agarrado las riendas del ruano de Corbett-. Mato a dos mujeres -anadio en voz baja-. Las violo y luego las abrio en canal como si fueran gallinas.

Corbett asintio y trago saliva.

– Y eso solo es el principio -continuo el cura implacable-. Tambien es responsable de otras muertes. -El padre Luke senalo a los pocos ciudadanos que se habian reunido justo despues del amanecer para ser testigos de que se hacia real justicia-. Si mostrais piedad -declaro el padre, su mano en la rodilla de Corbett-, todos los forajidos - senalo con dramatismo hacia el bosque-, todos los forajidos lo sabran. -Los ojos del cura se llenaron de lagrimas-. No quiero enterrar a ningun otro miembro de mi congregacion. No quiero volver a comunicar a maridos, padres o amantes que sus mujeres han sido violadas antes de que les abrieran la garganta. ?Colgadlo!

– ?Tanto deseais su muerte? -pregunto Corbett sin apartar la mirada de la de Boso.

– El Senor la desea -el padre Luke se volvio hacia el proscrito-. ?Estais preparado para morir, Boso?

El proscrito tosio, echo la cabeza hacia atras y acto seguido solto un escupitajo que le alcanzo al padre en la mejilla. Ranulfo adelanto su caballo.

– ?A cuantos habeis matado, Boso?

– A mas de los que vos nunca sabreis. -Deverell clavo su mirada esta vez en Corbett-. Es una pena que estuvierais en casa, senor de las tierras. De otro modo, me hubiera acercado a hacerle una visita a esa mujer de cabellos dorados que teneis.

Corbett levanto la cabeza de su caballo. Echo una ojeada a los ciudadanos, a sus rostros bronceados y mugrientos de expresion pasiva; sus secretarios y administradores se mantenian un tanto alejados de ellos. Corbett desenvaino la espada y la sostuvo en alto, agarrando con fuerza la guarda.

– Yo, sir Hugo Corbett, subdito leal de su majestad el rey, senor del feudo de Leighton, por el poder que se me ha concedido del hacha, la cuerda y la carreta os sentencio a vos, Boso Deverell, a morir en la horca por los diversos y horribles crimenes de asesinato, violacion y hurto que habeis cometido.

A medida que Corbett pronunciaba la sentencia de muerte, un extrano silencio descendio sobre la encrucijada; incluso los pajaros en los arboles y los grajos revoloteando en las horcas se quedaron en silencio. Corbett miro al padre.

– Padre, rezad una oracion. ?Ranulfo, colgadlo!

Corbett hizo avanzar a su caballo, tomo el camino de vuelta y espero en la curva detras de una hilera de arboles. Cerro los ojos, agarrando con fuerza el pomo de su montura. Escucho el crujido de las ruedas y el murmullo aprobatorio que lo siguio.

– ?Que Dios se apiade de el! -susurro Corbett.

?Odiaba los ahorcamientos! Sabia que Boso tenia que morir, pero le traian malos recuerdos: los bosques empapados de lluvia de Escocia repletos de cadaveres colgando mientras las tropas aplastaban a los rebeldes escoceses guiados por Wallace; campos devorados por las llamas; pueblos cubiertos por una espesa cortina de humo; pozos obturados por cadaveres; mujeres y ninos muriendo en los fosos…

– ?Gracias a Dios! -suspiro Corbett-. Gracias a Dios que no estoy alli.

– Ya esta.

Corbett abrio los ojos y vio a Ranulfo-atte-Newgate con el cabello largo y pelirrojo oculto en una capucha. Su

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