para respirar? A la Humanidad ya no le sobra el oxigeno, pero es que, ademas, estos reactores desprenden por sus escapes infinidad de particulas que interfieren las radiaciones solares, hasta el punto de que un equipo de naturalistas desplazado durante medio ano a una pequena isla del Pacifico para estudiar el fenomeno, informo en 1970 al Congreso de Londres que, en el tiempo que llevaban en funcionamiento estos aviones, la accion del Sol -luminosa y calorifica- habia decrecido aproximadamente en un 30%, con lo que, de no adoptarse el oportuno correctivo, no se descartaba la posibilidad de una nueva glaciacion.
Pero ?y la Medicina?, arguiran los optimistas. ?Tambien tiene usted alguna objecion que hacer al desarrollo de la Medicina? ?No se ha doblado, en un breve lapso, el promedio de la vida humana? ?No nos anuncian cada dia los periodicos, con grandes titulares, nuevos triunfos sobre el dolor y la muerte? Esto es incontestable. He aqui un punto en el que negar el progreso seria negar la evidencia. Las conquistas de la Medicina y la Higiene en el ultimo periodo historico no solo son plausibles sino pasmosas. Las enfermedades infecciosas han sido practicamente erradicadas y se han conseguido notables progresos en aquellas otras de origen genetico. Todo esto, repito, es incuestionable. Empero la contrapartida de estos exitos tambien se da y, aunque parezca paradojico, deriva de su misma eficacia. La Medicina en el ultimo siglo ha funcionado muy bien, de tal forma que hoy nace mucha mas gente de la que se muere. La demografia, entonces, ha estallado, se ha producido una explosion literalmente sensacional. A una poblacion estancada hasta el siglo XVII en 600 o 700 millones, ha sucedido un crecimiento lento pero inexorable, hasta conseguir, tras el descubrimiento de los antibioticos, doblarla en los ultimos treinta anos. Esto supone que, prescindiendo de posibles nuevos avances en este campo, y ateniendonos al ritmo alcanzado, la poblacion mundial se duplicara cada seis lustros, lo que equivale a decir que los 3.500 millones de personas de 1970 se convertiran en 56.000 antes de finalizar el siglo XXI, esto es, si no yerro en la cuenta, la poblacion actual, mas o menos, multiplicada por catorce. La pregunta irrumpe sin pedir paso: ?va a dar para tantos la despensa? Si este progreso del que hoy nos jactamos no ha conseguido atenuar el hambre de dos tercios de nuestros semejantes, ?que se puede esperar el dia, que muy bien pueden conocer nuestros nietos, en que por cada hombre actual haya catorce sobre la Tierra?
La Medicina ha cumplido con su deber, pero al posponer la hora de nuestra muerte, viene a agravar, sin quererlo, los problemas de nuestra vida. La Medicina, pese a sus esfuerzos, no ha conseguido cambiamos por dentro; nos ha hecho mas pero no mejores. Estamos mas juntos -y aun lo estaremos mas- pero no mas proximos.
III EL SIGNO DEL PROGRESO: TODO TIENE SU PRECIO
Mas, para nuestra desgracia, no solo el culatazo del progreso empana la brillantez y eficacia de las conquistas de nuestra era. El progreso comporta -inevitablemente, a lo que se ve- una minimizacion del hombre. Errores de enfoque han venido a convertir al ser humano en una pieza mas -e insignificante- de este ingente mecanismo que hemos montado. La tecnocracia no casa con eso de los principios eticos, los bienes de la cultura humanista y la vida de los sentimientos. En el siglo de la tecnologia, todo eso no es sino letra muerta. La idea de Dios, y aun toda aspiracion espiritual, es borrada en las nuevas generaciones -seguramente porque la aceptacion de estos principios no enaltecio a las precedentes- mientras los estudios de Humanidades, por cenirme a un punto concreto, sufren cada dia, en todas partes, una nueva humillacion. Es un hecho que las Facultades de Letras sobreviven en los paises mas adelantados con la migajas de un presupuesto que absorben casi integramente las Facultades y Escuelas tecnicas. En este pais se habla ahora de suprimir la literatura en los estudios basicos -olvidando que un pueblo sin literatura es un pueblo mudo- porque, al distraer unas horas al alumnado, distancia la consecucion de unas cimas cientificas que, conforme a los juicios de valor vigentes, resultan mas rentables. Los carriles del progreso se montan, pues, sobre la idea del provecho, o lo que es lo mismo, del bienestar. Pero, ?en que consiste el bienestar? ?Que entiende el hombre contemporaneo por «estar bien»? En la respuesta a estas interrogantes no es facil el acuerdo. Ello nos desplazaria, por otra parte, a ese otro complejo problema de la ocupacion del ocio. Lo que no se presta a discusion es que el «estar bien» para los actuales rectores del mundo y para la mayor parte de los humanos, consiste, tanto a nivel comunitario como a niveles individuales, en disponer de dinero para cosas. Sin dinero no hay cosas y sin cosas no es posible «estar bien» en nuestros dias. El dinero se erige asi en simbolo e idolo de una civilizacion. El dinero se antepone a todo; llegado el caso, incluso al hombre. Con dinero se montan grandes factorias que producen cosas y con dinero se adquieren las cosas que producen esas grandes factorias. El hecho de que esas cosas sean necesarias o superfluas es accesorio. El juego consiste en producir y consumir, de tal modo que en la moderna civilizacion, no solo se considera honesto sino inteligente, gastar uno en producir objetos superfluos y emplear noventa y nueve en persuadirnos de que nos son necesarios. Ante la oportunidad de multiplicar el dinero -insisto, a todos los niveles- los valores que algunos seres aun respetamos, son sacrificados sin vacilacion. Entre la supervivencia de un bosque o una laguna y la ereccion de una industria poderosa, el hombre contemporaneo no se plantea problemas: optara por la segunda. Encarados a esta realidad, nada puede sorprendernos que la corrupcion se ensenoree de las sociedades modernas. El viejo y deplorable aforismo de que cada hombre tiene su precio alcanza asi un sentido literal, de plena y absoluta vigencia, en la sociedad de nuestros dias.
Esta tendencia arrolladora del progreso se manifiesta en todos los terrenos. Yo recuerdo que alla por los anos 50, un ridiculo concepto de la moral llevo a este pais a la proscripcion de las playas mixtas y la imposicion del albornoz en los banos publicos para preservar a los espanoles del pecado. Se trataba de una moral pazguata y atormentada, de acuerdo, pero era la moral que oficialmente prevalecia. Fue suficiente, empero, el descubrimiento de que el desnudismo aportaba divisas para que se diera paso franco a la promiscuidad soleada y al «bikini». El dinero triunfaba tambien sobre la moral.
Y ?que decir de los trabajos rutinarios, embrutecedores, sobre los que se organiza hoy la gran industria? La eficacia, la produccion espectacular -o, lo que es lo mismo, el dinero- se antepone igualmente a la integridad y la dignidad humanas. Fabricar un hombre es una actividad infinitamente mas sencilla y agradable que fabricar un automovil, con lo que nunca ha de faltar el recambio para un hombre inutilizado. Sobre esta base, nace y se extiende la fabricacion en serie, en cadena, donde no cuentan mas que los resultados. Las nobles advertencias de Charles Chaplin al respecto, en el primer tercio del siglo, es decir, cuando aun era tiempo de reflexion, quedaron como una obra de arte, sin ninguna trascendencia practica. Asi, paralelamente a la produccion de cosas se iban produciendo frustraciones tambien en cadena. La serie facilita una compensacion pendular: si, por un lado, destruye al hombre al anular su amor por la obra bien hecha, por el otro, facilita la consecucion de esa obra y esto, cerrar el ciclo, es lo que en definitiva interesa al orden economico de nuestro tiempo. El hecho de que la serie fabrique, de rechazo, hombres en serie y la cadena hombres encadenados, no nos desazona porque no interrumpe la marcha del progreso.
Simultaneamente, el desarrollo exige que la vida de estas cosas sea efimera, o sea, se fabriquen mal deliberadamente, supuesto que el desarrollo del siglo XX requiere una constante renovacion para evitar que el monstruoso mecanismo se detenga. Yo recuerdo que antano se nos incitaba a comprar con insinuaciones macabras cuando no aterradoramente escatologicas: «Este traje le enterrara a usted», «Tenga por seguro que esta tela no la gasta». Hoy no aspiramos a que ningun traje nos entierre, en primer lugar porque la sola idea de la muerte ya nos estremece y, en segundo, porque unas ropas vitalicias podrian provocar el gran colapso economico de nuestros dias.
Con la superfluidad es, por tanto, la fungibilidad la nota caracteristica de la moderna produccion, porque, ?que sucederia el dia que todos estuvieramos servidos de objetos perdurables? La gran crisis, primero y, despues, el caos. Apremiados por esta exigencia, fabricamos, intencionadamente, telas para que se ajen, automoviles para que se estropeen, cuchillos para que se mellen, bombillas para que se fundan. Es la civilizacion del consumo en estado puro, de la incesante renovacion de los objetos -en buena parte, innecesarios- y, en consecuencia, del desperdicio. Y no se piense que este pecado -grave sin duda- es exclusivo del mundo occidental puesto que, si mal no recuerdo, Kruschev declaraba en sus horas altas de 1955 que la meta sovietica era alcanzar cuanto antes el nivel de consumo americano. El primer ministro ruso venia a reconocer asi que si el delirio consumista no habia llegado a la URSS no era porque no quisiera sino porque no podia. Sus aspiraciones eran las mismas. En rigor, ambas sociedades, la oriental y la occidental, no son fundamentalmente diferentes en este punto.
Aceptado lo antedicho, no parece gratuito afirmar que, salvo en unos millares de cientificos y hombres sensibles repartidos por todo el mundo, el progreso se entiende hoy de manera analoga en todas partes. El desarrollo humano no es sino un proceso de decantacion del materialismo sometido a una aceleracion muy marcada en los ultimos lustros. Al teocentrismo medieval y al antropocentrismo renacentista ha sucedido un objeto-centrismo que, al eliminar todo sentido de elevacion en el hombre, le ha hecho caer en la abyeccion y la egolatria.
IV EL DESEO DE DOMINACION
Con el dinero -y, tal vez, incubada en el- hay, a mi entender, otra nota diferenciadora del progreso moderno: el deseo de sobresalir o, lo que viene a ser lo mismo, la ambicion de poder. En este punto, la analogia del hombre con las aves en la llamada por los biologos «jerarquia del picoteo», es patente. La aspiracion de todo hombre es elevar su rango, anteponerse, no tanto acrecentando su cultura y sus facultades como amedrentando a su adversario o debilitandolo. La tecnica se convierte asi, no ya en una posibilidad de dinero, sino -lo que es mas grave- en una posibilidad de dominacion. De este modo, mientras entre los hombres se acentua el espiritu de competencia, en la esfera internacional se plantea una cuestion de hegemonia que no se resuelve, como antano, fabricando mas espadas o mas fusiles, sino buscando un arma que, llegado el caso, sea suficiente para arrasar al adversario -y, con el, a la Humanidad entera- en unas decimas de segundo. La cuestion de la supremacia no se establece ya en terminos de prevalencia sino de aniquilamiento. Tal anhelo de dominacion se manifiesta en las relaciones de individuo a individuo, de Estado a individuo y de Estado a Estado. ?Como? Me limitare a senalar tres extremos que son, para mi, por graves, los mas representativos: 1.° Enervando al hombre desde arriba, despojandole del deseo de participar en la organizacion de la comunidad, dando asi paso a unas autocracias que la manifiesta inhibicion del hombre favorece. 2.° A nivel internacional, procurando la hegemonia a costa de convertir el noble deseo de paz, basado en la justicia y la libertad, en un equilibrio del terror. Y 3.°, encauzando la tecnica hacia la fabricacion de instrumentos que facilitan el allanamiento de la intimidad del hombre, o la esfera privada de las instituciones, con objeto de controlar a unos y otras.
La pedagogia universal considero resuelto el problema de la infancia compaginando la instruccion y el deleite, aunandolos en una sola actividad. El juego instructivo o la instruccion amena hacian posible, armonizandolas, la formacion y el entretenimiento de los ninos, de manera que estos «no diesen guerra», no alborotasen. Fue, quiza, nuestro Carlos III quien descubrio, con el celebre motin de Esquilache, que los adultos eran «como ninos pequenos que lloran y protestan cuando se les limpia y asea». Desde entonces, mayor preocupacion que hacer justicia ha sido para los gobernantes buscar la manera de entretener al pueblo para que no la pida, esto es, para que no alborote, para que «no de guerra». El «pan y toros» ha tenido a lo largo de las edades de la Historia multiples versiones. Pero he aqui que la era supertecnica ha venido a descubrir que tambien existen juguetes para entretener a los adultos y borrar de sus mentes cualquier idea de participacion y responsabilidad. Es mas, el ingenio de la tecnica moderna descubre «el juguete» por antonomasia, merced al cual el pueblo no solo no piensa, sino que incluso nos facilita la posibilidad de conducir su pensamiento, de hacerle pensar lo que nosotros queremos que piense. Asi el interes por su juguete acaba por enervar en el hombre otros intereses superiores. La alienacion se produce entonces como fenomeno general y masivo. Mas si esto, hasta cierto punto, es comprensible, no lo es, en cambio, que admitamos que esta inhibicion se fomente desde arriba, mediante el control de este juguete, unico alimento espiritual de un elevadisimo porcentaje de seres humanos. La difusion de consignas, la eliminacion de la critica, la exposicion triunfalista de logros parciales o insignificantes y la misma publicidad subliminal, van moldeando el cerebro de millones de televidentes que, persuadidos de la bondad de un sistema, o simplemente fatigados, pero, en todo caso, incapacitados para pensar por su cuenta, terminan por hacer dejacion de sus deberes civicos, encomendando al Estado-Padre hasta las mas pequenas responsabilidades comunitarias. En este mismo sentido actua la organizacion del trabajo a que antes aludia. La rutina laboral genera el gregarismo en los ocios, de forma que todos los hombres se procuran analogas distracciones y unos mismos estimulos, por lo general, no fecundadores, ni liberadores, ni enaltecedores de los valores del espiritu. El hombre, de esta manera, se despersonaliza y las comunidades degeneran en unas masas amorfas, sumisas, facilmente controlables desde el poder concentrado en unas pocas manos. Es obvio que no en todo el mundo las circunstancias mencionadas operan con la misma intensidad pero, a mi juicio, sirven como exponentes de los riesgos lamentables que comporta la malintencionada explicacion de la tecnica a la politica y la sociologia.
La avidez de poder, a nivel internacional, desata aun mayores riesgos. La vieja carrera de armamentos ha cambiado de signo. Hoy, como he dicho, no es mas fuerte quien mas armas tiene sino quien las tiene mejores. El objetivo de los pueblos en competencia es acertar con un arma lo suficientemente eficaz como para resolver un conflicto en pocos minutos, aun poniendo en peligro la vida sobre el planeta. Tal arma esta ya a disposicion de seis o siete potencias y el resto de los paises se limitan a procurar conseguirla o a observar, aterrados, los tira y afloja del juego politico internacional, a conciencia de que un gesto mal interpretado o un simple error puede desencadenar la catastrofe. Se aducira que la marcha hacia la paz es hoy mas firme que hace diez anos, pero como dice Marias no basta con que nadie quiera la guerra, si «se quiere poder hacerla». Porque, si bien se considera el problema, a la guerra fria de ayer ha sucedido una paz fria, casi mas negativa que la situacion anterior, ya que esta paz congelada demuestra nuestra incapacidad, o sea que, en vista de que una fraternidad calida y universal parece fuera de nuestro alcance, nos resignamos a