a Dar Veter, cuando este en el cercano cielo de la Tierra, en las obras del sputnik… — Veda sonrio con picardia —. Pero, entonces, los espiritus del abismo somos nosotros, los historiadores — dijo en voz alta, prestando oido al timbre de su voz, y solto una alegre carcajada —. Si, ellos, los angeles del cielo, y nosotros, ?los espiritus del averno! Aunque yo dudo que esto le agrade a Dar Veter…
Los cedros enanos, de negras agujas — variedad resistente al frio obtenida para las regiones subantarticas — rumoreaban solemnes, con ritmico murmullo, al persistente embate del viento. Gelido y denso, el aire, como un rapido rio, fluia lleno de ese frescor y pureza que solo tiene en pleno oceano o en las altas montanas. Pero el viento de las montanas, que roza las nieves perpetuas, es seco y un poco picante, igual que un vino espirituoso. Mientras que alli el aliento del oceano envolvia el cuerpo en un abrazo suave y humedo.
El edificio del sanatorio Alba Blanca descendia hacia el mar con los resaltos de sus paredes de cristal, que recordaban, por sus redondos contornos, los gigantescos trasatlanticos del pasado. De dia, el color blanco-grosella de los entrepanos, las escalinatas y rectas columnas ofrecia un brusco contraste con las oscuras rocas de andesita, semejantes a cupulas de un matiz castano-lilaceo, surcadas por senderos grisazulados, de sienita fundida, como revestidos de porcelana. Pero ahora, a fines de primavera, la noche polar borraba e igualaba todos los colores con una luz singular, blanquecina, que parecia surgir de las profundidades del cielo y del mar. El sol se habia ocultado por una hora, al Sur, tras la meseta. Alli, una aureola esplendida se extendia por la parte meridional del cielo. Era el resplandor de los enormes heleros del continente antartico sobre un gran promontorio de la mitad oriental, donde habian sido confinados por voluntad del hombre, que habia dejado solamente un cuarto de la formidable coraza de hielo. El alba blanca del ventisquero daba su nombre al sanatorio y convertia todo lo circundante en un sereno mundo de palida luz sin sombras ni reflejos.
Cuatro personas se dirigian hacia el oceano por un argentado sendero con brillo de porcelana. Los rostros de los dos hombres que iban detras parecian tallados en granito gris; los grandes ojos de las dos mujeres eran profundos, enigmaticos.
Niza Krit, apretando la cara contra el cuello de piel de la esclavina de Veda Kong, replicaba con calor a la docta historiadora. Y esta, sin ocultar su leve asombro, examinaba con atencion a aquella muchacha tan parecida a ella exteriormente.
— Yo creo que el mejor regalo que una mujer puede hacer al amado es crearlo de nuevo y prolongar asi la existencia de su heroe. ?Pues eso es casi la inmortalidad!
— Los hombres no piensan asi con respecto a nosotras — repuso Veda —. Dar Veter me ha dicho que no querria una hija demasiado parecida a la mujer amada, porque le doleria abandonar el mundo dejandola sola, sin el amparo de su carino y ternura, ante el ignoto destino… Eso es una supervivencia de los antiguos celos y del instinto protector.
— A mi me horroriza la idea de separarme de mi nene, del hijito de mis entranas — continuo Niza, sumida en sus pensamientos —. ?De entregarlo para que lo eduquen, apenas destetado!
— La comprendo, pero no estoy de acuerdo con usted — y Veda mostro ceno, como si la muchacha hubiese tocado la cuerda mas sensible de su alma —. Una de las mas grandes tareas de la humanidad es la victoria sobre el ciego instinto maternal; la comprension de que solo la educacion colectiva de los ninos, por gentes especialmente instruidas y seleccionadas, es capaz de formar al hombre de nuestra sociedad actual. Hoy dia no existe ese amor maternal, casi insensato, de los tiempos antiguos. Cada madre sabe que el mundo entero cuida carinosamente de su ninito. Y por eso ha desaparecido ese amor instintivo, de loba, surgido de un miedo zoologico por la suerte de su cria.
— Ya me hago cargo — dijo Niza —, pero solamente con el cerebro.
— Pues yo siento con todo mi ser, por entero, que esta dicha suprema de proporcionar alegrias a un semejante es asequible a cualquier persona, cualquiera que sea su edad.
Cosa que en las anteriores sociedades era unicamente patrimonio de los padres y los abuelos, y sobre todo, de las madres… ?Por que se ha de estar continuamente con el pequeno? Eso es tambien un vestigio de los tiempos en que las mujeres se veian obligadas a llevar una vida de reclusion y no podian acompanar a sus amados a todas partes. En cambio ustedes estaran siempre juntos, mientras se quieran…
— No se, pero a veces me entra un deseo tan ardiente de ver a mi lado un pequeno ser, parecido a el, que mis manos se crispan… y… Bueno, ?yo no se nada!..
— Existe la isla de las Madres: Java. Alli viven todas las que quieren educar ellas mismas a sus nenes.
— ?Oh, no! Yo no podria ser educadora, a semejanza de las que adoran a los ninos. Me siento con tantas fuerzas… Ademas, he estado una vez en el Cosmos…
Veda se ablando.
— Usted, Niza, es la encarnacion de la juventud, y no solo fisicamente. Como todas las personas muy jovenes, no advierte que esas contradicciones de la vida con que tropiezan constituyen la vida misma, que las alegrias del amor reportan siempre inquietudes, preocupaciones y disgustos; tanto mayores cuanto mas fuerte es el amor. Y le parece que todo se va a perder al primer golpe de la vida…
Al pronunciar estas palabras, a Veda se le ocurrio de pronto una idea: ?No, no era solamente la juventud la causa de las inquietudes y ansiosos anhelos de Niza!
Veda habia incurrido en el error, comun a muchas gentes, de considerar que las heridas del alma cicatrizan al mismo tiempo que las lesiones del cuerpo. Y no es asi ni mucho menos. Durante largos anos se conserva la herida de la psique, profundamente oculta bajo la envoltura de un cuerpo sano, y puede abrirse de improviso, a veces por un motivo insignificante.
Eso mismo le ocurria a Niza: cinco anos de paralisis, aun en completa inconsciencia, tenian que haber dejado huella en todas las celulas del cuerpo, el espanto del encuentro con aquella terrible cruz que habia estado a punto de matar a Erg Noor.
Niza, adivinando los pensamientos de Veda, dijo con voz sorda:
— Desde que estuve en la estrella de hierro, no me abandona una sensacion extrana.
En el fondo del alma siento un vacio angustioso. Ese vacio coexiste con la seguridad de mi dicha y mi fuerza; no las excluye, pero no desaparece. Y yo no puedo combatirlo mas que con algo que me absorba por entero y no me deje a solas con el… Ahora se lo que es el Cosmos para un ser humano solitario, ?y ello me hace honrar mas aun la memoria de los primeros heroes de la astronautica!
— Me parece que la comprendo — repuso Veda —. Yo he estado en las pequenas islas de Polinesia, perdidas en medio del oceano. Alli, en las horas de soledad, ante el mar inmenso, se siente una embargada por una tristeza infinita, es como si se oyera una monotona cancion, nostalgica y lejana. Seguramente, el recuerdo de la soledad primitiva de la conciencia le dice al ser humano cuan desvalido era antes, prisionero en la angosta celda de su alma. Solo el trabajo colectivo y los pensamientos comunes pueden liberarle de ese cautiverio. Llega un barco, mas pequeno al parecer que la propia isla, y la inmensidad del oceano no es la misma. Un punado de camaradas y un barco constituyen ya un mundo singular que se lanza a lejanias accesibles, sumisas a el. Asi ocurre tambien en la astronave, el navio cosmico. ?Esta usted en compania de camaradas audaces, fuertes! Pero la soledad ante el Cosmos… — Veda se estremecio —. Yo no creo que el ser humano sea capaz de soportarla.
Niza se apreto mas contra Veda.
— ?Usted lo ha dicho! Por eso, yo quiero todo de una vez…
— Le he tomado afecto, Niza. Y ahora estoy mas de acuerdo con su decision… que me parecia insensata.
Niza, en silencio, estrecho la mano de Veda y acerco la nariz a su mejilla, fria del viento.
— Pero ?resistira usted eso, Niza? ?Es tan dificil!..
— ?A que dificultades se refiere, Veda? — pregunto Erg Noor, que habia oido su ultima exclamacion —. ?Se ha confabulado usted con Dar Veter? El lleva media hora tratando de convencerme de que transmita a los jovenes mi experiencia de astronauta, en vez de emprender un vuelo del que no se vuelve.
— ?Y le ha convencido?
— No. Mi experiencia de la astronautica es mas necesaria todavia para llevar el Cisne a su punto de destino, alli — y Erg Noor senalo al cielo, claro y sin estrellas, donde, mas abajo de la Nube Menor de Magallanes, cerca del Tucan y de la Hidra, debia lucir la resplandeciente Achernar —. ?Para conducirlo por un camino que aun no ha recorrido ninguna nave de la Tierra ni del Circuito!
Al pronunciar la ultima palabra, emergio a sus espaldas el borde del sol naciente, desvaneciendo con sus rayos el misterio del alba blanca.