Los cuatro amigos habian llegado a la costa. El oceano lanzaba su gelido aliento arrastrando a la orilla, de suave pendiente, sus olas sin espuma, la fuerte marejada del encrespado Antartico. Veda Kong miraba con curiosidad al agua, de un color de acero, que rapidamente se tornaba oscura en la profundidad y adquiria a los rayos del bajo sol el lila matiz del hielo.
Niza Krit permanecia al lado, con un abrigo de pieles azules y un gorrito redondo, tambien de piel de igual tonalidad, bajo el que asomaban rebeldes unos mechones rojizos oscuros. Como de costumbre, la muchacha mantenia la cabeza erguida. Dar Veter, que involuntariamente se deleitaba contemplandola, fruncio el entrecejo.
— ?No le gusta Niza? — inquirio Veda con fingida indignacion.
— Usted sabe bien que yo la admiro — contesto Dar Veter sombrio —. Pero en estos momentos me ha parecido tan pequenita y debil, en comparacion con…
— Con lo que me espera, ?verdad? — replico Niza desafiante —. ?Ha cesado en su ataque a Erg para atacarme a mi?
— No tengo el menor proposito de ello — repuso Dar Veter con tristeza —, pero mi pena es muy natural. Una admirable criatura de mi querida Tierra va a desaparecer en los abismos del Cosmos, en sus gelidas tinieblas. Y esto no es compasion, Niza, sino el dolor de la perdida.
— Hemos tenido el mismo sentimiento — asintio Veda —. Niza se me figura una clara llamita de vida perdida en medio del espacio, muerto y frio.
— ?Es que yo parezco una delicada florecilla? — pregunto Niza. Y el extrano tono de su voz impidio a Veda darle una respuesta afirmativa.
— ?Hay alguien que sienta mas que yo el gozo de la lucha con el frio? — agrego la muchacha, quitandose el gorrito con brusca sacudida que esparcio los ondulados cabellos rojizos. Y al instante, despojose del abrigo de pieles.
— ?Que va usted a hacer, Niza? — grito Veda, adivinando su intencion, y abalanzose hacia ella.
Pero Niza habia saltado a una roca que se alzaba sobre las olas y le arrojaba ya a Veda su ropa.
Las frias olas acogieron a Niza, y su amiga temblo solo de pensar en aquel bano. La muchacha nadaba tranquila, mar adentro, atravesando las olas con vigorosos impulsos.
Sobre la cresta de una de ellas agito la mano invitando a los que quedaban en la orilla a que siguieran su ejemplo.
Veda la observaba con admiracion.
— Veter, Niza es mejor novia para un oso polar que para Erg. ?Sera posible que usted, un hombre del Norte, se quede atras?
— Yo soy de origen nordico, pero prefiero los mares templados — dijo el aludido en tono lastimero, acercandose de mala gana al mar, que salpicaba embravecido.
Despues de desnudarse, metio con tiento un pie en el agua y, dando un grito, se lanzo al encuentro de una acerada ola. De tres brazadas, subio a la cima y deslizose a la negra fosa de la segunda. Solo los muchos anos de entrenamiento y los continuos banos anteriores, tanto en verano como en invierno, salvaron su prestigio. Al instante, se le corto el aliento y unos circulillos rojos empezaron a danzar ante el. Con unas cuantas zambullidas y unos bruscos saltos, recobro la respiracion. Amoratado, tiritando, nado hasta la orilla y ascendio por la pendiente, en union de Niza, a todo correr. Unos minutos mas tarde, ambos se deleitaban con el calor de las pieles que los envolvian. Hasta el cortante viento parecia traer el halito de los mares de coral.
— Cuanto mas la conozco — dijo Veda muy quedo —, mas me convenzo de que Erg no se ha equivocado en su eleccion. Usted, como ninguna otra, le infundira animo en los momentos dificiles, le alegrara, lo cuidara…
Las mejillas de Niza, blancas, no atezadas, se arrebolaron intensamente.
Mientras se desayunaban en una alta terraza de cristal, vibrante al viento, Veda encontro a menudo la mirada, pensativa y dulce, de la muchacha. Los cuatro estaban silenciosos, como suele ocurrir cuando espera una larga separacion.
— ?Es doloroso conocer a personas como ustedes y tener que separarse inmediatamente de ellas! — exclamo de pronto Dar Veter.
— No podrian… — insinuo Erg Noor.
— No, mis vacaciones han terminado. ?Ya es hora de subir al cielo! Grom Orm me espera.
— Yo tambien tengo que marcharme — agrego Veda —. He de volver a mi «averno», a una cueva, descubierta recientemente, que guarda vestigios de la Era del Mundo Desunido.
— El Cisne no estara listo hasta mediados del ano proximo, pero nosotros empezaremos los preparativos dentro de seis semanas — dijo en voz baja Erg Noor —.
?Quien dirige ahora las estaciones exteriores?
— De momento, Yuni Ant, pero el no quiere abandonar definitivamente las maquinas mnemotecnicas, y el Consejo no ha aprobado aun la candidatura de Emb Ong, un ingeniero-fisico de la central F del Labrador.
— No le conozco.
— Es poco conocido, porque trabaja en la Academia de los Limites del Saber, donde se ocupa de cuestiones de mecanica megaondular.
— ?Y que es eso?
— El estudio de los grandes ritmos del Cosmos, de las gigantescas ondas que se extienden lentamente por el espacio. En ellas se reflejan, entre otras cosas, las contradicciones de las velocidades luminicas contrarias, que dan valores relativos superiores a la unidad absoluta. Pero todo esto no esta aun bien estudiado.
— ?Y Mven Mas?
— Escribe un libro sobre las emociones. Tampoco dispone de mucho tiempo, pues la Academia de las Grandes Cifras y de la Prediccion del Futuro le ha nombrado su asesor para el vuelo de vuestro Cisne. En cuanto se reunan los datos, tendra que despedirse de su libro.
— ?Lastima! El tema es importante. Ya es hora de reconocer debidamente la realidad y la fuerza del mundo de las emociones — comento Erg Noor.
— Temo que Mven Mas no sea capaz de un analisis frio — dijo Veda.
— Eso es lo que hace falta; de lo contrario, no escribira nada meritorio — repuso Dar Veter, y se levanto para despedirse.
Niza y Erg le tendieron la mano.
— ?Hasta la vista! Termine pronto su trabajo, pues si no, no vamos a vernos.
— Nos veremos — prometio Dar Veter, con seguridad —. En ultimo caso, en el desierto de El Homra, antes de emprender el vuelo.
— De acuerdo — asintieron los astronautas.
— Vamos, angel del cielo — y Veda Kong tomo el brazo de Dar Veter, aparentando no haber advertido la arruga de su entrecejo —. ?Seguramente estara usted ya harto de la Tierra!
Dar Veter, muy separadas las piernas, se mantenia en pie sobre la inestable base de una armadura apenas sujeta, y miraba hacia abajo, al espantoso abismo que se abria entre las desgarradas capas de nubes. Alli se columbraba la superficie del planeta, cuya ingente mole se percibia incluso a aquella distancia, igual a cinco diametros de la Tierra, con los sinuosos contornos grises de los continentes y las manchas violentas de los mares.
Con emocion, iba reconociendo aquellos perfiles, conocidos desde la infancia por las fotografias tomadas desde los sputniks. Alli estaba la linea concava de la costa, a la que llegaban, en sentido transversal, las rayas oscuras de las montanas. A la derecha brillaba el mar, y bajo las plantas de Dar Veter, se divisaba un angosto valle. Aquel dia habia tenido suerte: las nubes se habian disipado sobre el sector del planeta donde vivia y trabajaba Veda. Por aquellos lugares, en la escarpada falda de unos elevados montes grises, acerados, se encontraba la antigua cueva, cuyas espaciosas galerias se adentraban en las profundidades de la Tierra. Veda recogia alli, entre los despojos mudos y polvorientos del pasado de la humanidad, esas particulas de verdad historica sin las que no es posible comprender el presente ni prever el futuro.
Inclinandose desde la plataforma de estriadas planchas de bronce circonico, Dar Veter envio con el pensamiento un saludo a aquel punto, dudosamente adivinado, oculto por unos cirros de cegador brillo que se habian deslizado desde Occidente. La oscuridad de la noche se extendia alli como un muro tachonado de relucientes estrellas. Las nubes avanzaban en capas superpuestas, como inmensas balsas que flotasen unas sobre otras.