— Usted me dijo que nunca habia estado en una embarcacion.
— Es cierto.
— Entonces esta invitado a unirse a Brant y Kumar en el muelle tres… manana, a las ocho y media de la manana.
Loren se volvio hacia Kaldor.
— ?Crees que estare seguro si voy? — pregunto con falsa seriedad—. No se nadar.
— Yo no me preocuparia — contesto Kaldor, solicito—. Si tienen intencion de traerte de vuelta, no importara lo mas minimo.
18. Kumar
Solo una tragedia habia oscurecido los dieciocho anos de vida de Kumar Leonidas: siempre habia sido diez centimetros mas bajo de lo que realmente queria. No era sorprendente que su apodo fuera «El pequeno leon»… aunque muy pocos se atrevian a utilizarlo en su presencia.
Como compensacion a su falta de altura, habia trabajado con constancia para conseguir anchura y fuerza. Mirissa le habia dicho muchas veces, con divertida exasperacion:
— Kumar, si pasaras tanto tiempo ejercitando el cerebro como el cuerpo, serias el mayor genio de Thalassa.
Lo que ella nunca le habia dicho (y apenas admitia, siquiera a si misma) era que el espectaculo de sus ejercicios gimnasticos de cada manana solia excitar sentimientos muy poco fraternales en su pecho, asi como una especie de celos hacia todas las demas admiradoras que se reunian para contemplarle. En una ocasion u otra, esto habia incluido a la mayor parte de los del grupo de edad de Kumar. Aunque el envidioso rumor de que Kumar habia hecho el amor con todas las chicas y la mitad de los chicos de Tarna era pura exageracion, si habia en el una buena parte de verdad.
Pero Kumar, a pesar del abismo intelectual existente entre el y su hermana, no era un imbecil musculoso. Si algo le interesaba de verdad, no estaba satisfecho hasta haberlo dominado, sin importarle cuanto tiempo le costara. Era un esplendido marino, y durante dos anos, con la ayuda ocasional de Brant, estuvo construyendo un excelente kayac de cuatro metros. La quilla estaba terminada, pero aun no habia empezado la cubierta.
Juraba que un dia lo botaria y entonces todos dejarian de reirse. Entretanto, en Tarna, la expresion «el kayac de Kumar» habia llegado a significar todo tipo de labor inacabada… que, en verdad, eran muchas.
Ademas de esta comun tendencia thalassana a posponer las cosas, los principales defectos de Kumar eran una naturaleza aventurera y una gran aficion a las bromas pesadas algo arriesgadas. Muchos creian que algun dia esto le causaria serios problemas.
Sin embargo, era imposible enfadarse incluso por sus diabluras mas descabelladas, porque carecian de toda malicia. Era una persona totalmente abierta, incluso transparente; nadie podia imaginarle diciendo una mentira. Por ello se le podian perdonar muchas cosas, y eso es lo que solia suceder.
La llegada de los visitantes, naturalmente, habia sido el suceso mas emocionante de su vida. Le fascinaban sus equipos, las grabaciones de sonido, visuales y sensoriales que habian traido, las historias que contaban… todo. Y ya que veia mas a Loren que a cualquier otro, no era nada sorprendente que Kumar se uniera a el y esto no era algo por lo que Loren se sintiera muy satisfecho. Si habia algo peor que un companero molesto era el tipico aguafiestas: un hermano pequeno inseparable.
19. La pequena Polly
— Aun no puedo creerlo, Loren — dijo Brant Falconer—. ?Nunca has estado en una lancha… o en un barco?
— Creo recordar haber remado en un pequeno estanque, a bordo de una lancha neumatica. Eso debio de ser cuando yo tenia unos cinco anos.
— Entonces, esto te gustara. No hay ni una ola que te revuelva el estomago. Tal vez podamos convencerte para que bucees con nosotros.
— No, gracias; no quiero vivir mas de una experiencia a la vez. Y he aprendido a no entrometerme jamas cuando otros hombres tienen trabajo que hacer.
Brant tenia razon; empezaba a pasarselo bien cuando los hidropropulsores, casi en silencio, llevaron el pequeno trimaran hacia el arrecife. Sin embargo, poco despues de subir a bordo y ver como retrocedia la firme seguridad de la costa, habia vivido un momento de cierto panico.
Solo su sentido del ridiculo le habia salvado de dar un espectaculo. Habia recorrido cincuenta anos luz, el viaje mas largo jamas efectuado por seres humanos, hasta alcanzar este sitio. Y ahora le preocupaban los pocos centenares de metros que le separaban de tierra.
Pero no habia modo de rehusar el desafio. Mientras estaba comodamente en popa, observando a Falconer, que iba al timon (?como se habia hecho aquella cicatriz blanca que le cruzaba la espalda…? Ah, si, habia mencionado algo sobre un accidente en un microvolador, hacia anos…), se pregunto que pasaba por la mente del thalassano.
Era dificil de creer que cualquier sociedad humana, aun la mas ilustrada y liberal, pudiera carecer por completo de celos o de cualquier otra forma de sentido de la posesion sexual. Tampoco era que Brant (hasta entonces, ?ay!) tuviera muchos motivos para sentirse celoso.
Loren dudaba si habia hablado cien palabras con Mirissa; la mayor parte habia sido en compania de su esposo. Correccion: en Thalassa, los terminos «esposo» y «esposa» no se usaban hasta el nacimiento del primer hijo. Cuando se escogia un nino, la madre solia adoptar, aunque no siempre, el apellido del padre. Si el primogenito era una nina, ambas mantenian el apellido de la madre, al menos hasta el nacimiento del segundo, y ultimo, hijo.
Habia muy pocas cosas que asombraran a los thalassanos. La crueldad, especialmente con los ninos, era una de ellas. Y tener un tercer embarazo, en un mundo de solo veinte mil kilometros cuadrados de superficie habitable, era otra.
La mortalidad infantil era tan baja que los partos multiples bastaban para mantener una poblacion estable. Habia habido un caso famoso, el unico en toda la historia de Thalassa, en el que una familia habia sido bendecida, o castigada, con dobles quintillizos. Aunque no se le podia echar la culpa a la pobre madre, su recuerdo estaba rodeado de aquella aureola de deliciosa depravacion que una vez ostentaron Lucrecia Borgia, Messalina o Faustine.
«Tendre que jugar mis cartas con mucho, mucho cuidado», se dijo Loren. Que Mirissa le encontraba atractivo, ya lo sabia. Podia leerlo en su expresion y en el tono de su voz. Y tenia pruebas aun mas claras en contactos accidentales de las manos y suaves choques de los cuerpos que se habian prolongado mas de lo estrictamente necesario.
Ambos sabian que era solo cuestion de tiempo. Y Loren estaba totalmente seguro de que Brant pensaba lo mismo. Sin embargo, a pesar de la mutua tension, seguian siendo bastante amigos.
El impulso de los propulsores ceso y la lancha se dejo llevar por la corriente hasta detenerse cerca de una gran boya de vidrio que oscilaba suavemente sobre el agua.
— Eso es nuestro suministro de energia — explico Brant—. Solo necesitamos algunos cientos de vatios, asi que nos las arreglamos con celulas solares. Es una ventaja de los mares de agua dulce. En la Tierra no seria posible, porque vuestros oceanos eran demasiado salados: habrian engullido muchisimos kilovatios.
— ?Seguro que no has cambiado de opinion, tio? — sonrio Kumar burlonamente.
Loren nego con la cabeza. Aunque al principio le habia desconcertado, ya se habia acostumbrado al saludo comun utilizado por los thalassanos mas jovenes. En realidad, resultaba bastante agradable adquirir de repente docenas de sobrinas y sobrinos.
— No, gracias. Me quedare aqui y mirare por la ventana submarina por si acaso se os comen los tiburones.