sentado a la mesa, no habia forma alguna de que sus sentidos pudieran distinguir entre la representacion y la realidad.

En microcosmos, las grandes ciudades de la Tierra eran devueltas a la vida. Roma, Paris, Londres, Nueva York… En verano e invierno, de noche y de dia, veia como iban a sus asuntos los turistas y los hombres de negocios, los estudiantes y los enamorados. Frecuentemente, al darse cuenta de que les estaban filmando, le sonreian a traves de los siglos, y era imposible no corresponderles.

Otros panoramas no mostraban seres humanos, ni siquiera alguno de los productos del hombre. Moses Kaldor volvia a mirar, como habia hecho en aquella otra vida, el humo descendente de las Cataratas Victoria, la luna alzandose sobre el Gran Canon, las nieves del Himalaya o las montanas de hielo de la Antartida. A diferencia de las vistas de ciudades, estas cosas no habian cambiado en el millar de anos transcurrido desde que fueron filmadas. Y aunque habian existido desde mucho antes que el hombre, no le habian sobrevivido.

28. El bosque sumergido

El escorpio parecia no tener prisa; le costo unos pausados diez dias viajar cincuenta kilometros. Un hecho curioso fue revelado rapidamente por la radio sonar que habia sido incorporada, no sin dificultades, al caparazon del enojado bicho. El camino que siguio a lo largo del lecho marino era totalmente recto, como si supiera con precision a donde iba.

Cualquiera que fuese su punto de destino, parecia que lo habia encontrado a una profundidad de doscientos cincuenta metros. Despues siguio moviendose, pero dentro de un area muy limitada. Esto continuo durante dos dias mas; luego, las senales del rastreador ultrasonico se detuvieron de subito en mitad de una pulsacion.

Que el escorpio habia sido devorado por algo aun mas grande y desagradable que el era una explicacion demasiado ingenua. El rastreador se encontraba dentro de un cilindro de metal resistente; cualquier disposicion concebible de dientes, pinzas o tentaculos precisaria varios minutos (como minimo) para destruirlo, y continuaria funcionando perfectamente en el interior de cualquier criatura que se lo hubiera tragado entero.

Esto dejaba solo dos posibilidades, y la primera fue rechazada con indignacion por los miembros del Laboratorio Submarino de la Isla del Norte.

— Cada componente por separado tenia un auxiliar — dijo el director—. Lo que es mas, hubo una pulsacion de diagnostico solo dos segundos antes; todo era normal. De modo que no puede haber sido un fallo del equipo.

Eso dejaba unicamente la explicacion imposible. El rastreador habia sido desconectado. Y para hacerlo, era necesario quitar una barra de seguridad.

No podia ocurrir por accidente; solo una rara intromision… o un acto deliberado.

El Calypso, de casco gemelo de veinte metros de longitud, no era simplemente el barco mas grande de Thalassa, sino tambien el unico especializado en investigaciones oceanograficas. Normalmente, tenia la base en la Isla Norte y a Loren le divertian las burlas bienintencionadas entre su tripulacion cientifica y sus pasajeros tarneses, a los que fingian tratar como ignorantes pescadores. Por su parte, los de la Isla Sur no perdian ninguna oportunidad de alardear ante los nortenos de que ellos eran los que habian descubierto los escorpios. Loren no les recordo que esto no era exactamente lo que habia ocurrido.

Volver a ver a Brant fue una leve sorpresa, aunque Loren debia de haberlo esperado, dado que aquel era responsable en parte del nuevo equipo del Calypso. Se saludaron con fria cortesia, sin hacer caso de las miradas curiosas o divertidas de los demas pasajeros. Habia pocos secretos en Thalassa; para entonces, ya todos sabian quien ocupaba la principal habitacion de invitados de la casa de los Leonidas.

El pequeno trineo submarino situado sobre la cubierta de popa habria resultado familiar para casi cualquier oceanografo de los ultimos dos mil anos. Su armazon llevaba tres camaras de television, una bolsa hecha de alambre para guardar muestras recogidas por el brazo dirigido por control remoto, y una disposicion de propulsores marinos que le permitian moverse en cualquier direccion. Una vez sumergido por un lado, el robot explorador podia enviar sus imagenes e informacion a traves de un cable de fibra optica no mucho mas grueso que la mina de un lapiz. La tecnologia era de varios siglos atras… y todavia perfectamente adecuada.

Al fin, la linea de la costa habia desaparecido y, por primera vez, Loren se encontro rodeado por completo de agua. Recordo su angustia durante aquel primer viaje con Brant y Kumar cuando se alejaron apenas un kilometro de la playa. En esta ocasion le agrado descubrir que se sentia un poco mas tranquilo a pesar de la presencia de su rival. Tal vez se debia a que estaba en una embarcacion mucho mas grande…

— Es extrano — dijo Brant—, nunca he visto algas tan al oeste.

Al principio, Loren no veia nada; luego noto la mancha oscura enfrente, bajo el agua. Pocos minutos despues, el barco avanzaba con precaucion a traves de una masa suelta de vegetacion flotante; el capitan redujo la velocidad.

— De todos modos ya casi estabamos — dijo—. No tiene sentido atascar las valvulas con esas cosas. ?Verdad, Brant?

Brant ajusto el cursor en la pantalla e hizo una lectura.

— Si… Estamos a solo cincuenta metros del lugar en que perdimos el rastreador. Profundidad: doscientos diez. Lancemos el pescado por la borda.

— Espera un momento — dijo uno de los cientificos nortenos—. Hemos empleado mucho tiempo y dinero en esa maquina, y es unica en el mundo. ?Y si se queda enredada en esas malditas algas?

Hubo un silencio pensativo; luego Kumar, que habia permanecido sorprendentemente callado (quizas abrumado por el elevado talento de la gente de la Isla Norte) intervino con voz insegura.

— Tiene un aspecto mucho peor desde aqui. Diez metros mas abajo casi no hay hojas; solo los grandes tallos, con mucho espacio entre ellos. Es como un bosque.

«Si —penso Loren—, un bosque submarino, con peces que nadan entre los troncos delgados y sinuosos.» Mientras los demas cientificos observaban la pantalla de video principal y los numerosos despliegues de aparatos, el se habia puesto unas gafas submarinas de vision completa, excluyendo de su campo de vision todo menos la imagen que tenia enfrente el robot que iba descendiendo poco a poco. Psicologicamente, ya no estaba a bordo del Calypso; las voces de sus companeros parecian venir de otro mundo que nada tenia que ver con el.

Era un explorador que entraba en un universo extrano, sin saber lo que podia encontrar. Era un universo restringido, casi monocromatico; los unicos colores eran azules y verdes claros, y el limite de vision se hallaba a menos de treinta metros. En cualquier momento podia ver una docena de troncos delgados, sostenidos con intervalos regulares por las vejigas llenas de gases que les daban consistencia, surgiendo de las lobregas profundidades y desapareciendo arriba, en el luminoso «cielo». A veces, le parecia que estaba caminando por un bosquecillo de arboles en un dia gris y nublado; luego, un banco de veloces peces destruia esa ilusion.

— Doscientos cincuenta metros — oyo decir a alguien—. Deberiamos ver pronto el fondo. ?Utilizamos las luces? La calidad de la imagen se esta deteriorando.

Loren apenas habia notado ningun cambio, porque los controles automaticos habian mantenido la brillantez de la imagen. Sin embargo, comprendio que, a esa profundidad, se tenia que estar casi completamente a oscuras; un ojo humano habria sido practicamente inutil.

— No; no queremos perturbar nada hasta que tengamos que hacerlo. Mientras funcione la camara, seguiremos con la luz disponible.

— ?Alli esta el fondo! Rocoso en su mayor parte… no mucha arena.

— Por supuesto. El Macrosystis thalassi necesita rocas a las que adherirse; no es como el Sargassum que flota libremente.

Loren vio lo que queria decir el que hablaba. Los delgados troncos acababan en una red de raices, que se agarraban a los afloramientos rocosos con tanta firmeza que ninguna tormenta ni corriente superficial podria desplazarlos. La analogia con un bosque en tierra firme era aun mas aproximada de lo que el creia.

Con mucha cautela, el robot investigador se abria camino por el bosque submarino, desplegando el cable tras de si. Parecia no haber ningun riesgo de que quedara enredado en los troncos serpenteantes que se alzaban

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