18 — Kumar
En sus dieciocho anos de vida, Kumar Leonidas habia conocido una sola gran tragedia: su estatura era inferior en diez centimetros a lo que el hubiera deseado, y siempre seria asi. No por casualidad su sobrenombre era Leoncito… aunque no eran muchos los que se atrevian a usarlo en su presencia.
A falta de estatura, se habia esforzado por desarrollar su musculatura. Mas de una vez Mirissa le habia dicho, entre divertida y exasperada, que si dedicara tanto tiempo al cerebro como al cuerpo seria el genio mas grande de la historia de Thalassa. Lo que nunca le habia dicho — y casi no se atrevia a reconocer — era que al verlo realizar sus ejercicios matutinos, los sentimientos que bullian en su seno no eran precisamente los de una hermana. A ello se unian los celos, puesto que no era la unica admiradora que salia a mirarlo: casi todos los coetaneos de Kumar lo hacian. Segun un envidioso rumor, Kumar habia hecho el amor con todas las jovencitas y la mitad de los jovencitos de Tarna: era una exageracion, pero no del todo infundada.
Pero a pesar del abismo intelectual que lo separaba de su hermana, Kumar no era un cuerpo con mucho musculo y poco seso. Cuando algo atraia su interes, no descansaba hasta aprenderlo, por mas tiempo que le llevara. Era un navegante extraordinario, y desde hacia mas de dos anos construia un hermoso kayak de cuatro metros con ayuda de Brant. Habia terminado el casco, pero todavia no habia iniciado la construccion de la cubierta…
Siempre decia que algun dia lo botaria, entonces sus detractores no podrian burlarse. Sea como fuere, el «kayak de Kumar» se habia convertido en una frase proverbial en Tarna, que significaba cualquier tarea sin terminar… y en Tarna no faltaban.
Aparte de esa tendencia a aplazar sus tareas — rasgo tipico de los thalassianos — el defecto principal de Kumar era su caracter aventurero y su gusto por las bromas pesadas. Todos le decian que algun dia sufriria las consecuencias.
Pero por pesadas que fuesen sus bromas nadie se enojaba con el, por su falta total de malicia. Era franco hasta la ingenuidad; jamas mentia. Por eso podian perdonarle — y le perdonaban — muchas cosas.
La llegada de los visitantes habia sido el acontecimiento mas emocionante de su vida. Le fascinaban sus equipos, sus grabaciones en audio y video, sus anecdotas, en fin, todo. Y puesto que veia a Loren con frecuencia, rapidamente se apego a el.
Cosa que a Loren no le gustaba demasiado. Si habia algo mas desagradable que una pareja mal avenida, era ese aguafiestas tradicional, el hermanito menor entrometido.
19 — Bicho bonito
— No puedo creerlo, Loren — dijo Brant Falconer —. ?Nunca saliste a navegar en un bote, o en un barco?
— Me parece recordar que alguna vez cruce una laguna en una balsa de caucho. Creo que tenia cinco anos, mas o menos.
— Ya veras que te gustara. Hay una calina chicha, asi que no te marearas. Tal vez quieras bucear con nosotros.
— No, gracias. Una nueva experiencia por vez es bastante. Ademas, he aprendido que nunca se debe molestar a los hombres cuando estan trabajando.
Brant tenia razon; era agradable navegar en el pequeno y silencioso trimaran, llevado por sus hidropropulsores hacia el arrecife. No obstante, en el primer momento, al alejarse de la seguridad de tierra firme, habia llegado al borde del panico.
Su sentido del ridiculo lo habia salvado de quedar como un idiota. Habia atravesado cincuenta y cinco anos luz de espacio, la travesia mas larga jamas efectuada por seres humanos, para llegar a ese planeta, y ahora se asustaba porque se alejaba a un par de cientos de metros de tierra firme…
No habia manera de rechazar el desafio. Sentado serenamente en la popa, contemplaba a Falconer al timon (?a que se deberia esa cicatriz livida que le surcaba los hombros? Ah, si, le habia contado como se habia estrellado en un microavion, anos atras…) y se preguntaba en que estaba pensando el thalassiano.
No podia imaginar una sociedad humana, por despreocupada y esclarecida que fuese, totalmente libre de celos o de egoismo sexual. Claro que hasta el momento — ?desgraciadamente! — no habia sucedido nada que pudiera despertar los celos de Brant.
Loren no habia cambiado ni cien palabras con Mirissa, y casi todas en presencia de su esposo. Esposo no: esos terminos no se empleaban en Thalassa hasta el nacimiento del primer hijo. Si el primogenito era varon, la madre casi siempre — no invariablemente — tomaba el apellido del padre. Si era nina, ambas usaban el apellido de la madre hasta el nacimiento del segundo y ultimo hijo.
Los thalassianos no se escandalizaban facilmente. Les disgustaba la crueldad, sobre todo hacia los ninos. Otro motivo de escandalo era el tercer embarazo, en ese mundo de veinte mil kilometros cuadrados de tierra firme.
La tasa de mortalidad infantil era tan baja que bastaban dos nacimientos por pareja para mantener una poblacion constante. La historia de Thalassa conocia un solo caso de una pareja que habia tenido, mejor dicho padecido, quintillizos. Y aunque dificilmente pudiera echarse la culpa a la pobre mujer, su memoria estaba rodeada de esa atmosfera especial de depravacion que recordaba a una Messalina, una Lucrecia Borgia, una Faustina.
Tendre que actuar con mucho, pero mucho cuidado, penso Loren. No habia duda de que Mirissa lo consideraba un hombre atractivo. Era evidente, por su expresion, el tono de su voz y, mas aun, por esos roces casuales de las manos y los cuerpos que duraban mas de lo estrictamente necesario. Los dos sabian que solo era cuestion de tiempo. Tambien Brant lo sabia: de eso estaba seguro. Sin embargo, a pesar de la tension, sus relaciones seguian siendo amistosas.
Se apagaron los propulsores y el barco se detuvo junto a una gran boya de vidrio que flotaba serenamente en el agua.
— Es nuestra fuente de energia — dijo Brant —. Nos alcanza con las baterias solares, porque solo usamos algunos cientos de vatios. Esa es la ventaja de tener mares de agua dulce. Los oceanos de la Tierra eran demasiado salitrosos, hubieran absorbido cientos de kilovatios.
— ?Estas seguro de que no quieres probar, tio? — pregunto Kumar con una sonrisa maliciosa.
Loren meneo la cabeza. Al principio lo habia sorprendido ese trato, empleado por toda la poblacion juvenil de Thalassa, pero finalmente se habia acostumbrado. En realidad le gustaba pensar que tenia varias decenas de sobrinas y sobrinos.
— Gracias, prefiero mirarlos a traves de la mirilla, por si se los comen los tiburones.
— ?Tiburones! — dijo Kumar con tristeza —. Que maravilla. Ojala los hubiera aqui. El buceo seria mucho mas emocionante.
Loren observo a Brant y Kumar con interes tecnico, mientras se colocaban el equipo. Era extraordinariamente sencillo en comparacion con el traje espacial, y el tanque de presion era un objeto diminuto que cabia en la palma de la mano.
— Quien hubiera pensado que ese tanque de oxigeno pueda durar mas de un par de minutos — dijo.
Brant y Kumar lo miraron con desden.
— ?Oxigeno! — gruno Brant —. El oxigeno es un veneno mortal a mas de veinte metros de profundidad. Lo que hay en ese frasco es aire. Y es solo una provision de emergencia, que se consume en quince minutos.
Senalo un aparato con forma de agalla en la mochila que Kumar acababa de alzar sobre sus hombros:
— El oxigeno que uno necesita esta disuelto en el agua, la cuestion es saber extraerlo. Para ello se requiere energia, una bateria que haga funcionar las bombas y los filtros. Con ese aparato podria quedarme una semana entera bajo el agua, si quisiera. — Senalo una pantalla con caracteres fluorescentes de color verde, sujeta a su muneca izquierda:
— Aqui esta toda la informacion que necesito: profundidad, carga de la bateria, tiempo de permanencia, nivel de descompresion…
Loren se arriesgo a formular otra pregunta idiota: