Una mofa le respondio. Cerca del incendio vimos algunos muertos y a un herido que se arrastraba. Ante nuestra estupefaccion, reconocimos al sastre. Habia sido alcanzado en los muslos, y encontramos en su bolsillo un cargador de ametralladora. Se llevo a cabo un rapido interrogatorio. Pensando salvar la piel, descubrio los planes de Honneguer, o al menos, lo que el sabia. Al amparo de las armas automaticas y apoyado por una banda de unos cincuenta gangsters, tenia la intencion de apoderarse del pueblo y dictar su ley a este mundo. Afortunadamente para nosotros, su hijo, que de hacia tiempo deseaba a Rosa, no habia tenido la paciencia de aguardar y habia venido a raptarla con un cortejo de doce bandidos. El sastre era su espia, y debia marchar con ellos. Ayudado por el dueno del Bar Principal, Julio Maudru, pegaba los carteles.

Fue colgado aquella misma noche, al igual que su complice, en la rama de un roble. Este asunto nos costo tres muertos y seis heridos. Tres muchachas, Rosa, Miguelina Audry y Paquita Presle, sobrina de Maria, habian desaparecido. En compensacion, este ataque alineo detras nuestro a todo el pueblo y a los campesinos. Los bandidos tuvieron dos muertos, ademas de los complices ajusticiados. En el lugar de la agresion recuperamos dos ametralladoras, una pistola y una buena cantidad de municion. Antes del alba azul, el Consejo, por unanimidad, decreto la proscripcion fuera de la ley de Carlos y Joaquin Honneguer, sus complices, y la movilizacion de un pequeno ejercito. Pero graves acontecimientos iban a retrasar el ataque al castillo.

Por la manana, mientras el ejercito se reunia, aparecio, enloquecido, un hombre en moto. Tres dias antes, el mismo campesino que habitaba con su mujer y sus dos hijos en una granja aislada, a unos cincuenta kilometros del pueblo, nos habia comunicado que una de sus vacas habia muerto en circunstancias extranas. Por la manana estaba perfectamente y por la noche aparecio muerta sobre el pastizal, vacia de sangre y casi de carne. Sobre su piel se apreciaban unos agujeros diseminados.

El hombre descendio de la moto con tanta precipitacion que rodo por el polvo. Estaba livido.

—?Animales que matan! ?Son pulpos volantes y matan de un golpe!

Despues de haberle reconfortado con un vaso de aguardiente, pudimos obtener datos mas precisos.

— Esta manana, al alba, hice salir las vacas. Queria limpiar el establo. Mi hijo Pedro las llevo a pacer. ?Diantre! yo habia visto perfectamente una nube verde, muy alta, pero no le di importancia. Senor mio, en un mundo que tiene dos soles y tres lunas, bien pueden ser verdes las nubes, pense. ?Pero si! ?Que asco! Pedro volvia, cuando de repente el nubarron verde cayo sobre; nosotros. ?Cayo! y vi como un centenar de pulpos verdes, con tentaculos que se agitaban. Se echaron sobre las vacas, y los pobres animales rodaron por los suelos, muertas. Yo grite en seguida a Pedro para que se escondiera. ?Pero el desgraciado no tuvo tiempo! Uno de los pulpos nado por el aire, y a tres metros de distancia lanzo una especie de lengua que alcanzo a mi hijo por la espalda y le mato. Entonces encerre con llave a mi mujer y al pequeno, les mande no moverse y cogi la moto. Aquellos asquerosos me han perseguido, pero he podido escapar. ?Por piedad, venid conmigo! ?Tengo miedo de que puedan entrar en casa!

Por la descripcion del agricultor reconocimos al instante al animal de la marisma. Lo que nos sorprendio fue que volase. De todas formas, era un peligro terrible. Con Miguel montamos un vehiculo, llevandonos las dos ametralladoras, y Vandal se instalo de vigia en el asiento trasero. Beuvin formo un destacamento de la guardia con un camion cubierto, y partimos.

Dos kilometros mas alla, encontramos la primera hidra. Es el nombre con que las designo Miguel y que ha permanecido. Estaba sobrevolando una oveja. Un tiro de fusil la abatio. A pesar de las suplicas del labrador, que no queria detenerse, mandamos parar la caravana.

— Es necesario conocer a los enemigos antes de combatir — le explico Vandal.

El animal alcanzaba los cuatro metros de longitud y tenia la forma de una bota al reves, con una cola potente y aplastada. En la parte anterior, seis brazos concavos llevaban en su extremo una abertura coronada de dientes afilados, que segregaban una baba viscosa. Tenia seis ojos en la base de los tentaculos, y en el centro una protuberancia conica dotada de un largo filamento, rematada por un tubo en forma de cuerno, seccionado oblicuamente, como una aguja de inyeccion.

— Una capsula de veneno — dijo Vandal—. Aconsejo combatir desde dentro del camion, cuyo toldo de gruesa tela seguramente nos protegera. Es realmente el animal del otro dia, pero mayor y aereo. ?Como son capaces de volar?

En la parte superior del cuerpo, la hidra poseia dos grandes sacos deshinchados, perforados por el plomo. Detras de la corona de tentaculos, el grueso de la carga habia producido un desgarro considerable en la carne verdosa.

Partimos de nuevo. Baje un poco el cristal de mi lado, con el fin de dar paso al canon de la ametralladora. Miguel conducia. Vandal habia tomado la otra arma y vigilaba el lado izquierdo. El camion nos seguia. Tras una vuelta de la carretera descubrimos otra hidra. Flotaba en el aire, inmovil, los tentaculos caidos y ondulando ligeramente. A causa de la sorpresa, mi primera rafaga fue mal dirigida; la hidra, con un violento coletazo, se escapo en zigzag, tomando altura a gran velocidad: ?al menos a sesenta por hora! No pudimos alcanzarla. A seiscientos metros de alli estaba la casa. Una espiral de humo salia apaciblemente de la chimenea.

La sobrepasamos, tomando un camino de arena. Sus profundos carriles nos hicieron resbalar. Detras de los cristales de una ventana entrevimos el rostro asustado de la granjera y el de su hijo menor, un muchacho de once o doce anos. Siguiendo campo a traves llegamos a los pastos. Mas de sesenta hidras atareadas entre los cadaveres de las vacas. Cada una de ellas hincaba uno o dos tentaculos en su carne.

— Habia mas, hace un momento — grito el campesino—. ?Cuidado!

Hasta la primera carga, las hidras ni tan solo se ocuparon de nosotros. Algunas, de puro hartas, abandonaban los cadaveres para ir a beber; al menos asi fue como interpretamos su comportamiento. Volaban hacia una balsa y hundian en el agua un tentaculo, mayor que los demas, a modo de trompa. Despues de un instante, parecian hincharse, y su vuelo era ostensiblemente mas ligero.

Cada uno escogio su objetivo. Yo vise, cuidadosamente, el grupo mas proximo, compuesto por seis de aquellos animales «enfrascados» con la misma vaca.

—?Fuego! — grito Beuvin.

Se produjo una salva, con sonoridad de seda desgarrada. Las capsulas vacias de mi ametralladora crepitaban contra el parabrisas. Una de ellas, enrojecida, se metio por el cuello abierto de la camisa de Miguel, quien se exclamo. Entre las hidras, cundio el panico. Un buen numero de ellas, tocadas de muerte, cayeron al suelo, deshinchadas. Mis rafagas dieron en el blanco. Vandal, mas afortunado aun, o mas certero, mato a dos de ellas con un solo cargador. Las cargas de las escopetas las despedazaron.

Las que quedaron salvas, tomaron altura a una velocidad que nos admiro. Segundos despues, solamente se divisaba en lo alto una mancha verde. Con las armas cargadas de nuevo, baje a tierra con Miguel y Vadal. Los demas permanecieron en el camion, atentos a cubrirnos con su fuego. La piel de las vacas muertas aparecia perforada por multiples aberturas casi circulares, producidas evidentemente por los dientes punzantes situados al extremo de los tentaculos. La carne se habia transformado en una especie de barro negruzco.

— Digestion externa — explico Vandal—, como en la larva de ditico. La hidra mata con su mecanismo venenoso, y luego inyecta en el cuerpo de su victima, a traves de los tentaculos, los jugos digestivos que transforman esta carne en un hervido nutritivo, despues de lo cual lo sorbe.

Deseoso de examinar al monstruo de mas cerca, Vandal, en cuclillas, se aproximo. Al rozar con la mano la carne verde, lanzo un grito de dolor: —?Cuidado! No lo toqueis. Esto quema. Su mano izquierda se cubrio de pustulas blanquinosas.

—?Como un celentereo! Ya sabeis el poder urticante de las medusas. Es el mismo resultado, quiza con identico procedimiento. Si se toca, escuece. Su mano se hincho rapidamente, con dolor sensible, pero el efecto no duro mas que dos dias.

Mientras tanto, la nube verde de las hidras permanecia inmovil. Estabamos por alli, inquietos temiendo marcharnos, por si atacaban de nuevo, y tambien por si mientras Honneger no intentaba un golpe de fuerza sobre el pueblo.

Las propias hidras debian sacarnos de nuestra indecision.

—?En retirada! — grito de pronto Miguel, que las observaba. Saltamos hacia el coche. Vandal penetro en el, despues Miguel y finalmente yo mismo. Estaba cerrando la portezuela, cuando una hidra se precipito sobre el coche, aplastandose contra el techo, que afortunadamente resistio el embate. Las demas, en una ronda infernal, rodeaban a toda marcha el camion, en un fantastico carrusel.

Apresuradamente, levante el cristal, observando el espectaculo, dispuesto a intervenir. Se produjo un nutrido escopetazo. Ciertamente, los de la guardia no economizaban la polvora. Las hidras heridas caian al suelo,

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