sorpresa, Miguel, con 706 votos —?era muy popular entre el elemento femenino! — , y yo, con 700 votos. Supe despues que Luis habia hecho campana en mi favor, alegando que yo sabria encontrar el hierro y carbon necesarios. ?El dueno del Cafe Principal, con gran despecho suyo, solo obtuvo 346!

Lo que mas nos sorprendio fue la insignificante proporcion de campesinos elegidos. Quiza, en aquellas extranas circunstancias, los electores se fijaron en los que por sus conocimientos serian mas capaces de sacar partido de todo; puede ser tambien que desconfiasen los unos de los otros, y optaran por elegir a hombres ajenos a las querellas del pueblo.

Como se imponia, ofrecimos la presidencia a Charnier. Este rehuso, y, finalmente, se designo por turno al maestro y al parroco. Por la noche, Luis, que compartia una habitacion con Miguel y conmigo, nos dijo:

— Es necesario formar bloque. Vuestro tio vendra con nosotros. Creo que podemos contar con el maestro. Seremos cinco, es decir, la mayoria. Sera menester imponer nuestros puntos de vista, lo que no siempre sera facil. Tendremos el apoyo de los obreros, quiza el de los ingenieros, y aun el de una parte de la gente del pueblo. No hablo de esta forma por ambicion personal, pero creo sinceramente que somos los unicos que claramente sabemos lo que hace falta para dirigir este fragmento de tierra.

— En realidad — dijo Miguel—, tu nos propones una dictadura.

—?Una dictadura? No, pero si un gobierno fuerte.

— No veo muy clara la diferencia — dije yo—, pero creo, en efecto, que es necesario. Tendremos oposicion…

— El senor cura… — aventuro Miguel.

— No es seguro — corto Luis—. Es inteligente, y como nosotros no vamos, en modo alguno, a meternos con la cuestion religiosa, podemos tenerle incluso con nosotros. ?Los campesinos? Tendran tanta tierra como puedan cultivar. No hay nada en el colectivismo moderado que estoy proyectando, exclusivamente para la industria, que pueda inquietarles. No, las dificultades van a provenir del espiritu de rutina. Al menos en un futuro proximo. Mas tarde, dentro de algunas generaciones, el problema podra ser otro. Hoy se trata de subsistir. Y si comenzamos a pelearnos o a permitir que reine el desorden…

— Conforme, estoy de acuerdo.

— Yo tambien — dijo Miguel—. ?Si me hubieran dicho que formaria parte de un Directorio!

La primera reunion del Consejo se dedico a la distribucion de «carteras».

— Comencemos por la de Educacion Nacional — dijo Miguel—. Propongo que el senor Bournat sea nuestro ministro. No podemos, a ningun precio, dejar que nuestra herencia se pierda. Cada uno de nosotros, «los cientificos», debera escoger entre los alumnos de la escuela aquellos que nos parezcan mas aptos. Les ensenamos, primero, el aspecto practico de nuestras ciencias respectivas. La teoria se ensenara a los mas capaces, si los hay. Sera menester, tambien, escribir los libros necesarios para completar la biblioteca del observatorio, que es, afortunadamente, vasta y eclectica, y la de la escuela.

— Muy bien — dijo Luis—. Propugno para la Industria al senor Estranges; el senor Charnier, Agricultura; tu, Juan, te haces cargo de las Minas, puesto de mucha importancia. El senor cura tendra la administracion de Justicia y de Paz, y el senor maestro las Finanzas, ya que el estudio de la economia politica era su pasatiempo. Seria necesario establecer una moneda o cualquier medio de cambio.

—?Y yo? — pregunto Miguel.

— Tu puedes dirigir la policia.

—?Yo, «poli»?

— Si, un lugar dificil: el censo y empadronamiento, requerimientos, Orden Publico, etc. Tu eres popular, esto, te ayudara.

—?No voy a durar mucho tiempo! Y tu, ?de que te haces cargo?

— Un momento. Maria Presle se ocupara de la Sanidad Publica, asistida por el doctor Massacre y el doctor Julio. Para mi, si os parece bien, el Ejercito.

—?El Ejercito? ?y por que no la Flota?

—?Quien sabe lo que este planeta nos reserva? ?Y me sorprenderia mucho si nuestro habitante del castillo no hace muy pronto alguna de las suyas!

Luis no creia ser tan exacto. Al dia siguiente, numerosos ejemplares de un cartel «impreso» aparecio por nuestras calles. Su texto era:

Ciudadanos y campesinos: un pretendido comite de Salud Publica ha empunado el poder bajo una apariencia de democracia. ?Quienes componen este Consejo? ?Cinco extranjeros sobre nueve miembros! Un obrero, tres intelectuales, un ingeniero y un maestro. Total seis votos contra tres votos campesinos y el del senor cura, arrastrado, a pesar suyo, en esta aventura. ?Que puede saber esta Junta de vuestras legitimas aspiraciones? ?Quien, en cambio, mejor que yo, gran propietario rural, podria compartirlas? ?Venid conmigo y pondremos en la calle a toda esta pandilla! Podeis encontrarme en el Vallan.

Firmado: JOAQUIN HONNEGER

Luis canto victoria.

— Os lo habia dicho, hay que tomar medidas.

La primera de ellas fue la de requisar todas las armas y distribuirlas a una guardia seleccionada entre los elementos de confianza. Se organizo con cincuenta hombres, bajo el mando de Simon Beuvin, teniente de la reserva. Este embrion de ejercito era, a pesar de todo, una fuerza apreciable.

Por aquel tiempo, tuvimos la confirmacion de nuestra soledad. Los ingenieros, ayudados por Miguel y mi tio, lograron montar un aparato emisor de bastante potencia, Radio Telus. Habiamos designado a nuestro nuevo mundo Telus, en recuerdo de la Tierra, de la cual era el nombre latino. La luna mayor fue Febo, la segunda Selenio y la tercera Artemis. El sol azul fue Helios, y el rojo, Sol; bajo estos nombres, vosotros los conoceis.

Con emocion, Simon Beuvin lanzo las ondas al espacio. Quince dias seguidos repetimos la experiencia en una gama muy variada de longitudes de onda. No llego ninguna respuesta. Dado que escaseaba el carbon, fuimos espaciando nuestras llamadas hasta una sola por semana. Hubo que resignarse: alrededor nuestro no habia mas que soledad. Quiza algunos pequenos grupos sin radio.

III — LAS HIDRAS

Aparte de otros pasquines del mismo estilo, rapidamente destruidos, Honneger no volvio a manifestarse. No pudimos apresar con las manos en la masa a los que pegaban los carteles, pero el dueno del castillo debia muy pronto recordarnos su existencia de una manera tragica. ?Os acordais de Rosa Ferrier, la muchacha que salvamos el primer dia de las ruinas de su casa? Aunque muy joven — tenia entonces dieciseis anos—, era la mas bonita del pueblo. El maestro nos habia advertido que antes del cataclismo Carlos Honneger le hacia la corte a menudo. Una noche roja fuimos despertados por unos disparos. Miguel y yo saltamos de la cama, precedidos, a pesar de todo, por Luis. Al salir de la casa nos topamos con gentes excitadas, corriendo en la purpura seminocturna. Pistola en mano, marchamos a toda prisa en la direccion de los disparos. El piquete de guardia ya estaba alli, y pudimos oir a los fusiles de caza, mezclados al chasquido del «Winchester» del viejo Boru, enrolado en la guardia como sargento. Se produjo un resplandor, que fue en aumento: una casa estaba ardiendo. La batalla parecia confusa. Cuando llegamos a la plaza del pozo, las balas silbaban a nuestro alrededor, seguidas por el tecleo de una arma automatica: los asaltantes tenian ametralladoras. Trepando, nos juntamos a Boru.

— Pesque a uno — nos dijo, satisfecho—. Al vuelo. Como en otro tiempo a las gamuzas.

—?A quien? — inquirio Miguel.

— No lo se. Uno de estos puercos que nos atacan.

Sonaron todavia algunos disparos, seguidos por un grito de mujer:

—?A mi! ?socorro!

— Rosa Ferrier — dijo Luis—. ?Este canalla de Honneguer se la lleva!

Una rafaga de fusil ametrallador nos obligo a esconder la cabeza. Los gritos decrecieron en la lejania. Un coche se puso en marcha.

— Aguarda un poco, cochino — grito Miguel.

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