Beck miro el te de Harry y luego sorbio un poco de agua de su vaso.

—Bien, Jerry se quedo con aquel grupo y yo me largue. Supuse que no volveria a verle y que podia volver a los terrenos del senor Wilson, pero me encontre con una anciana y su hija. Vivian en una casita en medio de un almendral y no tenian armas. Nadie las molestaba porque estaban alejadas de la carretera, y no habian salido desde la caida del cometa. La chica tenia diecisiete anos y estaba enferma, con mucha fiebre, tal vez a causa del agua. Cuide de ellas y me mantuvieron.

—?De que vivias? —le pregunto el alcalde Seltz.

—Principalmente de almendras. Ademas la senora tenia algunas conservas y un par de sacos de patatas.

—?Que les ocurrio? —quiso saber George Christopher.

—A eso iba. —Hugo Beck se estremecio—. Llevaba alli tres semanas. Cheryl, la chica, estaba muy mal, pero las obligue a hervir el agua y fue reponiendose. Estaba ya bastante bien cuando. —Beck se interrumpio, luchando visiblemente por dominarse. Tenia lagrimas en los ojos—. Me gustaba de veras. —Se interrumpio de nuevo. Todos esperaron.

»No podiamos ir a ninguna parte a causa de la senora Home, la abuela de Cheryl. La senora Horne nos decia que nos marcharamos antes de que alguien nos encontrara, pero no podiamos dejarla alli. —Beck se encogio de hombros—. Asi que nos encontraron. Primero paso un jeep. No se detuvo, pero sus ocupantes parecian matones. Supongo que ellos dieron el aviso, porque poco despues se presentaron diez tipos armados y nos cogieron. No dijeron ni una palabra. Nos metieron a Cheryl y a mi en el camion y se nos llevaron. Supongo que algunos de los otros se quedaron en la casa con la senora Horne. Por lo que sucedio luego, estoy seguro de eso. No iban a desperdiciar un lugar como aquel. Seguro que la mataron.

»Recorrimos varios kilometros en el camion. Oscurecia cuando llegamos alli. Habian encendido fogatas, tres o cuatro. Les pregunte una y otra vez que iban a hacernos, y ellos siempre me decian que me callara. Finalmente, uno de ellos me dio un punetazo, y ya no dije nada mas. Cuando llegamos al campamento nos encerraron con otra docena de personas, vigilados por tipos armados.

»Algunas de aquellas personas estaban heridas, cubiertas de sangre. Tenian heridas de bala, cuchilladas, huesos rotos... —Hugo se estremecio de nuevo—. Nos alegramos de no haber opuesto resistencia. Dos de los heridos murieron mientras esperabamos. Estabamos rodeados de alambre espinoso, tres tipos con metralletas nos vigilaban, y otros muchos armados iban de un lado a otro.

—?Llevaban uniformes? —pregunto Deke Wilson.

—Algunos si. Uno de los tipos con metralleta. Era un negro con galones de sargento.

Ahora Hugo parecia hablar con desgana. Las palabras le salian lentamente, con esfuerzo.

Al Hardy miro inquisitivamente al senador, el cual hizo un gesto de asentimiento. Al se volvio a Eileen, que seguia en el umbral. Ladeo la cabeza hacia el estudio, y ella salio, caminando apresuradamente para no perderse el relato.

—Cheryl y yo hicimos hablar a los prisioneros —dijo Hugo Beck—. Habia habido una guerra, y ellos la perdieron. Eran granjeros, y tenian un grupo como el del senor Wilson, creo, un punado de vecinos que querian que les dejaran en paz.

—?Donde ocurrio eso? —pregunto Deke Wilson.

—No lo se, pero no importa. Ya no estan alli.

Eileen regreso con un vaso a medio llenar. Se lo ofrecio a Hugo Beck.

—Tenga.

El hombre bebio, parecio sorprendido y bebio de nuevo, vaciando la mitad del liquido.

—Gracias, muchas gracias. —El whisky afirmo su voz, pero no cambio la expresion atormentada de su mirada—. Entonces llego el predicador. Se acerco a la alambrada y empezo a hablar. Estaba muy asustado y no recuerdo todo lo que dijo. Se llamaba Henry Armitage, y estabamos en manos de los Angeles del Senor. Hablo y hablo, a veces con naturalidad, otras en un tono declamatorio, como si estuviera en el pulpito. Dijo que todos habiamos sido salvados, habiamos superado el fin del mundo y teniamos una finalidad en esta vida. Teniamos que completar la obra del Senor. El Martillo de Dios habia caido, y el pueblo de Dios tenia una mision sagrada. Lo que escuche con mas atencion fue la alternativa que nos propuso: unirnos a ellos o morir. Si nos uniamos, tendriamos que disparar contra los que no lo hicieran, y entonces..

—Espera un momento. —La voz de George Christopher mostraba una mezcla de interes e incredulidad—. Henry Armitage era un predicador de la radio. Solia escucharle. Era un buen hombre. ?Ahora dices que se ha vuelto loco?

A Hugo le costo mirar directamente a Christopher, pero hablo con voz bastante firme.

—Esta completamente ido, senor Christopher. Todos sabeis que la caida del cometa ha enloquecido a mucha gente. Armitage tenia mas motivos que la mayoria.

—Pero lo que decia tenia sentido, siempre. De acuerdo, continua. ?Que le hizo volverse loco y por que te lo dijo a ti?

—?Pero eso formaba parte de su discurso! Nos dijo que sabia que el Martillo de Dios traeria el fin del mundo. Advirtio al mundo lo mejor que pudo, por la radio, la television, los periodicos...

—Eso es correcto —dijo George.

—Y el ultimo dia reunio cincuenta buenos amigos, no solo miembros de su congregacion, sino amigos, junto con su familia, y subio a lo alto de una montana para observar. Vieron tres impactos. Aguantaron aquella misteriosa lluvia que empezo con bolitas de barro caliente y termino como el Diluvio Universal, y Armitage espero la llegada de los angeles.

»Ninguno de nosotros se rio cuando dijo eso, pues no eran solo los prisioneros los que escuchaban, sino muchos.. Angeles del Senor, como se llaman a si mismos, que le habian rodeado y eran todo oidos. De vez en cuando exclamaban ?amen! y agitaban sus armas ante nosotros. No nos atreviamos a reirnos.

»Armitage espero a que llegaran los angeles en busca de su rebano, pero nunca llegaron. Con el tiempo, bajaron la colina, en busca de seguridad.

»Anduvieron por la orilla del mar de San Joaquin, y vieron cadaveres por todas partes. Algunos de los amigos de Armitage perdieron la esperanza y murieron. El hombre estaba desesperado. Descubrieron toda clase de horrores, lugares en donde habian estado los canibales. Algunos de ellos enfermaron, y un par de ellos fueron muertos a tiros cuando trataban de entrar en una escuela medio inundada...

—Vaya al grano —dijo el senador.

—Si, senor. Lo estoy intentando. La parte que sigue es nebulosa. Durante todo ese tiempo. Armitage trato de imaginar donde habian ido los angeles, por asi decirlo. Y en algun punto de su vagabundeo lo descubrio. Aqui encaja Jerry Owen, de alguna manera.

—?Owen?

—Si. Owen se habia unido a aquel grupo. Segun el, hizo que Armitage volviera a la vida. No se si algo de eso es cierto, pero se con certeza que en cuanto Jerry le pesco, Armitage se unio a la banda de canibales, que ahora se llama Ejercito de la Nueva Hermandad y esta dirigido por los Angeles del Senor.

—?Y Jerry Owen es su general? —pregunto George Christopher. Aquello parecia divertirle.

—No, senor. Ignoro cual es su posicion. Desde luego, es un dirigente, pero no creo que sea tan importante. Dejenme que les diga esto, por favor. Tengo que decirselo a alguien. —Alzo el vaso de whisky y se lo quedo mirando—. Esto es lo que Armitage dijo a los canibales, y lo que nos dijo a nosotros.

Hugo se concedio tiempo para pensar mientras terminaba el whisky. Harry penso que Hugo lo estaba haciendo bien, que no iba a tener problemas por su culpa.

—Nos dijo que la obra del Martillo no ha terminado, que Dios no pretendio terminar con la humanidad, sino que su proposito fue solo destruir la civilizacion, de manera que el hombre pudiera vivir de nuevo como Dios lo desea. Se ganara el pan con el sudor de su frente. Ya no contaminara la tierra y el mar y el aire con la basura de una civilizacion industrial que le aleja mas y mas del camino de Dios. Algunos de nosotros hemos sido salvados para terminar la obra realizada por el Martillo de Dios.

»Y los que han sido salvados para ese fin son los Angeles del Senor. No pueden errar. El asesinato y el canibalismo son cosas que hacen cuando deben, y no manchan sus almas. Armitage nos exigio que nos unieramos a los Angeles.

»En ese momento, unas doscientas personas agitaban metralletas, escopetas, hachas y cuchillos de carnicero. Una muchacha agitaba un tenedor, lo juro, esa clase de tenedor con dos largas puas que va en los

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