juegos de trinchar... y todo aquello era bastante convincente. Pero Armitage era el mas convincente de todos. Usted le ha oido, senor Christopher, y sabe que puede ser tremendamente convincente.

Christopher no dijo nada.

—Y los otros gritaban «Aleluya» y «Amen», y alli estaba Jerry, blandiendo un hacha y gritando con el resto de ellos. Pude ver en sus ojos que el era el causante de todo aquello. Me miro como si nunca me hubiera visto antes, como si no le hubiera dejado vivir en mi granja durante meses.

El senador, sentado en aquel sillon a modo de trono, alzo la vista. Habia estado escuchando con los ojos entornados.

—Espera un momento, Hugo —le dijo—. ?No fundaste el Shire con esa misma intencion? Una vida natural, todo organico y autosuficiente, nada de jerarquias ni contaminacion. ?No era precisamente eso lo que buscabas? Porque parece como si ese Armitage quisiera lo mismo.

Aquel comentario sobresalto a Hugo Beck.

—Oh, no, senor. No. Ya estaba harto de eso antes de que cayera el cometa, y despues... Senador, nunca nos dimos cuenta de la cantidad de cosas modernas que teniamos. ?Hasta teniamos dos hornos de microondas! Y aquel maldito molino de viento nunca produjo suficiente electricidad para mantener las baterias cargadas, y mucho menos para hacer funcionar las microondas, y despues de que cayera el cometa lo destrozaron los huracanes. Tratamos de cultivar la huerta sin usar insecticida, solo con fertilizante organico, y no fueron los seres humanos los que comieron la mayor parte de la cosecha, sino los bichos. Despues de aquella experiencia yo queria echar insecticida, pero no lo hicimos, y un dia tras otro alguien tenia que sentarse en el polvo y sacar bichos de las lechugas. Y teniamos el camion, un arado rotatorio y una segadora electrica. Teniamos un equipo de alta fidelidad, una coleccion de discos, luces estroboscopicas y guitarras electricas. Teniamos un lavavajillas y una secadora de ropa, pero colgabamos las ropas a secar para ahorrar gas. Oh, si, a veces tambien lavabamos a mano la ropa, pero siempre habia alguna ocasion especial en que no queriamos molestarnos.

»Y aspirina, agujas, imperdibles, una maquina de coser y una gran estufa de hierro forjado fabricada en Maine nada menos...

—Entonces debo entender que no estabas de acuerdo con Armitage —dijo el senador Jellison.

—No, pero mantuve la boca cerrada y observe a Jerry. Parecia importante, e imagine que si el podia unirse a aquella banda y tener su propia hacha, tambien yo podria hacerlo. Cheryl y yo hablamos de ello en voz baja, porque ellos no aguantarian que ninguno de nosotros interrumpiera a Armitage, y estuvimos de acuerdo en que nos uniriamos al grupo. ?Que otra cosa podiamos hacer? Asi que nos unimos. De hecho, todos lo hicieron aquella vez. Mas tarde hubo dos que retrocedieron, en el ultimo...

Parecio como si Hugo tuviera un nudo en la garganta. Paseo su mirada angustiada por la estancia, y no encontro simpatia en nadie. Prosiguio apresuradamente su relato.

—Primero teniamos que matar a los que no quisieran unirse a la banda. Creo que nos hubieran dado cuchillos para hacerlo, pero no fue necesario, porque todo el mundo se unio. Luego habia que cocer a los muertos. Eso lo hicimos, porque cuatro prisioneros habian muerto por heridas de bala. Un tipejo con aspecto conejil nos dijo que no podiamos utilizar a dos de ellos porque no parecian bastante saludables. ?Solo los sanos eran comestibles! Mas tarde hable con el y... —Hugo parpadeo.

»No importa. Habia dos grandes cacerolas. Teniamos que descuartizar a los muertos, y Cheryl fue sintiendose mal. Tuve que ayudarla. Nos dieron cuchillos y troceamos los cuerpos, y aquel medico con aspecto de conejo lo inspeccionaba todo antes de echarlo a la cacerola. Una mujer cogio un cuchillo de carnicero y se quedo mirando aquella... la mitad inferior de un hombre muerto. Entonces alzo las manos y echo a correr hacia un guardia. La mataron a tiros y el tipo aquel la inspecciono y luego la descuartizamos a ella tambien.

»Y mientras el... cocido... iba haciendose, Armitage no dejaba de predicar. Podia hacerlo durante horas sin detenerse. Todos los angeles decian que aquello era una senal milagrosa, que un hombre de su edad pudiera predicar sin cansarse. Gritaba que nada les estaba prohibido a los Angeles del Senor, que nuestros pecados no eran perdonados. Llego el momento y comimos. Un tipo que habia soportado bien la carniceria no pudo comer. Entonces nos obligaron a derribarlo al suelo y degollarlo.

Hugo se detuvo, sin aliento, y el silencio se hizo en la estancia.

—?Y tu comiste? —pregunto el senador Jellison.

—Si, comi.

—Supongo que no pensaras que puedes quedarte aqui despues de eso —dijo George Christopher casi con amabilidad.

Harry miraba a las mujeres. Eileen estaba serena, pero Harry observo que evitaba mirar a Hugo. La cosmonauta sovietica, en cambio, le miraba horrorizada. A Harry le recordo la manera en que su hermana habia mirado a una enorme arana que corria por la banera que estaba a punto de llenar. Aquella mujer tenia los ojos muy abiertos y miraba fijamente a Hugo.

?Vean ahora! El capitalista tipico muestra ciertas tendencias que tenia latentes, de las cuales el asesinato y el canibalismo...

Harry rogo que nadie mirase en su direccion. Nadie mas sentia el impulso de echarse a reir. Tenia ganas de esconderse bajo la mesa.

—No, se que no puedo quedarme aqui, ni en ninguna parte. En eso estriba su fuerza. Una vez has comido carne humana, ?adonde puedes ir? Eres uno de ellos, y ese loco predicador te dice que todo esta bien. Eres un Angel del Senor. No puedes hacer nada malo, excepto huir, y entonces eres un apostata. —Bajo el tono de voz y anadio—: Esa es su fuerza, y les va bien. Cheryl no quiso huir conmigo. Iba a entregarme a aquella gente, y tuve que matarla. Era la unica forma de salir de alli... Ojala no lo hubiera hecho, pero no tenia mas remedio.

—?Cuanto tiempo estuviste con ellos? —le pregunto Al Hardy.

—Unas tres semanas. Hubo otra guerra e hicimos mas prisioneros. Todo fue igual que antes, solo que ahora yo estaba fuera de la alambrada, con una pistola y gritando aleluya. Nos dirigimos de nuevo hacia el norte, hacia las tierras del senor Wilson, y cuando vi a Harry no me atrevi a hablarle. Pero al ver que le dejaban libre...

—?Te dejaron libre? —pregunto el senador.

—Si, senor, pero se llevaron el camion —dijo Harry—. Tengo un mensaje para usted, de los Angeles del Senor. Por eso me soltaron. Cuando me capturaron les dije que era su cartero, que estaba bajo su proteccion, y les mostre aquella carta que usted escribio. Se echaron a reir, pero entonces Jerry Owen dijo...

—Owen de nuevo —dijo Christopher—. Sabia que debia matarle.

—Asi que Owen es uno de los lideres —dijo Al Hardy.

Harry se encogio de hombros.

—Le escuchan, pero el no da ninguna orden, o al menos nunca vi que lo hiciera. Dijo que yo seria la persona mas indicada para traerle un mensaje, y lo he traido. Habia andado algunos kilometros por la carretera cuando Hugo me dio alcance, y despues de que me dijera como estaban las cosas aqui, pense que deberia oir esa historia antes de leer la carta que le han enviado.

—Si. Has hecho bien, Harry —dijo Jellison—. ?Que dices, George? Beck fue expulsado por orden tuya.

Christopher parecia aturdido por todo lo que habia oido.

—Podemos darle veinticuatro horas. Que pase aqui la noche y le daremos tres comidas como es debido.

—Creo que deberiamos leer ese mensaje antes de decidir nada —dijo Al Hardy—. Y necesitamos mucha mas informacion. ?Que fuerza tienen, Hugo? Has dicho que son unos mil hombres. ?Es un calculo correcto?

—Es lo que Jerry Owen dijo que le habia dicho el sargento Hooker. Creo que es mas o menos correcto. Pero cada vez son mas. Se han apoderado de Bakersfield. Todavia no se han organizado ahi, pero son los duenos, y su gente anda buscando entre los restos de la ciudad... armas y reclutas.

—?Asi que son mas de un millar?

—Creo que si, pero quiza no todos esten armados, ni muchos de ellos reclutados todavia.

—Parece que estan en condiciones de doblar sus efectivos despues de una... una ceremonia de iniciacion —dijo Hardy—. Tenemos problemas. Has mencionado al sargento Hooker. ?Quien es?

Beck se encogio de hombros.

—Solo se que manda mucho. Es un militar negro, o al menos lleva uniforme militar. Hay generales y otros jefes, pero el sargento Hooker los supera a todos en rango. No le he visto mucho. Tiene su propia tienda, y cuando va a alguna parte le llevan en un coche lleno de guardaespaldas. Armitage le habla siempre con mucha

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