tenia mal aspecto, pero tal vez solo se debia a la palida luz amarilla de la lampara de keroseno—. Hemos tenido un breve contacto por radio con gente al otro lado del San Joaquin —anadio el senador—. Alli habia muchos yacimientos petroliferos, y parece que hay supervivientes. Por la radio parecian amistosos, pero vete a saber. Averigua cuanto puedas. Tal vez lo sepan los de la central nuclear. Podrian ser aliados, y Baker tiene autoridad para hacer tratos. Tu no, pero conoces las condiciones mejor que Johnny. El necesitara tu consejo.

Tim se quedo pensativo.

—Todo el mundo ha supuesto que la gente de la central nuclear nos recibira bien, pero ?y si no es asi? Yo creia que mi observatorio... Bueno, ?que hacemos si son hostiles?

—En ese caso Baker tiene instrucciones —dijo Jellison—. Advertidles del peligro de los canibales y dejadles solos.

—Y ved lo que se puede salvar en el valle —dijo Hardy—. No podemos dejar que este gasto de gasolina y mano de obra sea inutil.

Un ranchero asomo la cabeza por la puerta.

—Los exploradores han vuelto —anuncio—. Todo esta bien. Tenemos los botes.

Hardy asintio.

—Bien Hamner, despidete. Ahora averiguare con exactitud cuanto nos cuesta todo esto.

Tras decir aquellas palabras en tono disgustado, Hardy salio de la estancia.

Bajo la poblada barba negra, los labios de Dan Forrester formaban una linea dura. Forrester no siempre mostraba su enojo. Ahora se mostraba en su forma de farfullar las palabras.

—Abandonar la central nuclear no seria la solucion optima —dijo.

—La salvaremos. Tu custodia el frente civil.

Tim salio a la fria noche. Faltaban cuatro horas para el alba.

Cuando el camion se alejo, Maureen se esforzo por contener las lagrimas. Contemplo las luces traseras hasta que se desvanecieron en la carretera del sur.

Penso que todo aquello era logico. Si tenian que enviar una expedicion, era logico que la mandara Johnny Baker. La gente le conocia. Podian reconocerle o al menos sabian quien era, y nadie mas en la fortaleza reunia esas condiciones. George Christopher y los demas que iban a caballo podrian avanzar por el lado oriental del valle, sin bajar las colinas, buscando ranchos, valles organizados y gente a la que pudieran reclutar para resistir el ataque de los canibales. Pero nadie al otro lado del San Joaquin habria oido hablar de los Christopher, y en cambio conocerian a Johnny Baker. Johnny era un heroe.

Maureen no deseaba entrar. Alli estarian Al Hardy y Harvey Randall, trabajando con el doctor Forrester, planeando la actividad del dia siguiente, localizando suministros y productos quimicos que Forrester podria usar. Tambien su padre estaria alli. No queria ver a Harv en aquellos momentos, ni tampoco a su padre.

—No soy mas que un premio en un maldito concurso —dijo en voz alta—, en un cuento de hadas. ?Por que nunca habla nadie en favor de la princesa?

Dificilmente podia culpar a su padre por aquella situacion, aunque se sentia tentada a hacerlo. Pero no podia negar la logica de las cosas.

Era preciso que la fortaleza tuviera aliados, gente que se les pudiera unir para luchar contra los canibales, y aquella gente estaba solo en las montanas, donde los hombres no podian llegar mas que a pie o a caballo. En su mayoria serian de la region. Era logico enviar a veinte personas del lugar que subirian a las montanas a caballo, dirigidas por uno de ellos, un buen jinete: George Christopher.

Y, gracias a la suave extorsion de Forrester, era preciso salvar la central nuclear. Pero, cortados todos los vinculos con el exterior, ?como sabrian los defensores distinguir a los amigos de los enemigos? Lo mejor era enviar a un hombre con cierta autoridad militar, un hombre que cualquier adulto norteamericano reconoceria en medio de la niebla o en una noche sin luna: el general Johnny Baker.

Quedaba, pues, Harvey Randall para trabajar con el doctor Forrester, al que habia conocido en una vida anterior, en la preparacion de las armas para defender la fortaleza.

Y asi los caballeros cabalgaban en todas direcciones, y el que regresara con el premio —su vida— heredaria a la princesa y la mitad del reino. Todos podian regresar. Si, podria suceder. ?Pero cuando tendria eleccion la princesa?

—Hola.

Ella no se volvio a mirar.

—Johnny es tan notorio... —musito.

—Si —dijo Harv. Se pregunto en silencio si los Angeles que odiaban la central nuclear sentirian algo parecido hacia el programa espacial. Alguien como Jerry Owen reconoceria a Baker con la misma rapidez que cualquier empleado de la central nuclear—. Por eso esta aqui —anadio al cabo de un rato.

Como ella no respondio, ni siquiera se volvio, Harvey volvio a entrar en la casa.

Habia cuatro botes para veinte hombres. Dos eran pequenos yates a motor con camarote, pequenas embarcaciones de fibra de vidrio utilizadas en los lagos interiores y propulsadas por motores fuera borda. Habia tambien un esquife de fondo plano, propulsado igualmente por un fuera borda, y el Cindy Lu, que era una especie de bomba, un bote de seis metros de largo con el espacio justo en el centro para que se sentaran dos personas. El resto estaba ocupado por un enorme motor interno recubierto de cromo brillante.

El Cindy Lu habia perdido la mayor parte de su pintura metalica anaranjada. El cromo no brillaba cuando Johnny Baker la iluminaba con la linterna. Era una embarcacion de carreras, pero no correria mucho llevando a remolque una balsa con bidones de petroleo a modo de flotadores y cargada de suministros.

—Esto ha sido todo un hallazgo —dijo Horrie Jackson—. Podemos usarla para...

—?Es maravillosa! ?A quien le importa su utilidad?

El lider del campamento de pescadores se echo a reir.

—Un poco estrecha, ?no? Pero el senador queria algo que pudiera remolcar una carga. Me parece bien disponer de un vehiculo rapido, por si tenemos que huir repentinamente.

—No vamos ahi para huir —le dijo Baker.

Jackson sonrio, mostrando que le faltaba un diente.

—General, yo voy porque me han contratado. Algunos de mis muchachos van porque el hombre del senador dijo que llevaria a sus mujeres a ese valle y las mantendria durante el invierno. No se que hace aqui el ultimo de los astronautas.

—?No le importa? —pregunto Baker—. ?No cree que vale la pena salvar esa central? ?Podria ser la ultima central nuclear de la Tierra!

Jackson meneo la cabeza.

—General, despues de lo que he visto, no puedo pensar mas que en el presente inmediato, y todo lo que se en este momento es que usted va a alimentarme algun tiempo. Recuerdo... —Enarco las cejas—. Parece que fue hace mucho tiempo. Los periodicos clamaban porque el gobierno iba a instalar una central nuclear en nuestra region y hablaban de las posibilidades de accidentes... No recuerdo los detalles, pero no me emociona ir a salvar una central atomica.

—Ni ninguna otra cosa —dijo Jason Gillcuddy—. Es el sindrome del desastre.

—Subamos a bordo —dijo friamente Horrie Jackson.

Tim Hamner hizo su eleccion: uno de los botes tenia un toldo, que servia de proteccion contra la lluvia. Se sento al lado de Hugo Beck. Era preciso romper el aislamiento de aquel hombre. Mark y Gillcuddy subieron al mismo bote. Horrie Jackson se sento en el asiento del piloto y luego miro a su alrededor. Vio que Johnny Baker estaba al mando de la Cindy Lu.

—Supongo que no sera demasiado rapida para un astronauta, pero no se mojara tanto bajo el toldo.

Baker se echo a reir.

—?Que le importa un poco de lluvia a un hombre enamorado? —replico, poniendo en marcha el motor.

La pequena flota se aparto lentamente de la orilla y avanzo por el mar interior. Las aguas eran peligrosas, con las copas de los arboles que sobresalian, los detritus flotantes y los postes telefonicos. Horrie Jackson abria el camino en su pequeno yate con camarote. La parte superior de un silo indicaba el lugar donde debia hallarse un granero sumergido. Horrie maniobro con el timon; parecia saber exactamente donde debia girar para encontrar el

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