canal entre las islas y obstrucciones.

La noche no era totalmente oscura. Una debil luminosidad entre la lluvia senalaba a la luna oculta por la constante cubierta de nubes.

Mark saco tortas de maiz y las ofrecio a sus companeros. Llevaban bolsas de harina de maiz y bastantes tortas para alimentarse mientras cruzaran las aguas..., o fueran bastantes hasta que Hugo Beck puso una de ellas en la mano de Horrie.

—?Eh! —exclamo Horrie. La mordio, luego se la metio toda en la boca y trato de hablar a pesar de aquella masa—. Aqui tengo pescado seco. Tomadlo. Es todo vuestro. Quiero todas las tortas de que podais prescindir, todas para mi.

Mark le miro estupefacto.

—?Que tienen de especial las tortas de maiz?

Horrie termino de tragar la torta.

—Tienen de especial que no son pescado. Mira, tengo la impresion de que todo el mundo se muere de hambre, excepto nosotros. No pasamos hambre, aunque nos fue muy mal durante un par de meses. Luego, de repente, empezamos a encontrar pescado en todas partes, pero solo de dos clases, barbos y carpas. El unico problema es cocinarlos. Nosotros...

—?Espera! —exclamo Mark—. ?Has dicho carpas?

—Eso parecen, pero son mayores que las carpas doradas corrientes. Es lo que estas comiendo ahora. Gary Fisher dice que la carpa puede alcanzar cualquier tamano. Los barbos siempre estuvieron ahi, en los arroyos. Anda, pasame esa bolsa de tortas.

Cumplieron los deseos de Horrie, y Tim comio con entusiasmo. Hacia mucho tiempo que no probaba pescado, y era bueno, aunque estuviera seco. Se pregunto por que de repente habia tanto pescado, pero pronto cayo en la cuenta de que las fuentes alimenticias de los peces habian aumentado considerablemente con tantos cuerpos muertos que flotaban en el agua. Aquel pensamiento solo le molesto un instante.

—?Pero por que hay tantas carpas doradas? —quiso saber Mark Czescu.

Gillcuddy se echo a reir.

—No es dificil imaginarlo. Tenemos un mar de agua dulce cuyo caudal va en aumento. Por otra parte, tenemos una sala de estar con una pecera que contiene una carpa dorada. El agua sube, entra por las ventanas y, de repente, el mas docil de los animalitos domesticos es expulsado de su encierro y va a parar al ancho mundo. «?Al fin libre!», grita. —Gillcuddy mordio un filete de carpa y anadio—: La libertad tiene su precio, naturalmente.

Horrie comia tortas de maiz sin decir nada.

Mark rebusco en sus bolsillos y saco un pequeno fragmento de puro. Se lo metio en la boca y lo mastico.

—Seria capaz de matar a alguien por un Lucky Strike —dijo.

—Puede que tengas la oportunidad de hacerlo —comento Jason Gillcuddy.

Mark sonrio en la oscuridad.

—Asi lo espero. Por eso me ofreci voluntario.

—?De veras? —le pregunto Tim.

—No, no fue por eso, sino porque cualquier cosa es mejor que partir rocas.

Algo paso por la mente de Gillcuddy que le hizo reir.

—Veamos —dijo—. Serias capaz de matar por un cigarrillo Lucky. ?Mutilarias a alguien por un Tareyton?

—?Desde luego! —exclamo Mark.

—Y supongo que llenarias a uno de insultos por un Carlton —dijo Hugo Beck. Todos rieron, pero brevemente. Hugo Beck todavia les ponia nerviosos.

—Ahora ya sabeis por que estoy aqui —dijo Mark—. Pero, ?y tu, Tim?

Tim meneo la cabeza.

—En su momento me parecio una buena idea. No, olvidad que he dicho eso. Parece como si debiera algo a alguien... —La gente a la que habia dejado atras cuando escapaba del desastre en el coche, los policias que se esforzaban para limpiar de escombros un hospital mientras una ola inmensa avanzaba hacia ellos... —Y Eileen esta embarazada.

No dijo mas, y al cabo de un momento Horrie Jackson le pregunto sin mirarle.

—?Y que vas a hacer?

—Tendre un nino. ?Te das cuenta?

Hugo Beck intervino aunque nadie le habia preguntado.

—Yo estoy aqui porque nadie se digna mirarme en la fortaleza.

—Me alegro de que estes aqui —le dijo Tim—. Si alguien quiere rendirse, le diras lo que eso significa.

Beck reflexiono en aquellas palabras.

—No es necesario que sepan nada de mi, ?verdad?

Los demas intercambiaron miradas.

—No, hasta que sea inevitable —dijo Tim rapidamente, y se volvio a Jason—. Tu caso no lo comprendo. Eres amigo de Harry. No creo que te hayan obligado a venir.

Jason rio entre dientes.

—No, soy un autentico voluntario. Tenia que hacerlo. ?No habeis leido ninguno de mis libros? —Prosiguio antes de que ninguno pudiera responder—: Estan llenos de las maravillas de la civilizacion, las grandes cosas que la ciencia hace por nosotros. Decidme, ?como podia negarme a ir voluntario en esta loca mision? —Gillcuddy miro la oscuridad del agua y la noche—. Pero hay lugares en los que preferiria estar.

—Claro —dijo Tim—. El hotel Savoy de Londres, con Eileen. Ahi es donde quiero estar.

—Y Hugo quiere tener el Shire de nuevo —anadio Mark.

—No —nego Hugo Beck con voz firme—. No, yo quiero la civilizacion. —Como nadie le interrumpio siguio hablando con vehemencia—: Quiero un coche con calefaccion, y hablar con los guardias para que no pongan multas. Quiero ver Lo que el viento se llevo en un canal no comercial, sin interrupciones. Quiero cenar en el restaurante Mon Grenier con una mujer que no sepa deletrear la palabra «ecologia» pero que haya leido el Kama Sutra.

—Y haya descubierto los errores —dijo Mark.

—?Conoces Mon Grenier? —le pregunto Gillcuddy.

—Claro. Vivia en Tarzana. ?Has estado alli?

—Tenian una estupenda ensalada de setas —replico Gillcuddy.

—Y bullabesa, con un Mosela helado —anadio Tim. Hablaban de cosas que nunca habian probado y que ahora nunca probarian.

—Y perdi la mayor parte de mis oportunidades —dijo Hugo Beck—. Tenia que poner en marcha una maldita comuna. Amigos, dejadme que os diga que eso no funciona.

—Nunca lo hubiera dicho —dijo Jason. Hugo Beck se replego ante la ironia en el tono de Gillcuddy, y este anadio rapidamente—. De todos modos, aqui tenemos milagros. —Golpeo con el pie un gran saco que yacia en el fondo del bote—. ?Funcionara esto?

—Forrester dice que si —dijo Mark—, sobre todo si le das una buena patada. Pero no tenemos demasiado. Hardy regatea mucho.

Desde su puesto ante el timon, Horrie Jackson se volvio hacia los otros.

—Eso es verdad. La prueba es que estoy aqui.

La cortina gris de la lluvia fue aclarandose. A ciento cincuenta millones de kilometros hacia el este el Sol debia seguir inmutable ante el mayor desastre registrado por la historia escrita. Los botes flotaban en un mar interminable salpicado de escombros. Los cadaveres de seres humanos y animales ya habian desaparecido. Horrie Jackson aumento un poco la velocidad, pero siguieron avanzando con precaucion, pues habia troncos, fragmentos de casas, neumaticos hinchados, los despojos de la civilizacion. Las copas de los arboles parecian conjuntos rectangulares de abultados arbustos, pero habia tambien arboles aislados y algunos estaban apenas sumergidos. Cualquiera de ellos podia rasgar el fondo del bote.

—Eh, Mark —dijo Hugo Beck—. ?Que harias por un cigarrillo Silva?

—Quitame la mano de la rodilla y te lo dire.

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