Cuando el sol estuvo alto pudieron comprobar que mas de un centenar de hombres de la Nueva Hermandad habian cruzado durante la noche. Se estaban concentrando cerca de la vieja cuenca del lago Success, y se encaminaban al puente destruido, echando a un lado la linea defensora de la fortaleza. Los morteros de la Hermandad empezaron a disparar, obligando a los defensores a retirarse valle arriba, hacia las colinas.

La retirada fue ordenada pero constante.

—A mediodia seran duenos del valle —dijo Harvey—. Creia, esperaba, que resistieran mas. Por lo menos no corren como conejos.

Ella asintio, pero siguio informando de las posiciones enemigas por la radio. No habia nada mas que hacer.

Alice parecia aterrada cada vez que hablaba, pero de todos modos les pedia los informes.

Harvey penso que era inutil. Miro el mapa, tratando de encontrar un camino hacia la Sierra que no pasara por los lugares que ocupara el enemigo, o donde la Nueva Hermandad estaria pronto.

—Estan reparando el puente —informo Marie—. Disponen de troncos grandes y mucha gente para transportarlos.

—?Cuanto tardaran en pasar los camiones? —pregunto Alice a traves de la radio.

—No mas de una hora.

—Quedate a la escucha —dijo Alice—, tengo que informar al senor Hardy.

La radio quedo en silencio.

—Mal asunto —comento Harvey. Trato de sonreir—. Parece como si, despues de todo, solo fueramos a quedar tu y yo. Tal vez podremos subir alla arriba y buscar a los chicos. No creo que tenga que pelearme con Gordie por ti...

—Calla y vigila —dijo Marie. Parecia asustada, y Harvey no podia culparla por ello.

Tardaron algo mas de una hora en tender el puente. Luego una columna de camiones, encabezados por las camionetas descubiertas en cuyas plataformas habian montado ametralladoras, avanzaron hacia las lineas defensivas. El enemigo subio por las carreteras del valle. Otros camiones transportaban los morteros, mientras grupos de trabajo cavaban emplazamientos para ellos. El ejercito de la Hermandad se extendio por el valle, trato de avanzar hacia las colinas y se retiro cada vez que les hacian frente. Tenian mucho tiempo, y ahora la noche estaria de su lado. Podrian infiltrar hombres entre las rocas, por las colinas, en la misma fortaleza.

El dia se hizo mas calido, pero no para Harvey y Marie. El viento que se levantaba del mar de San Joaquin traia el frio de la Sierra. A lo largo de la manana nublada el enemigo siguio avanzando. A mediodia habian alcanzado el extremo del valle y empezaban a subir las laderas hacia las ultimas defensas.

—Permaneced a la escucha —dijo Alice. Ahora parecia excitada, no atemorizada.

—?Para que? —quiso saber Harvey.

—Para vigilar e informar —dijo Alice—. Por eso estais ahi. No puedo ver...

Algo sucedia en las colinas. Unos hombres habian empujado una cosa enorme, que parecia un vagon, lo empujaron y cayo rodando por la ladera, hasta detenerse a unos cientos de metros del puente reparado. Permanecio alli, inmovil durante treinta segundos... y estallo. Surgio una nube inmensa y el viento la llevo hacia el puente y mas alla, hasta cubrir a los atacantes.

Desde todas las colinas, salian volando unos objetos que caian lentamente. Los hombres empujaban pesadas estructuras de madera, cajas provistas de largos brazos que lanzaban diminutos objetos negros con una trayectoria curva.

—?Catapultas! —grito Harvey.

Lo eran, en efecto. Harvey no sabia con que las hacian funcionar. Probablemente con cuerdas de nylon, tal vez con los cabellos donados por las mujeres cartaginesas...

Las catapultas no tenian mucho alcance, pero no lo necesitaban. Arrojaban unos tarros que, al chocar y romperse, producian una humareda amarilla. El viento arrastraba aquel humo por el valle, donde avanzaba el enemigo. Los hombres de la Nueva Hermandad gritaron aterrorizados. Arrojaban sus armas, corrian desesperados, se desgarraban las ropas, se lanzaban al rio para ser arrastrados por la corriente. Luchaban por pasar al otro lado del puente, y desde las colinas los rifles disparaban sin cesar, derribando a los que huian. Las catapultas vertian una lluvia continua de tarros ardientes, renovando la mortifera humareda amarilla.

—?Estan huyendo! —A Harvey se le quebro la voz mientras gritaba por el microfono—. ?Estan cayendo como moscas! Dios mio, por lo menos hay quinientos de ellos ahi abajo.

—?Que les ocurre a los que no han cruzado el rio? —La voz era de Alice Cox, pero la pregunta debia ser de Hardy.

—Estan cargando los camiones.

—?Y sus armas? ?Las abandonan?

Harvey exploro con los prismaticos.

—Si. No han recogido todos los morteros... Ahi va uno de sus camiones.

Harvey se estremecio. La camioneta, con una carga de hombres jadeantes y aterrados, bajo por la carretera a toda velocidad y no redujo la velocidad al llegar al puente. Doce hombres cayeron desde el puente al agua, y la camioneta siguio adelante, abandonando a su suerte a los que habian caido.

—En ese camion llevaban dos ametralladoras —informo Harvey—. Parece que se marchan.

El gas no habia cubierto el valle por completo, y algunos miembros de la Nueva Hermandad pudieron escapar. Muchos huian gritando, desarmados, pero Harvey vio que otros se detenian, buscaban una ruta y partian llevando armas pesadas. Se llevaron dos de los morteros antes de que las catapultas cerraran aquella via de escape. Harvey informo de las zonas todavia expeditas, y minutos mas tarde contemplo como lanzaban recipientes de gas a cada una de ellas.

—Algo sucede corriente arriba —grito Harvey—. No puedo ver...

—No se preocupe por eso —dijo Alice, y pregunto—: ?Esta libre de gas la carretera que lleva a la reserva?

—Espera un segundo... Si.

—Espera.

Poco despues bajaron unos camiones por aquella carretera. Transportaban indios de Tallman y mas rancheros. Harvey creyo reconocer a George Christopher en uno de los camiones. Avanzaron en busca del enemigo en desbandada, pero se detuvieron en lo alto de la colina, mas alla del cruce de carreteras. Ahora le tocaba a la fortaleza desplegarse y explorar, buscar puntos debiles, limpiar las carreteras...

Entretanto, detras de ellos el valle se habia convertido en un mundo irreal. Su extrana atmosfera tenida de amarillo era mortal para los hombres desprovistos de trajes especiales. Su fauna habia sido transfigurada: los cuadrupedos se movian lentamente y los hombres eran una especie de reptiles, algunos armados con aguijones metalicos, cada vez mas torpes en sus movimientos hasta que la mayoria parecian quedar en hibernacion y muy pocos se movian. Se arrastraban como caracoles sobre sus vientres y avanzaban a paso de caracol hacia el rio, dejando tras de si regueros rojos. Los peces del rio surgieron momentaneamente a la superficie, con una agilidad increible, pero de repente dejaron de moverse y flotaron con las aletas inutiles oscilando en la corriente.

Cuando llego la noche, el silencio era el de un mundo muerto y desierto.

LOS RESULTADOS

Desde el Lejano Oriente os envio un solo pensamiento, una unica idea, escrita en rojo en todas las cabezas de playa desde Australia hasta Tokyo: «No hay nada igual a la victoria.»

General Douglas MacArthur

Estaba demasiado oscuro para ver. Un viento frio soplaba desde la Sierra. Harvey se volvio hacia Marie.

—Victoria.

—?Si! ?Lo conseguimos! ?Dios mio, Harvey, estamos a salvo!

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