—Dejeme adivinar de quien se trata. ?Es quiza mi acusador el marques de Fuente Salada?

—No tengo por que revelarle mis fuentes.

—Ya lo creo que va a revelarmelas, porque solo aceptare participar en un careo con el sirviente si hace venir tambien a ese personaje, del que tal vez usted ignora que siente por el cuadro en cuestion una autentica pasion. Yo me limite a mirarlo; el, por un momento crei que iba a cubrirlo de besos.

—?Nadie besa un cuadro! —repuso Gutierrez, no solo cerrado a toda forma de humor sino abiertamente escandalizado.

—?Por que no, si se esta enamorado de la persona que representa? ?Usted nunca ha besado una foto de su mujer?

—La senora Gutierrez, mi esposa, no es de las que permiten esa clase de familiaridades.

Eso, Morosini no lo ponia en duda. Si se parecia a su dueno y senor, debia de ser un verdadero antidoto contra el amor. Pero no estaban alli para discutir sobre la vida privada del comisario.

—Sea como sea, insisto en que si alguien siente un gran interes por ese cuadro es el.

—Segun el, usted tambien. ?A quien creer, entonces?

—Ponganos cara a cara y lo vera.

El comisario no se rendia. Se guardaba en la manga un argumento que creia de peso.

—?Es cierto que usted ejerce la profesion de anticuario?

—Si, pero no me dedico a los cuadros. Estoy especializado en piedras preciosas y joyas antiguas. Y, para que se entere, cuando trataba de examinar el famoso retrato lo que deseaba ver de cerca era sobre todo el rubi que la reina lleva en el cuello. El pintor lo reprodujo con una gran fidelidad y tengo razones para creer que esa piedra es una de las que busco para un cliente.

—?Y cree que voy a tragarme eso?

—Mire, senor comisario, me es absolutamente indiferente que lo crea o no. De modo que, si no le importa, vamos a ir juntos a la Casa de Pilatos y alli formulara su acusacion en presencia de la duquesa, de su sirviente y de Don… del marques de Fuente Salada, a quien mandara buscar.

—Eso es justo lo que tengo intencion de hacer, pero no bajo sus ordenes. Le aconsejo que no se muestre tan altanero. Dirigir la investigacion es mi trabajo, y voy a tomar las disposiciones necesarias para organizar esa reunion… manana a la hora que le vaya bien a la duquesa. Mientras tanto, usted permanecera bajo vigilancia.

—Espero que no pretenda obligarme a quedarme en este lugar.

—?Por que no? Me gustaria que probase una prision espanola.

—Le aconsejo como amigo que abandone ese proyecto; de lo contrario, telefoneare a mi embajada en Madrid, y llegado el caso puedo llamar tambien al Palacio Real para pedir que me busquen un abogado. Despues…

Tras hacer amago de embestir al insolente para cornearlo, el toro se conformo con rebufar, se aclaro la garganta y finalmente mascullo:

—Esta bien, puede irse, pero le advierto que lo vigilaran y lo seguiran a todas partes.

—Si eso le complace, adelante. Solo le digo que debo ir al Alcazar Real para despedirme de su majestad. Formo parte provisionalmente de su sequito y tenia que volver a Madrid con ella esta noche. He de disculparme y pedir permiso para quedarme.

—?No aprovechara para huir? ?Me da su palabra?

Morosini le dedico una sonrisa burlona.

—Se la doy con mucho gusto, si es que la palabra de un… ladron representa algo para usted. No se preocupe: manana seguire estando aqui. No soy de los que se escabullen ante una acusacion y tengo intencion de llegar hasta el final de este asunto antes de volver a mi casa.

Despues de pronunciar estas palabras, se despidio con desenvoltura y salio.

Sin apresurarse, fue a la residencia real totalmente decidido a no decirle a la reina ni una palabra acerca de sus dificultades con la policia. Presento sus disculpas por no acompanar a su majestad durante el viaje de vuelta, alegando un irresistible deseo de quedarse algun tiempo mas en Andalucia. A cambio, recibio la garantia de que siempre seria recibido con sumo placer, tanto en Madrid como fuera de la capital, y a continuacion se despidio. Dona Isabel, a quien ese deseo de quedarse en Sevilla resultaba un tanto sorprendente, lo acompano hasta la salida de los aposentos reales.

Cuando una mujer inteligente quiere saber algo, en general consigue averiguarlo. En este caso, ademas, Aldo no tenia ningun motivo para ocultarle la verdad.

—?Lo acusan de robo? —dijo con indignacion—. ?A usted? ?Pero eso es un disparate!

—Tiene su explicacion: ha sido cosa de Don Basilio.

Ese hombre me detesta, debe de pensar que tengo algo contra su querido retrato y hace lo posible para librarse de mi. Actua en buena lid…, sobre todo si cree sinceramente que soy culpable.

—?Por que no le ha dicho nada a su majestad?

—?Ni pensarlo! Quiero cuidar mi imagen, y las relaciones con los alguaciles siempre dejan una pequena sombra. Ademas, me gusta solucionar mis asuntos yo mismo.

—Esta loco, amigo. Se expone a tener encima a ese tal Gutierrez un monton de semanas. Puede perfectamente mandarlo a pudrirse en la carcel hasta que encuentren el cuadro.

—?Y que pasa con los derechos de las personas?

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