Atlantico.
—Si, querida —respondio el joven, con un acento mas cercano a la Europa central—. Ten la bondad de llamar. ?No entiendo como es que no han abierto la portalada con antelacion! Tio Boleslas podria coger frio…
Hacia un sol radiante y un suave calor primaveral envolvia Paris, pero al parecer la salud del anciano era fragil.
—El senor deberia haberse quedado dentro —dijo el conductor, compadecido ante el aspecto tembloroso del personaje—. Habria podido entrar con el coche en el patio…
—No es necesario, amigo, no es necesario. ?Ah, ya abren! ?Quieres pagarle a este hombre, Ethel? Tio Boleslas, cogete de mi brazo. Mira, ahi esta Wanda. Ella se ocupara del equipaje.
La doncella polaca salia al encuentro de los viajeros. Considerando que ya habia visto bastante, Marie- Angeline se dio una palmada en la frente, cerro el bolso y, dando media vuelta, volvio sobre sus pasos corriendo.
Cruzo los salones a la velocidad del rayo y entro en tromba en el invernadero, donde la senora de Sommieres se instalaba al final del dia para la ceremonia diaria de la copa de champan. Sentado junto a ella, Aldo se hallaba sumergido en una obra que habia encontrado en la biblioteca y que trataba de los tesoros de la casa de Austria, y en particular del emperador Rodolfo II. Obra, por lo demas, incompleta, en palabras del propio autor, dada la cantidad de objetos que poseia este ultimo personaje, gran parte de los cuales habia sido vendida o robada despues de su muerte. No era la primera vez que el principe anticuario se interesaba por ese increible batiburrillo de objetos heteroclitos en el que, junto a magnificos cuadros y hermosas alhajas, figuraban raices de mandragora, fetos peculiares, un basilisco, plumas indias, una figura diabolica dentro de un bloque de cristal, corales, fosiles, piedras marcadas con signos cabalisticos, dientes de ballena, cuernos de rinoceronte, una cabeza de muerto acompanada de una campanilla de bronce para llamar a los espiritus de los difuntos, un leon de cristal, clavos de hierro procedentes del arca de Noe, manuscritos raros, un bezoar enorme procedente de las Indias portuguesas, el espejo negro de John Dee, el celebre mago ingles, y montones de cosas mas destinadas a alimentar la pasion de un soberano cuya eterna melancolia empujaba a la magia y la nigromancia.
Que todo eso se hubiera dispersado no tenia nada de sorprendente, pero cabia esperar que al menos las piedras de gran valor hubieran dejado un rastro, y el rubi debia de figurar entre las mas importantes. Sin embargo, no aparecia mencionado en ninguna parte.
La llegada tumultuosa de una Marie-Angeline hecha un manojo de nervios le hizo olvidar su investigacion.
Por la descripcion detallada que hizo de ellos, Morosini no tuvo ninguna dificultad para identificar a los dos primeros personajes: a todas luces, Sigismond Solmanski y su esposa norteamericana. En cuanto al «tio Boleslas», era para el a la vez una novedad y un descubrimiento, por la sencilla razon de que nunca, absolutamente nunca, habia oido hablar de el.
—Describamelo otra vez —le pidio a Marie-Angeline, que lo hizo de nuevo y con mas brio aun.
—?Dice que no parece muy fuerte y que camina encorvado? ?Tiene una idea de cual puede ser su estatura real?
—?Y a ti que te ronda por la cabeza? —pregunto la senora de Sommieres.
—No se… Me parece tan rara la llegada repentina de ese tipo cuyo nombre nunca ha sido mencionado, ni siquiera con motivo del enlace Ferrais, en el que estuvo medio mundo… Ademas, cuando se compra un apellido, no se reparte tambien entre los hermanos, y la verdadera identidad de Solmanski es rusa.
—?No digas tonterias! Puede ser un hermano por parte materna.
—Hummm… si, es posible, lo reconozco. Sin embargo, me cuesta creerlo. Me parece recordar que Anielka me dijo un dia que no tenia familia por parte de su madre.
—Entonces, ?que es lo que supone? —dijo Marie-Angeline, siempre dispuesta a seguir las pistas mas fantasiosas—. ?Que podria ser el suicida de Londres, que no murio o que ha resucitado milagrosamente?
—?Otra que desvaria! —protesto la marquesa—. Hija mia, enterese de que, cuando alguien muere en la carcel, sea en el pais que sea salvo quizas entre los salvajes, no se libra de la autopsia. Asi que ponga los pies en el suelo.
—Tiene razon —dijo Aldo suspirando—. Estamos desvariando los dos, como usted dice. Pero, de todas formas, me gustaria entender lo que esta pasando ahi al lado.
—Presiento —dijo Marie-Angeline con satisfaccion— que nos espera una noche apasionante.
Sin embargo, para su gran decepcion, y tambien para la de Aldo, fue imposible echar el menor vistazo al interior de la casa. Pese a la suavidad del tiempo, en cuanto empezo a declinar el dia cerraron las ventanas y corrieron las cortinas, tal como Morosini pudo comprobar cuando salio al jardin a fumar un cigarrillo al hacerse de noche. Habia luz en las habitaciones de la planta baja y tambien en las del primer piso, pero solo salia en forma de delgados rayos brillantes. Una expedicion al tejado hacia medianoche no aporto nada. Aldo decidio ir a acostarse y dejo a la obstinada Marie-Angeline compartir con los gatos la compania de las tejas, los balaustres y los canalones. Esta bajo al clarear el dia para asearse rapidamente e ir a misa, con tanta precipitacion que llego antes de que abrieran la iglesia.
Volvio con un cargamento de informacion. Quiza para hacerse perdonar la noche pasada en blanco, la suerte habia querido que la guardesa de la mansion Ferrais fuera tambien al servicio matinal. Aquella mujer consideraba normal y un signo de respeto ir a rezar por el pobre difunto que esperaba, en la consigna de la estacion del Norte, la salida del gran expreso europeo encargado de repatriarlo, salida que tendria lugar esa misma noche. Y mas interesante todavia era que lady Ferrais — ?todo el mundo se habia puesto de acuerdo para llamarla asi!— no acompanaria el cuerpo de su padre como se habria podido suponer. Se quedaria algun tiempo mas en Paris con el senor mayor, que estaba demasiado cansado para continuar el viaje.
—He preguntado, claro esta, si habian llamado a un medico —anadio Marie-Angeline—, pero por lo visto consideran que no merece la pena porque dentro de unos dias estara repuesto.
—?Y que va a hacer la bella Anielka con su tio cuando se haya recuperado? —pregunto la senora de Sommieres—. ?Llevarlo a Polonia?
—Eso lo sabremos, supongo, los proximos dias. ?Habra que tener paciencia!
—Yo no tengo mucha —gruno Morosini—, y tampoco tengo tiempo. Solo espero que no este pensando en llevarlo a Venecia. Sabe desde el dia de la boda lo que pienso de su familia.
—No se atrevera a hacer una cosa asi. Tranquilizate.
—Me resulta bastante dificil. Ese tal tio Boleslas no me dice nada bueno.
La cosa empeoro cuando unos dias mas tarde Adalbert regreso de Londres.
El egiptologo, sin llegar a estar preocupado, se mostraba sorprendido.
—Jamas habria pensado que un cruel asesino como Solmanski, practicamente condenado a la horca, estuviese tan bien relacionado. Y Warren tampoco, claro. Se habria dicho que, tras la muerte de Solmanski, la unica preocupacion de la justicia britanica era aliviar la pena de la familia. Las puertas de la prision se abrieron ante Sigismond y su mujer, a quienes fue entregado el cuerpo del suicida. Habian suplicado que les evitaran el horror de una autopsia totalmente innecesaria, puesto que se conocia la causa de la muerte: envenenamiento por veronal. Pero Warren, muy apegado a las tradiciones y los usos, esta muy molesto. Le horroriza recibir ordenes.
—Al valorar el dolor de la familia, ?se tuvo en cuenta tambien el del tio Boleslas? —pregunto Aldo.
—?Quien es ese?
—?Como? ?No estaba en Londres el tio Boleslas? ?Como es posible, entonces, que llegara aqui el otro dia con Sigismond y su mujer, que lo llevaban entre algodones de lo achacoso que estaba?
—Es la primera vez que oigo hablar de el. ?Y donde esta ahora?
—Aqui al lado —respondio Morosini en tono sarcastico—. La joven pareja solo se quedo veinticuatro horas, hasta la siguiente salida del
—?Vaya, vaya!
Adalbert habia entornado los ojos hasta convertirlos en dos lineas delgadas y brillantes. Al mismo tiempo, el arqueologo fruncia la nariz como un perro olfateando una pista. Era evidente que el tono sarcastico de su amigo le daba que pensar.