—Se me ocurre una cosa —dijo—, y me pregunto si por casualidad no se te habra ocurrido a ti tambien. Es disparatado, pero de esa gente me creo cualquier cosa.

—Explicame de que se trata y te dire si estamos de acuerdo.

—Muy sencillo: Solmanski no tomo veronal sino una droga que simula la muerte o que lo sumio en un estado de catalepsia. Las autoridades tuvieron la gentileza de entregarlo a su desconsolada familia y, una vez en Francia, esta lo saco de la caja para introducirlo en el personaje del tio Boleslas.

—?Justo! Aunque no paro de repetirme que es un plan muy dificil de llevar a cabo.

—Olvidas el dinero. Esa gente es muy rica: ademas de la fortuna de Ferrais, de la que tu querida mujer, como dices, ha recibido una buena parte, esta la esposa norteamericana de Sigismond, que, conociendo al granuja, no debe de encontrarse en una mala situacion economica. En tu opinion, ?cuanto tiempo se quedaran aqui Anielka y su tio?

Durante tres dias mas, Aldo, encerrado en casa de tia Amelie, reprimio su impaciencia dedicandose a devorar todo lo interesante que encontraba en la biblioteca o a hablar durante horas con Adalbert sobre el posible camino seguido por el rubi despues de su llegada a Praga. Lo primero que habian hecho habia sido escribir a Simon Aronov para ponerlo al corriente y pedirle alguna orientacion, pero, en espera de la respuesta, Morosini se aburria solemnemente y solo encontraba cierto alivio cuando, ya entrada la noche, podia bajar al jardin para observar los escasos movimientos que se producian en la casa vecina. En cuanto a Marie-Angeline, no dejaba de hacer, noche tras noche, una excursion al tejado con la esperanza, siempre frustrada, de ver algo. Los habitantes de la mansion Ferrais continuaban viviendo con las ventanas cerradas y las cortinas corridas pese a que hacia un tiempo deliciosamente suave, lo que demostraba fehacientemente que tenian algo que ocultar.

Alrededor de ese islote silencioso, Paris se agitaba en medio de los grandes festejos permanentes de los VII Juegos Olimpicos y de los sobresaltos de un gobierno en ebullicion que arrastraria en su caida al presidente de la Republica, Alexandre Millerand. Y esta situacion se prolongo hasta la manana del cuarto dia, en que Marie- Angeline volvio de misa corriendo: lady Ferrais y tio Boleslas saldrian de Paris al dia siguiente por la noche a bordo del Arlberg-Express. Inmediatamente, una llamada telefonica informo a Vidal-Pellicorne, que se apresuro a ir a Cook para reservar el sleeping de Plan-Crepin. Como no se sabia donde pensaba bajar la pareja, le parecio prudente sacar el billete hasta Viena.

Aunque Adalbert dudaba de que, si tio Boleslas era el difunto Solmanski, se atreviera a cruzar la frontera austriaca.

—?Disfrazado y con documentacion falsa? ?Por que no? —repuso Aldo—. Nuestro amigo Schindler [9] ha debido de enterarse del suicidio y no malgastara el tiempo sentado junto al puesto fronterizo. Una cosa es segura: Anielka no lo lleva a mi casa. Como no tienen ningun motivo para pensar que los espian, habran tomado el Simplon.

Al dia siguiente por la noche, Marie-Angeline, contentisima de la escapada y del papel que le hacian desempenar, montaba en el mismo coche-cama. Y la espera empezo de nuevo.

Una espera un poco angustiosa para Morosini, preocupado ante la idea de que su emisaria se hallara expuesta a no pegar ojo otra vez en toda la noche. Pero tia Amelie lo tranquilizo:

—Ya sabes que Marie-Angeline se entera siempre de lo que quiere saber. Me apuesto lo que sea a que media hora despues de salir el tren descubrira el destino de la pareja.

A la manana siguiente, en efecto, una llamada telefonica desde Zurich aclaraba la situacion: los viajeros se habian instalado en el mejor hotel de la ciudad, el Baurau-Lac, y naturalmente Plan-Crepin habia hecho lo mismo. Esta pudo precisar a sus interlocutores que Anielka se habia registrado con el nombre de princesa Morosini y el tio con el de baron Solmanski.

—?Que hago ahora? —pregunto.

—Esperar.

—?Cuanto tiempo?

—Hasta que ocurra algo. Si esto se prolongara mucho, enviariamos a alguien para relevarla. Ahora que lo pienso, vamos a hacerlo ya. Debemos evitar que se fijen en usted —decidio Morosini.

Esa misma noche, Romuald, hermano gemelo de Theobald, el criado para todo de Vidal-Pellicorne, emprendia el viaje con destino a Suiza. Conocia perfectamente a los Solmanski, padre, hijo e hija, por haber intervenido en la tragicomedia en que se habia convertido la boda de Anielka y Eric Ferrais, [10] y Marie-Angeline lo apreciaba.

Dos dias mas tarde, esta ultima estaba de vuelta con mas noticias: la joven habia partido para Venecia y tio Boleslas se habia quedado acabando de recobrar la salud bajo la mirada vigilante de un Romuald firmemente decidido a no dejarlo ni a sol ni a sombra.

—?Se ha ido sola? —pregunto Aldo.

—Si. Bueno, acompanada de Wanda, claro.

—En tal caso, yo tambien voy a volver a casa. Ya va siendo hora de que vaya a ver como marchan las cosas por alli.

—?Piensas poner en marcha la solicitud de anulacion al tribunal de Roma? —pregunto la senora de Sommieres.

—Es lo primero que voy a hacer. En cuanto llegue, pedire audiencia al patriarca de Venecia. [11]—Supongo que te ayudara que una vieja descreida como yo rece por ti —dijo la senora de Sommieres dandole un beso, lo que en ella era muestra de una emocion extraordinaria.

Provisto de un monton de recomendaciones, Aldo se puso en camino hacia Venecia en el Simplon-Orient-Express. Le habia hecho prometer a Adalbert que le daria noticias de Simon Aronov en cuanto las recibiera. El rastro del rubi todavia estaba caliente; no habia que dejar que se enfriara.

5. Encuentros

La mujer a la que Aldo encontro frente a el, al otro lado de la mesa del desayuno, tenia muy poco que ver con la atractiva criatura con el vestido rosa brillante que habia visto salir del salon Ferrais de la mano de John Sutton. De luto riguroso y sin el menor rastro de maquillaje, parecia la reclusa de Brixton Jail [12] y ofrecia la imagen —impresionante— de un dolor contenido con dignidad que habria enganado a cualquiera. Salvo, por supuesto, a Aldo. No obstante, este siguio el juego con una cortesia intachable.

—Estoy seguro de que estos caballeros te han expresado sus condolencias —dijo senalando a Guy Buteau y a Angelo Pisani, que compartian con ellos la comida—. En estas circunstancias, las palabras no significan gran cosa y no intentare decirte que siento algun pesar, pero te ruego que creas que deseo adherirme al tuyo.

—Gracias. Es muy amable por tu parte manifestarmelo.

—Es lo minimo. Pero… estoy un poco sorprendido de verte aqui. ?No has acompanado a tu padre hasta Varsovia?

—No. Mi hermano ha insistido en que no lo hiciera, y en lo que a mi respecta, no tenia ningunas ganas de volver. Parece que no recuerdas que alli no estaria segura.

—En Inglaterra tampoco estas muy segura, y sin embargo has ido, ?no?

—No. Me quede en Paris, donde pensaba esperar… noticias del juicio. En Londres, el acoso de los periodistas habria sido insoportable.

—?Y en Paris no? ?Los caballeros de la prensa no te localizaron alli?

—De ninguna manera. Wanda y yo nos alojamos en casa de una norteamericana, una prima de mi cunada. Aunque deberia decir… nuestra cunada —anadio la joven con una debil sonrisa.

—No te disculpes, no tengo espiritu de clan.

—?Y a ti que tal te ha ido el viaje a Espana?

—Muy bien. He visto cosas preciosas.

Aldo atrapo al vuelo la ocasion para introducir a Guy en la conversacion evocando para el las «cosas

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