?Cortesia? ?Simpatia? Faivonen lo ignoraba, pero tampoco podia dejar de considerar al objeto como una persona, lo mismo que siempre habia hecho su mujer.
Naturalmente, una persona esta viva, y las cosas vivas no emanan de simples fuentes de energia. Las cosas vivas, cuando desaparece su fuente de energia y dejan de actuar, no vuelven a empezar hasta despues de periodos de tiempo indefinidamente largos.
Beedee habia estado «muerta» dos anos entre la muerte de Ruta y el descubrimiento de su cadaver por parte de Faivonen. El (??), habia estado «muerto» durante dos mil millones de anos entre el tiempo en que el (?) se habia hundido con un barco en su mundo semejante a la Tierra, y el tiempo en que el (?) habia sido descubierto por la abuela de Ruta en un planeta falto de aire, que sobrevivia bajo un gigantesco sol rojo, en un monton de oxido de calcio que habia sido el deposito de la caliza marina.
Solo las maquinas pueden desconectarse y conectarse, por lo que Beedee debia de serlo, y no un
?Elisha! Hay un enorme animal detras del arbusto… a treinta metros de las dos en punto. ?Tienes hambre? ?Pues preparate!
Se hallaban a dos kilometros de la bahia, y el hombre estaba mas hambriento que al iniciar el viaje. Tenia el arco inclinado, y una flecha salto antes de que el diamante terminase de hablar. En silencio, evitando el ruido que ahuyentaria a la presa, Faivonen avanzo hacia el arbusto. Todavia se hallaba a una docena de metros de distancia, cuando un animal del tamano de una ternera, con seis patas, salto al aire, dispuesto a huir. Faivonen le clavo una flecha en el lomo, entre el primero y el segundo par de patas. Si era como los animales que ya conocia en el ecuador, no poseia un corazon centralizado, sino una aorta mayor que corria por su cuerpo por debajo del espinazo.
Cortar el vaso sanguineo o el nervio principal resultaria igual de eficaz. Lo demostro la caida del animal cuando efectuo su segundo salto.
Faivonen ejecuto una combinacion de carniceria y diseccion anatomica, mientras Beedee anotaba los datos. Luego, recogio combustible, formo una hoguera con pirita y acero y cocino la comida. No le gusto demasiado; ni la carne de Medea ni el «queso» eran especialmente sabrosos, pero el hambre no reparaba en tales minucias.
Corto un par de kilos de carne en tiras para sus proximas comidas, extrajo los trozos restantes de «queso» maduro del tanque incubador y los metio en la camara almacen; lleno de nuevo el tanque con la savia de las plantas cheddar que ya habia reconocido, y reemprendio el viaje, despues de preguntarle a Beedee si su bateria debia recargarse.
— Oh, no, todavia funciona… Oh, eres muy gracioso… Perdoname.
Ya habia sucedido antes. Los procesos calculadores del diamante, si asi podia llamarsele, actuaban a velocidad electronica; y por eso sabia que el bromeaba antes aun de que terminase de pronunciar la primera palabra. Sin embargo, habia imitado un toma y daca humano, de acuerdo con su humor. Faivonen ignoraba si el diamante sentia algo que correspondiera a la extrana sensacion con que el sistema nervioso humano responde a la incongruencia. Si lo sentia o no era otra cuestion a dilucidar.
Cuando los mellizos Castor C se hallaban a mitad de su carrera hacia la posicion de mediodia, unos grados por encima del horizonte sur, Faivonen ya estaba cansado. La verdad era que, no obstante las frecuentes pausas para examinar los datos biologicos o geologicos, habian avanzado mas de treinta kilometros desde la costa. Descanso y comio de nuevo, y luego se metio en su saco de dormir. Sabia que su propio reloj biologico nunca concordaba con las setenta y cinco horas que duraba la rotacion de Medea, pero el dormir era tan necesario como la comida. Se coloco los anteojos y se relajo. Beedee vigilaria. Era casi imposible que se acercase algo sin que lo registrase el supersensible sentido del diamante. Podia ser necesario un centinela, pues aunque las alimanas de Medea tal vez no gustasen del alimento humano, nadie lo sabia con certeza.
Esta vez, Faivonen tuvo suerte y no se desperto hasta que lo llamo la voz insistente de Beedee.
— Ocho horas, holgazan — le grito al oido.
Faivonen se incorporo, se quito los anteojos y miro a su alrededor. Los soles estaban casi en el sur, justo encima del punto donde Argo habia desaparecido. Dos globos flotaban a unos cien metros mas arriba. Beedee tal vez no los hubiese oido, pues siempre parecian volar con el viento; pero no importaba. Nadie sabia gran cosa al respecto. Faivonen ni siquiera estaba seguro de que fuesen comestibles; tal vez solo fuesen un poco de tejido que no valiese la pena cazar; pero, eso si, eran totalmente inofensivos. Por el momento, no parecian moverse en absoluto, lo cual resultaba interesante.
— Sullivan opina que el viento se torna mas debil a cada ciclo — observo Faivonen. Y por lo visto tiene razon.
— Si — asintio el diamante —. Existia una buena oportunidad de que asi fuese cuando lo dijo, pero hay demasiadas variantes desconocidas para una autentica comprobacion.
Ah, empiezo a sospechar que algunas de esas variantes son culpa de la forma de este valle. Tendriamos que ir mucho mas tierra adentro para asegurarnos.
— Demasiada tierra adentro comporta que Argo no se levante en absoluto. No quiero llegar hasta la Cara Fria — refuto Faivonen —. Tampoco te gustaria a ti. Es posible que alli haya mucho que aprender, pero sin tu poder no aprenderiamos nada.
— Podrias colocarme una bateria. Se me ocurren varias maneras de aprovechar su fuerza, incluso a muy bajas temperaturas.
— El frio es muy intenso, y a ti te gusta tan poco dejar de funcionar como a mi morirme, aunque sea posible volver a ponerte en marcha de nuevo.
— Lo se. Pero odio perder alguna informacion. Sin embargo, creo que me gustaria correr el albur; y tu, Sullivan y otras personas siempre decis que el peligro es la salsa de la existencia.
— Creo que decimos «la vida», no la existencia. Y decimos peligro, claro, no suicidio.
— Olvidalo, Beedee; quedate conmigo y nos detendremos muy lejos del frio, aunque este valle desemboque directamente en el. Imagina todo lo que quieras o puedas de estas rocas, de este clima y de la vida de estos contornos, y ya sera suficiente.
— Nunca es suficiente. Yo puedo calcular, pero he de comprobar si tengo razon. Y tu deberias tener esto en cuenta. Tu esposa siempre lo hacia.
El silencio de Faivonen fue largo. Un ser humano se habria mostrado cohibido ante aquel paso en falso, pero Beedee no cometia tales equivocaciones. Debia de haber una buena razon, muy buena.
El hombre sabia que probablemente no la adivinaria. La docena de diamantes negros que habia traido la expedicion Tamniuz no habia celado su composicion, aunque tal conocimiento no les sirvio de nada a los ingenieros humanos, toda vez que era imposible fabricar uno de los componentes con las tecnicas que poseian.
Eran exactamente lo que parecian: diamantes, estructuras de carbono con atomos sustitutivos y cristales defectuosos, construidos deliberadamente en sus entramados de forma que parecieran las operaciones de la humanidad con fichas de silice como las fichas de circuito se parecian a los cuchillos de pedernal. Unas mil doscientas unidades celulares del entramado del diamante componian una sola unidad de estructura basica de los artefactos. Un calculo mucho menos exacto, normalmente decia cinco mil unidades, poseian la capacidad de tomar decisiones y recordar cosas de una sola celula del cerebro humano.
Aquellas cosas (Beedee era tipico, aunque no habia dos identicas) eran como si alguien hubiese fabricado un cilindro de cristal negro, un poco mayor de seis centimetros de radio y diez de longitud, encajando los extremos con hemisferios del mismo material, y haberlos dividido para formar dos unidades. Con este volumen, un poco mas de doscientos mililitros, poseian aproximadamente la capacidad de doscientos millones de celulas de los cerebros humanos. Algunas personas las tenian, si bien habia habido una fuerte demanda (para destruirlas tal vez o enviarlas a la Tierra), por parte de algunos de los habitantes mas paranoicos del planeta. No habia sido ciertamente la alta estima de los derechos de la propiedad privada, caracteristica de la cultura de aquella epoca, lo que le habia permitido a Beedee venir a Castor.
Faivonen, por su parte, no estaba mas asustado de aquella cosa de lo que habia estado su esposa, pero estaba seguro de que podia pensar muchas veces mas deprisa y con mayor precision e infinitas variantes que cualquier ser humano. Habia sido uno de los companeros de Beedee, uno de los diamantes como el, quien habia demostrado que el ajedrez era algo tan trivial como el mas simple y aburrido de los juegos.
Algunas personas no lo habian olvidado.