– Nadie podria negar que tienes cerebro -contesto Harriet
– ?Y quien lo niega? Y tu podras negar mi corazon, pero mal dita sea si puedes negar su existencia.
– Argumentas como un ingenio de la epoca isabelina… d. significados con el mismo termino.
– El termino es tuyo. Tendras que negar algo si quieres ser como el sacrificio de Cesar.
– ?El sacrificio de Cesar…?
– Una bestia sin corazon. ?Se te ha vuelto a caer la servilleta.
– No, esta vez ha sido el bolso. Esta debajo de tu pie izquierdo.
– Ah! -Peter miro a su alrededor, pero el camarero habia desaparecido-. Bueno -anadio sin moverse-, la funcion del corazon es servir al cerebro, pero en vista de que…
– No te molestes, por favor. No tiene importancia -lo interrumpio Harriet.
– … en vista de que tengo dos costillas rotas, mejor no hago nada, porque como me agache, a lo mejor no vuelvo a levantarme.
– ?Valgame Dios! -exclamo Harriet-. Ya me parecia a que estabas un poco rigido. ?Por que demonios no me lo has dicho en lugar de quedarte ahi haciendote el martir e induciendome a que te juzgue mal?
– Al parecer, no soy capaz de hacer nada bien -dijo Peter tono lastimero.
– ?Como te las rompiste?
– Me cai de un muro de una forma muy poco elegante. Tenia un poco de prisa, porque habia un tipo de aspecto patibulario al otro lado con una pistola. No fue tanto el muro como la carretilla que habia debajo. Y en realidad, no son tanto las costillas como el esparadrapo. Aprieta como un demonio y el picor es infernal.
– Que horror. No sabes cuanto lo siento. ?Que fue del tipo de la pistola?
– Pues no creo que las complicaciones personales vayan a darle mas molestias.
– Si la suerte hubiera jugado del otro lado, supongo que serias tu quien no tendrias mas molestias.
– Probablemente no. Y entonces tampoco te habria causado mas molestias a ti. Si hubiera tenido la cabeza donde tenia el corazon, quiza habria aceptado de buen grado esa solucion, pero como en aquel momento tenia la cabeza puesta en mi trabajo, sali corriendo con la mayor rapidez posible, con el fin de vivir lo suficiente para terminar el caso.
– Pues me alegro, Peter.
– ?En serio? Eso demuestra lo dificil que le resulta incluso al cerebro mas poderoso no tener corazon. Veamos. Hoy no es dia de pedirte que te cases conmigo, y unos cuantos metros de esparadrapo no bastan para que sea una ocasion especial, pero si no te importa, vamos a tomar cafe en el salon, porque esta silla me empieza a parecer tan dura como la carretilla y me esta destrozando en los mismos sitios.
Se levanto con cautela. Llego el camarero y le devolvio el bolso a Harriet, junto con unas cartas que ella habia recogido de manos del cartero al salir de casa y habia metido en el bolsillo exterior del bolso sin leerlas. Wimsey guio a su invitada hasta el salon, la acomodo en una silla y se agacho con una mueca para sentarse en la esquina de un sofa.
– Un buen trecho hasta llegar abajo, ?no?
– En cuanto llegas esta bien. Perdona por presentarme siempre en un estado tan lamentable. Naturalmente, lo hago a proposito, para llamar la atencion y despertar lastima, pero me terno que la maniobra es demasiado evidente. ?Quieres un licor con el cafe, o un brandy? Dos brandys anejos, James.
– Muy bien, senor. Han encontrado esto bajo la mesa del comedor, senorita.
– ?Mas objetos perdidos? -dijo Wimsey, mientras cogia una tarjeta postal. Al ver que Harriet se sonrojaba y fruncia el entrecejo con expresion de asco, pregunto-: ?Que es esto?
– Nada -contesto Harriet, metiendo el garabato en el bolso… Peter la miro.
– ?Te llegan cosas asi con frecuencia?
– ?Que cosas?
– Porquerias anonimas.
– Ya no tanto. Encontre una en Oxford, pero antes llegaban en todos los repartos del correo. No te preocupes; estoy acostumbrada. Ojala lo hubiera visto antes de venir aqui. Es terrible que me haya caido en el club y lo hayan leido los criados.
– Una cabeza loca, eso es lo que eres. ?Puedo verlo?
– No, Peter. Por favor.
– Damelo.
Harriet le tendio la postal sin levantar los ojos. «Preguntale a novio el del titulo si le gusta el arsenico en la sopa. ?Que le diste para que te sacara?», preguntaba.
– ?Por Dios, que asquerosidad! -exclamo Peter con amargura-. Asi que en eso te estoy metiendo. Deberia haberlo sabido Era practicamente imposible que no ocurriese, pero como tu decias nada, me he dejado llevar por el egoismo.
– No importa. Es una de las consecuencias, y tu no puedes hacer nada.
– Podria tener la consideracion de no exponerte a ti. Sabe Dios que has intentado con todas tus fuerzas librarte de mi. Aun mas; creo que has utilizado todos los instrumentos posibles para apartarme de ti, salvo ese.
– Bueno, sabia que lo detestarias, y no queria hacerte dano. -?Que no querias hacerme dano?
Harriet comprendio que aquello debia de parecerle una completa locura.
– Lo digo en serio, Peter. Ya se que te he dicho las cosas mas espantosas que se me han ocurrido, pero tengo mis limites. -La invadio una repentina oleada de ira-. Por Dios, ?es que realmente piensas eso de mi? ?Crees que no hay bajeza ante la que no me rinda?
– Estarias plenamente justificada si me dijeras que he estado haciendote las cosas aun mas dificiles al darte tanto la lata.
– ?Ah, si? ?Esperabas que te dijera que estabas empanando mi reputacion cuando no tenia reputacion que empanar? ?Que te dijera que me salvaste de la horca, muchas gracias, pero que me pusiste en la picota? ?Que mi nombre no es mas que barro, pero que lo tratas como una azucena? No soy tan hipocrita.
– Comprendo. La pura verdad es que lo unico que hago es amargarte un poco mas la vida. Eres muy generosa al no decirlo. -?Por que te has empenado en verlo?
– Porque -respondio Peter encendiendo una cerilla y acercando la llama a una esquina de la tarjeta- si bien estoy dispuesto a huir de los matones con pistolas, con otros problemas prefiero enfrentarme cara a cara. -Tiro el papel ardiendo en el cenicero y aplasto las cenizas. A Harriet le vino a la memoria el mensaje que habia encontrado en una manga-. No tienes que reprocharte nada Tu no me lo dijiste; lo descubri yo solo. Admitire la derrota y me despedire. ?De acuerdo?
El camarero del club dejo las copas de brandy sobre la mesa. Con la mirada clavada en las manos, Harriet entrelazaba los dedos. Peter la observo unos momentos y despues dijo con dulzura:
– No te pongas tan tragica. Se esta enfriando el cafe. Al fin y cabo, me queda el consuelo de que «no tu, sino el destino me ha vencido». Resurgire con mi vanidad intacta, que ya es algo.
– Peter, me temo que no soy muy consecuente. He venido aqui esta noche con la firme intencion de decirte que lo dejes, pero preferiria librar mis propias batallas. Yo… yo… -miro hacia arriba y anadio temblorosa-, ?maldita sea si dejo que por mi te liquiden los matones o los que envian cartas anonimas!
Peter se enderezo bruscamente, de modo que su exclamacion de alegria se torno en un gemido.
– ?Maldito sea el esparadrapo este! Harriet, tienes agallas, ?verdad? Dame la mano y lucharemos hasta el final. ?Vamos! Nada de eso. En este club no se llora. No ha ocurrido nunca, y si me deshonras de esa manera, tendre una pelea con los del comite, y probablemente cerraran los servicios de senoras.
– Lo siento, Peter.
– Y no me pongas azucar en el cafe.
Un poco mas tarde, tras haberle tendido un fuerte brazo para liberarlo de las arduas profundidades del sofa, entre palabrotas, y haberlo despachado para que obtuviera el descanso que logicamente desearia, entre los dolores del amor y del esparadrapo, Harriet tuvo tiempo para pensar tranquilamente que si el destino habia vencido a alguno de los dos, desde luego no habia sido a Peter Wimsey. El conocia a la perfeccion el truco con el que el luchador deja que la fuerza del adversario se deje vencer a si misma. Sin embargo, ella sabia con toda certeza que si, cuando el le habia preguntado si se marchaba, ella hubiera contestado con amabilidad pero con firmeza: «Lo siento, pero pienso que seria lo mejor», el asunto habria llegado al final deseado.