manana. La senorita Hillyard explico que solo habia llegado hasta la puerta, pensando que se habia dejado alli la toga, pero que al recordar a tiempo que la habia colgado en el guardarropa del edificio Queen Elizabeth, se marcho inmediatamente, sin entrar en la sala. Pregunto airada si la administradora sospechaba que ella habia cometido el desaguisado. La senorita Stevens contesto: «Claro que no, pero si la senorita Hillyard hubiera entrado, podria haber visto si las pruebas estaban ya en la sala y aportar asi un terminus quo, o en su defecto, ad quem, para esa parte de la investigacion».

En realidad, esas eran todas las pruebas materiales de que se disponia, aparte de que habia desaparecido un tintero de gran tamano del despacho de la secretaria y tesorera, la senorita Allison. No habia tenido ocasion de entrar en el despacho ni el sabado por la tarde ni el domingo; solo podia decir que el tintero estaba en el sitio de costumbre el sabado a la una. No cerro con llave la puerta del despacho en ningun momento, puesto que alli no se guardaba dinero, y todos los papeles importantes se dejaban a buen recaudo en una caja fuerte. Su ayudante no vivia en el college y no habia estado durante el fin de semana.

Solo se habia producido otro acontecimiento de cierta importancia: la aparicion de garabatos desagradables en pasillos y servicios. Naturalmente, habian borrado tales inscripciones en cuanto las habian visto y ya no estaban disponibles.

Por supuesto, habian tenido que notificar oficialmente la perdida y la posterior manipulacion de las pruebas de la senorita Lydgate. La doctora Baring habia hablado ante todo el college para Preguntar si alguien tenia alguna prueba. Nadie presento ninguna, e inmediatamente advirtio de que el asunto no debia conocerse fuera del college e indico que cualquiera que enviara comunicaciones indiscretas a los periodicos de la universidad o a la prensa podria incurrir en grave falta disciplinaria. Un delicado interrogatorio en los demas colleges femeninos puso de manifiesto que el acoso se limitaba, de momento, a Shrewsbury.

Como tampoco hasta el momento habia salido a la luz nada que demostrara que el acoso hubiera empezado antes de octubre, era natural que las sospechas se centrasen en las alumnas de primer curso. Cuando la doctora Baring llego a este punto de su exposicion, Harriet sintio la obligacion de hablar.

– Creo que me encuentro en situacion de descartar el primer curso, e incluso a la mayoria de las actuales alumnas -dijo.

Y con cierto desasosiego, continuo contando a las alli reunidas como habia encontrado los dos ejemplares de la obra de la escritora anonima, la noche de la celebracion y despues.

– Gracias, senorita Vane -dijo la rectora cuando hubo acabado Harriet-. Lamento profundamente que tuviera una experiencia tan desagradable, pero naturalmente, su informacion reduce mucho el campo de la investigacion. Si la culpable es alguien que asistio a la celebracion, debe de ser una de las pocas alumnas actuales que estaban esperando los examenes orales, una de las criadas o… una de nosotras.

– Si, me temo que asi es.

Las profesoras se miraron unas a otras.

– Por supuesto, no puede ser una antigua alumna -anadio la doctora Baring-, puesto que esas atrocidades han continuado despues, ni una residente en Oxford ajena al college, puesto que sabemos que han metido papeles por debajo de la puerta de algunas personas por la noche, por no hablar de las inscripciones en las paredes, que, segun se ha demostrado, aparecen entre la medianoche y la manana siguiente. Por consiguiente, hemos de preguntarnos quien, entre el numero relativamente reducido de personas pertenecientes a las tres categorias que he mencionado, podria ser la responsable.

– Sin duda, es mucho mas probable que sea una de las criadas que una de nosotras -intervino la senorita Burrows-. Dificilmente puedo imaginarme que ninguna de las presentes en esta sala sea capaz de algo tan repugnante, mientras que esa clase de personas…

– Creo que ese comentario es muy injusto -la interrumpio la senorita Barton-. Estoy firmemente convencida de que no debemos permitir que nos cieguen los prejuicios de clase.

– Que yo sepa, todas las criadas son mujeres de magnifico caracter, y les aseguro que contrato al personal con sumo cuidado -dijo la administradora-. Naturalmente, las encargadas de fregar y otras mujeres que vienen de dia estan libres de sospecha. Ademas, recordaran que la mayoria de las criadas duermen en un ala aparte. La puerta exterior se cierra con llave por la noche y las ventanas de la planta baja tienen rejas, aparte de la verja de hierro que aisla la entrada trasera del resto de los edificios. La unica comunicacion posible por la noche seria a traves de la despensa, que tambien se cierra con llave. La jefa de criadas tiene las llaves. Carrie lleva con nosotras quince anos, y supongo que es de fiar.

– Nunca he llegado a comprender por que hay que encerrar por la noche a las pobres criadas como si fueran fieras salvajes, mientras que todas las demas pueden entrar y salir cuando y como les plazca -dijo la senorita Barton mordazmente-. De todos modos, tal y como estan las cosas, mejor para ellas.

– Como usted bien sabe -replico la administradora-, la razon es que no hay portero en la entrada de servicio, y que a cualquier persona no autorizada no le resultaria dificil saltar por las verjas de fuera. Y tambien quisiera recordarle que todas las ventanas de la planta baja que dan directamente a la calle y al patio de la cocina, incluidas las de las profesoras, tienen barrotes. Con respecto a cerrar con llave la despensa, yo diria que se hace para evitar que la saqueen las alumnas, como ocurria con frecuencia en la epoca de mi predecesora, segun tengo entendido. Se toman tales precauciones con las personas pertenecientes al colegio y con las criadas por igual.

– ?Y las criadas de los demas edificios? -pregunto la tesorera.

– Quiza haya dos o tres que ocupan dormitorios en cada edificio -contesto la administradora-. Todas son mujeres de confianza que estan a nuestro servicio desde antes de que yo llegar No tengo aqui la lista, pero creo que hay tres en el Tudor, tres o cuatro en el Queen Elizabeth y una en cada una de las cuatro buhardillas del patio nuevo. En Burleigh solo hay habitaciones de alumnas. Y naturalmente, esta el personal al servicio de la rectora, ademas de la ayudante de la enfermera, que duerme con en la enfermeria.

– Tomare medidas para que el personal que trabaja para mi no obre mal -dijo la doctora Baring-. Y sera mejor que usted haga otro tanto en la enfermeria, administradora. Y, por su propio interes, se deberia someter a cierta vigilancia a las criadas que no duermen en el college.

– Pero por supuesto, rectora… -empezo a decir con vehemencia la senorita Barton.

– Por su propio interes -repitio la rectora con tranquilidad firmeza-. Senorita Barton, estoy completamente de acuerdo c usted en que no existen mas razones para sospechar de ellas que una de nosotras, pero mayor motivo para dejarlas fuera de este asunto de una vez por todas.

– Desde luego -replico la administradora.

– En cuanto al metodo para mantener vigiladas a las criadas o a cualquiera, estoy convencida de que cuantas menos personas esten al tanto, mejor. Quiza la senorita Vane pueda sugerir un buen sistema, confidencialmente, a mi o a…

– Exactamente -intervino la senorita Hillyard con tono grave-. ?A quien? Que yo sepa, no podemos confiar plenamente en ninguna de nosotras.

– Es cierto, por desgracia -dijo la directora-. Y tambien es aplicable a mi. Si bien huelga decir que tengo plena confianza en las responsables del college, tanto en conjunto como individualmente, me parece que, exactamente como en el caso de las criadas, es de suma importancia que tomemos precauciones, por nuestro propio interes. ?Que opina usted, vicerrectora?

– Sin duda -contesto la senorita Lydgate-. No debemos hacer ninguna distincion. Estoy dispuesta a someterme a cualquier medida de vigilancia que se nos recomiende.

– Bueno, al menos usted dificilmente podria ser sospechosa -dijo la decana-. Es usted la mas perjudicada.

– Todas hemos sido perjudicadas de uno u otro modo -tercio la senorita Hillyard.

– Creo que debemos tener en cuenta lo que, a mi entender, es una costumbre muy conocida de estos desventurados… eh… escritores de cartas anonimas: enviarse cartas a si mismos para desviar las sospechas. ?No es asi, senorita Vane?

– Si -contesto Harriet, rotunda-. En el caso que nos ocupa, parece improbable que alguien se causara a si misma el dano material que han infligido a la senorita Lydgate, pero si empezamos a hacer distinciones, sera dificil saber donde poner limites. No creo que deba aceptarse como prueba nada que no sea una coartada clara.

– Y yo no tengo ninguna coartada -dijo la senorita Lydgate-. El sabado no sali del colegio hasta despues de que la senorita Hillyard se fuera a comer. Fui al Tudor durante la hora del almuerzo, a devolver un libro a la

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