La senorita Lydgate no dio muestras de sentirse avergonzada de la senorita Vane; al contrario: la saludo afectuosamente, le pidio que fuera a verla el domingo por la manana, comento su obra en terminos encomiasticos y la elogio por mantener un nivel tan culto de ingles incluso en sus novelas policiacas.

– Proporciona usted mucha alegria en la sala del profesorado, y segun creo, la senorita De Vine tambien es ferviente admiradora suya -anadio.

– ?La senorita De Vine?

– Ah, claro, no la conoce. Es la nueva profesora del departamento de investigacion. Es una persona muy agradable, y se que quiere hablar con usted sobre sus libros. Tiene que venir para que se la presente. Esta aqui desde hace tres anos. Bueno, no residira aqui hasta el proximo curso, pero vive en Oxford desde hace unas semanas y trabaja en la Biblioteca Bodleiana. Esta haciendo un estupendo trabajo sobre las finanzas de la nacion en la epoca Tudor, absolutamente fascinante incluso para personas como yo, que soy una ignorante en cuestiones de dinero. Estamos todas muy contentas de que el college decidiera ofrecerle la beca Jane Barraclough, porque es una extraordinaria especialista y lo ha pasado muy mal.

– Me parece que he oido hablar de ella. ?No fue directora de uno de los grandes colleges de provincias?

– Si. Fue rectora de Flamborough durante tres anos, pero en realidad no era su trabajo. Demasiados asuntos de administracion, aunque era estupenda para las cuestiones economicas, desde luego, pero tenia demasiadas cosas que hacer, entre su propio trabajo, dirigir doctorados y demas, y las alumnas… entre la universidad y el college acabo agotada. Es una de esas personas que siempre dan lo mejor de si mismas, pero creo que no congenio con las demas en el plano personal. Cayo enferma y tuvo que pasar un par de anos en el extranjero. Se puede decir que acaba de volver a Inglaterra. Y claro, el tener que abandonar Flamborough le supuso una gran diferencia desde el punto de vista economico, asi que es bueno saber que durante los proximos tres anos podra continuar con su libro sin preocuparse por esas cosas.

– Si, ahora me acuerdo -dijo Harriet-. Lo vi anunciado en algun sitio, en Navidad, mas o menos.

– Supongo que lo veria en el anuario de Shrewsbury. Naturalmente, nos sentimos muy orgullosas de tenerla aqui. Por supuesto, deberia disponer de una catedra, pero dudo mucho que soportara la tutoria. Cuantas menos distracciones, mejor, porque es una autentica estudiosa. Mire, alli esta… Ay, que lastima. Me temo que la ha pillado por banda la senorita Gubbins. ?Recuerdan a la senorita Gubbins?

– Vagamente -dijo Phoebe-. Estaba en tercero cuando nosotras estabamos en primero. Una excelente persona, pero demasiado severa y una autentica pesada en las reuniones del college.

– Es una persona muy seria, pero tiene el don de hacer que cualquier tema parezca realmente aburrido -dijo la senorita Lydgate-. Una verdadera lastima, porque es sumamente responsable y digna de confianza, pero eso no importa demasiado en el puesto que ocupa actualmente. Es la bibliotecaria de… la senorita Hillyard debe de saberlo, y segun tengo entendido, esta investigando sobre la familia Bacon. Trabaja mucho, pero me temo que esta sometiendo a la pobre senorita De Vine a un interrogatorio, y no me parece justo en una ocasion como esta. ?Vamos a rescatarla?

Mientras Harriet atravesaba el cesped en pos de la senorita Lydgate, la invadio una terrible nostalgia. Si pudiera volver a aquel lugar tan tranquilo, donde solo contaban los logros intelectuales, si pudiera trabajar alli regular y oscuramente, con un razonamiento unico, a salvo de las distracciones y el envilecimiento de agentes, contratos, editores, redactores de notas publicitarias, entrevistadores, correo de admiradores, buscadores de autografos y de celebridades, y competidores; suprimir los contactos personales, los resentimientos personales, las envidias personales, hincarle el diente a algo aburrido y duradero, madurar hasta alcanzar la solidez de las hayas de Shrewsbury… y entonces ser capaz de olvidarse de la destruccion y el caos del pasado o al menos verlos en proporciones mas justas. Porque, en cierto sentido, no era importante. El hecho de haber amado, pecado, sufrido y haberse librado de la muerte tenia mucha menos trascendencia, en ultima instancia, que una nota a pie de pagina en una oscura publicacion academica que establece la prioridad de tal o cual manuscrito o restablece un minusculo subindice perdido. Era la lucha cuerpo a cuerpo con la obstinada personalidad de los demas, todos ellos pugnando por ser el centro de atencion, lo que hacia que los accidentes de la propia aventura personal ocuparan un lugar tan destacado en el universo.

Pero dudaba de poder apartarse del mundo hasta tal extremo. Habia dado el paso de dejar atras el paraiso de Oxford y sus grises muros hacia ya tiempo. Nadie se bana en el mismo rio dos veces, ni siquiera en el Isis. No soportaria tal serenidad y tal aislamiento… o eso se decia a si misma.

Mientras intentaba recobrar el equilibrio de sus dispersos pensamientos, le presentaron a la senorita De Vine, y solo con mirarla comprendio que era una estudiosa de una clase completamente distinta a la senorita Lydgate, por ejemplo, y la diferencia con lo que ella pudiera ser jamas resultaba aun mas grotesca. Tenia enfrente a una luchadora, sin duda, pero para quien el patio de Shrewsbury era su autentica y verdadera palestra, un soldado que no sabia de lealtades personales, que unicamente sentia obligacion para con los hechos. Una senorita Lydgate, serena, ajena al mundo, podia envolverlo en un cordial calor de caridad; aquella mujer, con un conocimiento del mundo infinitamente mas amplio, lo consideraria en su justo valor y lo desecharia si le resultaba incomodo. El rostro delgado, avido, de grandes ojos grises y hundidos tras las gafas de gruesos cristales, parecia sensible e impresionable, pero tras aquella sensibilidad se escondia una mente dura e inamovible como el granito. Como directora de un college femenino debia de haber desempenado una tarea desagradable, penso Harriet, porque daba la impresion de haber eliminado de su vocabulario la palabra «compromiso», y toda jefatura supone compromiso. No parecia capaz de tolerar vacilaciones en las metas ni vaguedades de criterio. Si algo se interpusiera entre ella y el servicio a la verdad, lo pisotearia sin rencor pero tambien sin piedad, aunque se tratara de su propio prestigio. Una mujer temible a la hora de conseguir un objetivo, aun mas debido a la modestia y la moderacion enganosas de que haria gala al enfrentarse con cualquier asunto que no dominara. Mientras subian, iba diciendole a la senorita Gubbins:

– Estoy completamente de acuerdo en que un historiador deberia ser preciso en los detalles, pero a menos que se tomen en consideracion todos los personajes y circunstancias, no se tendran en cuenta los hechos. Las proporciones y las relaciones de las cosas son hechos, tanto como las cosas mismas, y si se malinterpretan, se falsea gravemente el conjunto.

Justo entonces, cuando la senorita Gubbins estaba a punto de protestar, con una mirada obstinada, la senorita De Vine vio a la tutora de ingles y se excuso. La senorita Gubbins tuvo que batirse en retirada. Harriet observo con pesar que tenia la piel descuidada, llevaba el pelo despeinado y un gran imperdible blanco para sujetarse la muceta al vestido.

– ?Por Dios! -exclamo la senorita De Vine-. ?Quien es esa joven tan desastrada? Parece realmente molesta con mi critica del libro del senor Winterlake sobre Essex. Por lo visto, piensa que deberia haber destrozado a ese pobre hombre por un error nimio de unos cuantos meses al tratar, casi de pasada, la historia temprana de la familia Bacon. No le da la menor importancia al hecho de que ese libro sea el mas esclarecedor y erudito hasta la fecha, el que mas aporta a la comprension de las interacciones de dos personajes sumamente enigmaticos.

– No me cabe duda de que para ella es muy importante, porque la familia Bacon es su especialidad -replico la senorita Lydgate.

– Es una grave equivocacion ver la propia especialidad fuera del contexto de fondo. Por supuesto, habria que corregir el error, como hice yo, en una carta personal al autor, que es la forma mas adecuada de realizar correcciones nimias, pero estoy segura de que el autor ha descubierto la clave de la relacion de esos dos hombres, y con ello, un hecho de verdadera importancia.

– Bueno -dijo la senorita Lydgate, mostrando sus fuertes dientes en una sonrisa amistosa-, parece que ha adoptado una actitud muy dura con la senorita Gubbins. En fin. He traido a alguien que se que esta usted deseando conocer. Le presento a la senorita Harriet Vane, tambien una artista a la hora de contar detalles.

– ?La senorita Vane? -La historiadora poso sus brillantes ojos miopes en Harriet, y se le ilumino la cara-. Que maravilla. Quiero que sepa cuanto me gusto su ultimo libro. Lo considero lo mejor que ha escrito, aunque, claro esta, yo no estoy capacitada para dar una opinion desde el punto de vista cientifico. Hable de el con el profesor Higgins, que es seguidor suyo, y dijo que sugeria una posibilidad sumamente interesante, que no se le habia ocurrido hasta entonces. No estaba seguro de que fuera a funcionar, pero piensa hacer cuanto este en su mano para averiguarlo. Digame, ?con que tuvo que trabajar?

– Pues conte con una opinion muy valiosa -contesto Harriet, sintiendo una odiosa punzada de incertidumbre y, maldiciendo al Profesor Higgins de todo corazon, anadio-: Pero claro…

En ese momento la senorita Lydgate diviso a otra antigua alumna y se marcho corriendo. Phoebe Tucker ya se habia perdido de vista, y Harriet se quedo a solas con su destino. Al cabo de diez minutos, durante los cuales la

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