– Pues segun tengo entendido, la generacion actual no padece nada de eso. No tienen ninguna clase de inhibicion.
– Vamos, Phoebe, nosotras teniamos bastante libertad, no como antes de las licenciaturas de mujeres. No eramos monjas.
– No, pero nacimos antes de la guerra, lo suficiente para que se nos impusieran ciertas restricciones. Heredamos cierto sentido de la responsabilidad. Y Brodribb era de una familia tremendamente rigida… positivistas, unitarios, presbiterianos o algo por el estilo. La gente de ahora es la verdadera generacion de la guerra.
– Pero mujer, es completamente distinto. Lo uno es natural; lo otro… No se, me parece una degeneracion absoluta de la materia gris. Incluso ha escrito un libro.
– ?Sobre agapes?
– Si. Y la sabiduria superior. Y el pensamiento bello; esas cosas. Y encima, con una sintaxis espantosa.
– ?Dios santo! Si, es tremendo, ?verdad? No entiendo por que esas religiones estramboticas afectan tanto a la gramatica.
– Debe de ser una especie de putrefaccion intelectual que llega a todas partes, pero lo que no se es cual de las dos causa la otra, o si las dos son sintomas de otra cosa. Entre la curacion mental de Trimmer y el nudismo de Henderson…
– ?Que me dices!
– Como lo oyes. Esta ahi, en la mesa de al lado. Por eso esta tan morena.
– Y su vestido tiene tan mal corte… Supongo que pensara que si no puede ir desnuda, debe ir mal vestida.
– A veces pienso si a muchas de nosotras no nos vendria bien un poco de sana maldad.
En ese momento la senorita Mollison, que estaba tres asientos mas alla en el mismo lado de la mesa, se inclino sobre sus vecinas y grito algo.
– ?Que? -grito Phoebe a su vez.
La senorita Mollison se inclino aun mas, aplastando hasta tal extremo a Dorothy Collins, Betty Armstrong y Mary Stokes que estuvo a punto de sofocarlas.
– Espero que la senorita Vane no le este contando nada demasiado espeluznante.
– ?No! -replico Harriet en voz muy alta-. Es la senora Bancroft quien me esta poniendo a mi los pelos de punta.
– ?Como?
– Me esta contando la vida de las de nuestro curso.
– ?Ah! -exclamo la senorita Mollison, desconcertada.
El apretado grupo se deshizo con la llegada de un plato de cordero con guisantes y las vecinas de mesa de la senorita Mollison pudieron volver a respirar; pero Harriet comprobo, horrorizada, que la pregunta y la respuesta parecian haber abierto una via para una mujer de piel oscura y aire decidido, con grandes gafas y rigido peinado, sentada frente a ella, que se inclino hacia delante y dijo, con cerrado acento norteamericano:
– Supongo que no me recordara, senorita Vane. Solo estuve aqui un curso, pero yo la reconoceria en cualquier parte. Siempre recomiendo sus libros a mis amigos de Estados Unidos, que estan muy interesados en el estudio de la novela policiaca britanica, porque pienso que son extraordinariamente buenos.
– Es usted muy amable -replico Harriet debilmente.
– Y tenemos un conocido comun, muy querido por las dos -anadio la senora de las gafas.
?Dios!, penso Harriet. ?Y ahora que pesado saldra de la oscuridad? ?Y quien es esta espantosa femina?
– ?De verdad? -dijo, tratando de ganar tiempo mientras hurgaba en su memoria-. ?Y quien es, senorita…?
– Schuster-Slatt -le soplo Phoebe al oido.
– Schuster-Slatt.
Claro. Llego en el primer bimestre de verano de Harriet. Al parecer, estudiaba derecho. Se marcho despues de un bimestre porque las condiciones de Shrewsbury coartaban la libertad, entro en la Asociacion de Estudiantes y desaparecio felizmente de su vida.
– Que lista es usted. Aun recuerda mi nombre. Pues si, le sorprendera, pero en mi trabajo veo a muchos miembros de la aristocracia britanica -?Maldicion!, penso Harriet. El estridente tono de la senorita Schuster-Slatt se oia incluso en medio de la barahunda general-. Su fascinante lord Peter. Fue amabilisimo conmigo, y cuando le conte que habiamos estudiado juntas en la universidad mostro mucho interes. Me parece un hombre adorable.
– Tiene muy buenos modales -replico Harriet.
Pero la insinuacion era demasiado sutil. La senorita Schuster-Slatt anadio:
– Fue encantador conmigo cuando le explique mi trabajo. -En que consistira, penso Harriet-. Y, claro, yo queria que me hablase de sus emocionantes investigaciones como detective, pero es demasiado modesto para contar nada. Digame una cosa, senorita Vane: ?lleva ese monoculo tan bonito por la vista o por una antigua tradicion inglesa?
– Jamas he tenido la impertinencia de preguntarselo -replico Harriet.
– ?Ay, la famosa reticencia britanica! -exclamo la senorita Schuster-Slatt, y a continuacion intervino Mary Stokes.
– ?Vamos, Harriet, hablanos de lord Peter! Si se parece a las fotografias, debe de ser encantador. Y tu lo conoces muy bien, ?no?
– Trabaje con el en un caso.
– Debio de ser fascinante. Cuentanos como es el.
– Si tenemos en cuenta -dijo Harriet con un tono que expresaba su desesperacion y su enfado-, si tenemos en cuenta que me saco de la carcel y que probablemente me libro de la horca, es natural que lo encuentre encantador.
– Ah -dijo Mary Stokes, sonrojandose y apartando la mirada de los furibundos ojos de Harriet como si hubiera recibido un golpe-. Lo siento… No sabia…
– En fin, me temo que no he tenido el menor tacto -dijo la senorita Schuster-Slatt-. Ya me lo decia mi madre: «Sadie, eres la chica con menos tacto que he tenido la desgracia de conocer». Pero es que me he dejado llevar por el entusiasmo. No me paro a pensar. Me pasa lo mismo con mi trabajo. No tengo en cuenta mis sentimientos, ni los sentimientos de los demas. Me lanzo de cabeza sobre lo que quiero, y en la mayoria de los casos lo consigo.
Tras lo cual, con mas sensibilidad de lo que cabia esperar, desvio triunfalmente la conversacion hacia su trabajo, que al parecer estaba relacionado con la esterilizacion de los incapacitados y el fomento del matrimonio entre los intelectuales.
Mientras tanto, Harriet, abatida, pensaba en que diablos se habria apoderado de ella para hacer gala de todos los rasgos desagradables de su caracter solo con oir el nombre de Wimsey. El no le habia hecho ningun dano; simplemente la habia salvado de una muerte ignominiosa, le habia ofrecido una lealtad inquebrantable y jamas le habia exigido ni habia esperado gratitud, por ninguna de las dos cosas. No estaba bien que ella se lo devolviera con rencor y grunidos. He de reconocer que tengo un tremendo complejo de inferioridad, penso, pero el hecho de reconocerlo no me ayuda a librarme de el. Peter podria haberme gustado tanto si lo hubiera conocido en igualdad de condiciones…
La rectora dio unos golpes en la mesa y en el comedor se hizo un grato silencio. Una oradora se levanto para proponer el brindis de la universidad.
Con tono grave, desplego el gran pergamino de la historia, abogo por las humanidades, proclamando la
Magnifico, penso Harriet, pero no es la guerra. Y a continuacion su imaginacion se puso a tejer y destejer las palabras pronunciadas y lo vio como una guerra santa, y aquel grupo de mujeres parlanchinas, heterogeneo, incluso ligeramente absurdo, fundido en una unidad corporativa entre si y con todo hombre y toda mujer para quienes la integridad intelectual significaba algo mas que una ganancia material: defensores de la torre del alma humana, con sus diferencias olvidadas ante el enemigo comun. Ser fiel a la propia vocacion, por muchas locuras que pudieran cometerse en la vida emocional: ese era el camino hacia la paz espiritual. ?Como sentirse