senorita De Vine puso patas arriba, implacablemente, el cerebro de su victima, le saco los hechos a sacudidas como una criada sacude vigorosamente una alfombra para quitarle el polvo, la tunde, la orea, la restriega, la coloca en otra posicion y la estira con mano firme, afortunadamente aparecio la decana y se metio en la conversacion.
– Gracias a Dios, el vicerrector esta a punto de marcharse, y podremos quitarnos este odioso bombasi y lucir los vestidos de fiesta. ?Por que se nos ocurriria reclamar titulos y el enorme placer de achicharramos con la toga en dias de calor? ?Bien! ?Ya se ido! Denme esos trastos. Voy a dejarlos en la sala comun, con mi toga. ?La suya lleva nombre, senorita Vane? ?Estupendo! Ya tengo tres togas desconocidas en mi despacho. Las encontre por ahi tiradas a final de curso y, claro, no tengo ni idea de quienes son las propietarias. Las muy desconsideradas parecen creer que es asunto nuestro ordenar sus absurdas cosas. Las dejan en cualquier sitio, al buen tuntun, y despues se las prestan las unas a las otras, y si se multa a alguien por salir sin toga, resulta que siempre se la han robado. Y encima, siempre se las ensucian, que parecen trapos. Usan las togas para quitar el polvo y para avivar el fuego. Cuando pienso en lo que tuvo que sudar nuestra entusiasta generacion para tener el derecho a llevar esas prendas… ?y que a esas ninas no les importe nada! Parece que van vestidas de harapos, como en las ilustraciones de
– Algunas antiguas alumnas no son nada del otro mundo -dijo Harriet-. Solo hay que fijarse en Gubbins, por ejemplo.
– ?Ay, Dios mio, esa pesada! Lo lleva todo sujeto con imperdibles. Y ojala se lavara el cuello.
– Yo creo que es el color natural de su piel -se apresuro a decir la senorita De Vine, siempre dispuesta a situar meticulosamente los hechos a la luz justa.
– Pues deberia tomar zanahorias para limpiar el organismo -replico la decana, arrebatandole la toga a Harriet-. No, no se moleste. No tardare nada en tirarlas por la ventana de la sala. Y no se les ocurra escaparse, porque ya no volveria a encontrarlas.
– ?Llevo bien el peinado? -pregunto la senorita De Vine, repentinamente humana y vacilante tras despojarse del birrete y la toga.
– Se ha descolocado un poquitin -contesto Harriet, examinando el grueso mono de color gris acero del que sobresalian numerosas horquillas demasiado gastadas, como aros de croquet.
– Siempre me pasa lo mismo -dijo la senorita De Vine, dandose unos toquecitos en el pelo-. Creo que me lo voy a cortar. Seguro que me da menos problemas.
– A mi me gusta asi. Le sienta muy bien el mono. Voy a ver que puedo hacer, ?le parece?
– Ojala pueda arreglarlo -dijo la historiadora, aceptando agradecida que le pusieran las horquillas debidamente-. Yo soy muy torpe con las manos. Me he dejado un sombrero en alguna parte -anadio, mirando indecisa el patio-, pero la decana ha dicho que nos quedemos aqui. Ah, gracias. Me siento mucho mejor, mas segura. Ah, ahi viene la senorita Martin. La senorita Vane ha tenido la amabilidad de ejercer de peluquera para la Reina Blanca… Pero ?no deberia ponerme sombrero?
– No, ahora no -replico la senorita Martin en tono rotundo- voy a tomar algo como es debido, y ustedes tambien. Tengo un hambre canina. He tenido que ir pegada al profesor Boniface, que tiene noventa y siete anos y esta chiflado y chocho, gritandole al oido porque esta mas sordo que una tapia, y estoy poco menos que desmayada. ?Que hora es? Me siento como el pavo de Marjory Fleming… Me importa un cuerno la reunion de antiguas alumnas. Lo unico que quiero es comer y beber. Vamos a abalanzarnos sobre la mesa antes de que la senorita Shaw y la senorita Stevens le echen el guante a los ultimos helados.
Capitulo 2
Es propio de todos los melancolicos, dijo Mercurialis, «que el parecer que antano han mantenido sea sumamente osado, violento y radical. Invitas occurrit», hagan lo que hagan, no pueden librarse de el, y contra su voluntad piensan en el una y mil veces,
ROBERT BURTON
Bueno, parece que de momento va bien, penso Harriet mientras se cambiaba para la cena. Habia habido momentos malos, como al intentar restablecer el contacto con Mary Stokes. Y el breve encuentro con la senorita Hillyard, la tutora de historia, a quien nunca le habia caido bien y que le habia dicho, con gesto torcido y lengua viperina: «Bueno, senorita Vane, ha tenido usted experiencias muy variadas desde la ultima vez que la vimos». Pero tambien habia habido momentos buenos, portadores de la promesa de permanencia en un universo heracliteo. Penso que podria sobrevivir a la cena de fin de curso, si bien Mary Stokes le habia conseguido un asiento a su lado, algo insufrible. Por suerte, tambien se las habia ingeniado para poner a Phoebe Tucker al otro lado. (En aquel entorno, seguia pensando en ellas como Stokes y Tucker.)
Lo primero que le choco cuando el cortejo formo filas ante la mesa de autoridades y se hubo bendecido la mesa, fue el terrible ruido del comedor. «Chocar» es la palabra adecuada. Te caia encima con todo el peso y la potencia de una estruendosa cascada; golpeaba los oidos como el martilleo de una forja infernal; rasgaba el aire como el repiqueteo metalico de cincuenta mil monotipias en plena composicion. Doscientas lenguas femeninas, desatadas como por un resorte, estallaron clamorosamente. Habia olvidado como era aquello, pero recordo que, al principio de cada trimestre, tenia la sensacion de que si el ruido seguia asi un minuto mas se volveria loca. Al cabo de una semana ya se le habia pasado. La costumbre la habia inmunizado, pero en aquellos momentos le destrozo los nervios con aun mas virulencia que en los primeros tiempos. La gente le gritaba al oido, y ella tenia que gritar a su vez. Miro angustiada a Mary; ?podria soportarlo una enferma? Mary no parecia darse cuenta; estaba mas animada que antes y chillaba alegremente a Dorothy Collins. Harriet se volvio hacia Phoebe.
– ?Por Dios! Se me habia olvidado como era este jaleo. Si grito, me saldra un vozarron. ?Te importa?
– En absoluto. Te oigo bastante bien. ?Por que Dios habra dado a las mujeres unas voces tan agudas? Aunque no me importa demasiado. Me recuerda a los obreros nativos discutiendo. Nos estan tratando bastante bien, ?no crees? La sopa es mejor que nunca.
– Han hecho un esfuerzo especial para esta noche. Ademas, segun tengo entendido, la nueva administradora es bastante buena.
– Es verdad. En fin, no creo que yo tenga derecho a tirar piedras contra Brodribb. Hizo algo de economia domestica. A la pobre Straddles no le preocupaba demasiado la comida.
– Si, pero a mi Straddles me caia bien. Se porto maravillosamente conmigo cuando me puse enferma justo antes de los examenes para la especialidad. ?Te acuerdas?
– ?Que paso con Straddles cuando se marcho?
– Ah, pues es la tesorera del Bronte College. En realidad, lo suyo eran las finanzas. Tenia verdadero talento para los numeros.
– ?Y que fue de esa chica…? ?Como se llama? ?Peabody? ?Freebody? ?Sabes quien te digo? La que proclamaba solemnemente que la gran ambicion de su vida era ser administradora de Shrewsbury.
– ?Uy, la pobre! Se volvio loca de remate con una religion nueva o algo y se metio en una secta increible, donde van con taparrabos y celebran agapes a base de frutos secos y pomelos. Bueno, si te refieres a Brodribb…
– Si, Brodribb… Ya sabia yo que era algo parecido a Peabody. ?Precisamente ella, tan terriblemente practica y anodina!
– La reaccion, supongo. Instintos emocionales reprimidos y todo eso. En el fondo era tremendamente sentimental, ?no?
– Si, lo se. Tenia una especie de obsesion con la senorita Shaw. Quiza en aquella epoca estabamos todas muy inhibidas.