Tomamos una batea y merendamos en los jardines, y parecia estar bien. Volvi a traerla y la convenci para que se viniera al comedor a cenar como es debido. Despues me dijo que queria ir a trabajar a la Radcliffe. Yo tenia un compromiso, asi que no pude acompanarla, aparte de que le habria parecido raro que anduviera detras de ella todo el dia. Asi que le dije a la senorita Millbanks que alguien tenia que tomar el relevo.

– Pues yo tome el relevo -replico desafiante la senorita Millbanks-. Me lleve mi trabajo alli y me sente a una mesa desde la que podia verla. Estuvo alli hasta las nueve y media. Sali a las diez y vi que se habia marchado.

– ?No la vio salir?

– No. Yo estaba leyendo y supongo que no me di cuenta. Lo siento, pero ?como iba yo a saberlo? Este trimestre tengo examenes. Es muy facil decir que no deberia haberla perdido de vista, pero no soy enfermera ni nada de eso…

Harriet observo que la senorita Millbanks habia perdido la seguridad en si misma, que se estaba defendiendo torpe y furiosamente, como una colegiala.

– Al regresar, la senorita Millbanks… -prosiguio la rectora.

– Pero ?han hecho algo? -la interrumpio Harriet, impaciente ante aquella exposicion ordenada y academica-. Supongo que habran preguntado si ha estado en la galeria de la Radcliffe.

– Lo pense despues y propuse que se hiciera un registro. Segun creo, se ha hecho, sin resultados. No obstante, en un posterior…

– ?Y el rio?

– A eso voy. Quiza sea mejor que continue en orden cronologico. Le aseguro que no hemos perdido el tiempo.

– Muy bien, rectora.

– Al regresar -anadio la rectora, retomando el relato en el punto exacto en el que lo habia dejado-, la senorita Millbanks se lo conto a la senorita Haydock, y comprobaron que la senorita Newland no estaba en el college. Actuando con toda correccion, informaron inmediatamente a la decana, que ordeno a Padgett que telefoneara en cuanto llegara la senorita Newland. No habia vuelto a las once y cuarto, y Padgett dio parte, al tiempo que comentaba su inquietud por la senorita Newland. Habia observado que le habia dado por ir sola a todas partes y que parecia tensa y nerviosa.

– Padgett es muy sagaz -dijo la decana-. A veces pienso que sabe mas de las alumnas que ninguna de nosotras.

– Hasta esta noche, yo habria asegurado que conocia intimamente a todas mis alumnas -gimoteo la senorita Shaw.

– Padgett tambien dijo que habia visto varias cartas anonimas dirigidas a la senorita Newland en la conserjeria.

– Tendria que haber dado parte -dijo Harriet.

– No -replico la decana-. Fue despues de que viniera usted el trimestre pasado cuando le ordenamos que diera parte de todo. Las que el vio habian llegado antes.

– Comprendo.

– Ya empezabamos a preocuparnos, y la senorita Martin llamo a la policia -continuo la directora-. Mientras tanto, la senorita Haydock registro la habitacion de la senorita Newland, en busca de algo que pudiera arrojar luz sobre su estado de animo, y encontro… esto.

Recogio de la mesa un montoncito de papeles y se lo dio a Harriet, que exclamo: «?Dios mio!».

En esta ocasion, la autora de los anonimos habia encontrado una victima que le venia como anillo al dedo. Las cartas, treinta o mas («y no creo que esten todas», comento la decana), amenazantes, insultantes, insinuantes, machacaban despiadadamente sobre el mismo tema: «No creas que te vas a salir con la tuya», «?Que vas a hacer cuando suspendas los examenes?», «Te mereces suspender y ya me encargare yo de que asi sea», y despues sugerencias mas espantosas: «?No notas que estas perdiendo la cabeza?», «Si se dan cuenta de que te estas volviendo loca te echaran» y por ultimo, una siniestra serie: «Sera mejor que acabes de una vez», «Mejor muerta que en el manicomio», «Yo que tu me tiraria por la ventana», «Intentalo en el rio», etcetera, y lo mas dificil de soportar para unos nervios debilitados es el martilleo continuo y certero.

– ?Si me las hubiera ensenado a mi! -exclamo llorosa la senorita Shaw.

– Por supuesto que no lo habria hecho -dijo Harriet-. Hay que ser muy equilibrada para reconocer que la gente puede pensar que te estas volviendo loca. Eso ha sido lo peor.

– De todas las maldades que… -dijo la decana-. ?Pensar que esa pobre criatura ha estado recogiendo estas monstruosidades y amargandose la vida! ?Me gustaria matar a quien haya hecho esto!

– Decididamente, es un intento de asesinato, pero la cuestion es: ?se ha consumado? -dijo Harriet.

Se hizo un silencio, y despues la rectora dijo con tono inexpresivo:

– Ha desaparecido una de las llaves del cobertizo de las barcas.

– La senorita Stevens y la senorita Edwards han ido en un bote rio arriba, y la senorita Burrows y la senorita Barton por el Isis en el otro bote de espadilla -dijo la decana-. Tambien esta buscando la policia. Se han marchado hace unos tres cuartos de hora. Hasta entonces no nos habiamos percatado de la desaparicion de la llave.

– Entonces no podemos hacer gran cosa -dijo Harriet, absteniendose de anadir con enfado que habria que haber comprobado lo de las llaves del cobertizo en el mismo momento en que se dieron cuenta de la ausencia de la senorita Newland-. Senorita Haydock… ?le conto algo la senorita Newland, cualquier cosa que pudiera indicar adonde pensaba ir en caso de que quisiera ahogarse?

La dura frase, pronunciada por primera vez sin ambages, impresiono a todo el mundo. La senorita Haydock se cubrio la cara con las manos.

– Un momento -dijo-. Si recuerdo algo. Ibamos por los jardines…, si, despues de la merienda, y seguimos un poco mas antes de torcer. Habia una zona con el agua muy revuelta y estuve a punto de perder la pertiga. Recuerdo que dije que seria un sitio muy malo para caerse, por las algas. El fondo es malo, esta lleno de cieno y agujeros. La senorita Newland me pregunto si no era donde se habia ahogado un hombre el ano pasado. Le dije que no lo sabia, pero que creia que era por alli cerca. Ella no dijo nada mas, y yo me habia olvidado hasta ahora.

Harriet miro su reloj.

– La vieron por ultima vez a las nueve y media. Tuvo que ir al cobertizo de las barcas. ?Tiene bicicleta? ?No? Entonces tardaria casi media hora. Las diez. Pongamos otros cuarenta minutos hasta ese punto, a menos que fuera muy rapido…

– No se le da bien la batea. Cogeria una piragua.

– Tendria en contra la corriente y el viento. Pongamos las once menos cuarto. Y tendria que llevar la canoa ella sola. Eso lleva su tiempo, pero aun le quedaria mas de una hora. Quiza sea demasiado tarde, pero merece la pena intentarlo.

– Pero puede haber ido a cualquier parte.

– Por supuesto, pero debemos tener en cuenta esa posibilidad. Cuando a la gente se le ocurre una idea, no se le va de la cabeza, y no siempre toman la decision en el mismo momento.

– Si conozco un poco la psicologia de esa muchacha… -empezo a decir la senorita Shaw.

– ?De que sirve discutir? -la interrumpio Harriet-. O esta viva o esta muerta, y tenemos que arriesgarnos. ?Quien viene conmigo? Voy a por el coche… Se va mas rapido por carretera que por el rio. Podemos requisar un bote en algun punto de los jardines… si tenemos que entrar a la fuerza en un cobertizo. Decana…

– Estoy con usted -dijo la senorita Martin.

– Necesitamos linternas y mantas. Cafe caliente. Brandy. Habra que avisar a la policia para que envien a un agente y nos veamos en Timm's. Senorita Haydock, usted rema mejor que yo…

– Voy con usted -dijo la senorita Haydock-. Gracias a Dios, tenemos algo que hacer.

Luces en el rio. El chapoteo de las espadillas. El constante movimiento de los escalamos.

El bote avanzaba lentamente rio abajo. Agazapado en la proa, el agente escudrinaba las aguas de orilla a orilla con el haz de una potente linterna. Aferrada al timon, Harriet repartia su atencion entre la oscura corriente y la luz movil que tenia delante. Con paladas lentas y regulares, la decana mantenia la mirada fija delante de ella, concentrada en su tarea.

A una palabra del policia, Harriet paro el bote y dejo que lo arrastrara la corriente hacia un bulto negro y

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