viscoso en el agua negra. La embarcacion dio un bandazo cuando el hombre se inclino sobre la borda. En medio del silencio se oyo la respuesta, el gemido, el chapoteo y el palmetazo de los remos al otro lado del siguiente recodo.
– Nada -dijo el policia-. Un trozo de arpillera.
– ?En serio? ?A remar!
Los remos volvieron a golpear el agua.
– ?Ese bote es el de la administradora? -dijo la decana.
– Es muy probable -contesto Harriet.
Mientras pronunciaba estas palabras alguien grito en la otra embarcacion. Se oyo un salpicon, un chillido, y el policia respondio gritando:
– ?Ahi va!
– A toda velocidad -dijo Harriet.
Mientras maniobraba con el timon para que el bote doblase el recodo, vio a la luz de la linterna, a escasas paladas de distancia, lo que habian ido a buscar: la reluciente quilla de una piragua a la deriva en mitad del rio, con los remos flotando al lado, y alrededor el agua, formando ondas por la fuerza de la caida.
– Cuidado, senoras, no vayamos a chocar. No puede andar lejos.
– ?Despacio! -dijo Harriet y anadio-: ?Sujetenlo!
El rio se arremolinaba burlonamente sobre las palas de los remos invertidos. El policia grito al bote que se acercaba y senalo la orilla izquierda.
– ?Ahi, en el sauce!
La luz cayo sobre las hojas plateadas, que goteaban sobre el rio como la lluvia. Algo desvaido y ominoso giraba debajo.
– Despacio. Zagual. Una a proa. Otra. Otra. Despacio. Zagual. Una. Dos. Tres. Despacio. Una a popa. Despacio. Cuidado con los remos de proa.
El bote atraveso el rio y volvio ante la senal del policia, que iba arrodillado a proa, escudrinando el agua. Algo blanco y brillante subio hasta la superficie y volvio a sumergirse.
– Gire un poco mas, senorita.
– ?Listas? Una a popa, zagual. Otra. Despacio. Sujetenlo. -El policia estaba inclinado sobre la borda, tanteando con ambas manos entre las algas-. Un poco mas atras. Despacio. Mantenga los remos de proa fuera del agua. Equilibre el bote. ?La tiene?
– Si… pero las algas son una barbaridad de fuertes.
– Cuidado, no vaya a caerse, o ya seran dos. Senorita Haydock… ?Vamos! A ver si puede ayudar al agente. Decana, una palada muy suave.
La embarcacion se balanceo peligrosamente cuando viro y arranco las pegajosas algas, afiladas y duras como cuchillos. El otro bote se habia aproximado y estaba cruzando el rio. Harriet le grito a la senorita Stevens que tuviera cuidado con los remos. Las dos embarcaciones se arrimaron. La chica tenia la cabeza fuera del agua, palida como la muerte, exanime, desfigurada por cieno negro y algas oscuras. El policia sujetaba el cuerpo. La senorita Haydock tenia las dos manos en el agua, arremetiendo con un cuchillo contra las algas que aprisionaban cruelmente las piernas. La otra barca, obstaculizada por su propia ligereza, estaba escorando e inundandose por la borda, mientras las ocupantes forcejeaban.
– ?Equilibren ese bote, maldita sea! -grito iracunda Harriet, a quien no le gustaba la idea de tener que encargarse de otros dos cadaveres y olvidandose de a quien se dirigia. La senorita Stevens no le hizo caso, pero la senorita Edwards echo todo su peso hacia delante, y cuando el bote se levanto tambien se levanto el cuerpo. Sujetando firmemente la linterna para que el equipo de rescate viera bien lo que hacia, observo como se desenredaban las reacias algas.
– Sera mejor subirla aqui -dijo el policia. Su bote tenia menos espacio, pero brazos mas fuertes y mejor equilibrio. Hubo una sacudida y un tiron cuando izaron por la borda el peso muerto, que cayo chorreando como un guinapo a los pies de la senorita Haydock.
El agente de policia era un joven energico y competente. Administro los primeros auxilios con admirable rapidez. Las mujeres, en la orilla, observaban con expresion angustiada. Ya habia llegado mas ayuda del cobertizo de los botes. Harriet se encargo de contener el torrente de preguntas.
– Si, una de nuestras alumnas. No sabe remar muy bien. Nos asustamos al pensar que habia cogido una piragua ella sola. Una imprudencia. Si, temiamos que hubiera un accidente. El viento, la corriente… No. Va contra las normas. (Si iba a haber una investigacion judicial, habria que dar mas explicaciones, pero no alli, en aquel momento.) Una insensatez. Demasiado optimista. Si, si, muy mala suerte. Correr estos riesgos…
– Se pondra bien -dijo el policia.
Se incorporo y se enjugo el sudor de la frente.
Brandy. Mantas. Un lugubre grupo en procesion hasta el cobertizo de los botes, si bien menos lugubre de lo que podria haber sido. Despues, una autentica orgia de llamadas telefonicas. Despues, el medico. Despues, de repente, Harriet se puso a temblar de puros nervios, y una persona bondadosa le dio whisky. La paciente estaba mejor. La paciente estaba bastante bien. Al policia competente, a la senorita Haydock y a la senorita Stevens les estaban vendando las manos, con profundos cortes a causa de las afiladas algas. La gente hablaba, y Harriet esperaba que no dijeran tonterias.
– Vaya nochecita -le dijo la decana al oido.
– ?Quien esta con la senorita Newland?
– La senorita Edwards. La he advertido de que no deje que la chica diga nada si puede evitarlo. Y he acallado a ese policia tan simpatico. Un accidente, hijo mio, un accidente. Todo en orden. Que bien ha mantenido usted la calma, y las demas hemos seguido su ejemplo. La senorita Stevens la perdio un poquito cuando se puso a llorar y a hablar de suicidio, pero yo la hice callar enseguida.
– ?Maldita sea! -exclamo Harriet-. ?Por que querria hacer eso?
– Exactamente, ?por que? Cualquiera diria que queria organizar un escandalo.
– Salta a la vista que alguien lo quiere.
– ?No pensara que la senorita Stevens…? Pero si ha ayudado en el rescate…
– Si, lo se. De acuerdo, decana. No pienso nada. Ni siquiera voy a intentar pensar. Lo que pensaba era que iban a volcar el bote entre la senorita Edwards y ella.
– No hablemos de eso ahora. Gracias a Dios no ha ocurrido lo peor. La chica esta a salvo, y eso es lo unico que importa. Lo que tenemos que hacer es no darle mayor importancia al asunto.
Eran casi las cinco de la manana cuando las participantes en el salvamento volvian a sentarse en la casa de la rectora, cansadas y vendadas. Todas se dedicaron elogios mutuos.
– Que inteligente ha sido la senorita Vane al comprender que la pobre chiquilla iria a ese sitio concreto. Ha sido providencial que llegaramos cuando llegamos -dijo la decana.
– Yo no estoy tan segura -replico Harriet-. Podriamos haber hecho mas mal que bien. ?Se dan cuenta de que no se decidio a saltar hasta que nos vio llegar?
– ?Quiere decir que quiza no habria saltado si no hubieramos ido detras de ella?
– Es dificil saberlo. Yo creo que lo estaba retrasando. Lo que la empujo realmente fue ese grito desde el otro bote. Por cierto, ?quien grito?
– Yo -contesto la senorita Stevens-. La vi al mirar por encima del hombro y grite.
– ?Que hacia cuando la vio?
– Estaba de pie en la piragua.
– No -repuso la senorita Edwards-. Cuando usted grito mire a mi alrededor, y la chica estaba poniendose en pie.
– Se equivoca -la contradijo la senorita Stevens-. Lo que digo es que se estaba levantando cuando la vi y grite para detenerla. Usted no pudo ver nada delante de mi.
– Se muy bien lo que vi -insistio obstinadamente la administradora.
– Es una lastima que no llevaran nadie al timon -tercio la decana-. Nadie puede ver lo que ocurre a su espalda.
– No hace ninguna falta discutir sobre eso -dijo la rectora con cierta brusquedad-. Se ha evitado la tragedia, y