senorita Murchison se habia marchado hacia un ano para casarse. Harriet se lo tomo casi como una ofensa personal. No le apetecia volcar todos los detalles del problema de Shrewsbury en los oidos de una perfecta desconocida. Dijo que enviaria una carta, colgo y se sento, sintiendose extranamente impotente.
Esta muy bien adoptar una postura firme y precipitarse al telefono, decidida a «hacer algo» sin tardanza; los demas no se cruzan de brazos esperando a lo que mas convenga, ni siquiera a nosotros, que somos tan interesantes e influyentes. Harriet se rio de su propia irritacion. Habia decidido actuar inmediatamente, y estaba furiosa porque una empresa tenia sus propios asuntos que atender. Sin embargo, era imposible esperar mas. La situacion empezaba a convertirse en una pesadilla. El rostro de la gente se habia distorsionado y habia adoptado una expresion taimada de la noche a la manana; los ojos estaban llenos de temor, las palabras mas inocentes cargadas de sospecha. En cualquier momento podia sobrevenir otra atrocidad y llevarselo todo por delante.
De repente le dieron miedo todas aquellas mujeres:
Entonces penso que era una idea absurda recurrir a la ayuda de otro hatajo de solteronas; aunque lograra localizar a la senorita Climpson, ?como iba a explicarle el asunto a aquella virgen anciana y seca? Solo con ver los anonimos probablemente sentiria ganas de vomitar y no alcanzaria a comprender el problema. En este sentido, Harriet no le hacia justicia a la senora; la senorita Climpson habia visto muchas cosas extranas en el transcurso de sesenta y tantos anos de vida en casas de huespedes, y estaba tan libre de represiones y complejos como podria estarlo cualquier otro ser humano, pero lo cierto era que el ambiente de Shrewsbury empezaba a sacar de quicio a Harriet. Lo que necesitaba era alguien con quien no tuviera que morderse la lengua, alguien que ni mostrara ni experimentara sorpresa ante ninguna manifestacion de las rarezas humanas, alguien a quien conociera y en quien pudiera confiar.
Habia muchisimas personas en Londres, hombres y mujeres, para quienes hablar de las aberraciones sexuales era algo cotidiano, pero la mayoria no eran muy dignas de confianza. Ejercitaban la normalidad hasta que les salian bultos por todas partes, como los musculos de los forzudos profesionales, y no parecian ni mucho menos normales. Y no paraban de hablar, a voz en grito. Su rozagante salud mental asustaba al comun de los mortales desequilibrados. Repaso mentalmente varios nombres, pero no dio con ninguno que pudiera servirle.
– La verdad es que no se si necesito un medico o un detective -le dijo al telefono-. Pero necesito a alguien.
Penso, y no era la primera vez, que ojala hubiera localizado a Peter Wimsey. Naturalmente, no era la clase de caso que el hubiera podido investigar debidamente, pero a lo mejor conocia a la persona idonea. Al menos a el no le habria sorprendido nada, no se habria escandalizado por nada: tenia demasiada experiencia del mundo. Y era de absoluta confianza. Pero no estaba. Habia desaparecido en el mismo momento en el que ella tuvo noticia del asunto de Shrewsbury; era como si lo hubiera hecho a proposito. Al igual que lord Saint-George, empezaba a pensar que Peter no tenia derecho a desaparecer justo cuando se lo necesitaba. El hecho de que ella llevara cinco anos negandose airadamente a contraer mas obligaciones con Peter Wimsey no tenia ningun peso en aquellos momentos; de buena gana habria contraido obligaciones con el mismisimo diablo si hubiera tenido la certeza de que el principe de las tinieblas era un caballero cortado por el mismo patron que Peter, pero Peter estaba tan fuera de su alcance como Lucifer.
?Tanto? Tenia el telefono al lado. Podia hablar con Roma con la misma facilidad que con Londres, si bien resultaria una pizca mas caro. Probablemente se debia tan solo a la modestia economica de la persona cuyos ingresos eran fruto exclusivo del trabajo lo que daba mayor trascendencia a llamar a alguien a otro pais que a otra ciudad. De todos modos, no pasaria nada por mirar la ultima carta de Peter y buscar el numero de telefono de su hotel. Salio rapidamente y se topo con la senorita De Vine.
– ?Oh! -exclamo la profesora-. Venia a buscarla. Creo que deberia ver esto.
Le tendio un trozo de papel; las letras impresas le resultaron odiosamente familiares.
TU TURNO SE ACERCA
– Esta bien que te avisen -dijo Harriet, con una ligereza que no sentia-. ?Donde, cuando y como?
– Se ha caido de un libro que estoy usando -contesto la senorita De Vine, parpadeando tras las gafas-. Hace un momento.
– ?Cuando fue la ultima vez que uso el libro?
– Eso es lo mas curioso -dijo la senorita De Vine, parpadeando otra vez-. Que no lo utilice yo. Se lo llevo anoche la senorita Hillyard, y me lo ha devuelto la senora Goodwin esta manana.
Teniendo en cuenta lo que habia dicho la senorita Hillyard de la senora Goodwin, no le extrano demasiado que la hubiera elegido a ella para que le hiciera los recados, pero en ciertas circunstancias la eleccion puede ser acertada.
– ?Esta segura de que ayer no estaba el papel?
– No lo creo. Consulte varias paginas y supongo que lo habria visto.
– ?Se lo dio directamente a la senorita Hillyard?
– No. Lo deje en su casillero antes del comedor.
– Es decir, que se lo podria haber llevado cualquiera.
– Pues si.
Para desesperarse. Harriet se apodero del papel y siguio su camino. Ya ni siquiera estaba claro a quien iba dirigida la amenaza, y mucho menos quien la enviaba. Recogio la carta de Peter y se dio cuenta de que ya habia tomado una decision. Habia dicho que llamaria a la direccion de la empresa y eso haria. Si bien el no era tecnicamente el director, sin duda era el cerebro. Pidio la conferencia. No sabia cuanto tardaria pero dejo instrucciones en la conserjeria para que cuando la pusieran la buscaran y la encontraran a toda costa. Se sentia terriblemente agitada.
La siguiente noticia fue que habia estallado una pelea espantosa entre la senorita Shaw y la senorita Stevens, que normalmente eran muy amigas. Tras enterarse de las peripecias de la noche anterior, la senorita Shaw habia acusado a la senorita Stevens de haber asustado a la senorita Newland, que por eso habia caido al rio, y la senorita Stevens acuso a su vez a la senorita Shaw de haberse aprovechado de los sentimientos de la chica hasta el extremo de haberle provocado un ataque de nervios.
La siguiente alteracion del orden corrio a cargo de la senorita Allison. Harriet ya lo habia descubierto el trimestre anterior. La senorita Allison tenia la mania de contarle a todo el mundo lo que otros habian dicho de ellos. Candorosa, se le ocurrio contarle a la senora Goodwin las insinuaciones que habia dejado caer la senorita Hillyard. La senora Goodwin se enfrento a la senorita Hillyard, y hubo una escena sumamente desagradable, en la que la senorita Allison, la decana y la pobre senorita Chilperic, que tuvo que participar en la discusion por una desdichada casualidad, se pusieron de parte de la senora Goodwin y en contra de la senorita Pyke y la senorita Burrows, a quienes, aunque pensaban que los comentarios de la senorita Hillyard eran desafortunados, les molestaba que se pusiera en entredicho la solteria como tal. Este desagradable incidente tuvo lugar en el jardin de las profesoras.
Por ultimo, la senorita Allison contribuyo a exacerbar los animos al contarle la historia con todo lujo de detalles a la senorita Barton, que fue toda indignada a decirles a la senorita Lydgate y a la senorita De Vine lo que pensaba de la psicologia de la senorita Hillyard y la senorita Allison.
No resulto una manana placentera.
Entre las casadas (o a punto de casarse) y las solteras, Harriet se sentia como el murcielago de Esopo entre las aves y las bestias, extrana consecuencia de que sus correrias se hubieran hecho publicas, penso. La comida fue muy tensa. Al llegar al comedor, bastante tarde, vio que la mesa de autoridades se habia dividido en bandos opuestos, con la senorita Hillyard en un extremo y la senora Goodwin en otro. Encontro una silla vacia entre la senorita De Vine y la senorita Stevens y se divirtio arrastrandolas, a ellas y a la senorita Allison, que estaba al otro lado de la senorita De Vine, a una conversacion sobre moneda e inflacion. Harriet no sabia nada sobre ese tema,