las demas, con el recado de costumbre:
– Saludos de parte de la rectora, que les quedaria muy agradecida si hicieran menos ruido.
– Perdone, doctor Threep. No le he oido bien.
– De todos modos -repitio el doctor Threep, con un estallido y una inclinacion de cabeza-, resulta curioso observar que perduran vestigios de los antiguos prejuicios. Ayer, sin ir mas lejos, el vicerrector me enseno una carta anonima de una vulgaridad extraordinaria que le habian enviado por la manana…
El ruido del comedor iba apagandose poco a poco; era como la calma que precede a la tempestad.
– … con las acusaciones mas absurdas, y curiosamente, contra el claustro de este college en concreto. Acusaciones de asesinato, ni mas ni menos. El vicerrector…
Harriet se perdio las siguientes palabras; estaba observando como, mientras la voz del doctor Threep resonaba en el relativo silencio, todas las cabezas de la mesa se volvian bruscamente hacia el, como movidas por alambres.
– … pegadas sobre papel, algo muy ingenioso. Yo le dije: «Mi buen vicerrector, dudo que la policia pueda hacer gran cosa. Seguramente es obra de algun chiflado inofensivo». Pero ?no es curioso que ideas tan absurdas existan y persistan a estas alturas?
– Si, verdaderamente curioso -dijo la rectora sin apenas despegar los labios.
– De modo que desaconseje la intervencion de la policia… al menos de momento, pero le dije que le plantearia el asunto a usted, puesto que se mencionaba Shrewsbury. Naturalmente, respeto su opinion.
Las profesoras estaban como hechizadas, y en aquel momento, el doctor Threep, doblegandose a las decisiones de la rectora, estallo. Fue una explosion tan ruidosa y violenta que resono de un extremo a otro de la mesa, y el bochorno minusculo fue devorado por el mayusculo. La senorita Chilperic prorrumpio de repente en carcajadas estruendosas, nerviosas.
Harriet nunca llego a recordar con claridad como acabo la cena. El docto Threep, fue a tomar cafe con la rectora, y Harriet termino en la habitacion de la decana, entre la risa y la inquietud.
– Es realmente serio -dijo la senorita Martin.
Tremendo. «Le dije al vicerrector…»
– ?Pum!
– No, en serio, ?que vamos a hacer?
– «Respeto su opinion».
– ?Pum!
– No entiendo por que hacen eso las camisas. ?Y usted?
– No tengo ni idea. Y yo que tenia la intencion de ser tan ingeniosa. Por fin hay un hombre entre nosotras, me dije. Voy a observar las reacciones de todo el mundo… ?y pum!
– No sirve de nada observar las reacciones ante el doctor Threep -replico la decana-. Todas estan demasiado acostumbradas a el. Y ademas, tiene como media docena de hijos, pero va a ser muy embarazoso si el vicerrector…
– Mucho.
El sabado amanecio nublado y frio.
– Creo que va a haber tormenta -dijo la senorita Allison.
– Todavia es demasiado pronto para eso -objeto la senorita Hillyard.
– En absoluto -replico la senora Goodwin-. Yo he visto muchas tormentas en mayo.
– Desde luego, se nota electricidad en la atmosfera -anadio la senorita Lydgate.
– Estoy de acuerdo con usted -dijo la senorita Barton.
Harriet habia dormido mal. En realidad, se habia pasado la mitad de la noche deambulando por el college, pendiente de alarmas imaginarias. Cuando al fin se acosto, tuvo un sueno muy pesado: intentaba tomar un tren con el continuo estorbo de un enorme equipaje que trataba de meter inutilmente en unas maletas indomitas y nebulosas. Por la manana paso grandes apuros con las pruebas del capitulo de la senorita Lydgate sobre Gerald Manley Hopkins, tan indomito como las maletas y casi igualmente nebuloso. A ratos, mientras desligaba el sistema ritmico caracteristico de Gerald Manley Hopkins del sistema rival de escansion de la senorita Lydgate (que requeria cinco alfabetos y una serie de signos taquigraficos), pensaba en si Freddy Arbuthnot habria logrado hacer lo que habia prometido y si ella debia dejar las cosas como estaban o hacer algo mas, y en tal caso, ?que? Por la tarde ya no pudo aguantar mas y salio, bajo un cielo amenazante, a pasear por Oxford, a ser posible hasta agotarse. Echo a andar por High Street y se detuvo unos momentos ante el escaparate de una tienda de antiguedades, donde habia un juego de ajedrez de marfil tallado que desperto en ella un afecto absurdo. Incluso jugueteo con la idea de entrar sin mas a comprarlo, pero sabia que seria demasiado caro. Era chino, y cada pieza consistia en un nido de bolitas giratorias, delicadas como encaje. Seria agradable tenerlas entre los dedos, pero descabellado comprarlas. Ni siquiera jugaba bien al ajedrez y, ademas, no se podria jugar a gusto con piezas como aquellas. Vencio la tentacion y siguio andando. Habia otra tienda llena de objetos de madera adornados con los escudos de los colegios: sujetalibros, plumas en forma de remo que parecian de dificil manejo, pitilleras, tinteros e incluso polveras. ?Mejoraria el arreglo facial el hecho de que fueran testigos los leones del Oriel o los vencejos del Worcester? ?Te recordaria durante el proceso de transformacion que tu prometido se encontraba entre los ciervos del Jesus o que el piadoso pelicano del Corpus nutria a un hermano tuyo? Cruzo la calle para no pasar ante el Queen's (no le habria extranado que el senor Pomfret saliera de repente, y preferia evitar un encuentro con el) y se dirigio hacia el otro extremo. Libros y grabados, fascinantes en la mayoria de los casos, pero no lo suficientemente apasionantes para retener su atencion largo tiempo. Togas, vistosas pero demasiado academicas para su estado de animo Una farmacia. Una papeleria con mas baratijas universitarias, en esta ocasion de vidrio y ceramica. Una tienda de articulos de fumador, con mas escudos de armas en ceniceros y latas de tabaco. Una joyeria, con escudos de colegios en cucharas, broches y servilleteros. Empezo a aburrirse de tanto escudo y torcio por una calle lateral hasta Merton Street. Si en algun sitio podia haber paz, seria en aquel callejon inalterado y adoquinado; pero la paz se lleva dentro, no se encuentra en las calles, por antiguas y hermosas que sean. Entro a Merton Grove por la verja de hierro, atraveso el Dead Man's Walk, siguio por el Broad Walk de Christ Church y doblo por el sendero en el que el New Cut se topa con el Isis. Y alli se quedo horrorizada cuando una voz muy conocida la llamo. Por intervencion especial de todas las potencias del mal, alli estaba la senorita Schuster-Slatt, cuya presencia en Oxford Harriet habia olvidado felizmente hasta entonces, escoltando a un grupo de norteamericanos deseosos de informacion. La senorita Vane era la persona mas indicada para contarselo todo. ?Sabia a que college pertenecia cada barcaza? Esas cabecitas azules y doradas tan monas, ?eran grifos o fenix, y habia tres como simbolo de Trinity College o era simple coincidencia? Y aquello, ?eran los lirios de Magdalen? En tal caso, ?por que estaba pintada la W en toda la barcaza y que significaba? ?Por que tenia el escudo del Pembroke la rosa inglesa y el cardo escoces? Las rosas de New College, ?tambien eran inglesas? ?Por que se llamaba «New» cuando era tan antiguo y por que no podia decirse simplemente «New» sino «New College»? ?Ah, mira, Sadie! ?Eso que vuela son gansos? ?Cisnes? ?Que interesante! ?Habia muchos cisnes en el rio? ?Era verdad que todos los cisnes de Inglaterra eran propiedad del rey? ?Era un cisne lo que habia en aquella barca? Ah, un aguila. ?Por que unas barcazas tenian mascaron de proa y otras no? ?Celebraban fiestas los chicos en las barcazas? ?Podia explicar la senorita Vane esas carreras a topetazos?, porque con la descripcion de Sadie nadie la habia entendido. ?Era aquella la barcaza de la universidad? Ah, la barca del University College. ?Era el University College donde se daban todas las clases?
Y asi sucesivamente, por todo el sendero, por el largo paseo arriba hasta llegar a los edificios Meadow y dar una vuelta por Christ Church, desde el comedor hasta la cocina, desde la catedral hasta la biblioteca, desde el estanque de Mercurio hasta la campana Great Tom, mientras el cielo iba encapotandose por momentos y la atmosfera se hacia mas opresiva, hasta que Harriet, que habia empezado el paseo con la sensacion de tener el craneo como lleno de lana, acabo con un dolor de cabeza enloquecedor.
La tormenta aguanto hasta despues de la cena, salvo algunas amenazas grunonas de truenos. A las diez en punto recorrio el cielo el primer relampago, como un reflector, recortando en azul violaceo tejados y copas de arboles contra la oscuridad, y a continuacion un trueno hizo temblar las paredes. Harriet abrio la ventana de par en par y se asomo. Habia un olor dulce a lluvia inminente. Otro estrepitoso destello; una rafaga de viento y a continuacion el impetuoso susurro del torrente de agua, el gorgoteo de las alcantarillas desbordadas y por ultimo, la tranquilidad.