El grupo se deshizo. El director levanto su birrete y se alejo, no sin antes recordarles a Wimsey y al historiador que el almuerzo seria a la una y cuarto; Peter le dijo a Harriet algo asi como que estaria alli «dentro de unos veinte minutos», desaparecio con los dos profesores en el All Souls, y Harriet y la decana reanudaron el paseo.

– ?Vaya! Conque este es el hombre en cuestion -dijo la senorita Martin.

– Si, es el -repuso Harriet debilmente.

– Querida mia, es encantador. No nos habia dicho usted que fuera a venir a Oxford.

– No lo sabia. Yo creia que estaba en Varsovia. Sabia que vendria este trimestre, tarde o temprano, a ver a su sobrino, pero no tenia ni idea de que fuera a llegar tan pronto. La verdad es que queria preguntarle… pero no creo que haya recibido mi carta…

Le dio la impresion de que sus esfuerzos por explicarse solo contribuian a complicar las cosas. Acabo por confesarselo todo a la decana.

– No se si recibio mi carta y ya lo sabe todo, o si, si no lo sabe, deberia contarselo. Se que es absolutamente de fiar, pero si la rectora y los demas miembros del claustro… No esperaba que se presentase asi.

– Yo diria que es lo mejor que podria usted haber hecho -replico la senorita Martin-. No debemos contar demasiadas cosas en el college. Si viene, traigalo, y que nos ponga patas arriba. Un hombre con esos modales seria capaz de meterse en el bolsillo al claustro entero. Que suerte que sea historiador… Asi se ganara las simpatias de la senorita Hillyard.

– Yo no lo consideraba historiador.

– Bueno, y con sobresaliente… ?No lo sabia?

Harriet no lo sabia. Ni siquiera se habia molestado en pensarlo. Nunca habia relacionado conscientemente a Wimsey con Oxford. Otra vez la historia del Ministerio de Asuntos Exteriores. Si Peter se hubiera dado cuenta de su falta de consideracion, le habria hecho dano. Harriet se vio como un monstruo insensible, una ingrata.

– Segun me han contado, lo consideraban uno de los mejores estudiantes de su epoca -anadio la decana-. A. L. Smith lo tenia en muy alto concepto. En cierto modo, es una lastima que no se haya dedicado a la historia, pero naturalmente, lo que mas le interesa no es lo estrictamente academico.

– No -dijo Harriet.

De modo que la decana habia indagado. Normal. Probablemente, todo el claustro podria darle detalles de la trayectoria academica de Wimsey. Era comprensible: ellas pensaban de esa manera, pero ella podria haber dedicado al menos un par de, minutos a consultar el anuario.

– ?Y donde lo meto cuando venga? Porque supongo que si lo llevo a mi habitacion sera un mal ejemplo para las alumnas. Y ademas, casi no hay sitio.

– Pueden quedarse en mi salon. Mucho mejor que ninguna de las salas publicas, si van a hablar de este espantoso asunto. Me pregunto si habra recibido esa carta. Quiza el interes que ocultaba esa penetrante mirada era que sospechaba de mi. ?Y yo que lo habia atribuido a mi fascinacion personal! Ese hombre es peligroso, aunque no lo parezca.

– Precisamente por eso es peligroso, pero si leyo mi carta, sabra que no es usted.

Cuando llegaron al college y encontraron una nota de Peter en el casillero de Harriet, se aclararon ciertas confusiones. La nota de Wimsey explicaba que habia llegado a Londres el sabado por la tarde y que la carta de Harriet estaba en el Ministerio de Asuntos Exteriores. «Intente llamarte, pero no di mi nombre, porque no sabia si querias que yo interviniera personalmente en este asunto.» Aquella tarde tenia compromisos en Londres, lo llevaron en coche hasta Oxford para cenar, unos amigos del Balliol lo liaron un poco y el director tuvo la amabilidad de invitarlo a pasar alli la noche, y penso en «llamarte manana» con la esperanza de encontrarla.

Asi que Harriet espero en las habitaciones de la decana, observando tranquilamente el jugueteo del sol estival entre las ramas de los platanos del patio nuevo y el dibujo saltarin que trazaba sobre el estrado, hasta que alguien llamo a la puerta. Cuando dijo «?Adelante!», esa expresion, tan comun y corriente, parecio adquirir una importancia insolita. Para bien o para mal, habia solicitado la presencia de algo explosivo del mundo exterior que romperia el orden y la tranquilidad de aquel lugar; habia vendido aquella violacion de lo establecido a una fuerza extrana; habia tomado partido por Londres frente a Oxford y por el mundo frente a la clausura.

Pero cuando entro Peter, Harriet comprendio que la idea que se habia hecho era absurda. Peter daba la impresion de formar parte de aquella habitacion silenciosa, como si nunca hubiera formado parte de ningun otro sitio.

– ?Hooola! -dijo Peter, con un debil eco de su vieja actitud frivola. Despues se despojo de la toga, la tiro sobre el sofa, junto a la de Harriet, y dejo el birrete sobre la mesa.

– He encontrado tu nota al volver. O sea que recibiste mi carta…

– Si. Siento que hayas tenido que tomarte tantas molestias. Pense que, como de todos modos iba a venir a Oxford, podia venir a verte. Mi intencion era haber llegado anoche, pero me liaron… y ademas, pensaba que seria mejor anunciar mi llegada.

– Gracias. Sientate.

Harriet le acerco una butaca, y Peter literalmente se desplomo en ella. No sin cierta angustia, Harriet observo que la luz ponia de relieve las angulosidades de la mandibula y las sienes de Peter.

– ?Peter! ?Si es que estas muerto de cansancio! ?Que has estado haciendo?

– Hablar -contesto Peter, contrariado-. Palabras, palabras y mas palabras durante semanas interminables. Soy el gracioso profesional del Ministerio de Asuntos Exteriores. ?No lo sabias? Pues asi es. No pasa con frecuencia, pero siempre tengo que estar listo por si se me necesita. Si algo sale mal… que se yo… que el secretario de un subsecretario con poca discrecion y menos dominio del frances suelta una frase poco afortunada en un discurso despues de la cena, pues envian al actor con labia para poner a todos de buen humor otra vez. Llevo a la gente a comer, les cuento cosas divertidas y los preparo para que se ablanden un poco. ?Dios! ?Menudo jueguecito!

– No lo sabia, Peter. Acabo de darme cuenta de que he sido demasiado egoista incluso para intentar enterarme de nada, pero tu no sueles estar tan desanimado. Pareces…

– No te preocupes, Harriet. No me digas que empiezo a aparentar la edad que tengo. El eterno infantilismo es mi unica baza diplomatica.

– Lo unico que te pasa es que parece que llevas varias semanas sin dormir.

– Pues ahora que lo dices, no estoy seguro de haber dormido. Pensaba (en cierto momento todos lo pensamos) que podia ocurrir algo, el asqueroso revuelo de siempre. Llegue al extremo de decirle una noche a Bunter: «Ya lo tenemos encima. Otra vez al ejercito, sargento…». Pero al final todo ha quedado en nada… de momento.

– ?Gracias a los comentarios ocurrentes?

– No, por Dios, no. Lo mio ha sido una trivialidad, una ligera escaramuza fronteriza. No te creas que soy yo el hombre que ha salvado al imperio.

– ?Y quien ha sido?

– Ni idea. Nadie lo sabe. Nunca se sabe con certeza. Cuando el viejo cacharro se bambolea hacia un lado, piensas: «?Ya esta!», luego se bambolea hacia el otro lado y piensas: «Todo en orden», y de repente un dia te ves metido en el lio y no te acuerdas de como te has metido.

– Eso es lo que todos tememos en el fondo.

– Si. A mi me aterroriza. Es un alivio haber vuelto aqui, encontrarte… y que todo siga como antes. Aqui es donde se hacen las cosas de verdad, Harriet… si esos metepatas de fuera cerraran la boca y dejaran que esto siguiera adelante. ?Dios, como detesto la violencia, las prisas y ese ingenio espantoso, evasivo! Es desatinado, falto de rigor, de sinceridad… unicamente propaganda, argucias y «?que sacamos nosotros de esto?». Ni tiempo, ni paz, ni silencio; unicamente conferencias, periodicos y discursos hasta que ya no sabes ni lo que piensas… Si pudiera uno echar raices aqui, entre la hierba y las piedras y hacer algo que mereciera la pena, aunque solo fuera recuperar el aliento perdido por amor al trabajo y nada mas.

Harriet se quedo atonita al oirlo hablar con tal vehemencia.

– Pero Peter, si estas diciendo precisamente lo que yo siento desde hace tiempo, pero ?que se puede hacer?

– No, no se puede hacer nada, aunque a veces uno vuelve y piensa que si.

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