– «Preguntad por las antiguas sendas, cual es el buen camino, y seguidlo, pues hallareis reposo para vuestra alma».

– Si -dijo Peter con amargura-. Y continua: «Mas ellos respondieron: no lo seguiremos». ?Reposo? Habia olvidado que existia semejante palabra.

– Yo tambien.

Guardaron silencio unos minutos. Wimsey le ofrecio a Harriet su pitillera y encendio una cerilla para los dos.

– Peter, que raro parece que estemos aqui hablando asi. ?Te acuerdas de aquellos momentos terribles en Wilvercombe cuando no encontrabamos nada que tirarnos el uno al otro salvo agudezas de mal gusto y comentarios llenos de maldad? Bueno, yo estaba llena de maldad; tu no.

– Era por el ambiente del balneario -replico Wimsey-. Uno se pone ordinario en los balnearios. Si hay algo que me aterroriza en la vida es que un dia surja un problema de antologia en Brighton o Blackpool y que sea lo suficientemente imbecil para entrometerme. -La risa habia vuelto a su voz y tenia los ojos serenos-. Gracias a Dios, resulta dificilisimo ser vulgar en Oxford… por lo menos, despues del segundo ano. Lo cual me recuerda que aun no te he dado las gracias debidamente por haber sido tan amable con Saint-George.

– ?Ya lo has visto?

– No. He amenazado con caer sobre el el lunes, y mostrarle la sancion de desheredamiento. Hoy se ha ido a no se donde con un grupo de amigos, y se lo que eso significa. Es un perfecto malcriado.

– No es de extranar, Peter. Es increiblemente guapo.

– Un cretinillo precoz, eso es lo que es -replico Wimsey sin entusiasmo-. Aunque de eso no puedo echarle la culpa: lo lleva en la sangre, pero esta actuando con su tipica impudencia al obligarte a relacionarte con el, cuando siempre te has negado a conocer a mi familia.

– Veras, Peter, lo encontre yo solita.

– Literalmente, o eso dice el. Al parecer estuvo a punto de tirarte al suelo, te estropeo tus cosas, te dio la lata e inmediatamente tu dedujiste que tenia que ser pariente mio.

– Eso es… si eso es lo que dice, sabes que no debes creertelo, pero era imposible no ver el parecido.

– ?Pero si se de personas que hablan con desprecio de mi aspecto! Te felicito por esa percepcion tuya, digna de Sherlock Holmes en sus mejores momentos.

A Harriet le hizo gracia y la enternecio aquella vena de vanidad de Peter, pero sabia que el la calaria de inmediato si le seguia el juego diciendo algo mas halagador que la verdad.

– Reconoci la voz incluso antes de verlo. Y tiene tus mismas manos. No creo que nadie haya hablado con desprecio de eso.

– ?Maldita sea, Harriet! ?Mi unica debilidad realmente bochornosa, el secreto de mi soberbia mas celosamente guardado expuesto sin piedad a la luz del dia! Siento un orgullo absurdo por haber heredado las manos de los Wimsey. A mi hermano y a mi hermana no les ha tocado, pero en los retratos de familia se remontan a hace trescientos anos. -Su rostro se ensombrecio unos momentos-. Me extrana que a estas alturas no se les haya agotado toda la fuerza. Tenemos los dias contados. Harriet, ?vendras conmigo a Denver un dia a verlo antes de que lo invada la nueva civilizacion, como la jungla? No quiero ponerme en plan Galsworthy. Te diran que todo ese tinglado me importa un bledo, y no se si me importa, pero naci alli y lamentaria vivir para ver la tierra vendida para edificios y la casa solariega convertida en escenario de peliculas de Hollywood.

– Lord Saint-George no haria una cosa asi, ?verdad?

– No lo se, Harriet. ?Por que no? Nuestro espectaculo esta muerto y enterrado. ?De que demonios le sirve a nadie en los tiempos que corren? Pero quiza le importe mas de lo que cree.

– A ti si te importa, ?no, Peter?

– Para mi es muy facil que me importe, porque no tengo vela en este entierro. Soy el tipico mojigato de mediana edad con una admirable habilidad para atar pesadas cargas y depositarlas sobre los hombros de los demas. No creas que le envidio su tarea a mi sobrino. Yo prefiero vivir en paz y que mis huesos reposen en la tierra. Lo que pasa es que me empeno en mantener ciertos valores anticuados, y tengo la cobardia de renegar de ellos, como mi tocayo de los Evangelios. Nunca voy a casa si puedo evitarlo, y tambien evito venir aqui: los gallos cantan demasiado fuerte y demasiado tiempo.

– Peter, no tenia ni idea de que te sintieras asi. Me gustaria ver tu casa.

– ?En serio? Entonces iremos, un dia de estos. No te impondre a la familia, aunque creo que mi madre te caera bien. Pero elegiremos un dia en que esten todos fuera, salvo diez o doce duques inofensivos en el panteon familiar. Todos embalsamados, pobrecillos, para perdurar llenos de polvo hasta el dia del Juicio. Tipico de una tradicion familiar que ni siquiera dejen que te pudras, ?verdad?

A Harriet no se le ocurrio nada que decir. Llevaba cinco anos peleando con Peter, y lo unico que habia descubierto era su fortaleza, mientras que en la ultima media hora el habia dejado al descubierto todas sus debilidades, una detras de otra. Y honradamente no podia decirle: «?Por que no me lo habias contado?», porque sabia bien cual seria la respuesta. Afortunadamente, Peter no parecia esperar ningun comentario.

– ?Dios santo! -fue la siguiente frase de Peter-. ?Mira que hora es! Has dejado que me pusiera a divagar y no hemos dicho ni media palabra sobre tu problema.

– Me siento muy agradecida de haberlo olvidado unos momentos.

– Me lo imagino -dijo Peter, mirandola pensativamente-. Oye, Harriet, ?no podriamos tomarnos el dia libre? Debes de estar harta de esta maldita historia. Ven a aburrirte conmigo, para variar. Sera un alivio para ti, como cambiar un dolor de muelas por un bonito ataque de reumatismo. Igualmente deplorable pero diferente. Tengo que ir a ese almuerzo, pero no tiene por que durar demasiado. ?Que te parece un paseo en batea desde el puente de Magdalen a las tres?

– El rio estara hasta los topes. El Cherwell ya no es lo que era, sobre todo los domingos. Se parece mas a Margate en dia festivo, con gramofonos, trajes de bario y empujones.

– No importa. Vamos y aportamos nuestros empujones a los del feliz populacho. A menos que prefieras subir al coche y volar conmigo al fin del mundo, pero las carreteras estaran peor que el rio. Y si encontramos un sitio tranquilo, o te doy la lata o acometemos ese problema del demonio. Lo publico es lo mas seguro.

– Muy bien, Peter. Haremos lo que tu quieras.

– Pues entonces en el puente de Magdalen a las tres. De verdad, no estoy rehuyendo el problema. Si no podemos resolverlo juntos, buscaremos a alguien que pueda hacerlo. No hay ni mares innavegables ni tierras inhabitables.

Se levanto y le tendio una mano.

– ?Peter, eres como una roca! La sombra de una roca enorme en una tierra baldia. Dios mio, ?en que estas pensando? En Oxford nadie estrecha la mano.

– El elefante nunca olvida. -Le beso delicadamente los dedos-. Es que me he traido mi cortesia cosmopolita. ?Dios mio! Hablando de cortesia… voy a llegar tarde al almuerzo.

Recogio el birrete y la toga y desaparecio sin darle tiempo a Harriet a acompanarlo hasta la conserjeria.

Pero mejor asi, penso Harriet, viendolo correr por el patio como un estudiante. No tiene mucho tiempo. ?Valgame Dios, se ha llevado mi toga en lugar de la suya! Bueno, que mas da. Somos casi de la misma estatura y la mia tiene los hombros bastante anchos, asi que es lo mismo.

Y de repente le parecio extrano que fuera lo mismo.

Harriet sonrio para sus adentros al ir a cambiarse para el rio. Si Peter se empenaba en mantener tradiciones decadentes, encontraria oportunidades de sobra manteniendo una forma de patronear, unos modales y una vestimenta propios de la epoca anterior a la guerra, sobre todo la vestimenta. Unos pantalones cortos y mugrientos o unos pantalones corrientes negligentemente enrollados alrededor de la cintura eran la version moderna de la moda masculina en el Cherwell; para las mujeres, traje de bario y, para las novatas, sandalias de playa de vivos colores. Harriet movio la cabeza ante la luz del sol, que estaba radiante y quemaba. Ni siquiera para impresionar a Peter estaba dispuesta a exhibir una espalda achicharrada y unas piernas comidas por los mosquitos. Se pondria algo apropiado y comodo.

Al encontrarsela bajo las hayas, la decana la miro con exagerada sorpresa ante el deslumbrante despliegue de lino blanco.

– Si fuera hace veinte anos, diria que va usted al rio.

– Alli voy. De la mano de un pasado mas senorial.

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