Capitulo 14
Tregua, dulce amor; parlamentar ansio;
largo tiempo ha del inicio de estas guerras
que ni tu ni yo ganar podemos:
malo el combate sin vencedor.
Te ofrezco condiciones de paz justa,
mi corazon de rehen, y aqui quedara;
despidamos nuestras tropas, que cese el rencor,
y que con mi promesa tu promesa renueves.
MICHAEL DRAYTON
– Buena tormenta hemos tenido -dijo la decana.
– De primera categoria -replico secamente la administradora-, para quienes les guste y no tengan que soportar a quienes no les gusta. Las habitaciones del servicio eran un autentico caos. Carrie histerica, la cocinera convencida de que habia llegado su ultima hora y Annie a voz en grito diciendo que sus hijas debian de estar aterrorizadas y que queria irse a Headington inmediatamente para consolarlas…
– Pues no se por que no la envio alli enseguida en el primer coche que estuviera disponible -tercio la senorita Hillyard con tono sarcastico.
– … y a una de las pinches de cocina le dio un ataque de religiosidad y confeso sus pecados ante un monton de personas boquiabiertas -anadio la senorita Stevens-. No acabo de entender por que la gente tiene tan poco dominio de si misma.
– A mi los truenos me espantan -dijo la senorita Chilperic.
– La pobre Newland se ha vuelto a alterar mucho -dijo la decana-. A la enfermera ha llegado a asustarla. Dice que la ayudante se escondio en el armario de la ropa blanca y que no queria quedarse a solas con Newland, pero la senorita Shaw se responsabilizo amablemente de la situacion.
– ?Quienes son las cuatro alumnas que estaban bailando en traje de bano en el patio? -pregunto la senorita Pyke-. Parecia algo ritual, y es que me recordaron los bailes ceremoniales de…
– Lo que a mi me daba miedo es que a las hayas las derrumbara un rayo -dijo la senorita Burrows-. A veces pienso si estando tan cerca de los edificios, deberian seguir ahi. Si se vinieran abajo…
– Administradora, en mi techo hay una gotera tremenda -dijo la senora Goodwin-. Me entra el agua a chorros, y justo encima de la cama. He tenido que cambiar de sitio todos los muebles, y la alfombra esta hecha un…
– De todos modos, hemos tenido una buena tormenta -insistio la decana-, y ha limpiado el aire. Fijense. ?Podria pedirse una manana de domingo mas luminosa y mas bonita?
Harriet asintio con la cabeza. El sol brillaba sobre la hierba humeda y soplaba un viento fresco.
– ?Y gracias a Dios, se me ha quitado el dolor de cabeza! Me gustaria hacer algo tranquilo y bonito, muy de Oxford. ?No tiene todo un color precioso? ?Si parece un misal miniado, con esos azules, escarlatas y verdes!
– Vera lo que vamos a hacer -dijo la decana muy animada-. Vamos a ir como dos buenas chicas al sermon del University. No se me ocurre nada mas normal, mas academico y que mas pueda tranquilizarla a una. Y los sermones del doctor Armstrong siempre son interesantes.
– ?Un sermon? -A Harriet le hizo gracia-. Bueno, es lo ultimo que se me habria ocurrido, pero no es mala idea. Vamos.
Si, la decana tenia razon: alli estaban los aspectos mas reconfortantes y ceremoniales del gran compromiso anglicano. La solemne procesion de doctores con muceta; el vicerrector haciendo la reverencia de rigor al predicador y los bedeles tropezando delante de ellos; la multitud de togas negras y el decoroso colorido de los vestidos veraniegos de las esposas de los catedraticos; el himno y la oracion petitoria; el predicador, de muceta y toga, austero con su sotana y sus bandas; el discurso calmo y delicado con voz debil, clara y academica sobre las relaciones de la filosofia cristiana con la fisica atomica. Alli estaban la universidad y la Iglesia de Inglaterra, unidas en un beso honesto y apacible, como los angeles de una Natividad de Botticelli: exquisitamente ataviados, alegres pero serios, un tanto amanerados, un tanto pendientes de su reciproca cortesia. Alli, sin acaloramiento, podian discutir su problema comun, coincidir placidamente o placidamente coincidir en discrepar. Nada tenian que decir aquellos angeles de las feas y grotescas figuras demoniacas que cubrian la parte inferior del cuadro. En caso de necesidad, ?que solucion aportarian para el problema de Shrewsbury? Otras instituciones serian mas audaces: la Iglesia catolica daria una respuesta fluida, competente, experta; las extranas y discordantes sectas de la nueva psicologia darian otra distinta, fea, torpe, vacilante y aplicada con un empirismo desaforado. Resultaba entretenido imaginarse una universidad freudiana indisolublemente unida a un organismo catolico: sin duda no vivirian con tanta armonia como la Iglesia anglicana y la Escuela de Humanidades, pero daba gusto creer, aunque solo fuera durante una hora, que se podian tratar todas las dificultades humanas con aquel espiritu de imparcialidad y cordialidad. «La universidad es un paraiso»… cierto, pero… «despues comprendi que hay un camino hacia los infiernos aun desde las puertas de los cielos».
Recibieron la bendicion; los solos fueron estirandose, en una especie de fuga prebachiana; el cortejo volvio a agruparse y a deshacerse, hacia aqui y hacia alla; los fieles se pusieron en pie y empezaron a salir en metodico desorden. La decana, muy aficionada a las fugas antiguas, se quedo discretamente en su asiento junto a Harriet, que tenia una sonadora mirada clavada en los santos delicadamente coloreados del trascoro. Al fin se levantaron las dos y se dirigieron a la puerta. Cuando pasaban por entre las columnas retorcidas del porche del doctor Owen les salio al encuentro una ligera rafaga de viento que obligo a la decana a aferrar su rebelde birrete e inflo sus togas con amplios arcos y volutas. Entre almohadon y almohadon de nubes redondeadas, el cielo era de un azul palido y transparente, aguamarina.
En la esquina de Cat Street habia un grupo de togados en animada charla, dos profesores de All Souls y un personaje majestuoso que Harriet reconocio: el director de Balliol. A su lado habia otro hombre, que al pasar Harriet y la decana, que iban hablando del contrapunto, se dio la vuelta bruscamente y se levanto el birrete.
Harriet no pudo dar credito a sus ojos durante unos momentos. Peter Wimsey. Peter, ni mas ni menos. Peter, que en teoria estaba en Varsovia, tan tranquilamente alli plantado, casi como si alli hubiera nacido. Peter, con birrete y toga como cualquier licenciado ortodoxo, con toda la pinta de haber asistido con fervor al sermon, hablando tranquilamente de cuestiones de trabajo con dos profesores del All Souls y el director del Balliol.
?Y por que no?, penso Harriet al recobrarse de la sorpresa. Es licenciado. Estudio en el Balliol. ?Por que no iba a hablar con el director si le apetece? Pero ?como habia llegado hasta alli? ?Y por que? ?Y cuando habia llegado? ?Y por que no me lo ha dicho?
De repente empezaron las confusas presentaciones, y ella presento a lord Peter a la decana.
– Llame ayer desde Londres -decia Wimsey-, pero habias salido. -Y a continuacion mas explicaciones, algo sobre el vuelo desde Varsovia, y que si «mi sobrino, que esta en Oxford» y «la amable hospitalidad del director» y que si habia enviado una nota al college. Por ultimo, entre tantas naderias de simple cortesia, una frase que Harriet entendio perfectamente.
– Si vas a estar en el college y estas libre durante la proxima media hora, ?puedo pasar a verte?
– Si, sera un placer -contesto Harriet no muy convencida. Se calmo un poco y anadio-: Supongo que no podria invitarte a comer, ?no?
Al parecer Peter iba a comer con el director, y al almuerzo tambien iba a asistir uno de los miembros de All Souls. En definitiva, segun dedujo Harriet, iba a ser una pequena celebracion, con una especie de base historica, para hablar del articulo de alguien sobre las actas de esto o lo otro, para lo cual Wimsey iba «a pasar un momento al All Souls, nada, ni diez minutos», y para una consulta sobre la impresion y distribucion de unos polemicos opusculos sobre la Reforma (tema en el que Wimsey era experto) con otro experto y con un historiador de otra universidad, inexperto pero con ciertas pretensiones.